Fuente: 24Kilates
Cuando se extingue la fuente de la
creatividad y uno quiere continuar escribiendo, no tienes otro remedio
que acudir a la copia de otros autores, eso que "finamente" se llama
plagio y que se edulcora entrecomillando lo calcado. De ahí el título de
estas líneas que he vampirizado a mi admirado Miguel Delibes, de
aquella extraordinaria novela (que a él no le gustaba) "LA SOMBRA DEL
CIPRÉS ES ALARGADA", que tanto entusiasmo me produjo en la adolescencia y
por la que me hice devoto de Don Miguel; su dominio del castellano en
sus escritos te subyuga, haciendo que ames este idioma más y más. Hoy a
su "pureza" idiomática solo puede compararse la de CARLOS SÁNCHEZ PINTO,
el abulense-valenciano, multipremiado, que además es mi cuñado (casado
con mi hermana Amparo)Salvado el escollo del preámbulo, hay que entrar
en el "fondo" de la cuestión: Como bien saben los pocos lectores que me
siguen, uno de mis "alimentos matutinos" de noticias relativas a la
actualidad política catalana que tanto me interesan (en esa Región he
vivido 42 años) provienen de la lectura del diario "Punt Avui" (en
catalán), que es punta de lanza de los separatistas, el panfleto desde
el que se disparan las más ardientes soflamas en aras al separatismo y
anti españolismo (no crean que soy masoquista; los diarios afines a mi
ideología sé lo que van a decir; me interesan las opiniones de mis
adversarios-enemigos).
Este diario actual ("Punt Avui") trae causa del
diario "Punt Diari", el primero generalista escrito totalmente en
catalán, fundado en 1979 (y regado con las pesetas de la Banca Catalana y
del afín Banco Catalán de Desarrollo, de la égida de Jordi Pujol) por
JOSEP PUJADAS LLADÓ, conocido literariamente como PIUS PUJADAS, quien
además fue su primer director; vivió ("Punt Diari") un par de años y con
Pujol en el poder de la Generalitat se convirtió en "Avui", al que era
"obligatorio" suscribirse en Cataluña, tanto organismos públicos como
empresas privadas; de este recién nacido "Avui" su primer jefe de
redacción fue también el señor Pujadas que en esas fechas de vino y
rosas (y pesetas, que lo demás son puñetas, como se dice por allí) fundó
la revista "L'Abella d'or" y ejerció como director del "Diari de
Andorra".
Si alguien en su lectura ha llegado a
este punto seguro que se preguntará qué tiene que ver IFNI con los
diarios en catalán, con el periodista PIUS PUJADAS (Pius=pío)...
Sencillamente, que el nacido como JOSEP PUJADAS LLADÓ, hizo el servicio
militar en el Grupo de Tiradores Ifni nº 1, desde marzo de 1960 hasta su
licenciamiento en 1961 (fue por tanto "veterano" del que esto escribe
que llegó al territorio en marzo de 1961). De aquella agitada estancia
(por enfermedad pulmonar pasó más tiempo en el hospital de Sidi Ifni y
en el de Las Palmas, que en las trincheras) nos ha dejado un libro con
sus memorias, impresiones y vivencias personales titulado "Memoria
d'Ifni", publicado en 2007, escrito con una elegante prosa que envuelve
un aroma poético que me parece solo puede ser "olido" por los que hemos
pasado por aquel "crisol" que forjó a tantos jóvenes de nuestra
generación. Iré traduciendo lo mejor posible y cuando Pius Pujadas se
muestre "impío" con determinadas circunstancias o mandos, no me ensañaré
(por cierto, que el único oficial que le hizo la "vida imposible" era
catalán y de su misma ciudad, Gerona)
Portada del libro 'Memoria d’Ifni'
Nos dice Pujadas: "No inicio un
diario. Hago una cosa más indirecta. Un diario obliga a una absoluta
sinceridad; al menos, yo así me sentiría obligado. Me limitaré a contar
cosas. Sinceramente, pero sin abusar de la verdad. Veremos cómo saldrá".
