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Ángel Ruiz: recuerdos de un combatiente de Ifni (3) Imprimir E-Mail
Colaboraciones - Antolín Hernández Salguero
Escrito por F. Antolín Hernández Salguero   
viernes, 08 de febrero de 2019

Nota: Esta es la versión en línea y revisada del libro "Ángel Ruiz: recuerdos de un combatiente de Ifni" de Antolín Hernández, publicado en 2019.


La tierra de los Ait Ba Amran

Algunos dicen que la palabra «guerra» le viene grande a lo que pasó allí. Tal vez sea cierto. Aquello no fue más que unos cuantos tiros de fusil y algún morterazo y apenas duró dos meses (algo más en el Sáhara). «Guerra», «guerrita», «conflicto armado»... lo que sea. El caso es que yo me fui a la mili y me vi envuelto en un fregado que ni me iba ni venía.

En las grandes batallas, un soldado en la trinchera sólo sabe que tiene que defender esa posición o atacar la que tiene enfrente. No tiene ni idea de los grandes planes de batalla del Estado Mayor, de los movimientos de las divisiones, de los regimientos. Él sólo es una pieza minúscula de grandes operaciones diseñadas en mapas gigantes. Pero, una vez fuera de la trinchera, quise entender por qué me vi en ella. Y para entender lo que pasó en Ifni, he tenido que leer mucho, y no sé si lo he logrado. Pido disculpas por adelantado si la interpretación no es la adecuada o cometo algún error histórico.

Vivienda típica del campo de Ifni (Foto: Revista Geográfica)(sahara-news.webcindario.com)
Vivienda típica del campo de Ifni (Foto: Revista Geográfica)(sahara-news.webcindario.com)

No fue sólo la «Guerra de Ifni», pues en el Sáhara también hubo follón. No se puede entender lo que ocurrió en un territorio sin entender lo que ocurrió en el otro. Todo formaba parte del mismo paquete. Pero no es mi intención hacer un estudio exhaustivo de todo el conflicto. No tengo capacidad para tanto y para eso ya están los estudiosos. Sobre el Sáhara sólo comentaré cuatro pinceladas básicas para entender lo que pasó en Ifni. Para entenderlo yo.

¿Y qué pasó en Ifni?

Tenemos que continuar donde lo dejamos:

Como supongo se ha ido interpretando, Francia era la que cortaba el bacalao, y quería llegar a un acuerdo con España para impedir que los ingleses le metieran mano al África Occidental. En 1902 nos ofrecieron el oro y el moro (y no es un juego de palabras), pero los gobiernos españoles, cambiantes, titubeantes y con poca fuerza, no se decidían no fuera que los ingleses se lo tomaran a mal. Hasta que los galos se cansaron de esperar y negociaron directamente con ellos. En 1904 ambos países firmaron la Entente Cordiale: Egipto para los ingleses y Marruecos para los franceses. España se quedó a dos velas. O sea, no quisimos aceptar lo que nos ofrecían los franceses (los galos actuaban como si Marruecos en su totalidad les perteneciera) para no contrariar a los ingleses y luego van y se ponen de acuerdo entre ellos. Descompuestos y sin novio, o novia, nos quedamos.

Los franceses se encargaron de decirnos dónde querían las fronteras y nos pusimos de acuerdo pronto.

Marruecos estaba sumido en la anarquía, el descontrol era total. Su propia idiosincrasia, social y religiosa, y las maquinaciones y presiones europeas, llevaron al país al caos.

Hay que hacer otro pequeño paréntesis para entender un poco esto de la «idiosincrasia» marroquí:

