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La creciente amenaza irredentista marroquí
El
discurso irredentista marroquí fue seguido con preocupación por los
máximos responsables españoles en el A.O.E., pero no así por otros
responsables políticos y militares como el almirante Carrero Blanco.
Para este último, confiado en el propio discurso franquista de la
amistad hispano-marroquí, resultaba inconcebible que un país como
Marruecos, al cual se había apoyado activamente en su lucha por la
independencia, ahora representase una amenaza para los territorios bajo
soberanía española (Pastrana, 2017: 55-67). De hecho, y si hemos de
creer las declaraciones del antiguo espía español Luis González-Mata, la
participación española en el proceso de independencia de Marruecos
distaba mucho de ser la de un país neutral. Según sus memorias, España
acogió en su Protectorado Norte diversas bases del Ejército de
Liberación de Marruecos, entrenó a los guerrilleros, les proporcionó
armas y, en algunos casos, llegó incluso a llevar operaciones
encubiertas de apoyo a los marroquíes en el interior de los territorios
franceses (González-Mata, 1977: 11-35).
Por
tanto, la presencia militar española en el A.O.E. continuó siendo
extremadamente reducida, confiándose en que ante cualquier problema
medianamente grave se podría recurrir rápidamente a las guarniciones de
las islas Canarias como refuerzo. Así pues, a mediados de 1956 apenas se
disponía en la zona de unos tres mil efectivos, repartidos entre Ifni
(I, II y IV Tabores del Grupo de Tiradores de Ifni número 1 (GTI)) y el
Sáhara (Grupo de Tropas Nómadas y III Tabor del GTI) (“Estadillo de
Fuerzas”, abril de 1956, SHM, legajo 1, carpeta 8). Eran unas fuerzas
claramente insuficientes para llevar a cabo su labor de defensa del
territorio, en especial tras los primeros incidentes protagonizados por
elementos favorables a la unión con Marruecos, como el acaecido en el
poblado de Sidi Inno el 2 de enero de 1956 y que se saldó con tres
muertos marroquíes (“Informe de los acontecimientos sucedidos en Sidi
Inno”, AGA, legajo 357).
Al mismo
tiempo, el-Fassi proseguía con sus reivindicaciones, presionando al
gobierno de Mohammed V para que cumpliese con el denominado pacto de El
Cairo. Este acuerdo fue firmado el 22 de febrero de 1947 en la capital
egipcia por representantes de los partidos Istiqlal marroquí, Néo-Destour tunecino
y el FLN argelino. Básicamente, dicho pacto establecía que los tres
firmantes se comprometían a proseguir la lucha armada en el Magreb hasta
la completa independencia de los tres países; incluso si uno de los
firmantes obtenía su autogobierno, continuaría la lucha hasta que todos
estuviesen emancipados de la tutela colonial (M’Barek, 1987: 31; Joffe,
1985: 289-307).
Durante
los primeros meses de 1956 el Ejército de Liberación empezó a hacer cada
vez más acto de presencia (Bataller, 2012: 31), poniendo en entredicho
la soberanía española del A.O.E., tal y cómo advirtió el gobernador
general Pardo de Santayana, para el que era necesario tomar medidas
inmediatas contra los guerrilleros marroquíes.
Aunque el
gobierno de Madrid no estaba dispuesto a ejecutar acciones militares
contra el Ejército de Liberación, debido a la creciente tensión en la
zona, el gobierno del general Franco se avino a destinar un pequeño
refuerzo a la zona, concretado en la XIII Bandera de la Legión para el
Sáhara y la recientemente creada I Bandera Paracaidista a Ifni. Pero
como la llegada de estas unidades coincidió con el repliegue de diversas
unidades asignadas temporalmente a la zona (Compañías Expedicionarias
de los Regimientos Tenerife-49, Canarias-50 y mixta de los batallones
Fuerteventura-53 y Lanzarote-54), el efecto neto fue mucho menor del
previsto (Bataller, 2012: 38).
Mientras
tanto, y tal y como recogían los servicios de información españoles, la
presencia del Ejército de Liberación tanto en el Sáhara como en Ifni
crecía paulatinamente, y aunque sus dirigentes afirmaban que no tenían
ninguna intención hostil respecto a España (Diego, 1989: 305), seguía
siendo una presencia incómoda y amenazante que podía volverse en
cualquier momento contra los territorios españoles (“Nota de información
exterior núm. 996”, 20 de agosto de 1956, SHM, legajo 2, carpeta 6).
