Fuente: Diario de Avisos
Su santidad el papa Juan XXIII, en una audiencia a paracaidistas les
dijo unas palabras que están esculpidas no solo en oro sino también en
el corazón de los soldados y estas fueron sus palabras: “… Muchachos,
tened cuidado de que con tanto bajar del cielo en paracaídas no os
olvidéis de que tenéis que subir a él…”. Gran verdad lo que expresó este
apóstol de la santidad, tan recordado, admirado y querido por todos.
La gesta de 75 hombres
En los últimos días de noviembre de 1957 el Estado Mayor del Gobierno
general de Ifni y Sahara redacta una orden con el fin de reforzar el
puesto de Tiliuin y salvarlos del asedio que sufrían por parte de las
bandas rebeldes del Ejército de Liberación marroquí. Lo más rápido y
eficaz tenía que realizarse por medio de un desembarco aéreo. Para dicha
misión se designó a la séptima Compañía de la II Bandera paracaidista
del Ejército de Tierra para el lanzamiento, pero apareció un problema,
cual era que toda la Bandera deseaba participar en dicho salto, hasta
los que se encontraban de baja salieron en estampida para la citada
operación. Finalmente solo serían 75 paracaidistas de la mencionada
séptima Compañía. Esta estaba compuesta por el entonces capitán Juan
Sánchez Duque y los tenientes Gustavo Calvo Goñi, Pedro Soto del Río y
Juan García Andrés.
En los dos círculos de la imagen se observan las explosiones del
bombardeo de los Heinkel en el momento
del salto paracaidista en Tiluin,
en una foto tomada por Antonio Pérez Pérez, policía en Ifni. | DA
La madrugada del 29 de noviembre los oficiales se reúnen con su
capitán y se dictan las normas para la ejecución de dicho salto, en cuya
compañía iba un tinerfeño, Emilio Pascual Hernández.
Para la ejecución de dicho salto se dictan las normas de este primer
salto de guerra. El capitán Sánchez Duque, un auténtico soldado
experimentado, viendo las caras de aquellos jóvenes paracaidistas se
puso a cantar “… Cuál será la que me mate a mí, cuál será, cuál será…”.
Conocía a sus muchachos y sabía cómo ganárselos. Era de los que
pregonaban con el ejemplo, no aquello de “… Vayan, por el contrario
¡Vamos!…”. Así lo querían y adoraban a este jefe, que era como un padre.
Las normas eran de este primer salto de guerra, la zona de
lanzamiento debía ser frente a la fachada principal del puesto de
Tiliuin, y la altura del lanzamiento sería de 200 metros, algo fuera de
lo normal, cuando lo correcto son 400 metros. Allí en el exterior del
acuartelamiento aquellos 75 jóvenes no podían disimular el nerviosismo.
Las palabras que les dirigió su comandante-jefe de la II Bandera, Tomás
Pallas Sierra, todavía les puso a flor de piel lo que les dijo: “… Desde
el puesto de Tiliuin han pedido ayuda, y esa ayuda solo puede ser
llevada a cabo por aire…”. En el rostro de algunos jóvenes se resbalaban
unas lágrimas cuando su comandante les expresó: “… Quizás no os vuelva a
ver, pero sabed que siempre os llevaré en mi pensamiento…”.
Para realizar una descripción del puesto de Tiliuin, este era un
puesto fronterizo al sur del territorio, próximo al territorio de
Marruecos y muy cerca de aquí era donde el Ejército de Liberación
marroquí tenía su cuartel general. El puesto de Tiliuin estaba al mando
del teniente Juan Pradillo Lozano, del grupo de Policía de Ifni, junto
estaba una guarnición de 22 soldados de tiradores al mando del teniente,
José Alvar Espronceda, y con ellos once soldados de Policía. En dicho
puesto habían varios civiles, eran el maestro albañil, Bartolomé Beltrán
Llompart; dos ayudantes de albañil y dos mujeres, los cuales en los
días que duró el asedio tuvieron un comportamiento ejemplar. Los
soldados para los guardias tenían la fiel compañía de un perro que con
su olfato excepcional avisaba con antelación de la proximidad de los
moros, que parte del aviso en algunos casos salía raudo y veloz a tratar
de clavarles sus colmillos.