(El sultanato siempre fue un título con muchos pretendientes. Cada sultán tenía varias esposas y concubinas y cada una de ellas engendraba varios hijos. Como la ley coránica reconoce el derecho sucesorio de todos los descendientes, incluso los bastardos, todos y cada uno de ellos se creían con derecho al cargo. Mulay Ismail, segundo sultán alauita (entre 1672 y 1727), conocido como el Sanguinario, tuvo 888 hijos documentados, aunque se cree que pusieron ser más de mil. A su muerte varios de ellos lucharon por el trono durante treinta años (ninguno sobrevivió y uno de sus nietos fue nombrado sultán). Según cuenta el viajero y arabista español Domingo Badía, más conocido como Ali Bey (1767–1818), en Tafilalet, cuna de la dinastía alauita, existían unos dos mil jerifes que se creían con derecho al trono. Hermanos contra hermanos, hijos contra padres, sobrinos contra tíos, autoproclamaciones. Las alteraciones arbitrarias y violentas de la línea sucesoria eran bastante comunes. Todo un Juego de Tronos. Si a eso le añadimos los intereses de las tribus de los territorios que no acataban la autoridad política del sultán (Blad es Siba), la cosa se complica mucho. Hay que tener en cuenta que Marruecos fue el único territorio del Magreb que no estuvo bajo el dominio del imperio turco-otomano, y eso le permitió mantener esta idiosincrasia de la que hablamos. El tema es complejo y no se trata de hacer un análisis histórico-social de Marruecos y mis conocimientos no me llegan para tanto, pero es básico entender algunas cosas. La estructura social del imperio jerifiano se basaba en una organización muy fragmentada formada por clanes y tribus con una gran autonomía respecto al majzén (especie de gobierno central). Todos estos grupos gestionaban sus recursos humanos y materiales y eran guerreros, por lo que podían atacar o defenderse de otros grupos o del propio sultán. Entre ellos había varios grados de sometimiento (vasallaje) a unos o a otros y pactaban o se declaraban la guerra según les diera. Esto favorecía la inestabilidad de un sistema siempre al borde de la anarquía. El sultán, para subsistir, se veía obligado a pactar con poderes locales para ganarse su apoyo en contra de otros grupos tribales. Otras veces malmetía a unos contra otros para desgastarlos y evitar que pactasen contra él o directamente aplicaba la violencia y el terror, lo que no favorecía que las tribus tuvieran interés en someterse a la autoridad estatal. Ante este panorama, era complicado lograr que el sultanato marroquí lograse la estabilidad necesaria para aplicar reformas que ayudasen a potenciar el progreso de la sociedad. Y, cuando intentaban aplicarlas, se topaban con la «iglesia»... En fin).

Sigamos:

Como decía, Marruecos era ingobernable y al sultán no se le ocurrió otra cosa que pedir ayuda a Francia; que en 1912 acudió rauda al rescate ejerciendo el «protectorado» (eufemismo para referirse a «dominación») salido de la Conferencia de Algeciras de 1906. España, como siempre, a remolque.

(El protectorado español, tanto el del norte como el del sur, era un «subarriendo» que los franceses tuvieron a bien concedernos, pero obligados, no por gusto. Por una parte, los ingleses se encabezonaron en que no querían que los franceses controlaran el Estrecho. Por otra, los alemanes se negaban a que Francia dominara todo Marruecos. Por lo tanto, a los franceses no les quedó más remedio que dejarnos algunas migajas. Eso sí, con mucha mala leche).

Y en nuestro Protectorado Norte las tribus del Rif se sublevan y nos metemos en una guerra cruel y sucia por ambas partes. Se logró pacificar la región con ayuda francesa, pero a un precio humano muy alto.

Con lo del Rif no nos quedaban muchas ganas de más aventuras africanas, por lo que Ifni seguía sin ser pisado por bota o alpargata española, y eso que ya nos habíamos metido en los años 30 del siglo XX (por cierto, hasta 1912 no quedaron fijados los límites del territorio).

Hubo varios tímidos intentos: en 1919 la expedición que partió del Sáhara fue obligada a regresar por presiones francesas (los galos aún no controlaban el sur de su protectorado, y temían que los españoles pudiéramos quitarles protagonismo en aquella zona si nos establecíamos antes de tiempo. Vamos, que no les pillaba en buen momento). En 1921 España se decidió a ocupar el territorio, pero el desastre del Annual hizo que mejor no tocar el tema.

Pero, mira por donde, nuestros vecinos del norte lograron por fin pacificar su zona y ya no había peligro de una posible injerencia española. Además, necesitaban que les echáramos una mano para evitar que los elementos hostiles utilizasen el territorio de Ifni como posible santuario por su orografía montañosa, lo que le ponía las cosas muy difíciles a un ejército regular. Además de que los galos no podían entrar en un territorio que, en teoría, era español (cosa que en el Sáhara no respetaron mucho). Y casi nos obligaron a tomar posesión para impedir el paso y refugio de esas bandas. Como es natural: oui monsieur. Es decir, nos pasaron el marrón.

O sea, ocupamos el territorio cuando a los franceses les fue bien.

En 1933 se mandó una expedición, pero se encontraron con que la población estaba bajo la influencia de líderes rebeldes huidos del Sus ante el avance francés. La cosa acabó en fracaso, pues algunos miembros de la expedición acabaron prisioneros y murieron el intérprete y un jeque local. Había que esperar mejor momento.

Al año siguiente los franceses volvieron a presionar y se envió al coronel Oswaldo Capaz. Lo primero que hizo el coronel fue iniciar una intensa actividad diplomática entre las tribus locales para evitar que se repitiera el desastre del año anterior.

Por fin, el 6 de abril de 1934 el coronel Capaz desembarcó en Ifni. Setenta  y cuatro años tardamos. Seguro que en aquel momento nadie tenía ni idea de que en aquel minúsculo territorio, estéril, sin ningún valor comercial o estratégico, se iba a librar una guerra.

