Página 1 de 7 Las “vergüenzas” de los gobiernos españoles respecto al Sáhara
Portada del nº 1.382 de la revista catalana El Temps.
Desde aquella literatura española del Desierto español, amable, llena de aventuras y personajes entrañables que recogió Ramón Mayrata en su conocido libro “Relatos del Sáhara Español” (CLAN editorial, 2.001), hasta el ambiguo pasar de puntillas, como hace Miguel Platón, en “Hablan los Militares” (Planeta Historia y Sociedad 2.001) sobre el escabroso y no resuelto problema del territorio y pueblo saharaui, no empezamos a conocer los lectores, interesados en el tema, algunas verdades ocultadas hasta que Tomás Bárdulo, en “La historia prohibida del Sáhara Español” (Ediciones Destino, 2.002) tuvo la valentía de aflorar una parte de las vergüenzas que los gobiernos de Franco, Carrero Blanco y Arias Navarro, durante la dictadura, y los de Suárez (transición política), Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar (hasta el momento de su publicación) y José Luis Rodríguez Zapatero como continuador de la senda democrática de sus antecesores, nos habían (y continúan) ocultando celosamente.
Si Shakespeare hizo exclamar a Marcelo en el acto I de Hamlet aquello de “Algo está podrido en Dinamarca”, y José Mª Gómez Vilabella, refiriéndose a Ifni, dijo aquella famosa frase de que “nuestra Colonia no olía precisamente a colonia”, en el momento actual no nos cabe la menor duda de que aquellas afirmaciones pueden extrapolarse al Sáhara Occidental y a su fallido proceso de descolonización, autodeterminación e independencia.
La torpeza de nuestros dirigentes políticos y militares entre 1.960,
cuando se recibe el mandato de descolonizar la provincia, hasta 1.973 en
que se crea el Frente Polisario y efectúa su primer ataque armado a
nuestras fuerzas (20/05/1973, Pozo de Janquel Quesat, situado a 42
kilómetros al norte de Edchera donde capturan a cuatro policías
territoriales y se llevan su armamento) fue de tal naturaleza que las
tribus nativas, nada o poco inclinadas a ser absorbidas por Marruecos,
intentaron liberarse del dominio de España, mediante la fuerza (hay
contabilizadas 32 agresiones a las tropas españolas, siendo la última el
19 de diciembre de 1.975), y cuando el general Gómez de Salazar, con el
secretario general Rodríguez de Viguri, llegaron a El Aaiun con
instrucciones precisas de descolonizar y llevar al pueblo saharaui a la
independencia tras un referéndum en el que se votara su
autodeterminación, los nativos no les creyeron, los militares radicales
se opusieron, y los lobbies económicos con intereses en Marruecos
hicieron cuanto pudieron (que fue mucho) para que España dejara
abandonados el territorio y a sus habitantes, manchando una vez más
(como hizo en Ifni y algo parecido en Guinea Ecuatorial) su propio
honor, mancilla que nos han trasmitido a todos los españoles.
Y aunque el actual gobierno (como hicieron los anteriores) mire hacia
otro lado y adule al “amigo” del Sur, lo cierto es que la Resolución
S/2002/161, de la ONU, implícitamente anula los acuerdos de Madrid de
1.975, al estimar que España NO ha transferido la soberanía del Sáhara
Occidental ni han otorgado a ninguno de los firmantes (Marruecos y
Mauritania) el status de potencia administradora, estatus que España NO
puede transferir unilateralmente.
Como la cuestión del Sáhara Occidental se halla en la actualidad tan
candente, y el Ministerio de Asuntos Exteriores no sabe/no responde a
los requerimientos que se le hacen para conocer donde y cuando se
publicaron los acuerdos de Madrid, que al no haberse hecho en el Boletín
Oficial del Estado carecen de la fuerza legislativa que requieren el
artículo 1, apartado 5 del Código Civil, en relación con los 63.2, y 93 a
96 de la Constitución Española, nos ha parecido que el amplio reportaje
publicado el 7 de diciembre de 2010 en el número 1.382 de la revista catalana EL TEMPS (en ese idioma), compuesto de varios artículos escritos por Gemma Aguilera y Àlex Milian, tiene un
notable valor documental, por lo que hemos procedido a su traducción al castellano
para que su contenido tenga una mayor divulgación, tal como a nuestro
juicio se merece.
Manuel Jorques Ortiz
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