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Sidi Ifni cura sus heridas Imprimir E-Mail
Ifni en la prensa digital
Escrito por Reda Zaireg   
miércoles, 10 de diciembre de 2014

Fuente: Medias24 (en francés)

La vuelta a Sidi Ifni diez días después de las inundaciones. La ciudad ya es experta. Además de los desescombros, la primera batalla es para el restablecimiento del agua potable. La distribución de las ayudas y de los productos de primera necesidad no se hizo de manera equitativa, acusan los habitantes.

A la entrada de la ciudad, cerca de la estación de los "taxis grandes", hay un café donde los uniformes negros con tiras fluorescentes impusieron, por su número, la moda en el vestir del lugar.

Es aquí donde los bomberos recuperan fuerzas antes de regresar a los trabajos. "Estuve a punto de ser llevado por el 'oued' mientras estaba en mi camión. Fui sacado de allí con mucha dificultad", cuenta Mohamed, mientras sostiene entre las manos un vaso de café con leche.

Excavadoras apartando escombros. (Foto: Reda Zaireg; Medias 24)
Excavadoras apartando escombros.

(Fotos: Reda Zaireg; Medias 24)

Venido, como la mayoría de los bomberos, del Cuartel de Salé para apoyar a los colegas locales, hace desfilar en su teléfono móvil las fotos de los "oueds" crecidos y los puentes inundados.

Otro bombero se nos une, nos adelanta el desarrollo de las operaciones. "Lo más importante, ahora, es que hay que posibilitar a las personas el acceso al agua potable, porque una parte de Sidi Ifni aún sigue privada de ella", explica. Él no participará en esto. Deberá remolcar hasta Rabat un camión de bomberos bloqueado en un pueblo vecino, a una velocidad de 60 km/h. "No te preocupes. Estarás allí para el año nuevo", bromea Mohamed.

Un poco más lejos, unas excavadoras se dedican a quitar peñascos, árboles derribados, lodo y paredes desmoronadas de las calles, con el fin de devolver a la ciudad un aspecto más decente, salvar lo que se pueda salvar de las calles, de las que se desprendieron placas de alquitrán como pieles muertas.

Cuanto más subimos hacia el centro de la ciudad, los daños se hacen más escasos.

Delante de la sede municipal, donde los estudiantes hacen una sentada, ni rastro del mal tiempo. "Algunas aldeas hasta este momento aun son inaccesibles. Los estudiantes no han visto a sus familias desde hace varios días", explica Khalil Daguig, Vicesecretario General de la AMDH Sidi Ifni.

Unos minutos más tarde, los estudiantes se retiran, con la esperanza "que las cosas se están acelerando", suspira Houssein, uno de los manifestantes. "Soy originario de Tangarfa. Los dos caminos que llevan a ella están cerrados. Hay pues que desviarse por Tiznit para llegar allí. El 90 % de las casas situadas cerca del "oued" se derrumbaron y algunas familias han tenido que alojarse en las escuelas o entre sus vecinos. Esperan, con la esperanza de ser indemnizados".

En su pueblo, "mujeres embarazadas fueron llevadas en carretillas hasta la casa del 'caid'. El jefe luego las transportó en su coche oficial hasta el hospital de Sidi Ifni"

Unos estudiantes se concentran delante de la sede municipal, después de acabar la sentada.
Unos estudiantes se concentran delante de la sede municipal, después de acabar la sentada.

¿"Las ayudas? No han sido distribuidas por las autoridades. A la entrada de los pueblos, los semsara electos esperaron la llegada de los víveres ellos mismos para distribuirlos en sus circunscripciones. Algunos sacos llegaron desgarrados, ciertos productos fallaban en eso" se indigna Houssein.

Una situación que AMDH había denunciado previamente. "Las autoridades locales se reunieron con unas asociaciones, con el objetivo de dejarlos encargarse de la distribución. Sin embargo, son las autoridades las que deberían distribuir las ayudas, casa por casa, porque hasta ahora, muchas familias todavía no las han recibido", clama Khalil Daguig, que continua: "ciertas asociaciones se pusieron de acuerdo con los funcionarios elegidos para comercializar las ayudas. ¿El objetivo? Crear un fondo de ayuda a los damnificados de la ciudad. No sólo no es necesario, porque las ayudas bastan para todos los habitantes de Sidi Ifni, sino que no sabemos cómo será administrado ese fondo". 

Al llegar a la playa, que ya no es una franja de arena rubia, nos reciben terraplenes, troncos de árboles y escombros. Las únicas en pie, las duchas reservadas para los bañistas, parecen contemplar, demacradas, una playa devastada.

Los habitantes de las casas situadas en las cercanías aguantaron, el viernes precedente, una mala tarde. "El agua sumergió nuestras casas a una altura de 1,50 m", cuenta M'Barek, que tuvo que huir por el tejado para no ahogarse. 

