Fuente: El Faro Digital
La Hermandad de Veteranos de las Tropas Nómadas del Sáhara Español celebra todos los años su reunión anual en una ciudad de España y, este año, ha elegido hacerlo en Ceuta, donde están realizando diversos actos.
La Hermandad es una asociación integrada por los antiguos componentes de la Policía y de la Agrupación de Tropas Nómadas, así como sus esposas, viudas e hijos, que vivieron en la provincia del Sahara Español. Esta unidad estaba compuesta por personal de Infantería, Caballería, Ingenieros y Artilleros y se encargaba de patrullar, a camello o en vehículo, los extensos y áridos terrenos de aquella provincia. Una de sus funciones principales era la de vigilar las fronteras imprecisas con Marruecos, Argelia y Mauritania, controlando el nomadeo y facilitando información sobre el nivel de las aguas en los pozos y la existencia de leña. El fin de estas informaciones era que las tribus nómadas siempre encontraran la materia que necesitaban para vivir con su familia y su ganado durante su largo caminar por el desierto.
Todas las potencias europeas que han tenido colonias han encuadrado en su ejércitos unidades indígenas de gran eficacia y rendimiento. España también contó con una propia. La actuación de las Tropas Nómadas se desarrolló en un ambiente desértico y aislado y que fomentó la convivencia. Su espíritu de trabajo consistía en no estar nunca satisfechos con su trabajo y es por ello que algunos aseguran que debería estar incluida entre las de élite del Ejército español. Esta Unidad se disolvió en 1975, cuando España deja la administración del Sáhara. Es, por tanto, la última unidad indígena del Ejército español y, posiblemente, también la última de todos los ejércitos europeos.
Los los participantes en este encuentro están llevando a cabo diversos actos entre los que destaca el arriado de bandera que realizaron ayer por la tarde, la conferencia en el Casino Militar sobre el Sahara y los nómadas, también realizada ayer, una exposición con fotos, mapas y recuerdos de la época (visitable en el Casino Militar), una recepción por parte del presidente de la Ciudad Autónoma, Juan Jesús Vivas Lara, y la realización de una visita turística a la ciudad, una excursión a Marruecos, su asamblea de socios y un acto militar en el acuartelamiento González Tablas. Muchas de estas actividades se desarrollarán durante los días de hoy y mañana.
El Aaiún, capital del Sáhara español en la época
Aquellas primeras edificaciones en forma de huevo construidas por el capital Alonso Allustante en el lugar conocido por los naturales como el Aaiún llegaron a convertirse en una población de cierta entidad y a constituirse como capital del territorio. Se trataba de una ciudad pequeña con unas señas de identidad muy específicas por razón de su entorno. Similar a algunos pueblos españoles por la blancura de sus casas, lo diáfano de su suelo y lo reducido de su población. Las viviendas se construían en forma de catenárico o con el techo en bóveda y la el carácter militar estaba siempre presente, incluso entre aquellos que no tenían relación con la milicia.
El Aaiún creció al amparo de los cuarteles, que eran parte de su estructura urbana, pudiéndose enumerar un buen número de acuartelamientos como el del Regimiento Mixto de Ingenieros, el del Grupo Regional de Intendencia, Automóviles, Parque de Artillería y Sanidad. Mención especial merece la construcción de un conjunto de barracones de aspecto deplorable y un interior no menos lastimoso que era conocido como ‘Villa Latas’. En las afueras de la misma destacaba la presencia de la base aérea, que daba la bienvenida a la población, y con el tiempo la base de helicópteros.
El desierto y sus recuerdos
La vida en el desierto del Sáhara no fue fácil para los miembros de las
Tropas Nómadas, aunque ellos sólo guardan buenos recuerdos y los
cuentan con una gran sonrisa en la boca. Algunos de los participantes
compartirán este fin de semana aquellas experiencias con sus antiguos
compañeros, sus familiares y sus amigos, todo ello en el marco de el
encuentro anual de la Hermandad de Veteranos de las Tropas Nómadas del
Sáhara Español, que se está celebrando en Ceuta. Manuel Lancha, antiguo
teniente coronel, José Luis Gutiérrez, que fue sargento, y José García
Bonifacio, que también llegó a sargento y fue uno de los fundadores de
la Unidad, son tres ejemplos del espíritu con el que los militares
vivieron aquellos años.
