A pesar de ser nuestro idioma, el español, tan rico, hay ocasiones en las que es difícil encontrar palabras para describir algunos hechos y sentimientos que han despertado y aún se mantienen vivos en la mente y el corazón, como son los acontecimientos que se desarrollaron hace 50 años en Ifni y que, precisamente con el paso del tiempo no sólo no se han perdido, sino que al ser más conocidos han alcanzado el mérito y la admiración que merecen.
Una de esas ocasiones es ésta, en la que trato de sacar a la luz una historia que, precisamente por su sencillez, expresa tanta hondura que me es difícil describirla con palabras, y serán las de sus protagonistas quienes se encarguen de llevarnos su hermoso mensaje al corazón.
Quienes dan origen a estas palabras son dos legionarios que lucharon en la campaña de Ifni-Sahara en 1957-1958, y que merecen todo nuestro reconocimiento y admiración, al igual que todos los que combatieron en aquella guerra lejana, en el tiempo, el espacio y el recuerdo. Yo tuve la suerte de ser madrina de guerra de uno de ellos, Andrés Alba Aguilar, y aún hoy doy gracias a Dios por haberme dado la ocasión de participar, aunque fuera indirecta y humildemente, en aquellos tal vez por entonces poco valorados acontecimientos, en defensa de la Patria. Fui, desgraciadamente por poco tiempo, madrina de Andrés Alba, y después receptora de una preciosa carta que, sin pretenderlo su autor, creo que representa en toda su sencillez la valía de unos sinceros sentimientos que honran a quien los expresa.
Si retrocedo en el tiempo esos cincuenta años, me veo como una joven de
18 años viviendo en una hermosa ciudad castellana. No llegan muchas
noticias de los territorios españoles en África, pero yo, hija y
hermana de militares de Infantería, escucho y leo con fruición todo lo
que llega de aquellas tierras en las que se libraba una batalla que ya
muchos llamaban "la guerrita de Ifni"…
En los primeros días del invierno de 1957, por
casualidad, una revista cayó en mis manos, y dentro de ella una nota en
la que se leía escuetamente: "Andrés Alba Aguilar, legionario, busca
madrina de guerra". Y una dirección en Ifni… ¡Al fin lo había
encontrado!. Sería un sencillo modo de participar, aunque sólo fuera
haciéndole llegar a alguien mi necesidad de compartir humildemente
tantas dificultades como seguramente estarían pasando.
¡Con cuánta ilusión y cuántos nervios escribí la
primera carta! Andrés contestó muy pronto. Era alegre, simpático, tenía
sólo unos años más que yo y congeniamos enseguida. No hablaba mucho de
la guerra, y yo procuraba referirme poco a ella; quedaba como
sobreentendida, y preferíamos dedicar el tiempo a cosas entretenidas
para que las cartas fueran una especie de recreo o de descanso entre
los problemas. Al menos, yo pensaba que una madrina de guerra sería más
útil así.
A mediados de enero llegó una carta suya más corta,
con letra irregular y con noticias inesperadas: "me han herido en una
pierna; estoy en el hospital y tal vez dentro de unos días seré
evacuado a Las Palmas"… ¡Qué impresión más triste sentí al ver
retratada así la crudeza de una guerra! Pero, inmediatamente, con su
ánimo característico, la reacción positiva: "Como luego me darán
permiso, ¿querrás mandarme una camisa blanca para vestirme de paisano?
Hazlo, por favor, a la dirección de siempre, que ya me la harán llegar
si estoy en Las Palmas". Y su agradecimiento de despedida.
Después pasaron bastantes días sin noticias, hasta
la llegada de la siguiente carta, que he tenido guardada todos estos
años como un verdadero tesoro de mi juventud:
Al terminar de leer, yo también me sentí herida en
la campaña; pero, sobre todo dolor y sentimiento tomé conciencia adulta
por primera vez en mi vida de lo que significaban la entrega y el valor
de unos hombres que, lejos de su Patria, daban gustosos su vida por
Ella y, en definitiva, por todos nosotros.
La carta del Suboficial Legionario Enrique López
Acón, asimismo, mostraba en lo que parecía que iba a ser una escueta
comunicación, los valores del hombre bueno, leal, valiente y sensible
que, entre otros muchos, forman el Espíritu de La Legión.
Los inmerecidos elogios hacia mi persona son una
prueba más de la calidad humana de un Caballero Legionario que con sus
palabras consiguió dejar llena de paz el alma de aquella joven madrina
de guerra, sino que ya para siempre recogiera la sugerencia de orar por
aquellos valientes, sin tener en cuenta el tiempo transcurrido desde
entonces.
Ahora, que conmemoramos el L Aniversario de aquella
contienda, he creído que es mi deber sacar a la luz estos sencillos y
grandes hechos que sin duda no serían casos aislados, para darlos a
conocer, y que sirvan como una pequeña aportación al homenaje de
admiración y respeto que merecen todos los que participaron en aquella
guerra: muertos, desaparecidos, heridos… los combatientes todos y sus
familias, así como la población de Ifni que supo valientemente
mantener, a pesar de las dificultades, el peligro o el miedo, la vida
de la ciudad en la máxima tranquilidad posible.
Para expresar todo ello faltaban las palabras, a
pesar de nuestro rico idioma… Por eso, dejemos que hablen los
sentimientos, muy adentro.
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