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La ausencia de política disuasoria: el caso de la guerra de Ifni-Sáhara Imprimir E-Mail
Artículos digitales
Escrito por Juan Pastrana Piñero   
lunes, 25 de mayo de 2020
Índice del Artículo
La ausencia de política disuasoria: el caso de la guerra de Ifni-Sáhara
Introducción
Los restos de un imperio
La creciente amenaza irredentista marroquí
Las contradicciones entre la realidad y la política española
Una política de disuasión nunca implementada: el plan Madrid
Disuasión mal aplicada: el episodio Agadir
Conclusiones
Nota sobre el autor y Referencias

Los restos de un imperio

En 1956 España apenas poseía los restos del que fuera uno de los mayores imperios mundiales. La presencia en tierras africanas se había visto reducida a los dos protectorados de Marruecos, en el Rif y al norte del Sáhara, Guinea Ecuatorial, el Sáhara e Ifni, siendo esta última posesión la más recientemente incorporada, en fecha tan tardía como 1934 (García-Figueras, 1941: 289-302).

Los territorios que conformaban el A.O.E. siempre estuvieron detrás, a nivel de asignaciones de recursos, de la pequeña joya de la corona que era el denominado Protectorado Norte, auténtica escuela para varias generaciones de militares españoles que debían sus carreras, empezando por el propio dictador, a las constantes guerras libradas en ese territorio. Los vínculos emocionales de gran parte del régimen con el Rif quedarían claramente de manifiesto en diversos momentos de la convulsa historia de dicho territorio.

A nivel administrativo, el A.O.E. estaba en su conjunto sometido a la autoridad del denominado Gobernador General, posición que en 1956 recaía en el general Ramón Pardo de Santayana (Fernández-Aceytuno, 2001: 339-342). Había tomado posesión de su cargo dos años antes, en sustitución del general Venancio Tutor y esperaba poder pasar sus últimos años de servicio tranquilamente como administrador de los territorios, sin sospechar que pronto debería hacer frente a una de las mayores crisis políticas del franquismo.

La independencia de Marruecos en marzo de 1956 redujo aún más las ya exiguas posesiones españolas. Tras la abolición por parte de Francia de la existencia de su Protectorado, España se vio obligada, según rezaba el Tratado conjunto, a extinguir también su presencia en el norte de Marruecos, aunque se resistió, inicialmente, a finiquitar su autoridad en el denominado Protectorado Sur. Esta resistencia se escudaba en el poco creíble argumento de que la situación política en la zona era de gran inestabilidad y no era conveniente, por el momento, el traspaso de soberanía a Rabat.

La independencia de Marruecos no sólo supuso la extinción del Protectorado, sino también una amenaza para cualquier otra presencia española en tierras magrebíes. A pesar de que el sultán Mohammed V parecía no estar demasiado dispuesto a emprender aventuras expansionistas, la situación política interna marroquí atravesaba un momento especialmente complicado (Vermeren, 2006: 19-31). Los deseos del monarca alauita chocaban frontalmente con los del ala más radical del partido Istiqlal, verdadero artífice de la independencia marroquí, y, en concreto, con las aspiraciones políticas de Allal el-Fassi, uno de sus principales líderes. Para este dirigente irredentista, Marruecos debía recuperar los que él denominó como “límites históricos del Gran Marruecos”, y que, grosso modo, incluían toda la Mauritania francesa, parte de Argelia, el Sáhara español e Ifni, llegando por su extremo sur hasta San Luis de Senegal (Ashford, 1962: 643). Huelga decir que dichos deseos suponían, inevitablemente, entrar en conflicto armado con las antiguas potencias protectoras, algo que Mohammed V, deseoso de establecer una monarquía todopoderosa en el recién independizado país, veía con preocupación (Pastrana, 2017: 75-83).

En realidad, todo el sueño del Gran Marruecos no era más que el reflejo de la lucha interna por el poder en el recién independizado país africano. Mientras la monarquía alauita soñaba con arrogarse unos poderes cuasi absolutistas, el ala más radical del Istiqlal pretendía una monarquía con poderes limitados, subordinada a un gobierno civil del que, inevitablemente, el Fassi quería ser la figura protagonista. Sin embargo, el propio Istiqlal se encontraba dividido, con un ala más moderada, encabezada por Ahmed Balafrej, que aceptaba el papel preponderante de la Mohammed V y había conseguido marginar a el Fassi de los principales órganos de dirección del partido (M’Barek, 1987: 108-110). La lucha entre las diversas facciones por la preeminencia política y la configuración del renacido Marruecos, sería la razón de fondo para la guerra de Ifni-Sáhara.


 
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