Fuente: Rincón del aviador (Ejército del Aire. Mº de Defensa)
Avión Casa 2111 denominado Pedro
La guerra ignorada o el conflicto de Ifni-Sahara significó
para el Ejército del Aire un enorme esfuerzo tanto en lo
material como en lo humano, diez bajas así lo atestiguan: un
capitán, tres tenientes, un alférez de las milicias
universitarias, tres sargentos y dos cabos primeros. Nuestras
tripulaciones no pueden disponer de lo más granado de la ayuda
americana, los Sabres y han de conformarse con el uso del excedente
alemán de la Guerra Civil, los renovados Heinkel HE-111, los
famosos Pedros, los Messerschmitt, más conocidos como Buchones y
los Junkers JU-52, empleados estos últimos no sólo como
medios de transporte, sino de reconocimiento y hasta de bombardeo. La
precariedad del material y el atraso tecnológico afectaron a la
mayor parte de las operaciones aéreas llevadas a cabo durante la
campaña, por lo que se tuvo que suplir muchas veces con el
ingenio.
Todavía se recuerda como durante el asedio al zoco de
Tiluín, el capitán piloto Iturrate y su copiloto,
Villalba, se las ingeniaron para lanzar un bidón de 200 litros
de gasolina al que le colocaron como espoleta una granada POIII, aunque
todo hay que decirlo, estos bombardeos llevaban más acierto
moral que efectividad, todo ello, con el objeto de mantener alto el
espíritu entre los numerosos soldados y sus familias que
quedaron cercados en los distintos fortines y puestos, a lo largo y
ancho de Sidi-Ifni, por las bandas del Ejército de
Liberación Marroquís. Así no era extraño
que los JU-52 llegasen con el fuselaje completamente perforado por los
disparos de fusilería de los rebeldes.
Tal vez el papel desempeñado por el Ejército del Aire
no ha merecido el mismo espacio tipográfico que otras unidades.
Sin embargo, las cifras hablan por sí solas: 2.179 salidas,
6.694 horas de vuelo, misiones de transporte, 1.237, víveres y
municiones lanzadas, 20.400 kilogramos, víveres y municiones
transportadas, 915.000 kilos, heridos evacuados, 224, paracaidistas
lanzados, 427, hombres transportados, 6.263, misiones de apoyo, 367,
bombas lanzadas, 3.083, cartuchos disparados, 54.395, cohetes lanzados,
294, bombas de 81 milímetros, 1.258, misiones de reconocimiento,
328, misiones de enlace, 71, misiones de evacuación sanitaria,
40, misiones de lanzamiento paracaidista, 34, misiones de
abastecimiento aéreo, 33, misiones de salvamento, 33.
Ante el agravamiento de la situación, el Estado Mayor del
Ejército ordena rápidamente el despliegue del Primer
Escuadrón paracaidista del Ejército del Aire el 7 de
diciembre de 1957. El mismo parte de su base de Getafe a bordo de una
treintena de aviones y con el apoyo de la compañía Iberia.
Nada más llegar a Sidi-Ifni, donde permanecerán cuatro
meses se le asignan los puestos que han de cubrir. Pero la calma es
breve, el día 8 de diciembre participan en su bautismo de fuego,
en Bugasdir, donde sufren su primer ataque por parte de las bandas
rebeldes del Ejército de Liberación de Marruecos.
El recién creado Escuadrón paracaidista participa en
dos hechos de vital transcendencia como son la liberación de
Smara y el lanzamiento sobre La Hagunia, en la operación
Morabito.
La que es conocida como la capital santa del Sahara, Smara, ve
llegar el 10 de febrero de 1958 a la segunda escuadrilla del
Escuadrón paracaidista, que salta desde los aviones North-Atlas,
proporcionados por los franceses, a unos 200 metros de altura. Desde
tierra son recibidos con fuego de fusilería por parte de
más de 300 rebeldes.
