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Recuerdos y vivencias de un Policía de Ifni Imprimir E-Mail
Manuel Jorques Ortiz
Escrito por Manuel Jorques Ortiz   
martes, 24 de diciembre de 2013
Índice del Artículo
Recuerdos y vivencias de un Policía de Ifni
Destino: Ifni
En el campamento de reclutas
En la Compañía Local de la Policía
¡Servicios especiales! ¡Al aeropuerto!
¡Hola Aeropuerto, buenas noches!
Los buenos servicios siempre se premian
Algún mal trago
El trabajo bien hecho
¡ADIOS SIDI IFNI! ¡Inch Alah!

¡Servicios especiales! ¡Al aeropuerto!

Conforme vamos avanzando en esta charla-entrevista, a Eduardo le van saliendo los recuerdos, sus vivencias, como salen las cerezas de un cesto, engarzados uno con otros, sin un orden cronológico riguroso. En este momento trae a colación a un teniente (no recuerda el nombre) alto, delgado y con gafas, que buscaba un chofer para el Land Rover (blanco y rojo); había probado a unos cuantos y por lo visto no le convencieron. Le llamó preguntándole si quería probar, asintiendo. Comprobó enseguida que el vehículo estaba bastante "cascado", pero como que se había sacado el carnet de 1ª y tenía el 2ª suizo, le dio unas cuantas vueltas haciendo ochos derrapando, con dobles embragues incluidos. La exhibición parece que le gustó pues le ofreció la plaza, pero tuvo que continuar buscando al decirle que estaba destinado al aeropuerto.

Ahora solo me falta contarte –añade– el día que el teniente Santamaría (cree que era el yerno del Teniente Coronel Mena) les hizo formar en el patio de la Local para preguntarles por sus respectivas habilidades profesionales, con el fin de repartir destinos: A la voz de ¡electricistas! ¡Yo, yo!, ¡albañiles! ¡Yo, yo! ¡IDIOMAS! (repercutía en el destino al Aeropuerto): un madrileño levantó la mano y Eduardo también. El teniente le pregunto al madrileño cuantos hablaba a lo que él le respondió: francés, alemán, inglés, italiano y castellano. Mi teniente, le contestó a su pregunta: inglés, francés, alemán, italiano, castellano y catalán. El teniente Santamaría le dijo que no sería tanto, a lo que Eduardo le contestó (con aquello que ponen las gallinas) ¡cuando quiera, puede usted comprobarlo! Y, ¡se ganó el destino! ¡Servicios especiales!

El carnet de identidad de “Servicios Especiales”
El carnet de identidad de “Servicios Especiales”

Dice que se había olvidado contarme que al segundo día de Campamento conocieron al teniente Tejedor, que le dijo que tenía que darle clases de francés, que empezarían un día de estos; nunca empezaron, pero un día cuando ya ocupaba su destino, por la frontera, nadie sabe cómo, entró un Volkswagen escarabajo con 4 alemanes y un jamón serrano... (sí, decían que la carretera de Marruecos-Agadir estaba minada), la cuestión es que al día siguiente el teniente Tejedor como oficial de semana, el chofer y Eduardo como intérprete fueron a devolver a los alemanes a la frontera, YYYYYYY.... pasaron la 1ª línea, la 2ª línea, hasta llegar a la tercera, donde se encontraron con un soldado marroquí que se afeitaba en un montículo, con el espejo clavado en un palo. El teniente Tejedor, en un francés más que correcto, les dijo que allí se los dejaba. Me parece, dice Eduardo, que lo único que dijo fue "Salahm-Alaikum". ¡Vivir para aprender!

