Fuente: tlaxcala
AUTOR: Mustafá HIRANE .
Traducido por Rocío Anguiano
La barbarie de la ofensiva militar del 7 de junio a través del testimonio de una victima
Mustapha Hirane es periodista del semanal marroqui Al Michaal (La Antorcha)
El siguiente testimonio es un desmentido irrefutable de las afirmaciones que juran, con la mano en el corazón, que el 7 de junio de 2008, la policía marroquí no violó a nadie en Sidi Ifni. Es de admirar el valor de Mustafá Hirane, el periodista que ha recogido este testimonio y que también fue víctima de la brutalidad policial por parte de las Fuerzas Auxiliares (1) cuando cubría una manifestación de titulados en paro ante el Parlamento de Rabat en mayo de 2007.
Me preparaba para ir a Sidi Ifini una semana después de los sangrientos sucesos del 7 de junio. Allí, la gente estaba atrapada entre el mar, la montaña y el yugo del Majzén (2) e intentaba recuperar el aliento y comprender lo que había pasado para poder digerirlo. La misión que me había sido claramente asignada por el comité de redacción de nuestro semanario Al Michaal (La Antorcha), consistía en recoger testimonios de muchachas víctimas de atentados a su pudor. No era una tarea fácil. Es difícil convencer a chicas educadas en un medio tradicional para que hablen sobre las atrocidades sufridas a manos de los animales depredadores del aparato ejecutivo del nuevo Mazjén. Insistí en alentar a las victimas, en convencerlas para que lo soltaran todo, fuera cual fuera la atrocidad. Para que esto no se repitiera o, al menos, el Majzén y sus esbirros se lo pensaran dos veces antes de saquear de nuevo los espacios privados y la intimidad de la gente y de violar a mujeres.
Algunas victimas aceptaron el reto. Debo decir con franqueza que estas
mujeres son las dignas defensoras de la ciudadela del honor de las
mujeres marroquíes, en una época en que las demás ciudadelas se hunden.
El testimonio “grave” (en consonancia con “herida grave”) que van a
leer es el de una joven baamraní (3) de Sidi Ifni. Su nombre: Maryam
Aut Muhine (fotos). Se ofreció voluntaria entre un grupo de mujeres y
jóvenes para informar a la opinión pública nacional de las atrocidades
y bajezas del nuevo Majzén y sus esbirros. El testimonio de Maryam solo
es el primero. Publicaremos otros proximamente.
El oficial de policía: “Coged a esta chica de m. y llevadla a donde podáis meterla”.
Salí la mañana del sábado 7 de junio a hacer la compra. Me crucé con
un agente de policía que empezó a insultarme sin razón diciéndome: “Que
te den, pedazo de p.” Respondí: “Cuida tu lenguaje” y empezó a
insultarme de nuevo. En ese momento, se me acercó otro agente y me
preguntó cuál era el problema entre su compañero y yo. Y cuando se lo
expliqué, pensando que iba a solucionar el problema, aprovechó para
cogerme y llevarme ante su jefe, un oficial. Este también me preguntó
cuál era el problema. Le expliqué de nuevo lo que había pasado y le
hablé de todos los insultos lanzados contra mí. Y le dijo al policía
que me había llevado ante él: “Coged a esta chica de m. y llevadla a
donde podáis meterla”.
Me llevaron cerca del colegio Mulay Abdalah, donde pude ver lo que
hacían: habían tirado a un joven al suelo y le daban patadas por todas
partes, sobre todo en la cara. Después me llegó el turno de recibir mi
lote de golpes. Se pueden ver las marcas: estoy llena de cardenales e,
incluso, no puedo sentarme. Al poco, llegó otro policía, con
pasamontañas. Me cogió, me empujó contra la pared del colegio y empezó
a pegarme en la parte baja de la espalda y cuando dejé de gritar porque
ya no sentía mi cuerpo, que parecía un cadáver, comenzó a golpearme en
la cabeza. Intenté protegerme el rostro de los golpes dados a ciegas,
pero noté que se me rompía la nariz. Otros policías se unieron a la
jauría, me sujetaron los brazos para que su compañero con pasamontañas
pudiera golpearme a su antojo, bajo una incesante lluvia de insultos
lanzados por todos ellos. “Que te jodan, puta, nos vamos a cepillar a
tu madre” “¡Hija de maricona, hija de puta!"
Todo esto sucedió delante del colegio Mulay Abdalah. Después me
llevaron a comisaría. Al bajar del furgón, fui golpeada, abofeteada,
recibí puñetazos en la cabeza. Ya no podía mantenerme en pie. Me
llevaron dentro de comisaría. Uno de ellos casi pisa mis gafas, que se
me habían caído. Lo habría hecho si yo no le hubiera explicado que me
eran indispensables y que había vendido una oveja por 500 dirhams (50
€) para pagarlas. Entonces las recogió y se las guardó en el bolsillo.
Luego dos policías que creo que podría reconocer entre mil –uno de
ellos se llama Badr y, según los jóvenes de la ciudad que lo conocen,
después le dieron el traslado- me llevaron a una habitación y me
obligaron a desnudarme. Me negué.