Notables de Ifni
Notables de Ifni

Lo primero, para seguir con la costumbre, fue agasajar con regalos a los notables de las tribus bereberes que habitaban la zona, integrantes de la confederación Ait Ba Amran.

A estas tribus sedentarias ya les iba bien que los españoles ocuparan el enclave. Por una parte, se libraban de los franceses, no los querían ni en pintura; por otra, vieron oportunidad de hacer negocio. Al día siguiente de la llegada de Capaz dieron el visto bueno. No olvidemos que para ellos nosotros éramos los «comerciantes» de los que sacaban beneficio. Siempre miraban el lado comercial de las cosas. Nos dejaban representar nuestro papel de «colonizadores», pero sólo nos usaban para sus intereses. De lo más normal.

Otro paréntesis:

(Antes hemos hablado del poder político y religioso que el sultán ejercía sobre las tribus, pero, como señala López Pozas, se puede añadir un tercero: el económico. A todos: a españoles, a franceses, al Sultán, a las tribus, les movía única y exclusivamente el lado comercial de aquello. No lo olvidemos. Todo se reducía a eso. En un territorio sin recursos naturales, sin agricultura, con pocos medios de subsistencia, se tenían que buscar la vida como mejor pudieran. Como ya se ha dicho, el sultán de Marruecos era dueño y señor del puerto de Mogador, el único desde donde se podía dar salida a las mercancías de las caravanas procedentes del Sáhara. Todos tenían que acabar allí y pagarle tributo. Las montañas del Atlas obligaban a las caravanas a pasar por las tierras del Nun y el Sus en su camino a Mogador. La construcción de un puerto en aquella zona era un deseo de las tribus que la habitaban y casi rogaban a españoles o franceses que se establecieran en el territorio. El sultán Hassan I, en 1982, les prometió un puerto para así ganarse el favor de las tribus del Nun. Era una treta y nunca se construyó, ya que iba contra sus intereses, pues eso significaba una competencia directa con el puerto de Mogador. Quizás ese fue uno de los motivos de las reticencias marroquíes a que ocupáramos el territorio. Por eso, cuando los españoles pedimos permiso para establecernos, los baamaranis nos recibieron con los brazos abiertos).

Se cierra el paréntesis.

Marruecos estaba bajo el protectorado francés y eso nos garantizaba cierta seguridad externa, pues ya se encargaban los galos de pelearse con las tribus que no se sometían al poder colonial.

Pero, ¿quiénes eran esas tribus que nos dieron permiso para ocupar el territorio?

Como dice Dalmases al inicio del prólogo de Ver Smara y morir: «Las sociedades humanas están obligadas a configurar su existencia de acuerdo con la naturaleza que lo rodea».

El territorio fue poblado por tribus nómadas de beréberes puros que acabaron haciéndose sedentarios y aliándose formando la Confederación Aït Baâmran para hacer frente al enemigo común (El prefijo Ait-, significa «hijo de»).

La invasión árabe tardó en imponer sus costumbres. Según Galo Bullón, fueron islamizados muy superficialmente; y siguieron unidos «ante el peligro del dominio de los sultanes marroquíes», que realizaron incursiones armadas en el territorio, pero «jamás lograron captarse a las tribus que formaban la confederación de Ait Ba Amrán». Hay restos de uno de los campamentos marroquíes: un poblado apiñado y rodeado de murallas. «Como todos los de un poder que no se halla firmemente asentado en el país, del que desconfía, ya que su mandato solo descansa en las armas de sus soldados».

Romería de Sidi Mohamed ben Abdelah (Foto: E. de la Iglesia)(sahara-news.webcindario.com)
Romería de Sidi Mohamed ben Abdelah (Foto: E. de la Iglesia)(sahara-news.webcindario.com)

Los baamaranis abrazaron al Islam, pero sin olvidar del todo sus antiguas costumbres. Incluso conservaban una figura religiosa, el agurram, poco islamizado, que se dedicaba a preservar sus antiguos ritos, algunos de ellos paganos. Los baamaranis asentados en el territorio de Ifni se dedicaban básicamente al pastoreo. Es un lugar montañoso, seco, con poca lluvia y difícil de cultivar. Sólo en el valle de Tagragra es posible una especie de agricultura muy básica. Sus asuntos se dirimían en la Yemaa, o consejo de notables de cada cabila.

Y allí, en la desembocadura del Uad Ifni, en lo alto de un acantilado, empezó a construirse una ciudad: Sidi Ifni.

(Durante el desembarco del coronel Capaz, una embarcación zozobró y sus ocupantes cayeron al agua. Un soldado del Batallón de Ingenieros de Tetuán, Alfonso Alcázar Revueltas, experto nadador, se lanzó a salvarlos y, cuando ya había rescatado a la mayoría, exhausto, se ahogó. Fue el primer héroe de Ifni. Luego, como es natural, le pusieron su nombre a una calle. No era para menos).

