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Un Tirador en la Guerra de Ifni Imprimir E-Mail
Colaboraciones - Manuel Jorques Ortiz
domingo, 12 de julio de 2009
Índice del Artículo
Un Tirador en la Guerra de Ifni
Reclutamiento, traslado y campamento
De cómo se establece una posición en la montaña
Bautismo de fuego del II Tabor
El II Tabor de Tiradores entra en combate
La columna de liberación de los puestos de Tiugsa
La toma del monte Buyarifen y el cañoneo del crucero Canarias
Epílogo

Bautismo de fuego del II Tabor

 Foto oficial de un combatiente en Ifni. La realidad era diferente.
Foto oficial de un combatiente en Ifni. La realidad era diferente.

Poco antes de estallar la guerra, puede decirse que el II Tabor recibió su "bautismo de fuego", estableciéndose la fecha de lo que puede adjetivarse como una pequeña batalla, en oposición a las descubiertas o escaramuzas vividas hasta el momento, y se sitúa en el día de San Francisco (4 de Octubre), fecha señalada entonces ya que se celebraba el santo del Caudillo (ignoramos si la acción era un "regalo" desde la distancia). Los historiadores militares (D. Francisco Bataller Alventosa, por ejemplo), la definen como la "activación" del puesto fronterizo de Tamucha, montaña en cuya cima existía una fortaleza en ruinas, de origen portugués, al objeto de un mejor control de los límites fronterizos con el recientemente independizado Marruecos, que fuera más segura y eficaz que el anterior puesto de Id Aixa, menos "convincente" para el Mando. Con ese escueto par de líneas el historiador despacha lo ocurrido el 4 de Octubre de 1.957, pero para uno de sus protagonistas (Ángel), que como es lógico no puede dominar el conjunto de la operación, su visión (reducida, si se quiere) sobre el terreno nos la ha narrado con estas sencillas pero emotivas palabras:

El día uno de octubre se movilizó al completo el II Tabor al que pertenecía mi 8ª compañía; en total cinco compañías: tres de fusiles, una de ametralladoras y otra de artillería, con los mulos y acemileros correspondientes. Se nos repartió comida para cuatro días y una cantimplora con agua a cada soldado, así como todo el equipaje de campaña (mosquetón, bayoneta, cartucheras, munición y manta) encima del cuerpo, andando, con dirección al este del territorio, región de Tagragra. Cuatro interminables días andando por aquellas montañas, arriba y abajo (ya se sabe que entre Sidi Ifni y Tamucha existen dos cordilleras paralelas de montañas, algunas de considerable altura), durmiendo al raso y comiendo aquellas raciones de subsistencia (latas de sardinas en aceite, carne enlatada de Mérida, 2 onzas de chocolate, pan, y poca cosa más) que daban una sed terribles.

Al llegar al objetivo (una montaña altísima llena de chumberas, cactus y arganes), enfilarmos una vaguada y los mandos nos ordenaron subir a la cima, donde se encontraba la fortaleza; el cansancio y lo abrupto del terreno (y la nula formación como montañeros-alpinistas) convertían cada metro de subida en un suplicio, resbalando y cayendo al suelo a cada paso. Podía observar a todo el Tabor desplegado en la operación, cuando se inició un tiroteo que partía de aquella fortaleza en ruinas ocupada, sin duda, por los moros, quienes gritaban y lanzaban unos insultos que causaban pavor.

Hubo mucho desconcierto y cada uno se escondía donde podía de los disparos, sin que se pudiera responder al fuego ya que no se veía nada; eran sobre las seis de la tarde cuando se oyó el cornetín de ordenes tocando retirada, y es de ver como corría el Tabor al completo cuesta abajo, sin mirar los muchos obstáculos existentes, huyendo de las balas que continuaban silbando, produciéndose varios heridos, derivados principalmente por las caídas y no por los disparos. Al hacerse de noche, que en aquellos parajes la oscuridad cae de golpe, y no saber dónde estaban ni tener contacto con los mandos, me junté con otros dos compañeros, al amparo de una gran piedra, y allí, callados y sin pegar ojo pasamos toda la noche ¡qué largas son esas horas!. Bien avanzada la mañana oímos nuevamente el cornetín de órdenes del Tábor y pudimos agruparnos con el resto de los compañeros en la Plana Mayor. En aquella precipitada huida nocturna, los mulos cargados de munición y sus acemileros fueron los que más sufrieron, ya que a las bestias se les soltaba la carga y les trababan las patas, dando grandes coces, y sus conductores estaban desolados por la que les iba a caer (castigo) si perdían la mula o la carga o ambas cosas. El II Tabor regresó al cuartel "con el rabo entre las piernas".

Como es sabido, posteriormente Tamucha fue ocupada por el III Tabor, una vez que los moros huyeron repasando la frontera, del que la 11ª compañía (recientemente trasladada desde el Sahara) fue destinada a Tiugsá como refuerzo de la zona, y una de sus secciones destacada como guarnición a aquella fortaleza en ruinas, que como es bien sabido, entre los días 24 y 25 de noviembre fue tomada por los rebeldes, causando muertos, heridos y prisioneros.



 
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