Fuente: El Imparcial
Legado póstumo de un coronel
Si a medio plazo no se resuelve el conflicto del Sahara occidental y
se estabiliza la situación en el Norte de África, existe un serio riesgo
de destabilización y de daño irreversible a la seguridad euro-magrebí.
Este es el mensaje póstumo del coronel marroquí Mohammed Boughdadi, que
ha servido durante años en el mando sur de las Fuerzas Armadas Reales, y
del que se edita en breve su libro en español: “Mirada sobre la
seguridad euro-magrebí frente a los desafíos saharianos”.
Para el autor, que posee un amplio curriculum profesional —desde su papel en las negociaciones hispano-marroquíes para la devolución de Sidi Ifni al Reino marroquí, hasta sus cursos de estrategia y geopolítica en la escuela del Estado Mayor de Kenitra— el conflicto nació como subproducto de la guerra fría, pero con el tiempo ha terminado convirtiéndose en un factor de riesgo, que afecta a las relaciones entre Europa y el Magreb.
“El éxito de un sistema de seguridad euromagrebí, sostiene, implicará un orden tanto social y cultural como institucional y económico. La política seguirá después por efecto de arrastre". El coronel marroquí desmenuza en su libro "los intereses y sensibilidades de unos y otros", de la Unión Europea, de la Unión del Magreb, de los Estados Unidos, de los países árabes, de África.
La visión americana
Boughdadi observa la ingerencia americana de facto en un conflicto
en el que en un principio no estaban en cuestión sus intereses
estratégicos, pero del que puede sacar beneficio. Se interroga por
ejemplo sobre los objetivos últimos del programa llamado Iniciativa Pan
Sahel, por el que Washington se ha implantado militarmente en el Sahel.
Porque analizando la historia de EEUU en el último siglo, el autor
observa que "para Washington, la guerra siempre ha tenido como objetivo
la conquista, la ocupación, la transformación, la sumisión y la
explotación económica y geopolítica".
Como apunte de trabajo futuro, el coronel sostiene que para hacer
frente al monopolio planetario de EEUU surgido tras el fin de la Guerra
fría, hacen falta "conjuntos continentales y específicos que estén en
condiciones de instaurar una estabilidad universal". La UE es uno, la
incipiente alianza China-Rusia es otro, la formación de gigantescos
polos asiáticos un tercero. El Magreb está obligado a seguir estos
pasos, si quiere sobrevivir, señala.
Frente a la visión americana, militarista y hegemónica,
Boughdadi opone una visión europea "democrática, de respeto a la Ley y a
la ética humanitaria". Es con esta Europa del siglo XXI que el autor
propone engarzar al Magreb unificado. De hecho, el Magreb o la Liga
Árabe, lo que piden a Europa "no es que se ponga de su lado", sino del
de la legalidad y las resoluciones de la ONU, en los conflictos que
afectan al mundo árabe, en especial el de Palestina. Aquí encaja la
cooperación mediterránea, embarrancada desde la Conferencia de Barcelona
de 1995.
La visión árabe
En lo que podemos considerar como su testamento político, Boughdadi
muestra una visión muy crítica de la realidad actual del mundo árabe,
"debilitado por la distancia entre dirigentes oligarcas y pueblos
sometidos", y en el que un 10% de la población controla el 90% de sus
riquezas. "Los emires del petrodólar, aturdidos por las riquezas que
atraen a las multinacionales, siguen siendo servidores fieles de
Occidente". Son los actuales regímenes árabes en parte « los
responsables del ascenso del fanatismo y del fundamentalismo islámico »,
sentencia. "Uno no se convierte en terrorista por principios
religiosos, sino porque sufre injusticias y humillaciones", afirma.
El autor cree posible sin embargo hacer frente a la estrategia de
hegemonismo estadounidense. “EEUU se apoya en Egipto para controlar el
canal de Suez y todo el valle del Nilo hasta el cuerno de África. Ha
convertido Arabia Saudita en una especie de procónsul para dominar la
península arábiga. Y tiene a Israel como enlace para vigilar Oriente
Medio. Ahora quiere implantarse en Argelia para tener hegemonismo en el
Magreb y en los países subsaharianos”. Frente a ello, algunos Estados
árabes ya han comenzado a implicarse en reformas, y cita el caso de
Marruecos. Es poco, pero es el camino a seguir.