Como decía, por primera vez, después de muchos años de presencia española en el África Occidental, empezó a construirse algo parecido a una ciudad. En poco tiempo las tiendas de campaña iniciales fueron substituidas por edificios oficiales y militares.

Para reafirmar nuestra presencia se creó un batallón de Tiradores de Ifni a imagen y semejanza de las tropas indígenas del Protectorado Norte, integrado en su totalidad por nativos (salvo los puestos de mando). Aquello ya empezaba a parecer algo más serio que un fuerte con una pequeña guarnición y una caseta en la playa con una bandera.

Y dos años después del desembarco de Capaz, en España comenzó la Guerra Civil. Desde Ifni partieron varios tabores de Tiradores como fuerza de choque del bando sublevado.

El cine Avenida en la actualidad (foto del autor)
El cine Avenida en la actualidad (foto del autor)

Después de la Guerra Civil la ciudad siguió creciendo, se construyeron edificios administrativos, militares, una iglesia, el zoco, la central eléctrica, un cine, viviendas. Ifni se convirtió en destino codiciado por los oficiales españoles: por la paga (el triple de la Península) y para medrar ascensos. Estar destinado en África daba prestigio, les convertía en «africanistas», como los generales que se sublevaron contra la República. En África empezó todo y de África partieron las fuerzas de choque, las que soportaron el peso de la sublevación.

A finales de 1942 los norteamericanos desembarcaron en el Norte de África, lo que podía suponer un peligro para las Canarias. Quizás por eso Franco decidió que necesitaba tropa de sangre española en Ifni. Como si con un batallón armado con fusiles viejos pudieran hacer algo contra el Ejército de África aliado. En 1943 se mandó el primer reemplazo de soldados españoles (los primeros reemplazos fueron mayoritariamente catalanes y vascos, por lo que también se dice que Franco los envió allí porque no le hacía gracia que mozos en edad militar con muy poco «sentido patriótico», defendieran la frontera con Francia en caso de una invasión aliada por los Pirineos. Como siempre, de todo hay varias interpretaciones).

Por cierto, mientras las cosas iban bien para los alemanes, Franco intentó convencer a Hitler de que le permitiera y ayudara adueñarse de todo Marruecos echando a los franceses. Era una vieja aspiración de los generales africanistas. Además, supongo, quería hacerle pagar a los galos tantos años de servidumbre y acatamiento. Pero Hitler sólo lo haría si España entraba abiertamente en guerra contra Francia e Inglaterra. Como es natural, no estábamos para muchos trotes después de tres años de machacarnos a nosotros mismos. España estaba hambrienta, exhausta, arruinada. Nada nuevo.

En 1946 se creó una estructura político-administrativa llamada África Occidental Española (AOE). La componía el territorio de Ifni, la Zona Sur del Protectorado de Marruecos, Río de Oro y Saguia el Hamra. Al frente se colocó a un gobernador militar. Esta unidad existió hasta 1958, cuando Carrero Blanco se sacó de la manga las provincias del Sáhara e Ifni... Pero no adelantemos acontecimientos.

 Posesiones española en el África Occidental en 1956 (mapa elaborado por el autor)
Posesiones española en el África Occidental en 1956 (mapa elaborado por el autor)

(1) En 1886, una expedición (Cervera, Quiroga, Rizzo) partió de Villa Cisneros y se adentró unos 400 km. en el desierto. Llegaron hasta las salinas de Iyil, punto estratégico para controlar el paso de las caravanas y el comercio con Senegal. Colocaron una bandera y firmaron un acuerdo con el sultán de Adrar, lo que suponía la anexión de todo ese territorio al dominio español (desde Saguia el Hamra hasta Senegal, y desde la costa hasta Tombuctú). Pero el gobierno de Sagasta no cumplió una de las condiciones de la Conferencia de Berlín: hacer público los acuerdos firmados, es decir, no lo notificó a las potencias europeas (Quizás, no lo hizo porque otra de las condiciones de esa conferencia era que eso conllevaba la ocupación efectiva, lo que significaba un gasto en infraestructura y personal que no nos pillaba en buen momento. Nada nuevo). Por este «fallo» perdimos unos 600-700 mil kilómetros cuadrados, además de controlar las salinas de Iyil.

Los franceses, pillos, aprovecharon para firmar otro acuerdo con el sultán y lo presentaron en sociedad. Ellos sí tenían dinero para invertir.

Si se observa el mapa, se tuvieron que desviar las líneas rectas de las fronteras para darle ese trozo a los franceses. Es decir, les cedimos la parte buena y nos quedamos sólo con la arena del desierto.

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