"Hablaré poco de Ifni. Ifni es un
gran desconocido para mí. Al menos por ahora. Pero, eso sí, os aseguro
que Ifni estará detrás de mí a cada palabra que escriba, en cada letra,
porque vivo aquí y no puedo –no es que no quiera- desentenderme de esta
circunstancia".
"Soy joven, pienso en joven y lucho
en nombre de los jóvenes. Esto también lo veréis más adelante. Estoy
haciendo de soldado (ya sé que se dice haciendo el servicio militar, o
hacer el servicio, o servir a la patria). Yo hago de soldado. Y hago de
soldado en Ifni porque me ha tocado la rifa. Rifaban un viaje a Ifni,
viaje pagado con estancia de dieciséis meses y me tocó a mí ¡¡Dios da
comida dura a quien no tiene muelas!! No me hizo gracia entonces ni me
lo hace ahora, pero esto es algo que solo me interesa a mí. Sea como
sea, estoy en Ifni de soldado raso, en lo alto de una montaña, con un
fusil, unas cartucheras llenas de balas de verdad y una máquina de
escribir. Desde aquí veo el mar y las montañas. El mar, demasiado gris
–ya hablaré del océano más adelante– y las montañas peladas. Cuando
salgo de la oficina (estoy como escribiente a las órdenes directas del
comandante Rico jefe del IV Tabor), voy a hablar con los compañeros de
lo que hablan todos los soldados –si habrá permisos, qué nos darán de
comer hoy, ...– así como a beber un vino muy malo y si la cosa se anima,
a cantar –aquí se canta mucho–".
"Por qué he de escribir... No puedo
ver pasar la vida tan deprisa, tan inútilmente, por delante de mis
narices, sin intentar atrapar un poco de ella en unas hojas de papel en
blanco. Es una obligación íntima".
El compañero Pujadas, con aquella
inocencia propia de la juventud, hace alarde en su diario (que dice no
ser un diario) de la "superioridad" de los catalanes respecto al resto
de los soldados; superioridad admitida y respetada por los mandos que
(pese al bulo de que en tiempos de Franco estaba prohibido hablar en
catalán) veían con naturalidad que usaran entre ellos la lengua
vernácula.
"He de constatar que en los años 60
en la provincia española de Ifni, ser catalán era un mérito que se
reconocía de entrada, a todos los niveles. Nunca sentí decir la palabra
'polaco', ni ningún mando nos recriminó que hablásemos en catalán.
Cuando he oído comentar –años después- que la mayoría de los catalanes
que hacían la mili eran mal vistos a causa de su origen o de su lengua,
me ha causado una gran sorpresa por el contraste con mi experiencia
personal".
Pujadas, según su foto en Internet
“En una de mis prolongadas estancias en el Hospital –continúa narrando Pujadas–
estábamos los ingresados, de cama a cama, enzarzados en una
conversación sobre los tópicos relativos a los catalanes (tacaños,
peseteros, engreídos, etc.) que casualmente oyó el capitán médico al
entrar en la sala, quien interviniendo en la conversación le preguntó a
uno de los compañeros ¿Sabes por qué Caín mató a Abel? ¿No? Pues lo mató
por envidia” (Esto lo suscribirían ahora, sin duda, los supremacistas Pujol, Puigdemont y Torra, añadimos nosotros).
