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MRS'2009: dos días en Sidi Ifni Imprimir E-Mail
Colaboraciones - Pablo Vázquez Ramírez
sábado, 19 de septiembre de 2009
Índice del Artículo
MRS'2009: dos días en Sidi Ifni
31 de agosto de 2009. Llegan a Sidi Ifni
1 de septiembre de 2009. Primer día en Sidi Ifni
2 de septiembre de 2009. Segundo día en Sidi Ifni
En el diario del viaje...

JORNADA 14. 2 de septiembre de 2009


Crónica 1
Ramón Huarte
Cronista Oficial MRS 2009

Servicio doméstico.

No sé cuántos de los chicos se habrían lavado la ropa a mano antes de comenzar este viaje. Quizás me equivoque y sean muchos, pero seguro que hasta ahora muy pocos lo habían hecho en tal cantidad y con tal sensación de necesidad. Las barandillas de las terrazas de "La suerte loca" sostienen centenares de prendas de vestir lavadas a mano. Los expedicionarios han de aprovechar la conjunción de varias circunstancias, conjunción que sucede de manera poco habitual: Agua para lavar, momentos para hacerlo, y tiempo de estancia suficiente para que se seque.

La habilidad para lavar se supone, la habilidad para tender salta a la vista: Cualquier hueco es aprovechado. En el amanecer de Sidi Ifni, entre la bruma atlántica, el edificio del hotel, plagado de trapos, parece un velero que, de forma inversa, navegue desde la tierra hacia el mar.

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Whisky del Sáhara.

Dicen que una de las mayores preocupaciones de los corresponsales de guerra es encontrar cualquier lugar donde adquirir alguna botella de alcohol. Nosotros, en el desayuno, bebemos con deleite el "Whisky del Sáhara".Así llaman al dulce y ardiente té dulce y aromático típico de Marruecos. A juzgar por la temperatura a la que lo sirven, se le puede llamar, efectivamente, "agua de fuego".

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Cobro a 90 días.

En Sidi Ifni continúan los talleres. La estrella es el taller de surf, y la evasión hacia la playa, desde todos los grupos, es evidente. Sin embargo, el taller de radio continúa trabajando con el núcleo duro. Mi equipo comercial ha logrado "vender" a León, el responsable de las grabaciones de vídeo, una cuña de publicidad para nuestro programa. El precio, tres botellas de agua fría. Ya se nos pagará. Nuestro cliente del primer programa, Jaime Martínez De Ubago, monitor y arquitecto, todavía no nos ha pagado los Colacaos que se acordaron como precio de la cuña publicitaria que nos encargó. La radio MRS como la radio misma, el cierre de cuentas se encuentra con dificultades.

Sin embargo, y como en la radio de verdad, el periodista es mejor tratado por quienes les entrevistan, quizás para asegurarse el buen trato recíproco: Elsa, reportera del taller de radio, entrevista a Javier De Miguel, responsable de los autobuses, y a Pablo "Clicli", monitor, ambos expertos en la conducción por el desierto. Mientras les entrevista, ellos le invitan a tarta de limón y de chocolate. Elsa, periodista incorruptible, acepta los regalos, pero desarrolla luego su reportaje como lo tenía planteado desde un principio.

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Espacio aéreo internacional.

Sancho sitúa a sotavento, en la playa, la lona de su paramotor. Espera la racha adecuada y tirando de los hilos logra que se infle y ascienda. Con la maneta que pulsa con su mano izquierda inicia el ronquido de la hélice que, como una mochila, lleva a sus espaldas. Colgado de su arnés, el bidón de combustible, con la cantidad justa para el vuelo. No más, la inercia dificulta el vuelo.

Sancho eleva el vuelo por encima de las olas, de la arena, de los talleres, del paseo, igual que antes lo ha elevado sobre los riscos de la Capadocia turca, de los bosques de Mali, de las costas de Mozambique, de las ciudades y paisajes de medio mundo.

La lona del paramotor de Sancho guarda en los interiores de su tejido los vientos del poniente, del levante, de los cinco continentes. Vientos favorables y desfavorables que le han llevado de los más altos vuelos a las más terrenales caídas.

