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La ausencia de política disuasoria: el caso de la guerra de Ifni-Sáhara Imprimir E-Mail
Artículos digitales
Escrito por Juan Pastrana Piñero   
lunes, 25 de mayo de 2020
Índice del Artículo
La ausencia de política disuasoria: el caso de la guerra de Ifni-Sáhara
Introducción
Los restos de un imperio
La creciente amenaza irredentista marroquí
Las contradicciones entre la realidad y la política española
Una política de disuasión nunca implementada: el plan Madrid
Disuasión mal aplicada: el episodio Agadir
Conclusiones
Nota sobre el autor y Referencias

La creciente amenaza irredentista marroquí

El discurso irredentista marroquí fue seguido con preocupación por los máximos responsables españoles en el A.O.E., pero no así por otros responsables políticos y militares como el almirante Carrero Blanco. Para este último, confiado en el propio discurso franquista de la amistad hispano-marroquí, resultaba inconcebible que un país como Marruecos, al cual se había apoyado activamente en su lucha por la independencia, ahora representase una amenaza para los territorios bajo soberanía española (Pastrana, 2017: 55-67). De hecho, y si hemos de creer las declaraciones del antiguo espía español Luis González-Mata, la participación española en el proceso de independencia de Marruecos distaba mucho de ser la de un país neutral. Según sus memorias, España acogió en su Protectorado Norte diversas bases del Ejército de Liberación de Marruecos, entrenó a los guerrilleros, les proporcionó armas y, en algunos casos, llegó incluso a llevar operaciones encubiertas de apoyo a los marroquíes en el interior de los territorios franceses (González-Mata, 1977: 11-35).

 Por tanto, la presencia militar española en el A.O.E. continuó siendo extremadamente reducida, confiándose en que ante cualquier problema medianamente grave se podría recurrir rápidamente a las guarniciones de las islas Canarias como refuerzo. Así pues, a mediados de 1956 apenas se disponía en la zona de unos tres mil efectivos, repartidos entre Ifni (I, II y IV Tabores del Grupo de Tiradores de Ifni número 1 (GTI)) y el Sáhara (Grupo de Tropas Nómadas y III Tabor del GTI) (“Estadillo de Fuerzas”, abril de 1956, SHM, legajo 1, carpeta 8). Eran unas fuerzas claramente insuficientes para llevar a cabo su labor de defensa del territorio, en especial tras los primeros incidentes protagonizados por elementos favorables a la unión con Marruecos, como el acaecido en el poblado de Sidi Inno el 2 de enero de 1956 y que se saldó con tres muertos marroquíes (“Informe de los acontecimientos sucedidos en Sidi Inno”, AGA, legajo 357).

Al mismo tiempo, el-Fassi proseguía con sus reivindicaciones, presionando al gobierno de Mohammed V para que cumpliese con el denominado pacto de El Cairo. Este acuerdo fue firmado el 22 de febrero de 1947 en la capital egipcia por representantes de los partidos Istiqlal marroquí, Néo-Destour tunecino y el FLN argelino. Básicamente, dicho pacto establecía que los tres firmantes se comprometían a proseguir la lucha armada en el Magreb hasta la completa independencia de los tres países; incluso si uno de los firmantes obtenía su autogobierno, continuaría la lucha hasta que todos estuviesen emancipados de la tutela colonial (M’Barek, 1987: 31; Joffe, 1985: 289-307).

Durante los primeros meses de 1956 el Ejército de Liberación empezó a hacer cada vez más acto de presencia (Bataller, 2012: 31), poniendo en entredicho la soberanía española del A.O.E., tal y cómo advirtió el gobernador general Pardo de Santayana, para el que era necesario tomar medidas inmediatas contra los guerrilleros marroquíes.

Aunque el gobierno de Madrid no estaba dispuesto a ejecutar acciones militares contra el Ejército de Liberación, debido a la creciente tensión en la zona, el gobierno del general Franco se avino a destinar un pequeño refuerzo a la zona, concretado en la XIII Bandera de la Legión para el Sáhara y la recientemente creada I Bandera Paracaidista a Ifni. Pero como la llegada de estas unidades coincidió con el repliegue de diversas unidades asignadas temporalmente a la zona (Compañías Expedicionarias de los Regimientos Tenerife-49, Canarias-50 y mixta de los batallones Fuerteventura-53 y Lanzarote-54), el efecto neto fue mucho menor del previsto (Bataller, 2012: 38).