Todos hemos vivido (y a veces sufrido,
según se mire) las densas nieblas de Sidi Ifni; las diurnas frustraban
el aterrizaje de los aviones que nos traían pasajeros, mercancías y
¡¡sobre todo!! cartas de la familia y amigos; las nocturnas, cuando
patrullabas por la periferia de la ciudad, el interior del parque
municipal y los alrededores del faro nuevo, te mojaban y calaban hasta
los huesos no obstante el raquítico tabardo con el que te cubrías… La
prosa poética de Pujadas nos evoca aquellas circunstancias atmosféricas
bellamente:
“Por la mañana, sobre la tierra y
el mar se extiende una gruesa capa blanca de niebla. Viene del mar; de
poniente y se extiende hacia las montañas. Se ve cómo avanza. Por la
norte toma una dirección inversa: va de la montaña al mar. No es una
niebla quieta (pienso en la de Gerona). Se trata de una verdadera
corriente de gotitas de agua que choca con las montañas costeras y
vuelve rebotada al mar. Es un río de agua que riega estas agrestes
tierras, resecas por el sol ardiente, cada noche, dejando un bendito
rocío sobre las piedras y las hierbas. Esta corriente tiene gran
importancia. En el territorio casi nunca llueve de forma que la poca
vegetación que existe tiene que aprovechar este rocío para subsistir”.
La niebla sobre el mar de Sidi Ifni (Foto de Internet)
“La persistente niebla de Sidi
Ifni forma parte de mí paisaje de manera decisiva. En varias ocasiones
he querido hacer unas fotografías de las obras de construcción del
puerto y casi siempre me ha sido imposible porque la niebla difumina el
paisaje. Y si cuando el sol calienta las montañas quedan generalmente
limpias del blanco algodón, el mar está siempre nublado. Pocas veces lo
he visto claro y azul, como debería ser”.
“Cuando por la mañana salgo
fuera y miro hacia adelante –campo abierto sobre tierra y mar– muchas
veces no veo nada. La niebla es tan espesa que da la impresión de uno de
aquellos días de lluvia persistente, en los que te despiertas calado,
con el cielo negro, nublado. Días muy fáciles en Gerona. Aquí, cuando
abro la puerta y respiro el profundo aroma de la tierra mojada y veo el
día gris, pluvioso y siento en la piel el frescor agradable del aire
suave y húmedo, quedo por un momento sobrecogido, abducido por
sentimientos engañosos a cualquier mañana de playa, del otoño dorado, en
la Gerona del recuerdo. Después viene la desilusión. El sol que
revienta la corteza de la niebla y seca cruelmente la tierra, como si la
escurriera hasta sacarle la última gota de sangre”.
Pujadas, en la Gerona de sus sueños (Foto de Internet)
Continuemos con la narración de Pujadas: “Pero
ahora, lejos, es solo un engañoso momento, desilusionante, la mañana
nublada de Ifni. Después el sol que quema, que cansa, que tritura, sobre
el mar y las nubes blancas. Sobre las montañas cargadas de espinos”.
“No sé... A veces pienso
que aquí es diferente, que las pequeñas historias de este país se
esconden precisamente a esta hora. Tal vez salgan, más vivas que nunca, a
plena luz del día bajo el espíritu ardoroso del calor agobiante. No las
veo. Mis ojos se ciegan ante tanta luz, bajo un cielo excesivamente
brillante. Busco entre las chumberas generosa, magnánimamente plantada
alrededor de las casas, entre las ruinas de las cabilas de barro
blanquecino abandonadas. Entre las piedras troceadas, en el zumo goloso
del cactus. Y no las encuentro. Las bellas historias de este país están
escondidas a mis ojos ¿Puede ser que hayan muerto? Me sabría muy mal. No
me lo puedo creer ¿O son mis ojos los que no sirven para ver aquí? La
niebla, tan diferente, que envuelve la cima de la montaña en la que
estoy, no me aclara nada. Ni el mar gris, ni los chillidos de los
chacales en la noche oscura, ni la luna llena, ni el caminar indolente
de los nativos; no es mi ejército. Estoy seguro de que las historias
existen, aunque se escondan. Quisiera que me conocieran, que no me
vieran como un intruso de su intimidad, que me amaran, aunque presiento
que no será posible. Hay algo que nos separa. Seré siempre un intruso”.
