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Algún mal trago
Un día pasó un mal trago con un encarguito que le dieron sus superiores. Fue algo especial, tan especial que, a pesar de los años transcurridos, no puede contar. La cuestión es que durante el "trabajito" tenía Eduardo que tratar al General Marino Trovo y al Capitán Rascón y a los demás personajes invitados, de forma informal, de tú, como si hubieran "comido fideos" juntos toda la vida; así lo hizo, pero siempre dentro de una discreta distancia.
Es una pena, se lamenta Eduardo, no haber llevado un diario en el que anotar por lo menos fechas, por lo que solo puede decir que un día llegaron al Aeropuerto unos comerciantes del Puerto de la Cruz que querían ejercer venta ambulante de cortes de tejidos por la ciudad y que se marcharían al día siguiente. Ellos, para poder cobrarles los impuestos que gravaban la actividad les contaron los cortes textiles que llevaban y quedaron que a la salida de Sidi-Ifni se contarían los que quedaban y según los que hubieran vendido harían el cálculo. Hasta ese momento todo bien, pero resulta que al regresar del servicio en el Aeropuerto, estaba dando una vuelta por la zona de la Mezquita y se encontró con un corro de gente y en el centro los vendedores pregonando su mercancía: ¡dos cortes de traje barato, baratooo! y ¡encima os pongo este reloj de caballero! ¿Quién se lo queda? ¡Venga, venga también este reloj de señora! ¡Venga, para usted! ¡Tenga, como siga así me arruino! Los estuvo observando un rato, llamó a la pareja de vigilancia en el distrito y se los llevaron detenidos al Reten, poniéndolo en conocimiento de Capitán Cuevas quien le dijo que bien hecho y, aquella noche, los vendedores ambulantes durmieron en el calabozo. Le supo muy mal, a Eduardo, que después de la confianza que les habían dado él y el Sr. Marrero (el Guardia Civil) no les declarasen la cantidad de relojes que llevaban para mercadear con los nativos. Cuando salieron de Ifni, antes de subir al avión, le dijeron: ¡ya vendrás por el Puerto de la Cruz, ya! ¡te regalaremos un "corte"! (supone que se referían a un corte de navaja). Añade Eduardo que ha estado tres veces en Puerto de la Cruz, una en Las Palmas, otra en Fuerteventura y dos en Lanzarote y la Graciosa, sin haberse tropezado, afortunadamente, con los charlatanes aquellos.
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