El mariscal de Francia, Lyautey, dijo en una ocasión sobre los
militares destinados en África que “no hay uno sólo entre los
tenientes, jefes de destacamento o de reconocimiento, que no desarrolle
seis veces más iniciativa, más esfuerzo, más voluntad y más
personalidad que un oficial en Francia durante toda su carrera”. Los
tres militares que hablaron con ‘El Faro’ son claros ejemplos de esto y
sus vivencias en el desierto así lo demuestran.
José Luis Gutiérrez recuerda que “hacíamos labores de vigilancia de la
frontera a camello”. Su grupo se encargaba de custodiar un terreno de
800 kilómetros cuadrados, en concreto él patrullaba en la zona de
Smara, y para ello recorrían las tierras del Sáhara durante 15 días sin
parar. Cada patrulla se componía de 11 personas, tres europeos y ocho
nativos. Las duras condiciones de trabajo cotidianas se reflejan en que
“cada dos días, aproximadamente, encontrábamos un pozo y aprovechábamos
para lavarnos y guisar, aunque la mayoría de las veces se trataba de un
pozo de agua salada y no quedaba más remedio que crearse el pozo uno
mismo”. Las largas noches en el desierto tampoco se han borrado de la
mente de este veterano. “Estuve casi todas las noches durmiendo en el
desierto, menos cuando había relevo para descansar en Smara. El resto
de noches las pasábamos en la mullida arena”, explica.
En aquellos
años también hubo tiempo para hacer actos heróicos. Gutiérrez contó que
en una ocasión “tuve que hacer una medio operación en la cabeza de un
niño nativo que se había caído de un camello”. El sistema que
utilizaban las personas de la zona para cerrar las heridas era poner
sobre las mismas un cuchillo al rojo vivo. “Lo único que pensaba en ese
momento era en salir de aquel sitio. Finalmente, con agua caliente le
limpié toda la herida, le puse una pomada que fabriqué yo y le cerré la
herida. El chico tenía más daño hecho por el cuchillo que por la
herida”, comenta. “El niño tendría 8 ó 9 años y me sorprendió que no le
sentí ni el amago de hacer una queja. Era duro como un pedregal”,
concluye.
Para José García Bonifacio, esta Unidad fue una importante
parte de su vida. Él fue al desierto cuando apenas tenía 16 años de
edad. “A mi me gustaba tanto el desierto que cuando salí de allí me
apunté al Grupo de Tiradores de Ifni y luego, como era paracaidista,
volví automáticamente a Aaiún”, recuerda. “El desierto para quererlo
hay que vivirlo. Yo me he comedo miles de latas de sardinas y lo he
pasado muy mal a veces, pero mi recuerdo de aquello es de maravilla”,
dice. Bonifacio habla con pasión de las ciudades en las que estuvo, de
sus vivencias e incluso de los nativos. “Era gente muy acogedora”,
asegura. Por desgracia, los nativos no eran los únicos seres vivos con
los que tenían que convivir. Alacranes, tarántulas, escorpiones,
guepardos, serpientes, gacelas, águilas y las temidas lefas, que son
unas rápidas serpientes muy pequeñas que se escondían bajo la arena
para atacar. “Las personas de la zona no las mataban, cuando las
encontraban las rodeaban por el miedo que le tenían. Y a los camellos,
las lefas los mataban si se les enganchaban”, cuenta el antiguo
sargento.
El camello era el animal con el que más tiempo convivían y
a veces les cogían cariño. Manuel Lancha recuerda que él tuvo “el único
camello entero que había en toda la agrupación. Se llamaba Felipe”,
recuerda mientras mira las fotos del animal. Lancha afirma que ‘Felipe’
participó en “la única cabalgata de Reyes Magos que se ha realizado en
el Sáhara en todos los tiempos. Entramos en la ciudad de Smara vestidos
como Melchor, Gaspar y Baltasar repartiendo regalos tanto a los niños
saharauis como a los nuestros. Esto fue en el año 1966”. “Este animal
nos hacía mucha compañía”, concluye.
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