La evocadora chumbera ifneña (Foto de Internet)
Qué ocurriría en Sidi Ifni, se pregunta Pujadas, si mientras los
soldados por las noches, en las trincheras, vigilando a un enemigo que
podía atacarnos en cualquier momento, se enteraran que durante el día
los mandos de nuestro ejército (jefes y oficiales) se “pasaban al otro
bando” para confraternizar con los mandos de nuestros oponentes bélicos.
Lo desarrolla en un extenso capítulo que titula “La fiesta del
enemigo”, que procuraremos resumir, da una completa descripción de lo
observado a través de potentes prismáticos en la llamada cota 415, por
su compañero Josep Talens.
Entre los mandos siempre hubo buenas relaciones (Foto de Internet)
“Bueno, hacía buen tiempo; la mañana
había sido placida y la tarde cálida cuando Josep Talens me llama por
teléfono al bunker de mando y me dice que nuestros mandos directos y
algunos de los más altos cargos de la provincia, se habían ido de fiesta
a la tierra de los moros, donde se celebraban uno de aquellos famosos
festivales en los que se hace correr la pólvora a lomos de caballos o
camellos". Añade (Josep): "nuestras autoridades habían llegado
por la mañana, de forma bien ostentosa y habían sido recibidos con las
mayores cortesías por los jefes del enemigo, como en una historia de
Gila, y todos juntos habían presidido la fiesta clausurada con una gran
comida de hermandad al más alto nivel. De hecho, como Talens lo miraba
todo con aquellos potentes prismáticos, pudo detallar los cargos exactos
de las personas que ‘se habían pasado al enemigo’ para confraternizar
de forma descarada”.
“La información era una noticia de
calado. Si se hubiera sabido por todos los soldados como iban las cosas
entre nuestros jefes y los de ellos, ¿cómo nos hubieran podido exigir
que defendiéramos nuestras posiciones hasta derramar la última gota de
sangre frente a unos enemigos que compartían banquete con nuestros
mandos de forma tan escandalosa? Desde los dos extremos del hilo
telefónico consensuamos la redacción del informe que se tenía que
transmitir al Gurran”.
“Nuestro resumen explicó
detalladamente (con más detalle de lo habitual) como unas personas
desconocidas ‘disfrazadas’ con uniformes españoles de alta graduación
habían aparecido inesperadamente en territorio neutral y se habían
dirigido a las posiciones enemigas e intervenido activamente en toda la
fiesta de los musulmanes... Como si fuera una crónica de sociedad
pormenorizamos las conductas observadas por los ‘falsos militares
españoles’. Al día siguiente nadie hizo ningún comentario de nuestro
informe que demostraba la atenta vigilancia del compañero Talens (con un
fondo de recochineo); no nos castigaron por la “broma” pero tampoco nos
premiaron por la vigilancia ni por el informe”.
Nuestro compañero y ya amigo catalán
Pius Pujadas (aunque presumiblemente del bando separatista) nos muestra
en su libro una admiración aledaña en la envidia hacia la Sección de
Asalto de su Tabor (el IV de Tiradores), una admiración sin fisuras
hacia un “gran militar”, el comandante Rico, y una falta de aprecio
total hacia el nuevo teniente ayudante del Tabor, que precisamente era
de Gerona (como él) y que fue el único mando que le “puteó” durante la
mili.
Sobre la SECCIÓN DE ASALTO nos dice: “En
Id Nacus pude ver como se entrenaba la Sección de Asalto de nuestro
Tabor. Como no era habitual que se disparasen tiros en el campamento, al
oírlos me acerqué al lugar a la vez que admiraba como un perro
atravesaba el perímetro con la mayor tranquilidad, moviendo el rabo
alegremente esa flema me hizo quedarme un rato para contemplar el
espectáculo”.