La salvación llega del cielo
Mi buen amigo Alfredo Prieto Villota (q.e.p.d.), componente de este
salto, iba en la sección del capitán Juan Sánchez Duque, y en unas
memorias que escribió relata con claridad y hasta con emoción el
nerviosismo, pero sobre todo el orgullo de ser los que iban a pasar a la
historia como los primeros en saltar en acción de guerra, para salvar a
sus compañeros de Tiliuin, así lo recordaban: “… Estando formados en la
madrugada del 29 de noviembre de 1957 para embarcar en los Junkers,
tras las palabras de nuestro comandante, allí se palpaba un silencio
sepulcral. Tal es así, que el Pater, el entonces teniente capellán,
Pablo Cabrera Arias, iba administrando la confesión a los que lo
deseaban. Yo fui uno de ellos y valga la verdad que una vez me confesé y
sentí una paz enorme, sabiendo que quizás no volviese aquella confesión
me encontré con gran alivio conmigo mismo. Tras embarcar los 75 hombres
en los Junkers y una vez embarcados con el armamento y la munición al
completo, rancho en frío al llegar a la altura de Tiliuin se encendió la
luz roja avisando que había llegado ese gran momento, tras realizar dos
pasadas sobre Tiliuin y lanzar los botes de humo, empiezan a saltar y
lo primero que escuchan es un ruido ensordecedor de los Heinkel
ametrallando y bombardeando el perímetro a ambos lados del lanzamiento
para hacer huir al enemigo que a su vez estos lanzaban ráfagas de
ametralladora y algún mortero, afortunadamente sin hacer bajas a los
paracaidistas…”.
Copia de la carta que el Gobierno de Ifni les lanzó a los defensores de Tiliuin desde un Junkers. | DA
El salto fue todo un éxito, tan solo dos lesionados, Pedro Enrique
bueno y Santiago Moncada Navas, el resto se iban reuniendo junto al
banderín de la compañía, punto de reunión, de aquí corriendo a todo
meter y silbando los proyectiles de los moros por encima de sus cabezas,
había que llegar al puesto lo antes posible, como así fue, el
recibimiento fue imposible de relatar, abrazos de los sitiados, lágrimas
y la seguridad de que estaban de momento salvados.
Desde el día 29 de noviembre, paracaidistas y el puesto de Tiliuin
estaban cercados por los moros, hasta que a lo lejos se escuchaba las
notas de un cornetín. Cuando ya se aproximaban eran fuerzas de la Legión
que acudían a rescatar a los sitiados de Tiliuin.
El peligro había desaparecido por completo, los legionarios habían
acosado a las bandas rebeldes del Ejército de Liberación marroquí,
arrasando todo lo que encontró a su paso, incluso los había perseguido
fuera de la frontera. Una vez reunidas todas las fuerzas, se procedió a
minar con granadas de mano el fuerte para volarlo. El 4 de diciembre es
cuando reunidos inician el regreso a Sido Ifni, no sin antes pasar a
reunirse con los compañeros de la sección Ortiz de Zárate, transportando
los cadáveres y los heridos y supervivientes. Momento difícil de
narrar, aquel encuentro con los compañeros que habían visto la muerte
muy de cerca. Aún recuerdan aquel lanzamiento desde un Junkers de
víveres, munición y una carta manuscrita del general gobernador, Mariano
Gómez-Zamalloa, que así decía: “… ¡Españoles! Tenéis que saber que la
abnegación, valentía y valor insuperable que habéis demostrado en la
defensa del honor de la patria está causando la admiración del mundo
entero, el respeto del enemigo y el orgullo de todos nosotros. Ya falta
poco para que os saquemos de esas posiciones, que han sido testigo de
vuestro heroísmo. La nación entera está pendiente de vosotros y os manda
fuerzas, aviones y barcos que de momento alivian vuestra situación y
bien pronto os sacará de ella…”.
Al final de esta carta, firmaba de puño y letra. “Os abraza vuestro general, Zamalloa…
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