Preocupado
ante la presencia de elementos armados en los territorios de soberanía
española, Pardo de Santayana informó en sendos telegramas al Capitán
General de Canarias y al Director General de Marruecos y Colonias sobre
lo que se percibía como una amenaza, ya que:
«Infórmole
que continúa la organización intensiva del partido y milicias Isticlal
al margen de las Autoridades PUNTO Dan consignas y órdenes expresivas de
situación independencia PUNTO Tales actividades han sido toleradas en
evitación derramamiento de sangre que indudablemente se hubiera
producido de intentar evitarlas PUNTO Confirmado oficialmente el
mantenimiento de la soberanía en A.O.E. se precisa por VE se gestione
diplomáticamente que un representante Rabat venga a Territorio con el
fin de divulgar verdadera situación jurídica Territorios PUNTO Todo caso
sería necesario la ocupación militar con todas sus consecuencias si se
quiere mantener el principio de Autoridad muy mermado con las
concesiones de estos días PUNTO Se ha confirmado el rumor de que el
próximo 7 de mayo se hará efectiva independencia Territorio».
(“Telegrama del Gobernador General del A.O.E. al Director General de
Marruecos y Colonias”, 8 de abril de 1956, SHM, legajo 2, carpeta 7).
La
respuesta fue la que menos podía esperar Ramón Pardo de Santayana, ya
que se le instruía, por parte del Director General de Marruecos y
Colonias a que:
«Situación
amistad España y circunstancias especiales de la población de ese
Territorio Ifni aconseja el extremar las medidas de prudencia, autorizo a
VE a encuentros y (ilegible) con habitantes del territorio esperando
momentos favorables para restablecer el derecho cuando éste pudiera ser
vulnerado no dando estado a infracciones eventuales fruto de la
ignorancia de los naturales y situación equívoca de estos momentos».
(“Radiograma del Director General de Marruecos y Colonias al Gobernador
General del A.O.E.”, 14 de abril de 1956, SHM, legajo 2, carpeta 7).
Como puede
observase, se confiaba plenamente en la vía diplomática para solucionar
el tema de la presencia de los guerrilleros; el Pardo era prisionero de
su propio discurso sobre la amistad hispano-árabe, a pesar de la
contradicción que detectaba Pardo de Santayana entre el discurso oficial
y la realidad sobre el terreno. Pero dado que el mensaje recibido
procedía del mismísimo Carrero Blanco, aunque su mensajero fuese García
Valiño, solamente cabía aceptar lo ordenado, por lo que el Gobernador
envió una lacónica respuesta a Madrid:
«Recibida
instrucción sentido político, no procede por mi parte solicitar refuerzo
alguno salvo orden en contrario Sr. Ministro que estará más enterado»
(“Radiograma del Gobernador General del A.O.E al Teniente General Jefe
EM”, 15 de abril de 1956, SHM, legajo 2, carpeta 7).
Apenas
unos días después, y ante lo que consideraba un error mayúsculo por
parte de Madrid, Pardo de Santayana presentó su dimisión, que no fue
aceptada (Casas, 2008: 60-61).
Durante el
mes de julio de 1956 entró en escena el que sería el máximo dirigente
militar del Ejército de Liberación, un antiguo sargento del ejército
francés llamado Ben Hammú, que reiteró el discurso de amistad respecto a
España en una entrevista con el comandante Álvarez-Chas (“Nota de
información exterior núm. 996”, 20 de agosto de 1956, SHM, legajo 2,
carpeta 6). Por la información proporcionada, se vio claramente que el
Ejército de Liberación no era un grupo reducido de irredentistas, sino
una fuerza que claramente podía constituir una amenaza para el A.O.E. en
el caso de volverse contra España. Pero la consigna recibida desde
Madrid fue la de mantener la calma y no realizar movimientos que
llevasen a un choque armado con los guerrilleros. Pero Pardo de
Santayana encontraba cada vez más difícil congraciar estas órdenes con
el mantenimiento de la autoridad española en el territorio bajo su
mando, como manifestó, una vez más, ante sus superiores en Madrid:
«Mantengo
forcejeo jefes EL impedir pretensiones atravesar Sáhara camino
Mauritania. Disposición cordial pero insistente en sus propósitos. He
dado cuenta a Dirección General de Marruecos y Colonias de la
imposibilidad de continuar tantos meses actitud ganar tiempo que se me
impuso como consigna. Éxito alcanzado hasta ahora fallará ante excesiva
duración de difícil equilibrio que vengo practicando» (“Radiograma del
Gobernador General del A.O.E. al Teniente General Jefe E.M.”, 18 de
septiembre de 1956, SHM, legajo 3, carpeta 6).
