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El Servicio Militar Obligatorio Español Imprimir E-Mail
Manuel Jorques Ortiz
Escrito por Manuel Jorques Ortiz   
martes, 28 de diciembre de 2010
Índice del Artículo
El Servicio Militar Obligatorio Español
Antecedentes históricos
Duración
El proceso
Leyes españolas

El proceso de reclutamiento, alistamiento y sorteo

El mecanismo de reclutamiento era complejo y se desarrollaba por diversos organismos. El Gobierno fijaba cada año el cupo global de reclutas que estimaba necesario y los seccionaba por provincias. Entonces se ponían en marcha las Diputaciones Provinciales que con arreglo a la población de la suya se establecía el porcentaje que tenía que aportar, y lo trasladaba a los distintos municipios cuyos Ayuntamientos facilitaban las listas de mozos a los que por su edad y estado físico correspondía incluir en las Cajas de Reclutas.

El proceso se iniciaba por los Ayuntamientos en los que existía el que se denominaba “Negociado de Quintas”, donde a través del padrón municipal de habitantes, los Registros Civiles e incluso los parroquiales, se controlaba a los jóvenes que habían cumplido 20 años de edad durante el transcurso del año anterior (se hacía normalmente durante el mes de enero). Esos mozos eran citados a las dependencias municipales en donde se les filiaba, medía la estatura y su peso, y posteriormente se publicaban las listas con los nombres de los mozos considerados útiles, que podían ser impugnadas dentro de los plazos reglamentarios. En el mes de Febrero se daban a conocer las listas definitivas y ya solo cabía esperar al SORTEO.

El sorteo tenía lugar en los Ayuntamientos de todos los pueblos de España, hasta bien entrado el siglo XX (después se hacían en las Cajas de Reclutas diseminadas por todo el territorio patrio) y era público. Acudían los mozos, familiares y amigos, que aguardaban expectantes el resultado de esa “rifa” que iba a determinar su futuro inmediato. El escritor Sánchez del Real hace una excelente descripción de una de esas “loterías”: “En todas las poblaciones no se oye más que el ruido de las bolas que van a decidir la suerte de centenares de infelices. Este domingo era una especie de jubileo del dolor. Se lee la ley de quintas y se nombra el primero que ha de decidir el acaso. Sale el número y luego otro y otro y otro. Se ven algunos ojos chispeantes de alegría, los menos siempre, y los mas nublados de densa tristeza. Cuando termina el acto la mitad de la población está herida de muerte. Ya se sabe quiénes son los elegidos por la desgracia”.

“Fiesta de Quintos” en un pueblo de la provincia de Zaragoza.
“Fiesta de Quintos” en un pueblo de la provincia de Zaragoza.

El texto anterior es del año 1.869. Nosotros ya hemos conocido únicamente los sorteos en las Cajas de Reclutas, ubicadas en las capitales de provincia y en algunas ciudades importantes, y no diferían demasiado de sus antecesores. Es a partir de 1.912 en que la circunscripción es universal, entendiéndose que todos los jóvenes nacidos en un mismo año son soldados, y solo la “suerte” o las exenciones por causas físicas les puede librar de tal condición. Cada una de dichas Cajas, mediante sorteo público a cada uno de los mozos del contingente anual les atribuía un número de orden, designando para el cupo de las Plazas del África del Norte, Protectorado de Marruecos y África Occidental Española (Ifni y Sahara) los números más bajos; después los Archipiélagos y la Península. El que tenía un número bajo “olía a africanista” y sus familiares (sobre todo las madres) sabían las estrofas de aquellas canciones de 1.909, como la que dice: “En el Barranco del Lobo, hay una fuente que mana, sangre de los españoles, que murieron por la Patria”. Ese fue el destino (la muerte en plena juventud) de muchos miles de mozos, cuyo delito o pecado original era el de ser pobres, iletrados e instrumento de las clases dominantes que medraban con nuestro “Imperio de opereta” africano, tras perder el ultramarino. No obstante, como se es joven una sola vez en la vida, eran clásicas las “fiestas de quintos” en las ciudades y pueblos, tras el sorteo: Unos celebraban la “suerte” y otros la “desgracia”, pero todos con alegría y, en ocasiones, con mucho vino y buenas cenas.

Como último apunte expondremos que, con la entrada en Caja, los mozos perdían su estatus civil y pasaban a la jurisdicción militar hasta el momento de la licencia absoluta.


 
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