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De como se deterioró mi convivencia con los compañeros
Poco tiempo después de llegar ya fuí visto como un ser raro entre mis compañeros oficiales. No bebía, no podían contar conmigo para organizar la timba, estaba siempre estudiando, trataba familiarmente a los soldados y era el único oficial del Tabor que no estaba allí voluntario sino forzoso, lo cual unido a mi caracter, mas bien tímido y retraido, hizo que las relaciones con ellos no fueran muy amistosas. Como en el ejército la antiguedad es un grado no habia ocasión en que no argumentasen su caracter de mas antiguo para obtener alguna pequeña prebenda en permisos, servicios, etc., lo cual fue aumentando mi animadversion hacia ellos.
Pasados los años voy comprendiendo que yo tambien tuve la culpa de ese distanciamiento por mi rebeldia, al no querer adaptarme más a la situación en la que nos encontrabamos y no darme cuenta, entonces, que su actitud era un producto de la formación y el ambiente en que habían vivido, muy distintos de lo que habian sido los mios.
A lo largo de mi vida he conocido muchos profesionales militares de gran valía, cultos, amables, tecnicamente muy buenos, comprensivos, respetuosos con superiores y subordinados, con todos los cuales me he llevado estupendamente, pero de vez en cuando he vuelto a ver algún profesional con las caracteristicas de los que conocí en Ifni, que me ha recordado lo mal que lo pasé allí aguantando sus desprecios, ordenes y borracheras. Siento mucho que la gente tenga la opinión de lo que es el ejèrcito a traves de la conducta de estos militares cuando la realidad es que son pocos, y una especie a extinguir, y en cambio dentro de la institución estén personas que yo he tratado, y considero amigos, como el teniente Jesús Pérez, mi compañero en Ifni, como los hermanos Nieto en Ceuta, como el Capitán Flecha en Ferrol, como el entonces Capitán Carrasco en La Granja, mis muchos compañeros de Sanidad Militar en botiquines, ambulatorios y hospitales y, ya en años posteriores, mi admiración para personalidades como los Tenientes Generales Diez Alegría, Gutierrez Mellado, Veguillas, Quintana Lacaci, Gautier, Félix Sanz, Porgueres, o Coroneles como Sabino Fernandez Campos, Alonso Manglano, por citar solo a algunos de los mas conocidos fuera del ambito militar y que traté personalmente y que son, o fueron, ejemplos de profesionales integros y admirables de gran cultura y espiriru abierto.
Pero volviendo a mi estancia en la Huerta Madame, otro hecho vino a aumentar mi distanciamiento del grupo. Era el 28 de diciembre y recibí una llamada del Puesto de Mando del Tabor con la orden para que me presentase urgentemente en el mismo, pues un soldado había sido herido por un disparo y estaba grave. Dado que era el día de los Santos Inocentes pregunté de si todo eso era cierto y no una inocentada y se me contestó que cumpliera rapidamente la orden. A mi petición de que me mandasen el Jeep, como en otras ocasiones, para subir hasta el Puesto de Mando se me indicó que el vehículo estaba fuera de servicio y tenía que subir por mis propios medios monte arrib, y con rapidez, pues el estado del herido se agravaba por momentos.
Subí lo mas rápido que pude la larga cuesta hasta la cima y cuand, casi exhausto, llegué al botiquín que allí existía, no encontré a nadie. Rápidamente acudí al despacho del Comandante Jefe del Tabor y allí me recibió el Teniente Ayudante Federico Herreros de Tejada, y alguno otro mas, que entre carcajadas me dijeron lo de "Inocente, Inocente", tantas veces oido en bromas de no tan mal gusto como esta.
El alto concepto que personalmente tenía, y tengo, de lo que es ejercer con responsabilidad mi profesión, salvando todos los obstaculos por grandes que sean, unido al sentir general de que con la salud de la gente no se juega, para mi aquello no era una inocentada sino una canallada en toda regla y que hizo perder la confianza en toda la gente que intervino en el triste hecho para mi y alegre para ellos.
La rabia e indignación por lo sucedido me hizo denunciar lo sucedido al Comandante Urreta, que quitó importancia al asunto y me pidio que olvidase lo sucedido puesto que no era nada mas que una broma entre compañeros. Pero ello no me calmó sino que solicité una entrevista con el Jefe del Sector en el que estaba encuadrado el Tabor, que era el Coronel Enriquez, y una vez obtenida esta le expuse lo ocurrido deseando que hubiera alguna amonestación por la "inocentada" para que no se repitiese el hecho. El coronel escuchó mi petición y sin mas pasó a referirme con todo detalle las "novatadas" que le hacían, o el hacía, a los nuevos compañeros en la Academia, rememorando sus años mozos y sintiendo que ahora la gente se iba volviendo mas seria y se olvidaba de las costumbres y tradiciones, entre las que al parecer estaban bromas como la que a mi me hicieron. Cuando se acordó que yo estaba alli para algo me aconsejó que olvidase el asunto, que me volviera al destacamento y disfrutase de la juventud que solo se tiene una vez en la vida. No hace falta añadir nada a lo anterior para asegurar que mis relaciones con mis iguales y el mando en vez de mejorar iban empeorando.
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