El fusil de asalto “CETME” (Foto de Internet)
“La Sección tenía unas cuantas
ametralladoras que se llevaban a la espalda; un soldado cargaba la placa
base y otro, el tirador, el arma en si. Los otros miembros de la
Sección estaban equipados con el moderno fusil “CETME”. El ejercicio que
hacían consistía en que el grupo escalaba una vaguada y tenía que
ocupar otra cercana mientras que las ametralladoras disparaban por
encima de las cabezas de los atacantes que con sus CETME corrían diez o
doce metros, se tiraban al suelo y se escondían como podían. No paraban
de disparar. Entonces, sin solución de continuidad, salían los de las
ametralladoras que avanzaban por delante de los soldados del CETME.
Habían de pasar intercalados de manera que todos corrían entre las balas
de los compañeros. Plantaban las ametralladoras en tierra y empezaban a
disparar. Y vuelta a empezar... Al final lanzaban bombas de mano contra
los supuestos enemigos”.
“En nuestra Sección (IV Tabor)
había un cabo 2º catalán, de la quinta, apellidado Ferrer, al que habían
ofrecido un ‘destino’ que no aceptó alegando que si tenía que ser
soldado quería serlo de verdad. Y allí se pasó toda la mili haciendo
muchas horas de instrucción, caminando arriba y abajo por aquellas
montañas cargado con el equipo de campaña a la espalda para
endurecerse”.
“Ferrer continuó aprendiendo a
hacer la guerra (lo que a mí me pareció muy bien). Podía decirse que fue
de los pocos que aprovecharon el tiempo. Un día me explicó que la
Sección tenía como misión prioritaria recuperar cualquier posición que
el Tabor pudiera perder. Que sabían que un ataque como el que ellos
debían hacer costaba un mínimo del cincuenta por ciento de bajas propias
ya que tenían que atacar a enemigos atrincherados mientras ellos irían a
pecho descubierto ¡¡Y lo decía con un cierto orgullo de Cuerpo que no
dejo de envidiar!!”.
Cuando Pujadas escribe alguna página de
su libro en la que surge Don MELQUIADES RICO EGUIBAR, el comandante-jefe
del IV Tabor, lo hace siempre con gran consideración y respeto hacia el
hombre que estima es “un gran militar”. Ignoramos si entonces sabía que
el comandante Rico había sido uno de los defensores de Oviedo al
comienzo de la Guerra Civil; que hizo toda la contienda en el ejército
de Franco; que se enroló en la División Azul permaneciendo en Alemania
en la llamada Legión Azul cuando la División fue repatriada. En 1960
era, además de comandante, Juez Territorial sustituto de Sidi Ifni por
orden ministerial de 21/10/1960. Veamos alguna de las cosas que dice al
respecto:
“Ya lo he explicado. Yo era uno de
los recomendados del comandante Rico. Cada quinta el comandante
aceptaba dos recomendados, un vasco, de su propia familia, y un catalán,
de la familia de su esposa. Los recomendados del comandante no tenían
demasiadas ventajas: el vasco se dedicaba a su oficio de albañil y yo
estaba en la oficina del Tabor porque sabían que además de estudiar
Magisterio trabajaba como mecanógrafo en el despacho de un abogado de
Gerona”.
“Cierto que cuando me ingresaron
en el Hospital, el comandante me visitó e interesó por mi salud. Y es
probable que su interés influyera para que el médico aceptara evacuarme
al Hospital de Las Palmas para ser tratado en mi enfermedad”.
“El comandante Rico una noche en
que iba algo ‘alegre’, en el bunker de mando, me dice: ¡Yo no he matado
nunca a nadie! Cosa sorprendente para un militar que llevaba a sus
espaldas la guerra civil y la de Ifni. Si no había matado a nadie, era
para quitarse el sombrero. Pero el comandante, como he dicho antes, iba
aquella noche algo ‘alegre’. De hecho, solía ir ‘alegre’ todas las
noches cuando se quedaba a dormir en la montaña. Ya a la hora de la
comida bebía algo más de lo conveniente, aunque no se le notaba.