Su compañero Deglascá, le puso al corriente de lo que tenía que hacer. En la oficina del capitán Cuevas estaba también la oficina para los tres Guardias Civiles que había en Sidi Ifni cuyo trabajo compartían; por la mañana a las 9 salía de la compañía, cruzaba por el ZOCO nuevo, se tomaba un café con leche y churros y se reunía en la oficina de Iberia con el Sr. Marrero, Guardia Civil con el cual compartían el trabajo de anotar todos los pasajeros, sin excepción, que salieren de Sidi Ifni y si tenían algún problema, el delegado de Iberia Sr. Vinué lo solucionaba. Por cierto, añade, que años después se lo encontró por las Ramblas de Barcelona. Después, a las doce, a comer a la compañía y solucionar alguna cosa, por la tarde, a las dos, los pasaba a recoger el Land Rover y los llevaba al Aeropuerto a esperar el avión de Iberia DC10 que venía, uno de Sevilla y el otro, un día de Villa Cisneros-Aaiún y otro día de Las Palmas. Todos los pasajeros que se quedasen en Sidi Ifni, fuese quien fuese, le tenía que enseñar el DNI para anotarlo, como entrado en el territorio.

Aeropuerto de Sidi-Ifni
Aeropuerto de Sidi-Ifni

Esto sí –rememora– todos los oficiales, mandos, civiles, etc. le pedían que les tradujese el librito de instrucciones del Mercedes o Ford Taurus que se habían comprado; hay que pensar que a la mayoría, sobre todo a las chicas, les encantaba ver llegar a los aviones, mientras, "sus clientes" le invitaban a un whisky en el bar del aeropuerto (nunca cobró nada por una traducción, pero en la mayoría de sitios se encontraba con que el gasto que había hecho ya estaba pagado).

El trabajo era rutinario, pero cuando terminaba en el aeropuerto se iba, después de dar la novedad en el Retén, al cine y, cada dos o tres días, iba el chofer del Land Rover y empezaba a buscarle entre el público: ¡Aeropuerto, aeropuerto!; se levantaba de la butaca y le preguntaba que había pasado: por ejemplo, una avioneta francesa o belga que venían o iban al Senegal o a Costa del Marfil y hacía escala por la tarde-noche.

Los tenía que atender, sobre la ropa de paisano que vestía llevaba un escudo de Iberia para disimular y como empleado se hacía pasar; les arreglaba los papeles para evitarles molestias, datos de la avioneta, pasaportes etc., después le preguntaban por un hotel, llamaba un taxi y los hacía llevar, Eduardo de escolta, siempre con ellos, al hotel España hablando siempre cordialmente con los momentáneos turistas. Una vez allí, lo más normal era que le invitasen a cenar con ellos cosa que él aceptaba al momento. En caso de que no le invitaran, llamaba a sus compañeros de la oficina y les montaba un servicio de vigilancia variable según las circunstancias. Si cenaba con ellos, en la oficina abría una ficha con la matricula de la avioneta y su documentación, con un pequeño resumen sobre lo que se había hablado y cuáles eran sus intenciones (en caso de accidente podría haber sido de gran utilidad). Si no cenaba con ellos, al día siguiente se reunían con los compañeros de la vigilancia y juntos hacían el raport. Un día, recuerda Eduardo, un profesor belga de la universidad de Louvin, le invitó para dar una vuelta hasta las Palmas ¡cualquiera le decía que estaba haciendo la mili! Lo de las avionetas era muy frecuente, por lo que Eduardo estaba de servicio permanente, aunque estuviese disfrutando de una película en el cine Avenida.

Siguiendo con su narración rememora el día en que se le presentó en la barra de recepción un teniente del Estado Mayor, que le traía el DNI del General; estaba Eduardo escribiendo y el teniente, muy serio, le preguntó. ¿oye, chaval, no sabes que cuando hablas con un superior tienes que cuadrarte?, su respuesta fue: tengo ordenes de mi Capitán de que cuando estoy de servicio de paisano no me cuadre ante nadie, de todas formas ya le diré al Capitán Cuevas lo de su patinazo, además, como policía, estoy las 24 horas de servicio. Cuando se lo dijo al capitán Cuevas no le invitó a whisky (se ríe), pero dijo que había obrado correctamente y se puso a reír abiertamente.


 
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