Fuente: Blogs Periodista Digital
Al teorizar, hoy, sobre la legitimidad de la guerra, hay que enfocar la
mirada escrutadora al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, lo
que no es obstáculo para que un Estado o un conjunto de Estados pongan
en movimiento ofensivo o defensivo a sus fuerzas armadas. (Pretendidos
Estados, que no lo son, como Daesch, quedan al margen de este marco de
referencia del Derecho Internacional, como quedan también las guerras
protagonizadas por milicias no gubernamentales, por grupos armados
mafiosos o por cualquier modalidad de mercenarios y terroristas).
Las Fuerzas Armadas y de Seguridad actúan por decisiones de
política gubernamental tras la instauración del Estado moderno, a
excepción de pronunciamientos o golpes de Estado impulsados o dirigidos
por algunos depositarios de las armas contra el poder
constitucionalmente establecido. Así es en los tiempos que corren y así
fue en los tiempos pasados, incluida la época de las grandes
colonizaciones y sus consecuencias de reparto de zonas de influencia (lo
que fue el caso, por poner un ejemplo, de España en Marruecos en sus
relaciones con Francia, que originó enfrentamientos con población
autóctona interpuesta, o alianzas ofensivas/defensivas contra esa misma
población que se calificaba de indígena).
El Protectorado español en Marruecos está cargado de relatos e imágenes
propias del internamiento en lo ignoto, en general, (aunque Felipe II y
Carlos I no ignoraban la complejidad, la conquista o incluso las
alianzas con el flanco sur del Mediterráneo). Lo cierto es que los
tercios y tropas peninsulares españolas actuaban por órdenes
gubernamentales y no por el capricho de un oficial que hacía la guerra
por su cuenta.
Conocemos no muy bien el valor, incluso el heroísmo, de las partes
enfrentadas, aunque abundan los detalles references a los hechos de
guerra de La Legión. Y menos conocemos lo que podríamos llamar la
“encerrona” que constituyó la “Batalla de Edchera” (13 de enero de
1958). Un teatro de operaciones en donde prevalecían desierto y dunas.
Dos fuerzas militares enfrentadas: por una parte, unidades de la XIII
Bandera de La Legión Española (que se disolvió ulteriormente, quedando
en el museo de la historia), y por otra, el apenas adiestrado Ejército
de Liberación Saharaui (ELS), que actuaba como en una "guerra de
guerrillas". Estamos en plena “Guerra de Ifni” y, fieles a la historia
que hoy ya conocemos, en sus estertores finales. Hoy lo sabemos pero
entonces, no. Dos días antes, el 11 de enero, el ELS atacó El Aaiún,
sin éxito. En una “misión de reconocimiento”, dos Compañías de La Legión
hacen una incursión en la zona de Edchara. El ELS, emboscado en las
dunas, abre el fuego mientras que el primer pelotón de caballeros
legionarios no retrocedió al tiempo que otro cubría el enfrentamiento
armado y protegía diversos artefactos terrestres. Fue una verdadera
masacre, cuyos últimos en “resistir”, con la mezcla de la obediencia al
poder constituido y al mando que lo transmitía, el compañerismo, el
valor y una fuerte carga de idealismo en plena acción de guerra, fueron
el brigada Fadrique y el caballero legionario Juan Maderal que era
portador de una ametralladora. Fueron los últimos en caer, solos, en
acto de servicio. Posteriormente les fue concedida la Laureada de San
Fernando. Según estadísticas de guerra, la “Batalla de Edchara” causó
48 muertos y 64 heridos. No se conocen a ciencia cierta las bajas y
heridos del ELS. Habría que recordar que la “Guerra de Ifni” originó 198
muertos, 574 heridos y 80 desaparecidos. Edchara provocó una gran
ofensiva de La Legión (IV, IX y XIII Banderas) para expulsar al ELS de
ese territorio, dándose una de las pocas alianzas con Francia con
ofensiva aérea (que según datos de la época, recibió luz verde del
gobierno de los Estados Unidos).
El 1 de abril de 1958 comienza el “reparto” entre Francia y España
que mantuvo Ifni hasta el 30 de junio de 1969, con el control del Sáhara
Occidental hasta 1975, año en el que se precipitó el abandono de ese
territorio a causa de la “Marcha Verde”, reinando, “en funciones”, Juan
Carlos I y muy enfermo el general Franco. En ese año se firmó el
“Acuerdo Tripartito de Madrid” entre España, Marruecos y Mauritania, por
el que se transfería la responsabilidad de España a una administración
tripartita. El Sáhara Occidental se correspondía geográficamente con la
reivindicación de independencia del Frente Polisario saharaui para
transformarlo en una República Árabe Saharaui Democrática, contencioso
que en nuestros días está dentro de las competencias de las Naciones
Unidas, aceptadas por el Reino de Marruecos. Con los elementos que hoy
disponemos, se podría afirmar que la “Marcha Verde”, organizada por
órdenes de rey de Marruecos, tenía dos objetivos estratégicos: el
abandono del Sáhara Occidental por España y el freno a los objetivos
independentistas de los saharauis, casi todos hispanófonos.
Hoy el Reino de Marruecos es el primer socio en cooperación
internacional con el Reino de España. La “cuestión saharaui” (al igual
que la “cuestión palestina”, aunque esta está más avanzada en
autodeterminación) sigue sin resolverse. Si España hubiese permanecido
unos años más en Ifni, quizá hoy la historia de saharauis y de
marroquíes se escribiría de otra manera. Tanto España, con los hechos
de guerra de La Legión cumpliendo, con disciplina y altos grados de
compañerismo, órdenes a tenor de las leyes españolas, como también los
hechos de guerra del ELS, habrían constituido bases sólidas para
firmar, a nivel político, “la paz de los valientes” con sus derivados
de excelentes relaciones internacionales. En África, sólo dos pueblos
eran (y en parte siguen siéndolo) hispanófonos: el ecuatoguineano y el
saharaui. Pocos frutos de retroalimentación para tanto honor, valor y
alto riesgo que vivieron en esas dos zonas nuestras FAS, y muy en
particular La Legión, como hoy ocurre en las arriesgadas “misiones de
paz” de la ONU en las que participan caballeros legionarios de sus
Banderas.
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