Después, en la cantina, tomaba alguna que otra copa (como la mayoría de
los oficiales y suboficiales). Pero antes de irse a dormir necesitaba
pasar un buen rato en la cantina con alguien que le riera sus chistes,
sin importarle que ese alguien fuera un oficial, un sargento o un par de
soldados. El invitaba y nadie podía negarse. Cuando ya no podía
aguantarse en pie aceptaba que le acompañasen a su litera; antes, ¡ni
hablar!”.
La hora de la comida en una posición de montaña (Foto álbum propio)
“Aquella noche estaba en la
montaña, con el teniente ayudante. El teniente Don Emilio Atienza era un
hombre poco militar, a mi entender, quiero decir poco militar
africanista. Ni renegaba, ni decía palabrotas, ni bebía, ni solía
infligir castigos degradantes a la tropa... Cuando el comandante llevaba
ya algunas copas de más el teniente le convenció para que salieran de
la cantina y se fuera a dormir, pero no se quedó con él. En el momento
de verse solo el comandante volvió a la cantina en donde no quedaba
nadie excepto el soldado encargado de ella que debía dormir allí. Agarró
una botella de coñac y se vino nuevamente al bunker... Hoy nos
emborraremos juntos –me dijo–; después escribes a tu casa y les dices
que te has emborrachado con el comandante –añadió–“.
“Compartimos un par de horas,
lo que duró la botella; yo bebí poco pues no me gusta nada el coñac y
menos emborracharme. Él bebía y hablaba; a veces, hacía preguntas... En
esa extraña situación llegamos hasta la guerra de Ifni cuando me dijo la
frase ¡¡YO NO HE MATADO NUNCA A NADIE!!... Aunque si me siento
responsable de la muerte de uno de los moros que tenía a mis órdenes,
durante la guerra civil; ese soldado era tan cobarde que se escabullía
cuando entrabamos en combate. Lo ‘fiché’ y le dije que su comportamiento
era digno de ser fusilado; en sus ojos vi tanto miedo y odio que intuí
que era capaz de matarme si lo obligada a combatir; lo hice desarmar e
ir en cabeza de la tropa en el próximo asalto a posiciones enemigas y de
esa manera murió”.
Un recuerdo de Pujadas sobre la valentía personal del comandante la relata de la siguiente forma: “Yo
era el encargado en la Plana Mayor del Tabor de inventar todos los días
el santo y seña, que todos los centinelas debían memorizar. Las noches
en las posiciones de montaña son tremendamente oscuras, los soldados de
guardia muy nerviosos ante cualquier ruido, las órdenes eran estrictas
sobre el ¡alto o disparo! de quien no contestara correctamente al santo y
seña... Pues bien, el comandante Rico a quien le gustaba darse de vez
en cuando una vuelta por la posición en plena madrugada, a la voz de
¡alto! contestaba invariablemente, sin inmutarse ni pararse ¡Vete a
tomar por el culo, chaval!”.
De noche los centinelas se hallaban solos ante el peligro (Foto de Internet)
De la misma forma que Pujadas muestra su admiración por la Sección de
Asalto y su orgullo de que un catalán (Ferrer) sea cabo de la suya del
IV Tabor, y destaque facetas “humanas” del comandante Rico al visitarle
en el Hospital e influir para que lo enviaran al Hospital de Las Palmas,
y aspectos de militar africanista valiente e incluso temerario, cuando
enfoca la conducta de un oficial (teniente) al que implícitamente
califica entre “tonto” e incompetente, se le escapa un hálito de
tristeza por el hecho de que esa persona sea de su pueblo (Gerona),
tenga mala fama por su trato brutal (según se decía) con los soldados;
llevaba Pujadas una carta de recomendación para él que no quiso usar por
esas razones; no obstante, por esas circunstancias imprevisibles llegó a
estar a sus órdenes directas. Veamos que nos dice:
“El
teniente Pérez Ple era hijo de Gerona y era oficial en mi Tabor, en la
25 Compañía de Máquinas. Lo conocí personalmente en Id Nacus cuando se
quedaba de servicio”.
