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Ángel Ruiz: recuerdos de un combatiente de Ifni (1) Imprimir E-Mail
Colaboraciones - Antolín Hernández Salguero
Escrito por F. Antolín Hernández Salguero   
lunes, 28 de enero de 2019

Nota: Esta es la versión en línea y revisada del libro "Ángel Ruiz: recuerdos de un combatiente de Ifni" de Antolín Hernández, publicado en 2019.


Durante mucho tiempo guardé en lo más profundo de mi mente mis vivencias de Ifni. Estaban escondidas quizás negándose a ser recordadas. Hasta que, en el 2006, regresé de nuevo a aquella tierra.

Al recorrer las montañas en las que dejé parte de mi juventud, todo afloró de nuevo. Después de tantos años algunos recuerdos son muy nítidos y otros difusos. Para ponerlos en orden comencé a escribir los que recordaba y le pedí a un amigo, más experto que yo en estos menesteres, que le diera forma de libro para así conservarlos para siempre.

Ángel Ruiz en su estudio (foto del autor)
Ángel Ruiz en su estudio (foto del autor)

Quizás se cometan errores, pero este libro no pretende ser un estudio riguroso de lo que pasó, aunque se ha intentado que todo se ajuste lo máximo posible a la realidad basándose en lo que otras personas más entendidas y capacitadas han escrito.

Como ocurre siempre, los mismos hechos históricos pueden ser interpretados de varias formas según del lado que se mire. Pido perdón por si algunos hechos o datos no se han interpretado bien. Como he dicho, la única intención es ordenar mis recuerdos y tratar de situarlos en el contexto histórico para intentar entender lo que pasó allí.

Ángel Ruiz.
Tirador de Ifni.

PRÓLOGO

Mi nombre es Ángel Ruiz, e hice el Servicio Militar Obligatorio en Tiradores de Ifni.

Yo sólo fui uno más de los miles de jóvenes que fuimos llevados a aquella tierra a cumplir el servicio militar. Soy una experiencia más. Cada cual tiene la suya y la ha contado o cuenta según la vivió. Yo la voy a contar tal cómo la viví y la recuerdo. Quizás me falle la memoria, puede que mezcle recuerdos u olvide otros; pero los que me quedan son honestos. No invento nada porque mi imaginación no me da para superar la realidad.

Pero soy de naturaleza curiosa y, después de muchos años, con mucho tiempo que ocupar, me dediqué a averiguar por qué acabé en aquel lugar y por qué me tuve que defender de unos hombres que se empeñaron en que me fuera de allí. La mayoría de nosotros volvimos sin entender nada. Ahora, después de más de cincuenta años, he descubierto que mi insignificante historia con minúscula formó parte de la Historia con mayúscula.

Personas con estudios y muy capacitada, con acceso a mucha información, han dejado constancia escrita de diferentes maneras. Algunos compañeros han escritos sus vivencias, algunos muy bien, por cierto. Mi experiencia allí no es muy diferente a la de ellos. Entonces, ¿por qué le va a interesar a alguien mi historia, una más de tantas? Cierto. No tengo respuesta para esta pregunta.

Quizás, lo único que se me ocurre decir es que, con las suma de pequeñas historias se escribe la Historia.

Ángel Ruiz con la Medalla de la Campaña Ifni-Sáhara con cinta anaranjada (foto del autor)
Ángel Ruiz con la Medalla de la Campaña Ifni-Sáhara con cinta anaranjada (foto del autor)

Nací en Alcaraz, un pueblecito de la sierra albaceteña cuando la guerra civil ya iba por su segundo año. Quizás, lo más relevante de él es que es donde está enterrado el «Pernales», aquel bandolero del que decían que a los ricos robaba y a los pobres socorría. A su tumba nunca le faltan flores, pues en el pueblo aún se oye la leyenda de que su espíritu sale de vez en cuando para robar a los ricos y llevárselo a algún pobre. Si los ricos no quieren ser víctimas de sus robos, han de subir al cementerio del viejo castillo y ponerle flores frescas en la tumba. Yo, como no soy rico, nunca se las he puesto.

