Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza.
Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imagi-nado. Es una novela, una simple historia ficticia. Lo dice Littré, que nunca se equivoca.
Y, además, que todo el mundo puede hacer igual. Basta con cerrar los ojos.
Está del otro lado de la vida.
Louis-Ferdinad Celine.
Prefacio a su novela, “Viaje al fondo de la noche”.
Ifni 1968-69. Al fondo el patio de la Plana Mayor de la Policía Territorial y la residencia del Gobernador.
Antonio y yo, ¡que jóvenes estabamos! ¡eh!
Saludos cordiales a todos de Julian Guimarey y Antonio Aparicio desde Cataluña.
Allá estuvimos en aquellos años de miserias y abusos militares, en la Policía Territorial de Sidi Ifni, último reemplazo (mayo 1968 a junio 1969 en Sidi Ifni, Julio a agosto 1969 Aaiún) y este es nuestro relato (y si hay polémica -ojalá- de otros testigos este sería Relato v.1.0)
La naturaleza de aquel ejército nos llegó en tiempo de campamento, con los impresentables personajes, Alonso y Perea, sargentos ellos. Por lo que recuerdo, era raro que apareciera el capitán Emilio Atienza (lo hizo un día que el teniente Illescas Pichardo, el oficial del cam-pamento, nos estaba dando un enorme paso ligero, y lo primero que hizo fue pararle los pies por lo que nos estaba haciendo aquel día de instrucción), capítulo aparte será para el capitán Atienza. Fuimos destinados a la Plana Mayor o Cocheras y también Parque y Talleres que también se llamaba, cerca del Palacio del Gobernador, al lado del faro.
Pero volvamos al tiempo del campamento, de los tres "voluntarios" sin recuerdo del joven de 16 años, pero si del hijo del Secretario General, buen chaval, fui chófer de su padre, tenía siete u ocho hermano(as), y del hijo del gobernador, este también lo recuerdo bien, dormía yo en la litera contigua, él en la última fila pegado a la pared, se trajo la ardilla, ¿lo recordáis?
Cortaba el hachis en una tabla, una vez alguien en plan inocente pregunto que era esa hierba, y le señalo el bicho. No sabía nada de lo del bofetón, él se comportaba como hijo del jefazo, pero nunca vi que exigiera nada de nosotros, más de una vez compartía el porro, sí, era pasota pero ¿quién no en su lugar? Lo que si recuerdo fue un bofetón que el sargento Alonso le dio a un recluta, pues, según observó el tal Alonso, no se había afeitado aquella mañana, que visión tuvo para no observar que el recluta tenía una barba muy cerrada y si lo había hecho, y dicen luego que el pobre no oía bien. Recuerdo la noche que el miserable sargento nos hizo correr en formación hasta pasada la medianoche por no sé qué sinrazón. Y aguantamos, a pesar de aquella repugnante ración que te¬nía¬mos de alimento, ¡y la noche de la salmonelosis! o lo que fuera, la luz encendida toda la noche, nos retorcíamos de dolor y la fiebre durante días, que espanto, que abandono, nuestras vidas no valían nada para aquella jarcia militar, sobrevivimos por nuestra juventud y no todos, acompañé un rato el cuerpo de aquel soldado de tiradores abandonado en la sala de cadáveres del hospital, muerto por una infección oí decir, no, no, ¡de abandono! De aquel tiempo en el campamento sólo recuerdo con placer aquellas puestas de sol sobre el mar, cada una de ellas con su belleza mágica en colores, la existencia es contradictoria, ¡los dioses son traviesos! Pero los malvados estos tienen apariencia humana, solo eso, y nos arruinan la vida.
Fui destinado de chófer, suplía a veces al del gobernador, y de su mujer (¿recordáis el Buick?), y de T.C. Iglesias, Secretario General del Ifni, y noches alternas la ambulancia del hospital, historias os contaría más de dos...
Cuando se licenció el reemplazo anterior nos quedamos cinco polis en la P. Mayor, por lo que cerraron el pabellón y pasamos a un cuarto junto a la entrada, allí dormíamos, sin guar-dia de ninguna clase, pero ya casi al final nos dieron una metralleta creo, con la que fuimos a gastar munición a veces.
Los cinco de la fama. Capitán Atienza Dixit. Plana Mayor. Sidi Ifni 1969.
Todavía, y a día de hoy, los cinco aun estamos entre los vivos, el Capitán Emilio Atienza nos denominaba LOS CINCO DE LA FAMA, cuantos nos habrán dejado ya...y cuando eso ocurre, adonde van nuestros pensamientos, ¿a las estrellas?, en silencio, eso fijo.
