Fuente: ABC
Oswaldo Capaz, el último militar que
ensanchó el territorio patrio en Ifni, murió fusilado de un tiro en la
nuca por negarse a dirigir a milicianos y «gentes alborotadas» al
combate durante la Guerra Civil
El general Oswaldo Capaz pasó una vida entera al servicio de España y se dejó el alma por dilatar nuestro territorio en Ifni.
Sin embargo, le bastaron unas pocas (y desafortunadas) palabras para
ganarse un billete hacia el otro mundo; un boleto solo de ida. La frase
que lo condenó fue rememorada por el mismo Ramón Serrano Suñer en un extenso artículo publicado en el diario ABC allá por 1985: «Yo soy un jefe que manda soldados, no gentes alborotadas». Con ella se negó a dirigir, durante la Guerra Civil, a los exaltados miembros del Frente Popular.
Por desgracia para él, aquellos mismos hombres a los que no quiso
liderar fueron los que le pegaron un tiro en la nuca en la mañana del 22 de agosto de 1936. Y eso, a pesar de que siempre se mantuvo leal a la Segunda República.
Oswaldo Capaz.
Suñer, ministro durante la dictadura y cuñado del mismo Francisco Franco,
no tuvo reparos a la hora de alabar la figura de Capaz en el mencionado
reportaje. En parte, porque fue el último oficial de nuestro país en
expandir el territorio patrio; pero también por sus capacidades como
militar. «Era un hombre íntegro, razonador, serio y respetable. Nunca
hablaba de sus méritos», escribió. Ambos, de hecho, compartieron los
pasillos de la cárcel madrileña poco después de que comenzara la Guerra Civil y de que fueran detenidos por el gobierno. En aquel confinamiento, el general se mantuvo siempre estoico y no rechazó a la Segunda República.
Lo que sí fue es crítico con las fuerzas armadas organizadas por sus
superiores y admitió que los alzados contaban con un contingente «perfectamente organizado y jerarquizado». Pagó cara su sinceridad.
Infancia y primeros éxitos
Oswaldo Fernando de la Caridad Capaz y Montes (su nombre completo lo especificó el mismo Serrano Suñez en una corrección enviada al diario ABC en 1985) vino al mundo en Puerto Príncipe, Cuba,
el 17 de marzo de 1894; cuando la isla era todavía territorio español
antes de la gran debacle de las últimas colonias. Según explica el
historiador Juan José Primo Jurado en «Los generales de África» (Almuzara, 2017), el futuro héroe de Marruecos «inició su carrera militar en la Academia Militar de Infantería de Toledo»
cuando sumaba 16 primaveras a sus espaldas. Tras graduarse, en 1922
pasó a servir en África, donde trascurrió la mayor parte de su vida como
hombres de armas. Su primera parada fue la Policía Indígena, en la que sirvió como capitán y donde se destacó como uno de sus principales mandos.
Desde
su juventud, Capaz fue el ejemplo de oficial comprometido con los
hombres a los que dirigía y con el territorio en el que debía prestar
servicio. Así lo atestiguó el propio Serrano Suñer: «Fue desde muy joven
un gran conocedor de los marroquíes, que le admiraban y respetaban de
manera especial». En palabras del cuñado de Franco, también hablaba
(«dominaba») el árabe y, «al frente de la harka que llevó su nombre
alcanzó un prestigio enorme» a nivel militar. «Por sus virtudes, su
valor en el combate y su singular personalidad, lo consideraban como un
“santón”», completa. En 1926, ya ascendido a comandante, volvió a
demostrar que andaba sobrado de valor al someter en la región
de Gómara (tal y como apunta Primo Jurado) a una decena de tribus a las
que confiscó 3.000 fusiles.
ABC, 13 de noviembre de 1985.
Lo más
llamativo es que aquella gesta no la hizo solo a golpe de espada y
fusil, sino mediante la palabra. En ese momento se dejaron ver también
sus dotes como parlamentario y diplomático. «Su acción política fue muy
hábil y eficaz como interventor primero, y más tarde al ejercer el cargo
de Delegado General de Asuntos Indígenas», añade en el artículo de ABC
su compañero de prisión. En este último cargo (que mantuvo hasta 1931)
organizó un sistema eficaz para controlar a las cábilas rifeñas y evitar
que se alzasen contra los mandos peninsulares. Y lo hizo ya como
coronel, después de recibir varios ascensos. Capaz era, si me permiten
el sencillo juego de palabras, un perfecto y muy capaz militar
africanista.
Permaneció en el cargo hasta que Manuel Azaña (presidente
del Consejo de Ministros y Ministro de Guerra entre 1931 y 1933),
orquestó una reforma militar que castigó duramente a los militares
africanistas. Así lo atestigua el que Capaz fuera destituido de su
puesto tras la aprobación de aquellas modificaciones y, a la postre, se
le enviara a Canarias con el grado de coronel. Algo que, una vez más,
recogió Suñer en su artículo para ABC de forma escueta, pero nada
sucinta: «Fue confinado en Canarias durante el gobierno de Azaña».
Héroe de Ifni
Sin embargo, poco después fue llamado de nuevo a primera línea para participar en la toma de Ifni (al suroeste de Marruecos y conocida también como Santa Cruz de la Mar Pequeña);
una región ansiada por nuestro país desde el siglo XV, cuando fue
atisbada por los primeros conquistadores peninsulares. Así lo recordaba
Serrano Suñer en su artículo para ABC: «El territorio había sido
descubierto por el español don Diego de Herrera, que allí instaló un
castillo. En los tratados concertados por España con Marruecos se le
había concedido a nuestro país solamente el establecimiento de una
pesquería». El deseo de todos los gobiernos de hacerse con la región se
hizo patente a partir de 1777 a través del explorador y militar Jorge Juan (que no pudo tomarla) y una infinidad de peticiones diplomáticas.