El tejido de la lona del paramotor de Sancho transporta también las miradas alucinadas de miles de puntos que desde abajo observamos su vuelo.

Mucho peso para la lona de Sancho.

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Personas en la niebla.

La niebla que llega del mar tiene su espacio fijo en el amanecer de Sidi Ifni. La gimnasia matutina también. Hoy la bruma era especialmente espesa. La fila de chicos que sigue a Pablo es hoy más compacta, menos estirada, son menos quienes dejan que la distancia con el compañero de delante se amplíe. Hoy hace falta la referencia de la espalda del compañero para no perder el rumbo. Como en la carrera de las mañanas, cada uno de los chicos busca durante el viaje la referencia de alguno de los otros. La espalda del compañero como faro para llegar, dentro de unos días, al final de la carrera.

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Despacho con personal adjunto.

Yo imagino estas líneas, sentado en el breve paseo que da al Atlántico. El sonido de las olas, la visión de los chicos practicando surf, el té en la mesa, y las manos de Marina, una de las chicas de la expedición, tecleando en el ordenador. Yo pienso mejor sin tener que luchar con mis torpes dedos en el teclado y ella maneja con mucha más soltura el asunto mecanográfico. Nunca he tenido un despacho más acogedor.

Ni una secretaria que aporte más ideas.

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La coiffure.

Las chicas ya no son unas camisetas sucias coronadas por trenzas y recogidos. Unas a otras se han lavado el pelo, se han peinado y han extraído los camiones de arena que transportaban en sus cabezas. Las melenas que habían desaparecido en Madrid han llegado como si hubieran sido transportadas hasta Sidi Ifni por el barco que, cuando la ciudad era española, abastecía a la localidad desde Canarias.

No ha sido fácil, las condiciones todavía no son las ideales, pero tampoco lo eran para el barco que, sin un fondeadero fijo y a merced de importantes corrientes, debía echar al agua chalupas que, a fuerza de remo, llevaban el alimento y los suministros hasta la playa.

Pertrechos que eran recibidos como tesoros por la población, así como ahora las melenas de las chicas parecen mucho más sedosas y hermosas que en Madrid.

Aunque no lo sean.

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Cuando se apaga la voz.

De vez en cuando se aprecia que el bullicio y el griterío de los chicos no es el mismo que hace unos días. El más filósofo dirá que la solemnidad, el silencio, la enormidad, lo milenario de estas tierras ha penetrado en el espíritu de la expedición. Los más prosaicos, sin embargo, entre ellos los médicos, dicen que el cansancio, las diferencias de temperatura, y el contraste entre la sequedad del desierto y la humedad de la costa han hecho mella en las gargantas de muchos de nosotros.

No son raros los casos de chicos que te indican por gestos que se han quedado sin voz. Las gargantas inflamadas no son pocas.

Aunque a la medicina científica se une, en la curación de estos casos, la atracción del taller de surf: varios juran que ya no les duele y que en unas pocas horas se encontrarán totalmente curados. Los monitores les escuchan con escepticismo y no les permiten jugar con las frías aguas del Atlántico.

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Por si acaso.

A unos kilómetros al sur de Sidi Ifni existe una amplia playa con enormes y espectaculares salientes de roca horadados, erosionados por el viento y el agua. La franja de arena, extensa, refleja en la puesta de sol el cielo que arde. Las furiosas olas, chocando ensordecedoras contra formaciones rocosas que se adentran en el mar, recuerdan a la expedición que observa el espectáculo que ese agua, esas olas, son el Océano Atlántico. Grande, fuerte, impío.

Por si lo habíamos olvidado.

Por si acaso.


Crónica 2
Álvaro Torres Salas

En nuestra segunda noche en Sidi- Ifni nos hemos vuelto a despertar por la llamada a la oración a las cinco de la madrugada. Oímos con la misma fuerza que el "buenos días" de Pablo. Sin embargo, me he vuelto a dormir enseguida y eso me ha hecho darme cuenta de la capacidad de adaptación que hemos conseguido ya a base de dormir prácticamente cada noche en un sitio distinto y en diferentes condiciones, porque ya he tomado el canto como algo rutinario a pesar de ser tan sólo el segundo día aquí.