La
respuesta de Madrid, fue, una vez más, negar el envío de refuerzos,
insistiendo en la necesidad de inhibirse ante cualquier enfrentamiento
entre los marroquíes y las fuerzas militares francesas.
El primer
movimiento del Ejército de Liberación no se dirigió contra las
posesiones españolas, como temía Pardo de Santayana, sino que apuntó
contra el África Occidental Francesa (A.O.F.). Entre octubre de 1956 y
febrero de 1957 se sucedieron toda una serie de incursiones sobre
territorio francés usando el Sáhara como santuario para las bases
guerrilleras, un hecho que provocó la ira de los militares franceses que
no cesaron de reclamar a las autoridades del A.O.E. que pusieran fin a
la presencia marroquí en su zona de autoridad. Asimismo, comunicaron al
general Pardo de Santayana que habían establecido, de forma unilateral,
una zona de seguridad que podría ser batida por la aviación francesa
ante posibles movimientos de los guerrilleros (“Radiograma del
subgobernador del A.O.E. al Gobernador General (EM)”, 24 de septiembre
de 1956, SHM, legajo 3, carpeta 3).
A pesar de
contar con la tranquilidad que le otorgaban sus santuarios en la zona
española, el Ejército de Liberación no estaba en absoluto preparado para
desafiar militarmente a las tropas galas. En realidad, toda su
planificación militar se sustentaba en el crédito otorgado a las
informaciones que les había hecho llegar un político mauritano exiliado
en Marruecos, Horma Uld Banana (De la Serre, 1966: 322-323), que les
había manifestado que la población mauritana se alzaría contra las
autoridades coloniales francesas en cuanto se produjese el primer ataque
del Ejército de Liberación (Chaffard, 1965: 255). Pero la realidad era
que dicha insurrección no llegó a producirse jamás, y que, militarmente
hablando, los guerrilleros no tuvieron la más mínima oportunidad ante el
despliegue de efectivos francés: a principios de 1957, las fuerzas
galas ya ascendían a más de ocho mil efectivos con amplio apoyo de
medios aéreos y blindados (Casas, 2008: 84-87). Por parte guerrillera,
las diversas partidas que atacaron Mauritania nunca superaron los cuatro
mil efectivos totales, siendo las incursiones llevadas a cabo por
grupos de unos pocos centenares de hombres.
Habida
cuenta de la inexistencia de un canal de cooperación oficial, las
autoridades francesas intentaron, mientras tanto, acercamientos
indirectos a las españolas, como detalló el general Galera en un informe
sobre el encuentro que mantuvo con el general francés Cogny:
«Me habló de los incidentes que suele tener, y me preguntó si yo tenía estas molestias. Le dije que por ahora no,
y que me movía con completa libertad, pero que, conociendo el país, no
tendría nada de particular que a mí me ocurriera alguna vez lo mismo. Me
preguntó si yo tenía mando sobre el Desierto. No hay duda que esto les
preocupa, pues recientemente ha habido una agresión al itinerario número
1, del que ya Morales ha comunicado la noticia. Me dio a entender que
este Ejército Real Marroquí es muy joven, y que, en caso de emergencia,
tendrían que ser los ejércitos nuestros los que resolvieran lo que se
planteara (esto no me enteré). Me indicó que todo giraba
alrededor de Argelia, sin que me diera detalles». (“Carta del Teniente
General Jefe del Ejército de España en el Norte de África al Ministro
del Ejército D. Agustín Muñoz-Grandes”, Fund. Francisco Franco,
documento 16875).
Probablemente,
el general Cogny intentaba sondear la realidad de la situación en la
zona española, así como la predisposición de sus colegas hispanos a la
hora de lidiar con el Ejército de Liberación, en especial si se tiene en
cuenta la que se percibía como política de connivencia con los
guerrilleros, ya que se interpretaba como tal la negativa española a
eliminar militarmente los santuarios guerrilleros en el A.O.E.
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