En
1934, el gobierno de Alejandro Lerroux recurrió a Capaz después de que,
apenas un año antes, la expedición enviada desde la península para
tomar por las bravas Ifni (al mando del almirante Nieto Antúnez) fallara
de forma estrepitosa. Nuestro militar tomó otro camino para cumplir su
misión... En primer lugar, se trasladó hasta el sur del Protectorado
Español para, a continuación, entablar desde allí conversaciones con las
mismas tribus que habían evitado la invasión de su predecesor. Y le fue
a pedir de boca. «Gracias a esta acción política y diplomática, el 6 de
abril de 1934, desembarcó y ocupó pacíficamente Ifni al entrar en su
capital, Sidi Ifni», añade, en este caso, el autor español. Aquella
victoria, alcanzada sin una sola gota de sangre, fue aplaudida por todo
el Congreso de los Diputados. Y no era para menos, pues parecía algo
imposible.
Lerroux, agradecido y
sorprendido, ascendió a Capaz a general de brigada y gobernador de Ifni.
Bondades que recogió el diario ABC ese mismo año en varias noticias que
recalcaron los «excelentes servicios prestados». Este oficial se encargó de erigir la ciudad a su gusto. Y lo cierto es que la convirtió en la capital del África Occidental Española.
Algo que recalcó el mismo Lerroux poco después al incidir en que aquel
territorio yermo se había convertido en «un pedestal donde el derecho de
España planta el mástil de su bandera». En la práctica, nuestro
protagonista fue el último conquistador hispano y logró, como dejó
escrito el entonces Presidente de la República, «ensanchar el mapa» y «hacer crecer la tierra española». El político siempre le estuvo agradecido: «Rindo tributo de justicia a los que concibieron y ejecutaron el plan».
Traicionado y asesinado
En julio, cuando se barruntaba la Guerra Civil, Capaz era comandante general de Ceuta. La mayor parte de los autores coinciden en que, al conocerse el alzamiento, se mantuvo fiel a la Segunda República. Así lo atestigua, por ejemplo, el doctor en historia Arturo García Álvarez-Coque en su tesis «Los militares de Estado Mayor en la Guerra Civil española». En la misma especifica que, tanto nuestro protagonista (entonces Jefe de la Circunscripción Occidental) como Manuel Romerales Quintero (Jefe
de la Circunscripción Oriental), «fueron leales al gobierno». Por su
parte, Caballero Jurado sentencia que «probablemente sabría de la
conspiración militar, aunque no estaba implicado en ella». Algo que
demuestra el que, el 17 de ese mismo mes (una jornada antes del golpe de
Estado) pidiera permiso para viajar hasta la capital.
No
pudo tomar peor decisión. Tras el golpe, y después de negarse a dirigir
a milicianos a la batalla, fue detenido en su domicilio por miembros
del Frente Popular e inmediatamente internado en la cárcel Modelo de la
capital. Un hecho que corroboró, en 1985, el doctor de los servicios
médicos de Marruecos Carlos Rico-Avello en una carta a ABC. Desde
aquella jornada hasta el 22 de agosto de 1936 Capaz fue compañero de
Serrano Suñer, quien lo definió de esta guisa en el mencionado artículo a
este diario: «Era Capaz un
hombre íntegro, razonador, serio y respetable. Nunca hablaba de sus
méritos y jamás toleró la menor vejación de los milicianos ni entabló
con ellos conversación. Fue allí, para todos, paradigma
de dignidad, integridad y aplomo».
Revista de 1934.
Serrano
Suñer explicó también en el texto que «nos paseábamos juntos por el
patio de la cárcel durante las horas que nos permitían hacerlo». En
estos ratos le confesó que había sido atrapado por negarse a dirigir a
los milicianos hacia el combate y que la Segunda República poco podía hacer para frenar el avance Nacional. «Los militares -me decía- tenían un Ejército perfectamente organizado y jerarquizado, mientras que el Gobierno republicano, aunque contaba con algunos jefes y oficiales valerosos, como el coronel Vicente Rojo, carecía de soldados disciplinados, cosa que agravaban las interferencias políticas».
Serrano Suñer.
También
le desveló que la única forma en la que podrían sobrevivir sería
«adueñarnos de la prisión, arrollando y desarmando a los milicianos y
vigilantes» cuando arribaran los franquistas ya que, de otro modo, «nos
matarían a todos».
No tuvo oportunidad de llevar a cabo su plan antes de morir. En la madrugada del 22 de agosto (según Suñer) o el mismo 23 (en palabras de Rico-Avello) un grupo de anarquistas del Frente Popular tomó
la Modelo y, acorde con lo que narra Caballero Jurado, organizaron un
tribunal improvisado que no tardó en dictar sentencia. «Sentados todos
los presos en el suelo de la galería primera, varios milicianos con
pequeñas linternas en la mano gritaron: “Ese que llaman el general Capaz”; lo cogieron en la galería, tratando de atarlo, cosa que no consiguieron, y a empujones lo sacaron y lo mataron.
Así se perdió para España un gran soldado», completó Suñer. Un hombre que el historiador Stanley G. Payne definió como «republicano moderado». Sus últimos momentos también fueron narrados por Rico-Avello: «Los generales Capaz y Villegas, y el ex ministro Rico Avello, fueron sacados juntos de las celdas de la prisión celular de Madrid para ser vilmente asesinados en la Pradera de San Isidro».
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