Fuente: Boarding Post
Cada domingo, la gigantesca extensión de tierra que se encuentra al este de Sidi-Ifni cobra vida y aloja un animado mercado que se postula como una e las principales opciones de ocio de este histórico enclave del sur de Marruecos.
Una pequeña explanada junto al terreno pedregoso del viejo aeropuerto,
que pasa de ser un simple solar vacío usado como aparcamiento a
convertirse en un concurrido entramado de casetas de plástico y pequeños
puestos al raso en los que se vende desde verdura a artesanía, pasando
por todo tipo de objetos imaginables.
Vendedor bereber de Marruecos.
Montañas de fruta a precios bajísimos, joyas bereberes, alfombras y
ropa, e incluso más. Aquí se puede ver a la venta desde una cacerola
vieja o un neumático usado hasta especias y telas finas. Un público generalmente local,
aunque siempre con la presencia de los muchos turistas que pasan por
esta localidad para disfrutar de su playa, su tranquilidad y su fama
surfera. Una gran colonia francesa vive en esta pequeña ciudad costera
(más bien pueblo grande).
Artesanía bereber en SIdi Ifni.
Alfombras en Sidi Ifni.
El mercadillo es el gran atractivo del domingo y llena de vida no solo
la explanada de tierra, sino también las terrazas de las calles que
bajan hacia la plaza Hassan II y hacia el mar. Locales y foraneos
disfrutan del té, los dulces, o la comida. Además revive también el
tradicional mercado de Sidi-Ifni, un diminuto zoco situado muy cerca de la explanada y que es famoso a diario por su pescado fresco y su marisco.
Aunque es un lugar muy frecuentado por turistas, y extranjeros que
residen allí o van de paso, los precios no tienen nada que ver con los
que se pueden encontrar en las grandes capitales turísticas como Marrakech o Agadir.
Productos mucho más auténticos, posiblemente de mejor calidad que los
generados por una industria dirigida directamente al turista, y con un
regateo (también aquí necesario) que suele empezar en una cifra
muchísimo menor.
Mujeres en el mercado.
Moto en Sidi Ifni.
Un destino de 'slow-travel', de viajar sin prisa entre sus calles de
tierra, su paseo junto al mar, sus terrazas, sus restaurantes y
teterías. Quien haya vivido o estado en Canarias encontrará similitudes
con la vida de muchos pueblo costeros de Lanzarote
o Fuerteventura, alguna conexión hay en esa forma pausada de vivir que
da el sonido de las olas. No en vano hace pocos años dijo el presidente
de la Comuna de Sidi-Ifni que "Canarias ha hecho de Sidi-Ifni la ciudad que es".
El mercado del domingo es un buen escaparate de ese fenómeno, sus
polvorientas e improvisadas calles entre los puestos se prestan a
simplemente pasear observando cómo se mueve la vida de este
rincón. Quizás sin comprar nada, tan solo perdiéndose en el ambiente. En
esta ciudad no hay grandes mezquitas o monumentos, no tiene la
milenaria historia de Marrakech, ofrece un país diferente, una forma de
ver Marruecos que va más allá de las páginas centrales de las guías de
viajes.
Sobre el autor: Iru Pérez
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