Poco puedo decir de mi infancia que sea de interés y tampoco viene al caso. Una infancia en plena posguerra en un pueblo de la sierra se resume con tres palabras: trabajar para comer. Eso hice. Poco más. Pero feliz, como suelen ser todas las infancias con el estómago aplacado.

Y llegó mi juventud y con ella mi obligación de cumplir con la Patria. En aquellos años, el servicio militar se regía por la Ley de 8 de agosto de 1940 sobre Reclutamiento y Desarrollada por el Reglamento Provisional para el Reclutamiento y Reemplazo del Ejército, aprobado por decreto el 6 de abril de 1943. Esta ley, aprobada en plena Segunda Guerra Mundial, incrementó el tiempo de servicio en dos años para los soldados de reemplazo. Aunque en el artículo decimosexto se decía que «El Gobierno puede conceder licencias temporales o ilimitadas a los procedentes del reclutamiento forzoso que cuenten dieciocho meses de servicio activo».

Mi nombre figuraba en la lista que a primeros del año 1956 se remitió a la Caja de Reclutas de Albacete. Al año siguiente, en enero, se efectuó el «sorteo de los quintos». El procedimiento era el siguiente: Se le daba el número 1 al primer nombre que salía, y a continuación se relacionaban y numeraban los demás; a número más bajo destino más lejano. Aquel 1957 la Caja de Albacete tenía un cupo de diecisiete jóvenes para Ifni-Sáhara y a mí me tocó el dieciocho. Pero, mira por dónde, a uno de los que les tocó ir a África era hijo del Delegado de Hacienda. Como es natural, su padre hizo presiones y lo destinaron a Madrid. A mí, hijo de padre humilde, me destinaron a Tiradores de Ifni en su lugar. O sea, por una cuestión de enchufe, me tragué dieciocho meses de mili en un lugar lejano y viví experiencias que me marcaron para los restos. Por cierto, cosas de la vida: en pleno jaleo en Ifni, me encontré con el paisano que me intercambió el puesto, ya que su unidad había sido movilizada y enviada allí. Él tampoco se libró.

Fuimos en camión hasta Albacete. En la Caja de Reclutas, nada más llegar, ya tuvimos una primera toma de contacto con lo que nos esperaba después: nos cogió un sargento y nos ordenó que trasladásemos unas cajas que había en medio del patio a un almacén. No habíamos comido nada en todo el día y nos dieron las tantas. Nuestras madres, que estaban allí, ejercieron como tales y tuvieron unas palabras con los mandos. Se tenían que haber venido con nosotros.

Al segundo día de estar allí nos dieron una manta como único pertrecho y con ella nos montaron en un tren dirección Cádiz.

Del viaje no hay mucho que contar: En Alcázar de San Juan, nos aprovisionaron de plato y cubierto de aluminio oxidado. Nuestro equipamiento iba aumentando. Estuvimos allí hasta que anocheció esperando al tren que nos llevaría a nuestro destino. Como toda comida recibimos un chusco duro y una lata de sardinas.

Llegamos a Cádiz al día siguiente. Allí estuvimos cuatro días en el cuartel de transeúntes pasando pruebas médicas y poniéndonos vacunas.

Y para Ifni que me fui.

Nos embarcaron en el Cabo San Vicente con destino a Fuerteventura. Fueron cinco días de navegación. Cinco puñeteros días. Para la mayoría, era la primera vez que veíamos el mar y nos montábamos en un barco. Al primer día ya estaba todo lleno de vómitos. Las alubias y lentejas que nos daban todos los días no ayudaban mucho. Para hacer nuestras necesidades montaron unos tablones que sobresalían de la borda del barco, como un balcón con vista al mar. Teníamos que apuntar al hueco que había entre dos maderas, pero con el balanceo y el miedo a verte allí, no era nada fácil. Cinco puñeteros días.

