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Fuente: Revista General de Marina, marzo de 2008.
Factores geográficos
Los territorios del AOE en 1956 comprendían el enclave de Ifni, de
plena soberanía española, de terreno montañoso y propicio a la guerra de
guerrillas; la zona sur de nuestro protectorado marroquí, franja
comprendida entre el río Draa y el paralelo 27o 40’ (actual provincia
marroquí de Tarfaya), y el Sáhara español, que se extendía desde dicho
paralelo hasta cabo Blanco. El Sáhara español al sur del mencionado
paralelo nunca había sido dominado por Marruecos ni había formado parte
de su territorio.
En el extenso AOE, con más de 260.000 km2 y con una costa de más de
500 millas, no había en 1956 más puerto que el de Villa Cisneros, con un
muelle para barcos de poco calado y grúas de descarga. En La Sarga, al
sur de la península de Río de Oro, donde se encontraba Villa Cisneros,
podían varar nuestras barcazas K y desembarcar en la playa
vehículos y material pesado. En el resto del AOE había fondeaderos poco
abrigados donde podían permanecer al ancla barcos mayores y barquear su
carga a la playa aunque, debido a la fuerte resaca, estas faenas no
podían realizarse todos los días del año. En Ifni, las limitaciones eran
particularmente severas ya que la playa utilizable era sucia y
peligrosa para la varada de las barcazas K, únicas embarcaciones anfibias de que disponía la Armada antes de diciembre de 1957.
Aparte de esta playa de Sidi-Ifni, que constituía el acceso principal
por vía marítima al aislado territorio de Ifni, en el AOE las más
utilizadas eran las de Villa Bens en cabo Juby, en la zona sur de
nuestro protectorado marroquí, y la de Sidi Atzam o del Aaiún a unos 30
kilómetros de la ciudad de este nombre.
El Aaiún, con agua abundante, había pasado en poco tiempo de ser una
pequeña agrupación de jaimas a constituir una ciudad con todos sus
servicios, incluso con un aeropuerto. El Aaiún era la capital y la
ciudad más importante de todo el Sáhara español. Esta ciudad estaba
situada en lo que pudiéramos llamar ribera izquierda del hondo y seco
cauce de la Saguia El Hamra, ancha y larga cortadura con muchas
ramificaciones y recovecos donde se ocultaron al acecho más tarde bandas
armadas enemigas.
Por último, en el extremo sur de nuestra costa sahariana, en la
pequeña península de cabo Blanco que cierra la bahía del Galgo, se
encontraba La Güera, donde también se podía desembarcar. En dicha
península estaba el puerto francés de Port Etienne.
La playa de Sidi Atzam o de El Aaiún era por su situación el terminal
marítimo más importante del Sáhara español. En ella se desembarcaba el
personal y el material desde barcos que tenían que fondear a casi una
milla de la costa por la existencia de una barra de arena de situación
variable debido a los arrastres. Dicha barra obligaba a abordar la playa
por una canal situada entre piedras donde rompía la mar. El barqueo se
llevaba a cabo por medio de caleteras, pesadas lanchas así conocidas por
los marineros canarios que o eran remolcadas por botes a motor o
atravesaban el paso mediante una espía, hecha firme a un boyarín de
amarre, de la que entraban. La faena de tomar la amarra, espiarse y
abordar la playa esperando la ola requería destreza y audacia.
Los barcos tenían que enmendar con frecuencia el fondeadero para que
las anclas no se enterraran en el blando fondo de arena, lo que podía
dar lugar a que al levar faltara la cadena. Por otra parte, permanecer
al ancla frente a la playa de El Aaiún resultaba incomodísimo por la
frecuente y fuerte mar de leva con la que era preciso contar durante la
descarga.
Para desembarcar camiones y vehículos pesados se utilizaban las barcazas K que
llegaban de Las Palmas remolcadas por los RA (remolcadores de altura de
la Armada). Como los arrastres formaban lomas de arena o camellones, la
barcaza, a veces, varaba más lejos de lo conveniente, lo que hacía que
su popa rabeara con el riesgo de atravesar la embarcación a la mar y no
poder salir de varada. Si los camiones al desembarcar por la rampa de
proa de la barcaza encontraban aguas más profundas de lo debido, sus
motores se mojaban y se paraban. No pocas veces la marinería de los
equipos de playa tenía que desembarrancar, con picos y palas, camiones
hundidos en la arena hasta los ejes pese a los tirones dados por un
tractor remolcador.
Los prolijos pormenores descritos, que pueden extrapolarse a otras
playas del AOE, permiten formarse una idea de lo frágil que era el
cordón umbilical marítimo que proveía de todo lo necesario tanto a la
guarnición militar como a la población civil de la zona norte de nuestro
Sáhara.
Afortunadamente, en el AOE se contaba con pistas y aeródromos para
situar en ellos suministros y tropas aerotransportadas y sobre todo con
la cercanía de las islas Canarias, desde donde se podían enviar
refuerzos y prestar apoyo logístico a las unidades del Ejército que
guarnecían el AOE, aparte de permitir a nuestros barcos servirse de las
islas como base de operaciones, principalmente, del puerto militar de
Las Palmas con su Arsenal.
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