Trasfondo histórico
En cuanto a la génesis del conflicto del Sahara y su presencia en la
historia moderna de Marruecos, el coronel de las FAR cree que después de
alcanzada la independencia a finales de los años 50, Marruecos no
planteó el asunto del Sahara en la ONU, pensando que había otras
prioridades. “Fue un error”, dice. “Un texto bien preparado por la ONU
sobre el estatuto de los territorios ocupados por Francia y España,
habría permitido a la 4ª Comisión pronunciarse en favor de Marruecos en
base al derecho internacional.
En la misma óptica los debates de Cintra de abril de 1958 entre
Marruecos y España para la recuperación de Tarfaya, “fueron mal
gestionados por los negociadores” marroquíes, que podían haberlos
extendido al Sahara Occidental.
La principal reivindicación de Marruecos entonces y después debería
haberse centrado en “los contornos del antiguo imperio de Mauretanea”,
anterior y posterior a los Romanos, edificado por los reyes beréberes, y
dislocado por el colonialimo a principios del siglo XX.
Por estas razones, Mohammed Boughdadi está convencido de que
para sensibilizar a la UE hay que tocarla en lo que más le preocupa hoy
en día: su defensa y seguridad desde el Sur del Mediterráneo. “La
inseguridad instalada en Argelia, los atentados en Marruecos y
Mauritania, los de Madrid del 11 de marzo de 2004 y los de Londres de
julio de 1005, las manifestaciones proislámicas en el Sahara africano
donde está confirmada la presencia de Al Qaeda, sus incursiones en las
diferentes regiones, los sucesivos golpes de Estado en Nuackchott, la
situación sin salida en Oriente Medio, son pruebas elocuentes y
desoladoras.
El hegemonismo estadounidense que el autor desmenuza sin
clemencia, no ha hecho más que alimentar el fenómeno del terrorismo que
va in crescendo. “La zona centroafricana representa un gran peligro que
debe vigilarse más de cerca y lo más rápidamente posible, ya que ofrece
facilidades de instalación para campos de entrenamiento por parte de
componentes subversivos y rebeldes, actualmente ya muy activos”.
El papel de un Magreb unido, tanto en el mantenimiento de la
seguridad en el Mediterráneo como en las relaciones euroafricanas, es
fundamental. “Sin una cooperación euromagrebí a todos los niveles, ambas
partes tendrán desagradables sorpresas si intentan actuar por
separado”.
“Este conflicto, el del Sahara, dice, que interesaba muy poco a
Europa, está situado en una zona tan estratégica como peligrosa, en el
corazón de una África que presenta intereses para los europeos y los
magrebíes”. Además constituye un obstáculo para hacer la unión del Magreb, que de no realizarse deja la parte Sur del Mediterraneo expuesta
a cualquier incertidumbre.
La marroquinidad
Boughdadi no oculta su convencimiento de la unidad indisoluble del
conjunto marroquí, “poblado históricamente por numerosas aportaciones
étnicas, religiosas y civilizacionales”; y cuyo pueblo de norte a sur
encontraría dificultades en averiguar quién es árabe puro, berébere
puro, judío puro, ibérico, italiano, fenicio o troyano. “Ha habido tanta
endogamia y tantas interconexiones entre regiones, que es difícil saber
quién es Saharaui y quién es Marroquí”. Es más, hasta las actuales
cofradías del Islam popular, son las mismas en el Rif, en Rabat, en
Marraquech o en el Sahara occidental.
Las reivindicaciones marroquíes para el autor, se justifican por los
lazos étnicos, históricos, sociopolíticos y jurídicos entre el Norte y
el Sur del país. De las seis dinastías que han reinado en Marruecos,
cuatro procedían de los confines del Sahara.
En base a un minucioso trabajo de investigación, el autor hace
un repertorio exhaustivo de las tribus que pueblan el Sahara, de sus
fracciones y subfracciones, de su implantación territorial, de sus
vínculos agnáticos en el resto del país, de su diversificación funcional y de los lazos transfronterizos. Marruecos, Argelia, Mauritania, Mali,
“están plagados de las mismas tribus”. Lo que hace recordar a Boughdadi
que el Sultán Mohamed V de Marruecos ya se opuso en su tiempo a la
cláusula implantada en la Organización de la Unidad Africana de “la
intangilidad de fronteras heredadas de la colonización”, porque suponía
aceptar las fronteras del colonizador pero dividir los pueblos y las
familias; y eso a la postre sería “el germen de guerras civiles entre
africanos”.
