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JORNADA 14. 2 de septiembre de 2009
Crónica 1
Ramón Huarte
Cronista Oficial MRS 2009
Servicio doméstico.
No sé cuántos de los chicos se habrían lavado la ropa a mano
antes de comenzar este viaje. Quizás me equivoque y sean muchos, pero seguro
que hasta ahora muy pocos lo habían hecho en tal cantidad y con tal sensación
de necesidad. Las barandillas de las terrazas de "La suerte loca" sostienen
centenares de prendas de vestir lavadas a mano. Los expedicionarios han de
aprovechar la conjunción de varias circunstancias, conjunción que sucede de
manera poco habitual: Agua para lavar, momentos para hacerlo, y tiempo de
estancia suficiente para que se seque.
La habilidad para lavar se supone, la habilidad para tender
salta a la vista: Cualquier hueco es aprovechado. En el amanecer de Sidi Ifni, entre la bruma
atlántica, el edificio del hotel, plagado de trapos, parece un velero que, de
forma inversa, navegue desde la tierra hacia el mar.
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Whisky del Sáhara.
Dicen que una de las mayores preocupaciones de los
corresponsales de guerra es encontrar cualquier lugar donde adquirir alguna
botella de alcohol. Nosotros, en el desayuno, bebemos con deleite el "Whisky del Sáhara".Así llaman al
dulce y ardiente té dulce y aromático típico de Marruecos. A juzgar por la
temperatura a la que lo sirven, se le puede llamar, efectivamente, "agua de
fuego".
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Cobro a 90 días.
En Sidi Ifni
continúan los talleres. La estrella es el taller de surf,
y la evasión hacia la playa, desde todos los grupos, es evidente. Sin embargo,
el taller de radio continúa trabajando con el núcleo duro. Mi equipo comercial
ha logrado "vender" a León, el responsable de las grabaciones de vídeo, una
cuña de publicidad para nuestro programa. El precio, tres botellas de agua
fría. Ya se nos pagará. Nuestro cliente del primer programa, Jaime Martínez De Ubago, monitor y arquitecto, todavía no nos ha pagado los Colacaos que se acordaron como precio de la cuña
publicitaria que nos encargó. La radio MRS como la radio misma, el cierre de
cuentas se encuentra con dificultades.
Sin embargo, y como en la radio de verdad, el periodista es
mejor tratado por quienes les entrevistan, quizás para asegurarse el buen trato
recíproco: Elsa, reportera del taller de radio, entrevista a Javier De Miguel,
responsable de los autobuses, y a Pablo "Clicli",
monitor, ambos expertos en la conducción por el desierto. Mientras les
entrevista, ellos le invitan a tarta de limón y de chocolate. Elsa, periodista
incorruptible, acepta los regalos, pero desarrolla luego su reportaje como lo
tenía planteado desde un principio.
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Espacio aéreo internacional.
Sancho sitúa a sotavento, en la playa, la lona de su paramotor. Espera la racha adecuada y tirando de los hilos
logra que se infle y ascienda. Con la maneta que pulsa con su mano izquierda
inicia el ronquido de la hélice que, como una mochila, lleva a sus espaldas.
Colgado de su arnés, el bidón de combustible, con la cantidad justa para el
vuelo. No más, la inercia dificulta el vuelo.
Sancho eleva el vuelo por encima de las olas, de la arena,
de los talleres, del paseo, igual que antes lo ha elevado sobre los riscos de la Capadocia turca, de los
bosques de Mali, de las costas de Mozambique, de las
ciudades y paisajes de medio mundo.
La lona del paramotor de Sancho
guarda en los interiores de su tejido los vientos del poniente, del levante, de
los cinco continentes. Vientos favorables y desfavorables que le han llevado de los más altos vuelos a las más terrenales
caídas.
El tejido de la lona del paramotor
de Sancho transporta también las miradas alucinadas de miles de puntos que
desde abajo observamos su vuelo.
Mucho peso para la lona de Sancho.
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Personas en la niebla.