Mientras tanto, y tal y como recogían los servicios de información españoles, la presencia del Ejército de Liberación tanto en el Sáhara como en Ifni crecía paulatinamente, y aunque sus dirigentes afirmaban que no tenían ninguna intención hostil respecto a España (Diego, 1989: 305), seguía siendo una presencia incómoda y amenazante que podía volverse en cualquier momento contra los territorios españoles (“Nota de información exterior núm. 996”, 20 de agosto de 1956, SHM, legajo 2, carpeta 6).

Preocupado ante la presencia de elementos armados en los territorios de soberanía española, Pardo de Santayana informó en sendos telegramas al Capitán General de Canarias y al Director General de Marruecos y Colonias sobre lo que se percibía como una amenaza, ya que:

«Infórmole que continúa la organización intensiva del partido y milicias Isticlal al margen de las Autoridades PUNTO Dan consignas y órdenes expresivas de situación independencia PUNTO Tales actividades han sido toleradas en evitación derramamiento de sangre que indudablemente se hubiera producido de intentar evitarlas PUNTO Confirmado oficialmente el mantenimiento de la soberanía en A.O.E. se precisa por VE se gestione diplomáticamente que un representante Rabat venga a Territorio con el fin de divulgar verdadera situación jurídica Territorios PUNTO Todo caso sería necesario la ocupación militar con todas sus consecuencias si se quiere mantener el principio de Autoridad muy mermado con las concesiones de estos días PUNTO Se ha confirmado el rumor de que el próximo 7 de mayo se hará efectiva independencia Territorio». (“Telegrama del Gobernador General del A.O.E. al Director General de Marruecos y Colonias”, 8 de abril de 1956, SHM, legajo 2, carpeta 7).

La respuesta fue la que menos podía esperar Ramón Pardo de Santayana, ya que se le instruía, por parte del Director General de Marruecos y Colonias a que:

«Situación amistad España y circunstancias especiales de la población de ese Territorio Ifni aconseja el extremar las medidas de prudencia, autorizo a VE a encuentros y (ilegible) con habitantes del territorio esperando momentos favorables para restablecer el derecho cuando éste pudiera ser vulnerado no dando estado a infracciones eventuales fruto de la ignorancia de los naturales y situación equívoca de estos momentos». (“Radiograma del Director General de Marruecos y Colonias al Gobernador General del A.O.E.”, 14 de abril de 1956, SHM, legajo 2, carpeta 7).

Como puede observase, se confiaba plenamente en la vía diplomática para solucionar el tema de la presencia de los guerrilleros; el Pardo era prisionero de su propio discurso sobre la amistad hispano-árabe, a pesar de la contradicción que detectaba Pardo de Santayana entre el discurso oficial y la realidad sobre el terreno. Pero dado que el mensaje recibido procedía del mismísimo Carrero Blanco, aunque su mensajero fuese García Valiño, solamente cabía aceptar lo ordenado, por lo que el Gobernador envió una lacónica respuesta a Madrid:

«Recibida instrucción sentido político, no procede por mi parte solicitar refuerzo alguno salvo orden en contrario Sr. Ministro que estará más enterado» (“Radiograma del Gobernador General del A.O.E al Teniente General Jefe EM”, 15 de abril de 1956, SHM, legajo 2, carpeta 7).

Apenas unos días después, y ante lo que consideraba un error mayúsculo por parte de Madrid, Pardo de Santayana presentó su dimisión, que no fue aceptada (Casas, 2008: 60-61).

Durante el mes de julio de 1956 entró en escena el que sería el máximo dirigente militar del Ejército de Liberación, un antiguo sargento del ejército francés llamado Ben Hammú, que reiteró el discurso de amistad respecto a España en una entrevista con el comandante Álvarez-Chas (“Nota de información exterior núm. 996”, 20 de agosto de 1956, SHM, legajo 2, carpeta 6). Por la información proporcionada, se vio claramente que el Ejército de Liberación no era un grupo reducido de irredentistas, sino una fuerza que claramente podía constituir una amenaza para el A.O.E. en el caso de volverse contra España. Pero la consigna recibida desde Madrid fue la de mantener la calma y no realizar movimientos que llevasen a un choque armado con los guerrilleros. Pero Pardo de Santayana encontraba cada vez más difícil congraciar estas órdenes con el mantenimiento de la autoridad española en el territorio bajo su mando, como manifestó, una vez más, ante sus superiores en Madrid:

«Mantengo forcejeo jefes EL impedir pretensiones atravesar Sáhara camino Mauritania. Disposición cordial pero insistente en sus propósitos. He dado cuenta a Dirección General de Marruecos y Colonias de la imposibilidad de continuar tantos meses actitud ganar tiempo que se me impuso como consigna. Éxito alcanzado hasta ahora fallará ante excesiva duración de difícil equilibrio que vengo practicando» (“Radiograma del Gobernador General del A.O.E. al Teniente General Jefe E.M.”, 18 de septiembre de 1956, SHM, legajo 3, carpeta 6).