El libro póstumo del coronel marroquí ofrece además una
detallada recopilación de testimonios, de textos escritos, de
declaraciones, de reseñas procedentes de autores de la región y fuera de
ella, que proporcionan gran amplitud de miras y de perspectiva al
conflicto del Sahara. No lo limita a un enfrentamiento entre marroquíes y
saharauis, apoyados estos últimos por los argelinos. Eso, para el
autor, es reduccionista. El conflicto es complejo y posee un entramado
que penetra en todos los tejidos sociales de los países de la región.
También es meritorio el esfuerzo de Boughdadi en desmenuzar las
“razones” esgrimidas por el Frente Polisario y por Argelia, para
fundamentar sus posiciones. “Desde el nacimiento del Polisario, el
conflicto sahariano ha sido objeto de estudios, discusiones y mesas
redondas. Los analistas lo han visto bajo diversos ángulos: la
genealogía, la historia, la geografía, la ideología, la estrategia, la
política”. Es cierto que reúne todos estos criterios, estima, pero muy
pocos han estudiado sus fundamentos económicos.
¿Solución para todos?
Argelia piensa en el post-petróleo; y espera obtener una salida al
Atlántico gracias a una “república saharaui” que le sería devota, y que
más tarde se convertiría en una provincia argelina en el marco de un
federalismo.
Según el autor marroquí “Argelia es consciente de que un día se
acabará su petróleo, y entonces sólo las riquezas minerales del Sahara
argelino salvarán su economía”. Es una constatación pragmática. Y no
sólo están ahí las minas de hierro de Gara Djebilet, “de las más ricas
de Africa”; sino el plomo de Adrar y Ain Salah; el cobre de Tinezrouf,
de Tachmanant y de Tinzouaten; el manganeso y el tungsteno de Taghit; el
uranio en la región de Tamanrasset. “Argelia no posee actualmente
infraestructuras para llevar estos minerales a sus puertos
mediterráneos”. Construir un ferrocarril de 2000 kilómetros
incrementaría mucho los costos. Por ello, la solución idónea es
llevarlos al Atlántico.
Frente a esta “necesidad”, Boughdadi estima que Marruecos debería
proponer claramente a su vecino un acuerdo estratégico para transportar
estos minerales a puertos marroquíes, como por ejempo Tarfaya o más al
sur, Laayún o Bojador, “siguiendo el ejemplo del gasoducto
Argelia-España que atraviesa el norte de Marruecos” y cuyo
funcionamiento está garantizado frente a cualquier coyuntura.
Queda pendiente, de cualquier manera, la solución del conflicto en sí
mismo en base a la legalidad internacional. Pero que puede resolverse
por una de las dos vías que prevé el derecho internacional para estas
consultas: o el sufragio universal en el que participa toda la población
— imposible de llevarlo a cabo en el Sahara, sostiene -, o el voto por
medio de representantes de los diversos sectores que representan el
pueblo.
En un esfuerzo de compatibilizar los diferentes aspectos de este
programa de futuro, Boughdadi propone llevar las
discusiones/negociaciones en dos direcciones: marroquí-argelina para la
refundación del Magreb en base a la complementaridad económica y el
trasvase socio-cultural; y la “interna marroquí” para satisfacer las
aspiraciones de la población a la autonomía, al control de sus propias
riquezas, a la democracia y al autogobierno. Estas negociaciones “deben
ser llevadas a cabo con todos los saharianos, los del interior (los
unionistas, que son mayoritarios) y los del Polisario, que son
minoritarios. Sin embargo hay que señalar que estas negociaciones
saldrán adelante si Argel se mantiene al margen”.
En definitiva, lo que propone en su obra póstuma Mohammed Boughdadi
es una Hoja de Ruta para resolver el conflicto que paraliza el Magreb,
el del Sahara Occidental. Una hoja de ruta que sabe que tiene
detractores tanto en Marruecos, como en Argelia o Mauritania, o en el
seno del movimiento independentista; pero que también tiene
apoyossuficientes en toda la región, incluído en Argelia y el Polisario.
Un libro éste que sin duda dejará huella y que los historiadores,
sociólogos, economistas y políticos, apreciarán.
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