La niebla que llega del mar tiene su espacio fijo en el
amanecer de Sidi Ifni. La
gimnasia matutina también. Hoy la bruma era especialmente espesa. La fila de
chicos que sigue a Pablo es hoy más compacta, menos estirada, son menos quienes
dejan que la distancia con el compañero de delante se amplíe. Hoy hace falta la
referencia de la espalda del compañero para no perder el rumbo. Como en la
carrera de las mañanas, cada uno de los chicos busca durante el viaje la
referencia de alguno de los otros. La espalda del compañero como faro para
llegar, dentro de unos días, al final de la carrera.
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Despacho con personal adjunto.
Yo imagino estas líneas, sentado en el breve paseo que da al
Atlántico. El sonido de las olas, la visión de los chicos practicando surf, el té en la mesa, y las manos de Marina, una de las
chicas de la expedición, tecleando en el ordenador. Yo pienso mejor sin tener
que luchar con mis torpes dedos en el teclado y ella maneja con mucha más
soltura el asunto mecanográfico. Nunca he tenido un despacho más acogedor.
Ni una secretaria que aporte más ideas.
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La coiffure.
Las chicas ya no son unas camisetas sucias coronadas por
trenzas y recogidos. Unas a otras se han lavado el pelo, se han peinado y han
extraído los camiones de arena que transportaban en sus cabezas. Las melenas
que habían desaparecido en Madrid han llegado como si hubieran sido
transportadas hasta Sidi Ifni
por el barco que, cuando la ciudad era española, abastecía a la localidad desde
Canarias.
No ha sido fácil, las condiciones todavía no son las
ideales, pero tampoco lo eran para el barco que, sin un fondeadero fijo y a
merced de importantes corrientes, debía echar al agua chalupas que, a fuerza de
remo, llevaban el alimento y los suministros hasta la playa.
Pertrechos que eran recibidos como tesoros por la población,
así como ahora las melenas de las chicas parecen mucho más sedosas
y hermosas que en Madrid.
Aunque no lo sean.
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Cuando se apaga la voz.
De vez en cuando se aprecia que el bullicio y el griterío de
los chicos no es el mismo que hace unos días. El más filósofo dirá que la
solemnidad, el silencio, la enormidad, lo milenario de estas tierras ha penetrado
en el espíritu de la expedición. Los más prosaicos, sin embargo, entre ellos
los médicos, dicen que el cansancio, las diferencias de temperatura, y el
contraste entre la sequedad del desierto y la humedad de la costa han hecho
mella en las gargantas de muchos de nosotros.
No son raros los casos de chicos que te indican por gestos
que se han quedado sin voz. Las gargantas inflamadas no son pocas.
Aunque a la medicina científica se une, en la curación de
estos casos, la atracción del taller de surf: varios
juran que ya no les duele y que en unas pocas horas se encontrarán totalmente
curados. Los monitores les escuchan con escepticismo y no les permiten jugar
con las frías aguas del Atlántico.
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Por si acaso.
A unos kilómetros al sur de Sidi Ifni existe una amplia playa con enormes y espectaculares
salientes de roca horadados, erosionados por el viento y el agua. La franja de
arena, extensa, refleja en la puesta de sol el cielo que arde. Las furiosas
olas, chocando ensordecedoras contra formaciones rocosas que se adentran en el
mar, recuerdan a la expedición que observa el espectáculo que ese agua, esas
olas, son el Océano Atlántico. Grande, fuerte, impío.
Por si lo habíamos olvidado.
Por si acaso.
Crónica 2
Álvaro Torres Salas
En nuestra segunda noche en Sidi- Ifni nos hemos vuelto a despertar por la llamada a la
oración a las cinco de la madrugada. Oímos con la misma fuerza que el "buenos
días" de Pablo. Sin embargo, me he vuelto a dormir enseguida y eso me ha hecho
darme cuenta de la capacidad de adaptación que hemos conseguido ya a base de
dormir prácticamente cada noche en un sitio distinto y en diferentes
condiciones, porque ya he tomado el canto como algo rutinario a pesar de ser
tan sólo el segundo día aquí.
