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50 aniversario de la 'retrocesión' de Ifni a Marruecos Imprimir E-Mail
Artículos digitales
Escrito por Pablo-Ignacio de Dalmases   
viernes, 28 de junio de 2019

Fuente: Catalunya Press

El 30 de junio de 1969 el general José Vega, último gobernador español de la «provincia» de Ifni, entregó la soberanía del enclave a Marruecos en la persona general Ufkir, a la sazón ministro del Interior de este último país y que tendría, pocos años después, un trágico final cuando fue ejecutado por orden de Hassan II al fracasar en su intento de dar un golpe de Estado. Ifni ha sido, sin duda, el más incomprensible e inútil de los territorios coloniales de España y a su manera uno de los más conflictivos.

Los generales Vega y Ufkir firman la entrega de Ifni el 30 de junio de 1969.
Los generales Vega y Ufkir firman la entrega de Ifni el 30 de junio de 1969.

Su justificación se fundamentó en una torre construida en torno a 1476 por Diego García de Herrera en la costa africana con el fin de comerciar y capturar esclavos para el cultivo de la caña de azúcar en Canarias. Destruida por los nativos entre 1524 y 1526, cayó en el olvido hasta que España impuso a Marruecos, en el tratado de paz de 1860, reconocer su derecho a recuperar el lugar donde había existido “un establecimiento de pesquería”, algo que nunca fue la torre. Se atribuye la ocurrencia a O’Donell, a la sazón general victorioso y presidente del Consejo, con el propósito de beneficiar a sus paisanos canarios que venían faenando desde siglos pretéritos por las costas aledañas.

El asunto planteó desde el principio varios problemas: el primero, determinar dónde pudo estar emplazada la torre de Santa Cruz, interrogante que suscitó enconados debates y dos expediciones marítimas, las del barco Blasco de Garay y de la goleta Ligera, y se resolvió en favor de la desembocadura del río Ifni, el lugar más improbable de todos; el segundo, conseguir la ocupación efectiva de dicho lugar, tarea que costó innumerables negociaciones, inicialmente con el sultán y luego con Francia, y no se logró culminar hasta 1934, ¡74 años después!; el tercero, la inaccesibilidad por mar, habida cuenta de las desfavorables corrientes del Atlántico, así como la dificultad de llegar por tierra e incluso por aire; y el cuarto, la reivindicación de Marruecos tras su accesión a la independencia, que dio lugar a un conflicto armado en 1957-1958, la llamada “guerra de Ifni”, pese a que tuvo un escenario más prolongado y sangriento en el Sáhara.

La decisión del régimen franquista de distanciarse del numantinismo colonial salazarista y la pragmática aceptación la doctrina descolonizadora de la ONU --la «doctrina Castiella»--, dio lugar la descolonización de Guinea en 1968, la retrocesión de Ifni a Marruecos en 1969 y más tarde a la vergonzosa evacuación e inconclusa descolonización del Sáhara.

Pese a la inevitabilidad de la renuncia a Ifni que, por lo demás, fue una colonia sin riquezas naturales, ni pesca, que sólo ocasionaba gastos y problemas, la decisión adoptada al respecto por el gobierno suscitó reticencias en el propio régimen. Pesaba sin duda una «provincialización» de dudosa legalidad adoptada en 1958 --descalificada sin ambages como “medida puramente funcional” en el informe que emitió el Consejo de Estado el 7 de noviembre de 1968--, por lo que el Consejo de Ministros, pese a no estar obligado a ello, sometió a las Cortes españolas el tratado de retrocesión negociado con Marruecos. La sorpresa fue mayúscula puesto que en una asamblea en la que los proyectos se aprobaban con harta frecuencia con escasos votos en contra, cuando por unanimidad e incluso por aclamación, la votación, que se exigió nominal, obtuvo 70 votos desfavorables.

El antiguo gobierno general español de Ifni.
El antiguo gobierno general español de Ifni.

Como suele ocurrir con la nefasta praxis poscolonial practicada por los diferentes regímenes españoles, nuestro país se desentendió del territorio desde el día siguiente a su entrega. Retiró pronto en favor de Agadir el consulado que se había establecido en Sidi Ifni y cesó toda presencia cultural y económica en una ciudad hermosa y bien planificada que se construyó sobre un antiguo y desastrado aduar llamado Amezdog. Los baamaranis, la mayor parte de los cuales hablaban correctamente español, pasaron de disfrutar de una nacionalidad europea a otra que requiere visado para ir a cualquier país, de disponer de vuelos diarios desde su ciudad a Madrid y Las Palmas a tener que desplazarse por incómodas carreteras y de beneficiarse de trabajo y de una intensa actividad comercial y económica a convertirse en un apéndice olvidado de Marruecos.

Sólo tras las manifestaciones habidas hace pocos años, en las que, como protesta al olvido a que les había condenado el majzén, ¡llevaron banderas españolas! Rabat accedió a convertir el territorio en una nueva provincia y en nuestro último viaje --abril de 2019-- constatamos que se estaba construyendo una autovía con Gulimín. No es extraño que aquella breve presencia española se recuerde, incluso por quienes no habían nacido entonces, como una verdadera edad de oro al punto de que paseando yo en cierta ocasión por la «barandilla» --el hermoso mirador de la ciudad sobre el Atlántico-- en uno de mis últimos viajes, cuando unos adolescentes oyeron que habla español, me espetaron a voz en grito: “¡Bienvenido a Santa Cruz de Mar Pequeña! ¡Esto no es Marruecos!”. ¡Cáspita!

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