Fuente: El Periódico de Aragón
Lleva años recuperando la memoria histórica
ligada a Aragón. Ahora publica ‘El llanto del chacal’ (Comuniter), la
historia de un centenar de soldados aragoneses que partieron del cuartel
de Hernán Cortés a la guerra de Ifni.
— ¿Qué pasó en la guerra de Ifni?
— Fue el último conflicto armado de intensidad
que encaró España, en 1957-58, desconocido para muchos. No se ocultó,
pero no se transmitió la gravedad de los hechos: murieron casi 200
españoles y otros tantos combatientes saharauis y marroquís. Duró unos
meses y España perdió, y en parte abandonó, todo el territorio de Ifni,
que en extensión era como la provincia de Guipúzcoa.
(Foto: Chus Marchador)
— ¿Fue una guerra de descolonización?
— Ifni era territorio de soberanía española, y, en teoría, como dijo
Carrero Blanco, una provincia más. Pero sí, la guerra fue un ataque
general de tribus nacionalistas y de marroquís contra los territorios
españoles, Ifni y el Sáhara. La capital, Sidi Ifni, quedó rodeada y allí
se libró un ataque muy duro.
— En el que había soldados aragoneses.
— El libro incide en la compañía Expedicionaria de Ametralladoras
Belchite 57, del cuartel de Hernán Cortés de Zaragoza. La mayoría de los
130 soldados enviados eran aragoneses, chavales de reemplazo que habían
ido a hacer la mili y que no sabían qué era Ifni. Muchos no habían
salido nunca de su pueblo.
— ¿Cuándo marcharon?
— Cuando ya se había perdido el territorio y quedaba solo la capital.
Llegaron el día de Nochevieja, precisamente el día que visitan Ifni
Carmen Sevilla, Gila y otros artistas, a los que no les dejaron ver.
Aquella imagen quitó cierto dramatismo a esta guerra, pero para entonces
ya había bastantes muertos. Ellos tuvieron suerte y regresaron, alguno
herido.
— ¿Quedan supervivientes?
— Encontré más de 20, pero hay más. A la presentación del libro acudieron cinco.
— ¿Qué cuentan de lo vivido?
— Tienen un sentimiento agridulce. Fue su gran experiencia vital y de
juventud, pero sienten resquemor por haberlos enviado allí. Los metieron
en un tren hasta Sevilla, en un barco a Las Palmas y luego en un avión.
Muchos no habían cogido nunca un barco y el avión era impensable. La
guerra fue una ruptura en sus vidas y hay sentimientos de todo tipo.
Pasaban mucho miedo por las noches. Y todos recuerdan los aullidos de
los chacales, de ahí el título del libro.
— ¿Hemos aprendido algo de la guerra?
— Sinceramente, en esta campaña electoral oigo los mensajes ultras y
estoy oyendo los mítines de los 30, y leo cierta prensa y es el mismo
mensaje incendiario del 35. Hoy, la gente es mucho más civilizada y no
hay esa polarización tan brutal. Pero hay una derecha que se niega con
uñas y dientes a que se recuperen los cadáveres. Esos no han aprendido
nada.
— ¿Y en la izquierda?
— Hay también un sector que identifica las víctimas de la violencia
revolucionaria con el bando que se sublevó. Que ideológicamente
estuvieran próximos, no los convierte en culpables. En el 2007-2009
elaboré el mapa de fosas de Aragón e incluí a las víctimas del bando
rebelde, muchas de ellas soldados de entre 18 y 20 años. Y me gané
ataques de ese sector. Esa izquierda tampoco entiende nada.
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