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Fuente: Revista General de Marina, marzo de 2008.
La demostración naval de Agadir
La orden de llevar a cabo esta demostración se cursó la mañana del 6
de diciembre de 1957. El mensaje del jefe de Estado Mayor de la Armada
dirigido al comandante general de la Flota decía: «Disponga V. E. que Méndez, Canarias, José Luis Díez, Gravina, Escaño y A. Miranda al
mando CA Jefe 3 División de la Flota hagan lo antes posible
demostración sobre Agadir, donde a corta distancia costa permanecerán
hasta nueva orden con artillería cubierta apuntando tierra para hacer
fuego recibida orden expresa Ministro de Marina. Sidi Ifni será punto de
concentración amanecida sábado siete». El mensaje fue descifrado a las
1330 horas del día 6 en el Canarias. Es obvio que, en principio, se autorizaba la penetración en aguas jurisdiccionales marroquíes. El puerto de Agadir se encontraba a unas noventa millas al NNE de Sidi Ifni. El Méndez, de los seis buques que iban a efectuar la demostración, era el único que se encontraba en Ifni. El Canarias estaba
atracado en Santa Cruz de Tenerife, donde había desembarcado el
comandante general de la Flota para emprender vuelo a Madrid, en donde
había sido convocado.
El AJEMA aclaró, en otro mensaje posterior, que la frase «artillería
cubierta apuntando tierra» debía entenderse en el sentido de que durante
la demostración se efectuarían ejercicios doctrinales de artillería en
periodos de tiempo que se consideraran oportunos.
El día 6 los destructores se encontraban desplegados de la siguiente forma: el Gravina en El Aaiún, el Díez en viaje de El Aaiún a Ceuta y los Escaño y Miranda navegando de Cádiz a Las Palmas. Todos desempeñando cometidos relacionados con la crítica situación de Ifni. El Canarias salió de Santa Cruz de Tenerife a las 1730 horas del 6 para, pasando por la Bocaina, aproar a Sidi Ifni.
En otro mensaje del jefe de Estado Mayor de la Armada, recibido a las
0045, se fijaba las 1000 del día 7 como inicio de la demostración, y se
concretaba que se harían dos pasadas frente a Agadir en las condiciones
señaladas.
El Canarias, desde el sur de Arrecife, aproó a Ifni a 25 nudos.
Como no podía llegar a tiempo para reunirse con los demás buques en
Ifni al amanecer del 7 y estar en Agadir a las 10, el almirante Meléndez
fijó un punto de encuentro situado a 15 millas al 200o de Agadir.
A las 0615 del 7 el Méndez Núñez, que había salido del
fondeadero de Sidi Ifni rumbo a Agadir, ya se había reunido con los
destructores. Hasta las 0910 no se avistaron el Canarias y el Méndez, ordenándose línea de fila en el siguiente orden: Méndez, Canarias, Díez, Gravina, Escaño y Miranda.
La formación quedó establecida a 1021, arrumbándose a Agadir. A las
1103 se inició la primera pasada hacia el norte a ocho nudos con rumbo
sensiblemente paralelo a la costa, en zafarrancho de combate y cañones
cargados apuntando a tierra por estribor. A las 1135 se invirtió el
rumbo por contramarcha pasando a 0,4 millas de la punta del muelle de
poniente el puerto de Agadir con los cañones apuntando por la otra
banda. A las 1218 se tocó retirada y a las 1712 se dislocó la fuerza,
dirigiéndose el Méndez y el Gravina a Sidi Ifni y el Canarias a Tenerife. Los otros tres destructores se dirigieron al fondeadero de La Bocaina para dar petróleo al Díez, que tenía que reanudar su viaje a Ceuta y Melilla.
Dada la premura con que hubo que actuar no fue posible concentrar
todos los buques participantes con antelación suficiente en el
fondeadero de Sidi Ifni para tener un intercambio personal de
impresiones con todos los mandos, como pretendía el almirante Meléndez y
aconsejaba la delicada índole de la operación. Por ello fue preciso dar
por radioteléfono —por los poco fiables TRN4 de HF y fonía—, en clave,
un extracto de la operación que se iba a ejecutar, ya que los
destructores desconocían los pormenores, corriendo el riesgo de que un
error de descifrado diera lugar a un incidente de consecuencias graves.
Como era obligado, se hizo hincapié en que no se abriría el fuego sin
orden expresa.
Como no se fijó la distancia a la que había que pasar de Agadir, el
almirante Meléndez decidió acercarse a 700 metros de la luz existente en
la punta del muelle de poniente del puerto. Como tampoco existían lo
que hoy llamamos «reglas de enfrentamiento», el almirante Meléndez
preguntó cómo tenía que reaccionar si se le disparaba desde tierra. Se
le contestó: «No es de esperar que ocurra lo que manifiesta. De ocurrir
se retirará fuera de alcance en espera
de instrucciones».
Durante la demostración se avistaron varios aviones, que de ser
hostiles hubieran supuesto un alto riesgo para la formación y para el
cumplimiento de la misión. Durante ambas pasadas se reconocieron el
hotel Gautier y el edificio Satas, así como la refinería con sus
depósitos de combustible hacia los que apuntaron amenazadoramente las
torres de proa del Canarias. En la parte moderna de la ciudad no
se vio tráfico alguno. En la zona de poniente se observó algún tráfico
de camiones y en el muelle algunos indígenas; uno de ellos impertérrito
con una caña de pescar en la punta del muelle. Desde el puente de estado
mayor del crucero Canarias vimos cómo en la ciudad empezaron a
izarse banderas multicolores. Eran los pabellones nacionales de
diferentes países mostrados por quienes pretendían poner de manifiesto
la presunta propiedad no marroquí de determinados edificios. En aquella
mañana de apagado sol y calma chicha, el expectante silencio sólo era
roto por los golpes secos de los atacadores y las estentóreas voces de
cargar.
En un radio interceptado se decía que las autoridades de Agadir habían
informado al Gobierno de Rabat de que una formación naval española de
unos «diecisiete» buques cargados de hombres y material se encontraba
frente a Agadir con la intención de efectuar un desembarco. Se tuvo
información de que las Fuerzas Reales Marroquíes acudieron
apresuradamente para impedirlo.
Las de guarnición en Agadir permanecieron inicialmente acuarteladas.
La prensa francesa se hizo eco de esta demostración, publicando en el París Match un extenso artículo.
Sea como fuere, todo parece indicar que el efecto disuasorio ejercido
en el ánimo de Mohamed V le hizo rectificar su política de apoyo a las
bandas. De hecho su heredero, el futuro Hassan II, se había reunido con
los jefes de las bandas en Rabat para planificar la campaña. Para
hacerse cargo de cuál era la situación militar basta señalar que el día
de la demostración se combatía encarnizadamente en Ifni para liberar los
puestos cercados de Tingsa y Tenin.
En la evacuación de este último estuvo a punto de ser totalmente
aniquilada aquel día una Sección del Regimiento de Soria núm. 9. De los
treinta y dos hombres de la sección sólo cuatro resultaron ilesos.
Mandaba esta sección el alférez de complemento Francisco Rojas
Navarrete, que murió heroicamente.
Se le concedió a título póstumo la Medalla Militar Individual. Fue el
primero y único oficial de la Milicia Universitaria que obtuvo tan
honrosa y preciada recompensa. Que Mohamed V entendiera el callado
mensaje de los cañones de nuestros buques parece confirmarlo su actitud
negociadora a partir de entonces. Quizá se convenciera que la vía del
diálogo, a largo plazo, podría ser más rentable que su apoyo a las
bandas y su connivencia con ellas.
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