Ya a la mitad de este viaje son varias las cosas con las que
he podido pararme a pensar. A algunas, como las sonrisas permanentes de los
niños o la hospitalidad de la gente que no tienen a penas nada, pero sin
embargo te lo agradecen todo. Ya me voy acostumbrando a pesar de lo chocante
que resulta.
Pero hoy he sentido una nueva sensación que en realidad no
tiene mucho que ver con la diferencia cultural y hemos aprendido a
relacionarnos con la cooperación y el desarrollo que estamos tratando, pero que
yo considero tan importante cono ellas o más.
Ha sido durante el tiempo libre de después de los talleres
matinales, cuando he mirado a mi alrededor y he visto
que ya conocía prácticamente a todos mis compañeros. Esto me ha hecho sentirme
como en casa, ya que la convivencia ha hecho la confianza. Y así la morriña que
a veces siento se hace más leve gracias a la amistad.
Aún así, hay ocasiones en las que se intensifica. Esta misma
tarde, en la playa con una paisaje embriagador y el haber estado completamente
solos en ella ha hecho que me sintiera aislado del mundo y que recordara el
bullicio de Madrid, tan lejano de aquí, el lugar más al sur de nuestra
expedición.
A pesar de todo, cada día siento más ilusión por continuar
con esta aventura que, sin duda, es una experiencia que no podría volver a
repetir en la vida. Por eso aprovecho cada segundo.
Crónica 3
Guillermo del Moral
Comenzamos el día con el ejercicio diario. Una vez
terminamos nos damos un refrescante baño en la playa de Sidi-Ifni. Y para quitarnos la sal, nada mejor que una buena
ducha.
Después de desayunar comenzamos los talleres ente los que
destacan surf, rappel y tirolina. Una vez acabamos las actividades matutinas nos
dieron de comer arroz con una deliciosa carne, que resultó ser camello.
Tras un pequeño descanso después de comer hemos realizado
una excursión a una playa preciosa en la que hemos disfrutado de un
impresionante atardecer.
Crónica 4
María Sánchez Moreno
Parece que hoy es un día del que no hay mucho que contar. Un
día relajado, un día tranquilo...
El ritmo que llevamos y el constante cambio de ciudades no
nos deja darnos cuenta de dónde estamos realmente, y
de lo que esto supondrá para cada uno de nosotros.
De entre todos los lugares visitados, Sidi
Ifni es uno de los que más me ha acercado a la
realidad de las personas.
Anoche estuve un rato hablando con un local marroquí, aunque
a él no le guste decirlo.
Dice que es de Santa Cruz de la Mar Pequeña y
que su abuelo fue militar español. Intenta acercarse a nosotros a toda costa.
Tiene veinte años.
María: ¿ Has estado en España?
Morad: En el País Vasco.
María: Y, ¿Cómo llegaste allí? ¿Fuiste de vacaciones?
Morad: Ya sabes, vamos a Canarias en pateras y desde allí ya
partimos...
(después de pensarme mucho qué
decirle, le pregunto si no tiene miedo)
Morad: Sí, bueno, es peligroso... hay peces muy grandes que se
acercan a la patera, pero echamos gasolina y se van rápido. No pasa nada.
Tardamos dos días. Además mi amigo es jefe de la patera.
Cuado alguien quiere irse de
aquí, preparamos una y vamos todos al mar. No sé si moriré hoy; a lo mejor
mañana. No nos preocupa. Ahora lo importante es nuestra alma.
Al día siguiente Pablo nos despierta y da la sensación de
que todo se olvida. Yo continúo mi día sabiendo que gente de mi edad arriesga
sus vidas, intentando encontrar felicidad por cualquier parte.
Dentro de diez días me volveré a encontrar en mi casa, con
mi gente, rodeada de los lujos cotidianos: agua, comida, cama...
Pero cuando vuelva a dar la mano a alguien, se la daré
habiendo descubierto que detrás de cada persona hay una historia diferente: una
historia que me incluye.
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