Por fin llegamos a Fuerteventura. El mismo día, casi al anochecer, nos embarcan en un buque de guerra. Estuvimos navegando toda la noche.

Al amanecer, vimos la costa de Ifni... a lo lejos.

SANTA CRUZ DE MAR PEQUEÑA

En aquel entonces, lo único que sabía de Ifni era que estaba en África, pero, claro, África es muy grande. El Sáhara sabía más o menos dónde estaba, pero Ifni no tenía ni idea.

Antes de continuar, para aquellos que aún no lo saben: Ifni no está en el Sáhara. Es un error bastante común pensar que es así. Repito: Ifni no está en el Sáhara.

Yo, por aquel entonces, tampoco lo sabía. Como ya he dicho, soy de naturaleza curiosa y he querido entender algunas cosas. Al igual que el compañero Adolfo Cano (en paz descanse), soy de los que opinan que no podemos entender el presente sin conocer el pasado y que, para saber lo que ocurrió en Ifni y por qué ocurrió, es necesario conocer un poco el contexto histórico y geográfico.

Posibles asentamientos de Santa Cruz de Mar Pequeña (mapa elaborado por el autor)
Posibles asentamientos de Santa Cruz de Mar Pequeña (mapa elaborado por el autor)

Vamos a ver si soy capaz de explicarlo:

Nos tenemos que ir a la época de los Reyes Católicos cuando, en 1478, un tal Diego García de Herrera levantó una torre en la costa africana más cercana a Canarias. Lo hizo en un lugar conocido en aquel entonces como Mar Pequeña. Esta torre, bautizada como Santa Cruz de Mar Pequeña, se usó como lugar de comercio e intercambio con las tribus locales. Durante años, todo fue bien, pero la torre también era usada como punto de apoyo a las incursiones de saqueo y en busca de esclavos, cabalgadas, las llamaban, en tierras africanas. Sufrió varios ataques. Hasta que en 1524 fue destruida y olvidada.

Durante siglos, apenas nadie más volvió a acordarse de aquel lugar. La colonización de América se llevaba toda la atención y esfuerzo y África quedó olvidada. Lo único que interesaba de ella era pescar en sus costas y eso, los pescadores canarios, ya lo estaban haciendo desde tiempos inmemoriales.

Todo cambió, y aquí empieza la historia de Ifni, en el año 1860, tras la primera guerra contra Marruecos, cuando España y el sultán firman el tratado de Wad Ras. Los pescadores canarios necesitaban un lugar en la costa africana que les sirviera tanto de refugio como factoría. Alguien se acordó de la torre levantada por los Reyes Católicos, y el general O'Donell, como buen canario, la incluyó en el tratado. En él, «S.M. Marroquí se obliga a conceder a perpetuidad a S.M. Católica en la costa del Océano junto a Santa Cruz la Pequeña el territorio suficiente para la formación de un establecimiento de pesquerías como el que España tuvo allí antiguamente». Así se aseguraba el derecho de los pescadores canarios. Además de ofrecerles un lugar de cobijo. También, por qué no decirlo, un lugar que sirviera de apoyo en la defensa de las islas si se diera el caso. (Un inciso: España jamás tuvo un «establecimiento de pesquerías» propiamente dicho).

Pero había un pequeño, insignificante, problema: nadie tenía ni idea del lugar exacto donde estuvo aquella torre. Como únicas referencias, se señalaba la desembocadura de un río y poco más. Por lo que la ocupación no tuvo lugar de inmediato. Los marroquíes tampoco facilitaron mucho las cosas y fueron dando largas. Tenían tal confusión, tantos unos como otros, que los marroquíes creían que Santa Cruz de la Mar Pequeña no era otra que Agadir (conocida entonces como Santa Cruz del Cabo de Aguer), lo que ocasionó que el hijo del sultán, el encargado de negociar ese asunto con O’Donell, dijera que aquello no era provechoso para España y perjudicaba mucho a Marruecos (Mogador, actual Esauira, bajo el poder del sultán, era el único puerto para dar salida a las mercancías de todas las caravanas procedentes del sur, y no les convenía nada que otro rivalizase con ellos). El asunto se demoró durante unos años.

