Angel Ruiz durante la entrevista (29-12-2012)
Tener la oportunidad de charlar con
este "viejo" Tirador, excombatiente (de los de verdad) de aquella
ignorada guerra de 1.957-58, es un auténtico lujo. Su privilegiada
memoria y (porque ocultarlo) el diario manuscrito que fue confeccionando
día a día durante la contienda, ofrecen a su interlocutor hechos
detallados, minuciosos, de sucesos cotidianos de la vida del soldado en
campaña que es imposible encontrar en ningún libro. Hoy, con la mayor
emoción, ha sacado a colación la muerte de un cabo primero de su
compañía (la 8ª del II Tabor) ocurrida el día 2 de Diciembre de 1.957.
Este cabo primero, que no era de
mi pelotón aunque sí de mi compañía, era un veterano de la Guerra Civil
española, en la que fue asistente del que años más tarde sería
General-Jefe de la División Azul y Ministro del Ejército, Don Agustín
Muñoz Grandes. Todos conocíamos su historia, así como que después de los
dieciocho años transcurridos desde el final la guerra, solo había
ascendido dos escalones en la milicia.
En Ifni y en Tiradores lo conocimos
con los galones de cabo primero, muy nuevos, por cierto, ya que al
parecer los tenía solo un año (1.956). La anécdota curiosa es que en una
visita que hizo el General Muñoz Grandes a Ifni (en su calidad de
Ministro del Ejército) pidió permiso a sus superiores para ir a
visitarlo, exhibiendo su condición de antiguo soldado asistente, y al
serle concedido fue recibido por el general que se asombró que después
de tantos años solo fuera cabo primero, a lo que le respondió "pues
mire, mi general, ¡cosas de la vida! Claro que ocultaba que esas "cosas"
eran su alcoholismo crónico que le impidieron ocuparse de las cosas
serias de la vida.
En Tiradores (continua Ángel)
había en aquella época bastantes sargentos chusqueros procedentes de la
Guerra Civil que se habían quedado en el Ejército y pedido destino a
África donde se ganaba más dinero y se estaba tranquilo; de esos habían
en mi compañía cuatro, de los que el de más decente comportamiento con
los soldados era canario y se llamaba Garrido.
Es bien sabido que el II Tabor y
mi compañía entramos en combate la misma madrugada del 23 de Noviembre
de 1.957 en que fue atacada la ciudad de Sidi Ifni, y que tras
rechazarlos tuvimos que emplearnos a fondo para fortificar nuestras
posiciones defensivas, y éramos suministrados de comida, agua y
municiones mediante convoyes (muchos mulos y pocos camiones) con un
horario casi fijo (entre las 10 y la 11 de la mañana), por lo que podían
ser interceptados y atacados por el enemigo, lo que debió mover al
Mando para designar pelotones de protección.
El día 2 de Diciembre de 1.957,
cuando íbamos en ese servicio, desplegados alrededor de una cabila
abandonada por aquel lugar existente, los marroquíes nos tendieron una
trampa: A la entrada del mísero caserío había un montón de basura, que
el cabo primero y yo teníamos designado como puesto avanzado del
pelotón; al avanzar unos pasos el cabo primero pisó una mina que explotó
destrozándole las piernas; a mí, la onda expansiva me derribó en el
suelo.
El horror de la guerra lo tenía yo
ante mis ojos: Un ser humano que segundos antes caminaba a mi lado,
ahora era una informe masa de carne ensangrentada desde la cintura para
abajo, que intenté recoger como pude ya que desde las casuchas fronteras
empezaron a disparar hacia el punto de la explosión hasta que
finalmente nuestros compañeros pudieron rescatarnos. El cabo primero
murió en el acto y no pudo disfrutar del retiro que por su edad y grado
le correspondía pocas semanas después, según comentó el propio capitán
de la 8ª compañía.
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