Ya a la mitad de este viaje son varias las cosas con las que he podido pararme a pensar. A algunas, como las sonrisas permanentes de los niños o la hospitalidad de la gente que no tienen a penas nada, pero sin embargo te lo agradecen todo. Ya me voy acostumbrando a pesar de lo chocante que resulta.

Pero hoy he sentido una nueva sensación que en realidad no tiene mucho que ver con la diferencia cultural y hemos aprendido a relacionarnos con la cooperación y el desarrollo que estamos tratando, pero que yo considero tan importante cono ellas o más.

Ha sido durante el tiempo libre de después de los talleres matinales, cuando he mirado a mi alrededor y he visto que ya conocía prácticamente a todos mis compañeros. Esto me ha hecho sentirme como en casa, ya que la convivencia ha hecho la confianza. Y así la morriña que a veces siento se hace más leve gracias a la amistad.

Aún así, hay ocasiones en las que se intensifica. Esta misma tarde, en la playa con una paisaje embriagador y el haber estado completamente solos en ella ha hecho que me sintiera aislado del mundo y que recordara el bullicio de Madrid, tan lejano de aquí, el lugar más al sur de nuestra expedición.

A pesar de todo, cada día siento más ilusión por continuar con esta aventura que, sin duda, es una experiencia que no podría volver a repetir en la vida. Por eso aprovecho cada segundo.


Crónica 3
Guillermo del Moral

Comenzamos el día con el ejercicio diario. Una vez terminamos nos damos un refrescante baño en la playa de Sidi-Ifni. Y para quitarnos la sal, nada mejor que una buena ducha.

Después de desayunar comenzamos los talleres ente los que destacan surf, rappel y tirolina. Una vez acabamos las actividades matutinas nos dieron de comer arroz con una deliciosa carne, que resultó ser camello. 

 

Tras un pequeño descanso después de comer hemos realizado una excursión a una playa preciosa en la que hemos disfrutado de un impresionante atardecer.


Crónica 4
María Sánchez Moreno

Parece que hoy es un día del que no hay mucho que contar. Un día relajado, un día tranquilo...

El ritmo que llevamos y el constante cambio de ciudades no nos deja darnos cuenta de dónde estamos realmente, y de lo que esto supondrá para cada uno de nosotros.

De entre todos los lugares visitados, Sidi Ifni es uno de los que más me ha acercado a la realidad de las personas.

Anoche estuve un rato hablando con un local marroquí, aunque a él no le guste decirlo.

Dice que es de Santa Cruz de la Mar Pequeña y que su abuelo fue militar español. Intenta acercarse a nosotros a toda costa. Tiene veinte años.

María: ¿ Has estado en España?

Morad: En el País Vasco.

María: Y, ¿Cómo llegaste allí? ¿Fuiste de vacaciones?

Morad: Ya sabes, vamos a Canarias en pateras y desde allí ya partimos...

(después de pensarme mucho qué decirle, le pregunto si no tiene miedo)

Morad: Sí, bueno, es peligroso... hay peces muy grandes que se acercan a la patera, pero echamos gasolina y se van rápido. No pasa nada. Tardamos dos días. Además mi amigo es jefe de la patera.

Cuado alguien quiere irse de aquí, preparamos una y vamos todos al mar. No sé si moriré hoy; a lo mejor mañana. No nos preocupa. Ahora lo importante es nuestra alma.

Al día siguiente Pablo nos despierta y da la sensación de que todo se olvida. Yo continúo mi día sabiendo que gente de mi edad arriesga sus vidas, intentando encontrar felicidad por cualquier parte.

Dentro de diez días me volveré a encontrar en mi casa, con mi gente, rodeada de los lujos cotidianos: agua, comida, cama...

Pero cuando vuelva a dar la mano a alguien, se la daré habiendo descubierto que detrás de cada persona hay una historia diferente: una historia que me incluye.

 




 
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