¡Oh!, sí recuerdo, mal, la marcha que hicimos a la posición de los tiradores, pero sí re-cuerdo su miseria, vivían lo que se podría describir como cuevas con lonas, que despilfarro tan miserable de juventud, ¿pero podía ser de otra manera?, para entenderlo, tan solo con tener algo de acceso al Club de Oficiales (bajando de la plaza a mano izquierda, creo recordar), se puede entender, ¡que personajes, cuanto alcohol, que ojos los suyos, que rostros! Yo los vi. Tuve la suerte de no tropezar con el infame Buenache, pero puedo contaros que conocí a un poli que me contó que esperaba que en la entrega de Ifni hubiera algún tiroteo o algo parecido, pues ya tenía una bala asignada al tal sargento y, añadía, "me daré prisa hay mas balas listas para el miserable y algunos más". Pero ya veis, eso solo ocurre en las pelis, moriría con los suyos, me temo, si ya lo hizo, Amen.
En la Plana Mayor cuando se licenció el reemplazo anterior tomó el mando el capitán Atienza. Es difícil ubicar a este hombre en la narrativa que llevamos, excelente persona, inta-chable, ¿cómo lo llevaría él personalmente en este panorama tan desolador?, no lo sé, porque sabed los que leáis esto y estabais allí como paisanos, esa era la situación de la tropa en el enclave. Los legionarios desesperados, algunos, tomaban el camino de Marruecos, solo para ser devueltos después de ser violados a placer y, con juicio o sin él, acababan en un presidio en Canarias. A uno de estos, otro legionario que lo llevaba, esperando el vuelo, se comía algo en la cantina. Le preguntamos si no tenía miedo que se diera a la fuga, “¡¡que lo haga!! Tendré un mes de permiso en la península”, respondió.
Conocí a uno de ellos, es un decir, en el hospital, que se apuntó el cetme al cuello, la trayectoria de la bala le salió por la boca, pena de hombre, lo que sufrió aquella noche, después que aquel cirujano le remendó la cara como supo, se lo llevaron a Canarias, dicen que sobrevivió, pero ¿qué rostro le quedaría si así fue? Otra noche llevaron al hospital al legionario masoquista, se había acuchillado el pecho, tenía el cuerpo lleno de cicatrices, lo recuerdo, le cosieron en vivo, sin anestesia, pa' que lo disfrutase plenamente... ¡Qué zoo!
Policías Territoriales de Ifni recién llegados a El Aaiún. Junio de 1969.
Nuestro trabajo allí no era otro que ir a buscar a la comadrona, pasada la media noche, cuando a las parturientas les da por fastidiar al mundo con sus joyas... con dientes, y luego devolverla a su casa, y así, media noche en vela. A veces dejaban a la puerta algún moro muy muy enfermo, tuberculosis o meningitis mayormente, les cuidaban en el hospital en lo posible. Había que tomar muchas precauciones, no solo por las enfermedades, también por los piojos. Aquel pobre joven me llenó la bata blanca de ellos, con solo apoyar su cabeza sobre mi pecho mientras el analista le sacaba liquido de su columna, murió aquella misma noche. Vi a sus asesinos al microscopio, eran ellos, según dejó caer el analista, un tipo algo raro, solo disponía de un pulmón, el otro lleno de tumores lo tiraron, pero el tío se empeñaba en fumar con verdadero empeño, eso sí, solo Camel, sin ellos no valía la pena vivir, decía. Somos humanos… demasiado humanos. Y no digo nada de las gonorreas, “Arrastra de arriba a abajo con dos dedos” le decía el médico. ¡Como les supuraba el miembro... y que cara de dolor se les ponían! Por cierto, que desagradecidos fueron, a pesar de estos cuidados. Antonio creo que nos relatará la vergonzosa despedida que sufrieron los españoles hasta el aeropuerto el último día (30 de Junio), a manos de esa chusma.
El Sahara lo vi desde arriba, aquel avión volaba tan bajo que cuando giraba, parecía que con la punta del ala haría un surco en la tierra, o arena o lo que fuera. Dos meses, julio y algo de agosto, que horrible calor, y para beber, aquella abominable agua local, tenía hasta olor, pero el sabor... solo la terrible sed nos obligaba. Para añadir miseria a nuestras vidas llegaba la noche con sus chinches, ¡y nos sangraban! estaban por todas partes, somieres, colchón, paredes, techo, hasta en la costura del macuto, en enjambres, las grietas de las paredes eran rojizas de tantos como había... fumigaban. ¿Y qué?
A la luz de la luna la noche de julio 1969, calor insoportable, nuestros ojos estaban fi-jos en ella, la luna, pues nos informaron que un americano, ¿quién si no?, había alunizado, dudamos, sí lo hicimos, estoy seguro, fue quizás el calor, las vivencias de aquel tiempo, pero después, por muchos años nos lo hemos tragado, como otras tantas mentiras, enormes eso sí. Los chinches... aquellos insectos que sufrimos se quedaron allí, los otros parásitos siguen mintiendo, por un sueldo, solo eso... Su guerra contra nosotros hasta la muerte, y más allá si les fuera posible.
Como esto se alarga demasiado, creo que mejor sería otra entrega, y en ella Antonio nos dará sus vivencias.
UN CORDIAL SALUDO (A ti lector).
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