Ocho días después 133 paracaidistas del
Ejército del Aire volverán a saltar sobre La Hagunia para
evitar la retirada del enemigo. Las dos compañías tratan
cortar la retirada de los rebeldes que huyen hacia el norte de
Marruecos por los pasos del Dra, en Tarfaya. Dos
compañías al mando del teniente coronel Muñoz son
lanzadas sobre la confluencia del Uad Marmuza con el Echdari donde han
de encontrarse con las columnas que suben desde Gaada y Daría.
Mientras se intenta mantener los principales puestos, el Estado
Mayor del Ejército ordena el repliegue de aquellos que a todas
luces representan un riesgo para sus moradores, sobre todo los del
interior. El Ejército del Aire se multiplica. Así
establece un puente aéreo desde Villa Cisneros hasta el
Aaiún para trasladar a la IV Bandera de La Legión. Desde
el Aaiún hasta Sidi Ifni se envía a la VI Bandera del
Tercio.
El Ejército del Aire tiene en esos momentos cuatro
aeródromos en la zona del conflicto. Sidi Ifni, Cabo Juby, donde
hay una guarnición de 138 militares, el Aaiún y Villa
Cisneros, con 54 soldados de Aviación.
La Zona Aérea de Canarias y África Occidental (ZACAO)
multiplica sus esfuerzos y la base aérea de Gando, en Las Palmas
de Gran Canaria acoge entre otros, a dos escuadrones de transporte
JU-52 y a un escuadrón de bombardeo con Heinkel HE-111.
Operaciones como Siroco, Pegaso, Netol, Teide, Gento o Águila,
serían inviables sin la participación del Ejército
del Aire.
Este esfuerzo pasa factura y el 8 de mayo de 1957, un JU-52 con
paracaidistas a bordo sufre un accidente y se estrella en las
cercanías del aeródromo de Ifni con el triste balance de
8 paracaidistas muertos.
El 11 de agosto de 1957, un Heinkel 111 del Ala 36 de Gando, que
había despegado para una misión de reconocimiento sobre
el puesto de Tiugsa, que sufrió un ataque el día
anterior, cae al mar entrada la noche cuando regresaban a Ifni. La
tripulación formada por el capitán Alberto Antón
Ordóñez, alférez de la Milicia Aérea
Universitaria, Antonio Sánchez Barranco, sargento
mecánico, Manuel Moure Álvarez, sargento radio, Jaime
Moreno Amores y el cabo primero bombardero, Ángel Maniega
Herrera, junto con el capitán de Infantería, José
Alvárez Chas, pierden la vida.
El alférez, Antonio Sánchez Barranco es uno de los
cinco caídos de las Milicias Universitarias a lo largo del
conflicto ifneño. El alférez Sánchez Barranco
nació en Melilla en 1933. Cursó estudios de Perito
Industrial los cuales amplió en Staford (Reino Unido).
El conflicto va tocando a su fin y las anécdotas se jalonan a
lo largo del mismo. Entre estas sobresalen las de los famosos
lanzamientos de bombas improvisadas de 50 kilos, con una espoleta de
hélice y que requerían ser arrojadas desde una altura
mínima de 3.000 pies para que funcionasen.
O el caso del entonces comandante del Grupo Nómada de Villa
Cisneros y a la vez delegado del Gobierno, comandante Troncoso Palleiro
que durante un vuelo de reconocimiento a bordo de un JU-52 sobre
Tichla, observó que en el puesto aún ondeaba la bandera
española. Ante ello, ordenó al teniente piloto que tomara
tierra. Tras un tira y afloja acerca de si era conveniente el
aterrizaje, el piloto enfiló la pista de tierra con motores en
marcha y cual sería la sorpresa de los viajeros del Junkers, al
ver salir del fuerte a un sargento nativo y diez de su hombres que
formaron y dieron las correspondientes novedades.
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