La respuesta de Madrid, fue, una vez más, negar el envío de refuerzos, insistiendo en la necesidad de inhibirse ante cualquier enfrentamiento entre los marroquíes y las fuerzas militares francesas.

El primer movimiento del Ejército de Liberación no se dirigió contra las posesiones españolas, como temía Pardo de Santayana, sino que apuntó contra el África Occidental Francesa (A.O.F.). Entre octubre de 1956 y febrero de 1957 se sucedieron toda una serie de incursiones sobre territorio francés usando el Sáhara como santuario para las bases guerrilleras, un hecho que provocó la ira de los militares franceses que no cesaron de reclamar a las autoridades del A.O.E. que pusieran fin a la presencia marroquí en su zona de autoridad. Asimismo, comunicaron al general Pardo de Santayana que habían establecido, de forma unilateral, una zona de seguridad que podría ser batida por la aviación francesa ante posibles movimientos de los guerrilleros (“Radiograma del subgobernador del A.O.E. al Gobernador General (EM)”, 24 de septiembre de 1956, SHM, legajo 3, carpeta 3).

A pesar de contar con la tranquilidad que le otorgaban sus santuarios en la zona española, el Ejército de Liberación no estaba en absoluto preparado para desafiar militarmente a las tropas galas. En realidad, toda su planificación militar se sustentaba en el crédito otorgado a las informaciones que les había hecho llegar un político mauritano exiliado en Marruecos, Horma Uld Banana (De la Serre, 1966: 322-323), que les había manifestado que la población mauritana se alzaría contra las autoridades coloniales francesas en cuanto se produjese el primer ataque del Ejército de Liberación (Chaffard, 1965: 255). Pero la realidad era que dicha insurrección no llegó a producirse jamás, y que, militarmente hablando, los guerrilleros no tuvieron la más mínima oportunidad ante el despliegue de efectivos francés: a principios de 1957, las fuerzas galas ya ascendían a más de ocho mil efectivos con amplio apoyo de medios aéreos y blindados (Casas, 2008: 84-87). Por parte guerrillera, las diversas partidas que atacaron Mauritania nunca superaron los cuatro mil efectivos totales, siendo las incursiones llevadas a cabo por grupos de unos pocos centenares de hombres.

Habida cuenta de la inexistencia de un canal de cooperación oficial, las autoridades francesas intentaron, mientras tanto, acercamientos indirectos a las españolas, como detalló el general Galera en un informe sobre el encuentro que mantuvo con el general francés Cogny:

«Me habló de los incidentes que suele tener, y me preguntó si yo tenía estas molestias. Le dije que por ahora no, y que me movía con completa libertad, pero que, conociendo el país, no tendría nada de particular que a mí me ocurriera alguna vez lo mismo. Me preguntó si yo tenía mando sobre el Desierto. No hay duda que esto les preocupa, pues recientemente ha habido una agresión al itinerario número 1, del que ya Morales ha comunicado la noticia. Me dio a entender que este Ejército Real Marroquí es muy joven, y que, en caso de emergencia, tendrían que ser los ejércitos nuestros los que resolvieran lo que se planteara (esto no me enteré). Me indicó que todo giraba alrededor de Argelia, sin que me diera detalles». (“Carta del Teniente General Jefe del Ejército de España en el Norte de África al Ministro del Ejército D. Agustín Muñoz-Grandes”, Fund. Francisco Franco, documento 16875).

Probablemente, el general Cogny intentaba sondear la realidad de la situación en la zona española, así como la predisposición de sus colegas hispanos a la hora de lidiar con el Ejército de Liberación, en especial si se tiene en cuenta la que se percibía como política de connivencia con los guerrilleros, ya que se interpretaba como tal la negativa española a eliminar militarmente los santuarios guerrilleros en el A.O.E.


 
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