El país ha expedido su primera
condena por "ultraje a la bandera nacional marroquí" al sacar la enseña
española durante una manifestación, un fenómeno cada vez más frecuente
Soufiane Al-Nguad, de 32 años, ha sido el primer condenado en Marruecos por, entre otras cosas, “ultrajar a la bandera nacional” marroquí. El ultraje consistió en que, en respuesta a un llamamiento que hizo a través de Facebook, jóvenes tetuaníes enarbolaron la bandera española en el estadio Saniat Ramel y después en las calles de Tetuán que recorrieron el 28 de septiembre.
La bandera española durante una manifestación en Alhucemas en la primavera de 2017, y en la grada del Saniat Ramel de Tetuán.
A Al-Nguad un tribunal le impuso el jueves de madrugada dos años de cárcel, que en Marruecos se suelen cumplir íntegramente, por haber animado en la red social, el 27 de septiembre, a acudir de negro al partido que iban a disputar al día siguiente en Tetuán el equipo local, Mogreb Atlético, con el Kawkab de Marrakech.
Se trata, escribió Al-Nguad, de llevar a cabo una “protesta política contra la represión y el asesinato” de Hayat Belkacem, una estudiante de derecho veinteañera de Tetuán que murió, el 25 de septiembre, en aguas del Mediterráneo acribillada por los disparos de una patrullera
de la Marina Real marroquí. La lancha rápida en la que, junto con otros
emigrantes, la joven pretendía llegar a España fue interceptada por la
patrullera que le dio el alto, pero no obedeció la orden. “Nunca te dejaremos sola”, concluía en español su mensaje Al-Nguad.
Esa noche del 28 de septiembre, al acabar el partido, no solo se
exhibieron banderas rojigualdas en las calles de la antigua capital del
protectorado español en Marruecos. Hubo gritos prometiendo vengar a Hayat, otros dando vivas a España y manifestando además el deseo de renunciar a la nacionalidad marroquí. El mobiliario urbano sufrió también algunos daños.
Al-Nguad ha sido ya condenado y otros 19 hinchas, de entre 14 y 23 años, están también siendo juzgados en Tetuán
por “ultraje a la bandera nacional”, “participación en manifestación no
autorizada” y “destrucción de bienes públicos y privados”. La Real
Federación Marroquí de Fútbol condenó, por su parte, al Mogreb Atlético,
en cuyo estadio se pitó el himno marroquí, a jugar un partido a puerta cerrada además de una multa de 50.000 dirhams (4.590 euros).
Un símbolo futbolístico... hasta ahora
Durante años la bandera española ha sido blandida esporádicamente en los campos de fútbol del norte de Marruecos sin que aquello tuviera ninguna significación política.
Los jóvenes marroquíes mostraban quizás así que compartían con los
españoles la misma pasión por el balompié. Ponían también de relieve esa
relación ambivalente que los marroquíes del norte mantienen con España, su potencia colonizadora a la que se enfrentaron en la cruenta Guerra del Rif, pero de la que no guardan del todo un mal recuerdo.
Los estandartes rojigualdos empezaron a adquirir tintes reivindicativos primero en Ifni,
donde en agosto de 2016 siete jóvenes los enarbolaron al tiempo que
ocupaban el antiguo consulado de España para reclamar la nacionalidad
española. Todos ellos fueron condenados a entre ocho meses y un año, pero no se les reprochó entonces ultrajar con su acción a la bandera marroquí.
A
finales de ese mismo año, en noviembre en Alhucemas, en el corazón del
Rif, algunos pequeños grupos de manifestantes sacaron la bandera de
España en medio de un mar de enseñas bereberes y de la
efímera República del Rif (1921-1926) que fundó Abdelkrim el Jatabi. La
guardaron rápidamente atendiendo a la petición de los organizadores. Las banderas marroquíes brillaban por su ausencia en esas manifestaciones multitudinarias.
Hasta ahora esta nueva forma de protesta había quedado circunscrita al Marruecos que fue colonizado por España,
pero el 6 de octubre llegó hasta Agadir, en el sur del país. Cuatro
hinchas del equipo local, el Hassania, desplegaron una bandera de España
durante el partido que se jugaba allí contra el Olympique de Khouribga.
Todos fueron detenidos, el cabecilla ingresó incluso en prisión
preventiva. Con la celeridad que caracteriza a veces a la justicia
marroquí, el tribunal de primera instancia empezó a juzgarles el 15 de octubre.
Les pueden caer una multa de hasta 9.180 euros y entre seis meses y tres años de cárcel
por “ultraje a la bandera nacional y a los símbolos del reino”, según
estipula una modificación del código penal aprobada por unanimidad por
el Parlamento marroquí en octubre de 2005. La pena puede incluso
alcanzar los 5 año sin el ultraje se ha cometido ante una gran concentración de público, por ejemplo en un estadio repleto.
Disturbios durante una protesta contra la corrupción en Alhucemas, en julio de 2017. (Reuters)
España como horizonte
“La acusación de ofender a los símbolos
del reino carece de sentido”, sostenía Bakar al Sibai, el abogado del
preso preventivo en declaraciones al diario digital Hesspress. “¿Por qué
izar la bandera de un país como España, que mantiene relaciones históricas, comerciales, políticas con Marruecos, se convierte en una ofensa a los símbolos del reino?”, se preguntaba el letrado.
En un Marruecos sumido en turbulencias político-sociales desde el año pasado, el frenesí pro español no se circunscribe a exhibir la bandera.
Los dos últimos fines de semana de septiembre cientos, quizás miles, de
jóvenes se concentraron en numerosas playas del norte, desde Martil
hasta Alhucemas, revindicando el derecho a emigrar gratis y dando a
veces vivas a España. Los falsos rumores, propagados por las redes sociales, de que llegarían pateras
para trasladarles del otro lado del Mediterráneo les empujaron hasta la
orilla. La policía se vio obligada a, en lugares como Rincón, prohibir acercarse a la playa a los chavales que no residían en la localidad.
Durante los nueve primeros meses del año han llegado a España por mar 7.579 inmigrantes irregulares marroquíes,
según Frontex que, a diferencia del Ministerio del Interior de España,
sí proporciona en su web un desglose de la inmigración por
nacionalidades. Esta cifra record es solo la de los apresados por las fuerzas de seguridadespañolas
al desembarcar porque los marroquíes intentan no ser atrapados al poner
pie en suelo español. Saben que corren el riesgo de ser devueltos a su
país.
El ímpetu proespañol que aflora en Marruecos llegó
incluso a Eljadid o Errigui, algunas de las más humildes barriadas
chabolistas de Casablanca. Amenazados con ser expulsados, no pueden ser
expropiados porque carecen de títulos de propiedad, sus vecinos firmaron
un manifiesto anunciando su intención de iniciar, el 28 de septiembre, “una marcha de emigración colectiva” hasta Ceuta donde, dijeron, pedirían asilo. La policía marroquí desbarató el proyecto.
“Además
de las críticas al rey, que adquieren estos últimos tiempos cauces más
directos y proporciones inéditas, se está articulando así con fuerza todo un rechazo al Estado y a sus símbolos”,
escribía, el 13 de octubre, el columnista Reda Zaireg en el diario
digital marroquí Yabiladi. En las redes sociales y ahora, alguna vez, en
la calle Mohamed VI es blanco de las críticas por, sobre todo, sus prolongadas ausencias de Marruecos. Quizás por eso lleva un tiempo sin viajar el extranjero, si se exceptúa una brevísima excursión a París, desde el 10 de septiembre.
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