Colchones, mantas, televisores, utensilios, todos enterrados bajo una masa de lodo y de troncos de la cual algunos afortunados pudieron sacar sus objetos de valor, y solos, porque "ni la Protección Civil ni los funcionarios nos ayudaron. Nos defendimos sólos". 

Las únicas en pie, las duchas reservadas para los bañistas parecen contemplar, demacradas, una playa devastada.
Las únicas en pie, las duchas reservadas para los bañistas
parecen ontemplar, demacradas, una playa devastada.

La playa de Sidi Ifni.
La playa de Sidi Ifni.

Menos afortunado fue su vecino, Kaidour Hassan. Él y su hermano Hussein tenían una tienda de ultramarinos que ha sido devastada totalmente. 

"El viernes a las 13 horas, el agua comenzó a penetrar. Huí, y cuando regresé, esto", dice Hussein mostrando el vestíbulo de entrada de su casa, en el cual se atarea a resucitar un frigorífico de refrescos. 

El día en que Mohamed Hassad y Aziz Akhannouche llegaron al lugar, les expuso en un tono franco la situación así como los daños. Unos días más tarde, las ayudas llegaron, "y no he visto nada. Nada. Son voluntarios extranjeros quienes nos proporcionan víveres".

Limpieza del frigorífico de refrescos de Hassan.
Limpieza del frigorífico de refrescos de Hassan.

Hassan limpiando otro frigorífico.
Hassan limpiando otro frigorífico.

Unos metros más lejos, lo que se parece a dos bloques de cemento, destripados. Reliquias de ambas piezas principales de una casa que acogía a tres personas, que hablan por si mismas de la fuerza de las olas.

En el techo, un hombre puso una mesa, un cojín y una improvisada pancarta de protesta reivindicativa y se sentó allí. Pescador, Mohamed se encontró de la noche a la mañana sin su domicilio. 

"Quedé bloqueado por fuera de la ciudad durante tres días a causa de las inundaciones. Cuando regresé a mi casa, he aquí lo que encontré", y nos nuestra, medio sepultados en el lodo, un colchón, un televisor y una alfombra.

La casa de Mohamed el pescador.
La casa de Mohamed el pescador.

Mohamed sobre el tejado de su casa.
Mohamed sobre el tejado de su casa.


"Quedé bloqueado a las afueras de la ciudad durante tres días a causa de las inundaciones",
dice Mohamed, cuya familia vive en un pueblo vecino.

"Tenemos que hacer frente a dos riadas desenfrenadas. La primera es este río. La segunda son los hombres", exclama H'mad. 

Aprovechando su ausencia durante las inundaciones, los saqueadores robaron la moto de la que él se servía para ir a trabajar. De su casa, en otro tiempo situada en los accesos del río, quedan sólo dos montones de vigas y de ladrillos, separados por dos metros, y enmarcados cada uno por una puerta azul. "El primero daba hacia el patio de la casa, el segundo hacia el exterior. Son la bienvenida", ironiza. 

Lo que queda de la casa de H'mad.
Lo que queda de la casa de H'mad.

Parte de los escombros de la casa de H'mad.
Parte de los escombros de la casa de H'mad.

Sentados en una mesa por fuera, H'mad y Mohamed beben a sorbitos un té.
Sentados en una mesa por fuera, H'mad y Mohamed beben a sorbitos un té.

"Afortunadamente yo no estaba allí cuando el río se desató el viernes. Regresé el sábado y el agua estaba todavía por encima de su nivel habitual. Traté en vano de encontrar mi casa. Había sido engullida".

Volviendo sobre los saqueos, dijo que "unos días después de mi regreso, escuché a un tipo hurgando en los escombros de una casa vecina. Cuando me vió, trató de escabullirse. 'Venga, haz lo que tengas que hacer', le dije, "Lo que me entristece más es que vas acompañado por tu hijo. ¿Qué educación le das?". 

Hoy, H'mad vive con su vecino y amigo Mohamed, jardinero municipal. Ninguno de los dos parece asustado por los acontecimientos, el hundimiento de la casa de H'mad, las toneladas de lodo que habrá que sacar de la casa de Mohamed, la moto robada, los biens llevados por el río. 

"Nos recuperaremos de eso", sonríe H'mad que, olvidando los acontecimientos, cuenta que allí donde hay sólo restos, palmeras arrancadas, desolación, "había, del tiempo de los españoles, una gran avenida. En el otro extremo, un cuartel militar. El sábado, miles de soldados salían en filas organizadas para ir hacia la ciudad. Cuando los toques de clarín resonaron, fue el desorden, todos ellos tomaron el camino del cuartel corriendo". 

H'mad y Mohamed.
H'mad y Mohamed.


"Aquí había una cocina", indica Mohamed.

 

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