Pelotón de Tiradores al mando de un cabo 1º dirigiéndose a tomar servicio de relevo en algún punto de la geografía de Ifni.
(Foto de GABRIEL RUIZ)
“Juanito, como era
conocido coloquialmente el teniente, era un tocapelotas; cuando le
llevaba la lista de los servicios y guardias para que lo firmara,
siempre le encontraba problemas, pese a que se tenía el visto bueno del
teniente ayudante; no entendía el orden en que se habían puesto y me
tocaba volver a rehacerla. Una mañana me preguntó cómo me llamaba (mi
acento al hablar le debió hacer sospechar que era catalán, como él) y al
decirle que Pujadas, exclamó ¡Entonces tu eres mi recomendado! Al
contestar yo afirmativamente me preguntó si estaba bien le contesté que
muy bien y se acabó el tema”.
“Juanito era muy amigo
del comandante Rico. Tenían muchas cosas en común. Ambos habían estado
destinados en Gerona; los dos eran viudos y bebían mucho. Cuando a Rico
lo hicieron comandante ayudante del Grupo y se fue a Sidi Ifni, Pérez
Ple pasó a ser mi superior directo, quien tenía que controlar mi trabajo
de la oficina, quien repasaba el correo que entraba o salía, quien lo
dirigía todo. Mi mundo cambió a peor. Aquello que era fácil y plácido
con el teniente Atienza, se complicaba día a día. Escribir una simple
carta, un tormento; eran tantas las dudas y vacilaciones de Juanito que
los borradores de misivas simples se amontonaban sin encontrar el texto
ideal”.
Guardia Civil de Tráfico que mandó el teniente Juanito (Foto de Internet)
“El teniente Juanito había sido jefe del Destacamento
de la Guardia Civil de Gerona desde donde lo enviaron a Sidi Ifni (se
decía) al haber intentado multar el coche del Gobernador Civil de la
provincia, por exceso de velocidad. Sea o no verdad el hecho, lo cierto
es que una vez tomada posesión del puesto de teniente ayudante del
Tabor, empezó a tener luminosas ideas de carácter técnico y
administrativo. En la Cota 415 dispuso que todos los caminos y senderos
estuvieran debidamente señalizados con carteles que indicasen a donde
conducían: CANTINA, COCINA, PUESTO DE MANDO, etc., y no tuvo suficiente
con plantar los carteles en las intersecciones de aquellos caminos de
montaña, sino que los hizo marcar con piedras blanqueadas con cal, para
ser visibles por las noches. Al cabo de pocos días nuestra posición
había cambiado de aspecto. Vivíamos en una especie de laberinto dibujado
en la montaña y no puedo asegurar si señaló de la misma manera nuestra
trinchera, alambradas y pozos de tirador pues no tuve ocasión de
visitarlas durante mi estancia en esa posición. Lo que sí es cierto es
que, desde el aire, el enemigo podía obtener un mapa detallado de la
415, pues una avioneta mora nos sobrevolaba cada dos o tres días y tal
vez obtuvo alguna fotografía aérea”.
“La visita
inesperada del aviador enemigo tuvo amplias consecuencias que explicaré
en otro momento. Para la tropa de nuestro Tabor significó tener que
enmascarar de oscuro a toda velocidad las piedras blancas y repulidas de
los caminos con barro, para evitar que la cal delatase el rastro de
nuestras posiciones; los carteles se dejaron; desde el aire se dijo que
no se veían”.
Hay muchas más historias para traducir; si han gustado estas, continuaré. En caso contrario quedarán estas con la palabra FIN…
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