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Recuerdos y vivencias de un Policía de Ifni Imprimir E-Mail
Manuel Jorques Ortiz
Escrito por Manuel Jorques Ortiz   
martes, 24 de diciembre de 2013
Índice del Artículo
Recuerdos y vivencias de un Policía de Ifni
Destino: Ifni
En el campamento de reclutas
En la Compañía Local de la Policía
¡Servicios especiales! ¡Al aeropuerto!
¡Hola Aeropuerto, buenas noches!
Los buenos servicios siempre se premian
Algún mal trago
El trabajo bien hecho
¡ADIOS SIDI IFNI! ¡Inch Alah!

¡Hola Aeropuerto, buenas noches!

Al aeropuerto fue un día un jefe de cabila que Eduardo ya tenía visto. Destacaba con su chilaba de seda de color azul y su impoluto turbante blanco, invitándole a una boda a celebrar en una dirección que le dio. Otro día, la invitación fue para un "bautizo" y así varias veces. Eduardo, dice, que no se perdió ninguna de las celebraciones que tenían lugar en casas particulares en las que al entrar, a la derecha detrás de unas cortinas, estaban las mujeres, a él le hacían sentar en un cojín (puf), le lavaban la cabeza con perfume, le traían una vasija de cerámica con tapadera elevada, jabón y le echaban agua cuya ¿limpieza? no se veía por quedar debajo de la tapadera, comían con los dedos, pollo, cus-cus y manjares que ya no recuerda o no distingue en la lejanía del tiempo pasado. Después entendió que aquella gente, aquellos bereberes cuyo nombre de tribu tampoco recuerda, eran gente agradecida, por haberle hecho la respiración artificial a uno de ellos y siempre le demostraron sus simpatías. A veces, de noche, salía Eduardo solo con la chilaba azul oscuro, la pipa y un par de cargadores que nunca tuvo que usar, y se paseaba por el barrio moro, se sentaba en una piedra, con la chilaba que le tapaba y si pasaba algún nativo delante de él le decía ¡Hola Aeropuerto, buenas noches!

La famosa trapecista “Pinito del Oro”
La famosa trapecista “Pinito del Oro”
El Hotel España, en la plaza del mismo nombre
El Hotel España, en la plaza del mismo nombre

De este servicio militar tan atípico que el director de hotel suizo estaba realizando, le viene a la memoria las fiestas de la Virgen del Pino de aquel año, para cuando regocijo de todos acudió la trapecista canaria "Pinito de Oro". El teniente Armendia le pidió a Eduardo que fuese el encargado-relaciones públicas de la caseta de la Policía. Sus compañeros hicieron de barmans. Tenía todas las mesas reservadas, por si las moscas: una para el Gobernador Militar, don Marino, y otras para diferentes compromisos, cuando llegó un señor con su familia y se sentó en una de las mejores mesas. Eduardo, ni corto ni perezoso, fue hacia él y le dijo que aquella mesa estaba reservada, a lo que con tono de guasa le espetó "Chaval aquí no hay ningún cartel que ponga reservado" (Eduardo sabía que aquel señor de paisano era el comandante Cesar, el terror de los soldados de Tiradores) y no obstante le contestó que cuando llegase el General para ocupar aquella mesa que se lo dijese a él, eso de que no estaba reservada. Se levantó y le pidió donde sentarse, le dio otra mesa y en paz. En esa mesa hizo sentar a un cabo 1º de la Legión con su familia; el General tenía otra mesa reservada y el teniente Armendia recibía la felicitación del comandante Cesar por haber puesto a un chaval con carácter, ¡sí señor!, y a Eduardo también le felicitaron.

Reflexiona Eduardo sobre algunos comentarios que ha leído, referentes al Teniente Coronel Mena, que a él, personalmente, le han parecido injustos. Le parece ser muy pequeño para juzgarle, pero lo que si puede decir es que era una persona muy MILITAR, en mayúsculas, y muy disciplinada. Si cuando iba por la calle se lo encontraba (Eduardo vestía de paisano) le hacia un pequeño gesto con los brazos y le devolvía siempre el saludo.


 
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