Ahora situémonos en el contexto histórico: En plena revolución industrial los países europeos más avanzados necesitaban abrir nuevos mercados para colocar los excedentes y nuevos territorios para explotar sus recursos, y les echaron el ojo a África, un inmenso pastel a repartir. En España, tras un siglo de guerras internas y de ultramar, de golpes de estado y de inestabilidad política, no andábamos para muchas alegrías. Además, la revolución industrial nos tocó de refilón, éramos un país de campesinos (Catalunya y el País Vasco sí se subieron al carro). Eso sí, aún conservábamos Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, lo que no estaba mal. España era una potencia venida a menos, pero aún podía sacar algo de pecho.

En 1878, el rey Alfonso XII mandó una expedición por la costa africana para intentar averiguar el lugar dónde estuvo Santa Cruz de la Mar Pequeña y levantar de una vez la tan ansiada factoría pesquera. Después de recorrer la costa, se llegó a la conclusión de que el lugar no podía ser otro que la desembocadura del Uad Ifni, en territorio supuestamente marroquí (los jefes de las kabilas les dijeron a los enviados españoles que allí cerca existían unas ruinas de un castillo español conocido antiguamente como «Santa Cruz». Aunque no es de extrañar que tan sólo fuera una treta para atraerlos y hacer negocio. Nada nuevo). Pero hubo más expediciones y en todas las conclusiones fueron diferentes. Una de ellas aseguraba que la torre de la Mar Pequeña no era otro lugar que uno conocido por los pescadores canarios como Puerto Cansado, unos 250 km. más al sur, cerca del Cabo Juby, en lo que más tarde se convirtió en el Protectorado Sur Español. Esta opción era defendida también por el ministro de Asunto Exteriores marroquí en 1883 (hay quien cree que no era más que una estratagema para que se reconociera la soberanía territorial más allá del río Draa, límite natural del sultanato). Se creó un gran debate, y algunas autoridades, como Valeriano Weyler, capitán general de Canarias, empezaron a considerar que Puerto Cansado era la ubicación del antiguo establecimiento español. Pero, por razones que no están claras, aunque todos los expertos aseguran que fueron políticas (El sultán no dominaba completamente las regiones del Sus y el Nun y los jeques locales tonteaban a sus espaldas con ingleses y franceses para que se establecieran en ellas), se decidió que Santa Cruz de la Mar Pequeña estuvo situada en Ifni. Finalmente, ante la insistencia española, en 1883 los marroquíes reconocieron oficialmente que allí estaba la antigua pesquería a la que se hacía referencia en el Tratado de Paz de Wad Ras.

Hoy en día, gracias a la investigación de varios expertos, sabemos que la torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña con toda probabilidad se situó en Puerto Cansado (donde se forma la laguna de Naila. La «Mar Pequeña» de los antiguos pescadores canarios). Incluso se han encontrado los restos de una torre. Es decir, la elección de Ifni no pudo ser más desafortunada como luego se demostró. Se basó en un ¿error? que pagamos caro.

Puerto Cansado - la Mar Pequeña (mapa elaborado por el autor a partir imagen de Google Maps)Puerto Cansado - la Mar Pequeña (mapa elaborado por el autor a partir imagen de Google Maps)
Puerto Cansado - la Mar Pequeña (mapas elaborados por el autor a partir imagen de Google Maps)

(También hay quien sostiene que las ruinas encontradas en Puerto Cansado no demuestran nada, pues son sólo una más de las diferentes torres defensivas que castellanos y portugueses levantaron a lo largo de la costa).

Algunos argumentos a favor de Puerto Cansado son:

  • En el siglo XV, los pescadores canarios y andaluces llamaban a la laguna de Naila «el río de la Mar Pequeña»; y así consta en cartas náuticas, mapas y documentos antiguos. A partir del siglo XVIII se le empieza a conocer como Puerto Cansado. La laguna de Naila es un pequeño mar interior (en aquella época tuvo que ser aún mayor), por lo que era un lugar perfecto para que las pequeñas embarcaciones de pesca lo usaran como refugio y embarcadero. La torre, según algunos testimonios de la época, estaba construida en un pequeño islote de la laguna; y así se señala en un mapa elaborado por el explorador escocés George Glass en 1764.
  • Según documentos de la época de Diego García Herrera, el puerto de Santa Cruz de Mar Pequeña distaba unas treinta y tres leguas de la isla de Lanzarote.
    1 legua náutica= 5,556 km.
    33 leguas náuticas = 183,35 km.
    Puerto Cansado dista de Lanzarote (puerto de Arrecife) 165 km. (De todas las posibles ubicaciones, es la que más se aproxima)
  • Además, se especificaba que estuvo situada en una región con constantes cambios geológicos y topográficos originados por la erosión que provocaba la arena arrastrada por los vientos del desierto.
  • Según Mariano Gambín, las dimensiones que tuvo el «castillo» fueron de 8,30 metros por 8,30 metros. «Era un cuadrado. Fue exactamente igual que la que está en el Castillo de La Luz de Las Palmas, cuya construcción se atribuye al mismo gobernador y fue realizada el mismo año. Está dentro del castillo de Las Isletas, que era la fortaleza original. Es una torre gemela a la de Santa Cruz de la Mar Pequeña».

Pero, también, hay quien se refiere a la «Mar Pequeña» como la porción de mar comprendido entre las Canarias y la costa africana; con el Cabo de Aguer por el norte y Cabo Juby por el sur como límite. Por lo tanto, cualquier torre levantada en aquel litoral pudo ser llamada Santa Cruz de Mar Pequeña (era costumbre de la época designar con la denominación genérica de «Santa Cruz», más el apelativo geográfico, a las poblaciones y factorías que se fundaban tanto en Canarias como en el continente africano: Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de Agadir, Santa Cruz de la Palma, Santa Cruz de Berbería, Santa Cruz del Cabo Güer o Santa Cruz de Mar Pequeña).


NOTA DEL AUTOR:

Una vez acabada la redacción de este libro, el autor ha seguido investigando sobre el tema, y ha encontrado una publicación titulada Canarias Prehispánica y el África Occidental Española escrito por el general de ingenieros del Ejército e ingeniero naval, José María Pinjo de la Rosa, publicado en 1954 por el Instituto de Estudios Africanos, donde defiende, con argumentos más o menos sólidos y otros sin base histórica, que la ubicación, «sin duda», se situó en Agadir.

Actualmente, los estudiosos se inclinan preferentemente hacia Puerto Cansado. Incluso, Antonio Rumeu de Armas, prestigioso historiador que defendía la ubicación en el Uad Xebica, rectificó y se inclinó por Puerto Cansado después de estudiar los documentos aportados por George Glass. Según Rumeu, «En España en el África Atlántica, se inclinó por localizar en el wid Xebica la torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña. Le movió a ello el conocimiento de que dicha fortaleza estaba emplazada en una isleta en la desembocadura de un río. Desconocía, en cambio, la existencia de circunstancias geográficas similares en Puerto Cansado. Se impone ahora rectificar, para sumarnos a los que creen en la identificación señalada».

Sea como sea, en lo que sí coinciden todos los estudiosos, es que Santa Cruz de Mar Pequeña jamás se situó en Ifni.

Restos de la torre localizada en la laguna de Naila (www.asociacionapiaa.com)
Restos de la torre localizada en la laguna de Naila (www.asociacionapiaa.com)

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