Ante esta negativa, empezaron a pegarme, rompiendo mi ropa. Todas
las jóvenes detenidas en comisaría siguieron la misma suerte. Aquellas
que lo nieguen mienten, por miedo a perder su honor, en una ciudad
pequeña como Sidi Ifni. He visto cómo golpeaban a mujeres y hombres,
que yo conocía, delante de sus maridos o sus mujeres. En el caso de
otras mujeres, les rompieron la ropa en presencia de sus maridos. Con
lo que me pasó, deseé volver a encontrarme cara a cara con un policía a
solas y estoy segura de que le habría pegado. Pero desafortunadamente
eran como buitres sobre un cadáver, que no lo dejan hasta que lo han
limpiado a fondo.
“Metió un palo entre mis piernas mientras gritaba: “Vamos, muévete, hija de puta”
Después de que me desnudaran totalmente, uno de esos policías me
metió un palo entre las piernas y empezó a besarme a la fuerza y cada
vez que yo intentaba rechazarle, me pegaba en la cara o en la cabeza.
Durante ese tiempo, los otros olfateaban los restos de mi ropa y me
acariciaban las nalgas. Me dolía mucho, pero a pesar de eso, resistí.
(…)
Otras chicas me han confesado que fueron victimas de violaciones colectivas dentro de comisaría.
Todos pasaron por turno a olisquearme y a besarme a la fuerza en los
pechos. Mis gestos de rechazo provocaban cada vez nuevos insultos y
golpes. Le dije a un policía que estaba besándome y abrazándome:
“Aléjate de mí, por el amor de Dios”. En un momento dado, uno de los
policías, que ya no soportaba lo que me estaban haciendo sufrir, me
dijo: “Toma tu ropa y vístete. Perdóname”. Y me llevó a otra celda.
Justo en el momento en que iba a entrar en la celda, empezó a
insultarme y denigrarme: “¡Entra, puta, hija de maricona!” para que lo
vieran bien sus superiores que acababan de entrar en la celda. Cogió la
ropa y la tiró al otro extremo de la celda.
Yo no había visto nunca nada parecido, ni siquiera en el cine.
Había muchos jóvenes desnudos. Al lado de cada joven, había botellas
vacías. Cuando salí de comisaría, pregunté la razón de la presencia de
las botellas y me dijeron que les habían obligado a sentarse encima,
pero no podían contarlo públicamente por vergüenza. La mayoría de esos
jóvenes viven en el barrio de Colomina.
En estas circunstancias, los golpes caían sobre todos los cuerpos
desnudos, sobre todas las partes del cuerpo, principalmente las nalgas
y los órganos genitales y cuidado el que se resistiera. Fueron
golpeados incluso con porras, patadas, en la cara, por todas partes,
hasta que caían como un animal degollado.
Cuando le dije “No” en francés a uno de los policías que quería
violarme, se volvió loco y me pegó como un histérico hasta que caí al
suelo. Entonces me apodaron “No”. Decían: “Ven aquí, tu, la No”,
evidentemente mientras me pegaban. En ese momento, vi que uno de sus
superiores, que andaba como un pavo real nos miraba, a todos y todas
desnudos como vinimos al mundo, con una sonrisa de desprecio. Un joven
le dijo: “Por favor, pásame un teléfono para que llame a un caíd (4) en
Agadir, que fue quien me envió aquí a trabajar, yo no he venido a
manifestarme, podéis comprobarlo, mi coche está fuera y tiene matrícula
de Agadir”. El oficial respondió: “Tenemos ordenes del rey para hacer
lo que estamos haciendo y tu quieres hablar con el caíd… ¿O hay alguien
por encima del rey en este país?”
Me acuerdo muy bien de la cara de este oficial y podría reconocerlo entre mil.
Al rato, un policía me llevó desnuda, me tiró al suelo, puso su pie
sobre mi garganta y dijo: “Si te mueves, puta, mato a tu madre” (…)
después me golpeó en las nalgas con la mano desnuda, luego con la
porra, riéndose a carcajadas.
Todos los policías que nos trataron así trabajan en la comisaría de
Sidi Ifni. Puedo reconocerlos porque me los cruzo todos los días,
paseando por mi barrio de Colomina.
“¡Mira, puta, el largo miembro del Majzén!” (5)
Me hicieron salir de la segunda celda, a continuación me pusieron
una venda en los ojos y me llevaron de la mano al piso de arriba.
Cuando llegué a no sé donde, me interrogaron sobre mi estado civil
-nombre del padre, de la madre, etc.-, una ráfaga de preguntas. Me
preguntaron, por ejemplo, sobre Al Wahdani (6) que yo no conocía –supe
quien era después, leyendo los periódicos. Me preguntaron también si
conocía a Si Barra (7). Dije que no lo conocía. Me preguntaron si
formaba parte de alguna asociación, respondí que no. Me preguntaron
sobre mis opiniones, si estaba satisfecha con la situación actual en
Sidi Ifni. Respondí sinceramente. Si hubiera pertenecido a una
asociación, se lo habría dicho para que me dejaran en paz.
Cuando el interrogatorio acabó –durante el cual, y de forma
excepcional, no me golpearon- alguien me cogió por la muñeca y me hizo
salir. Seguía sin ver nada. Al bajar la escalera, oí una voz, por
encima de mí, que me dijo: “Quítate la venda”. Reconocí la voz del
oficial con andares de pavo real.
Me quité la venda y me agarré a la muñeca del policía, por reflejo
del miedo. Entonces el oficial hizo este comentario: “Suelta al chico o
¿es que ha surgido electricidad entre vosotros?” Y estalló en una risa
histérica junto con sus colegas. En ese momento, el policía que me
había arrancado la ropa interior la primera vez me dijo: “Vamos,
vístete y lárgate a tu casa, pedazo de puta”.
Oí insultos que no había oído nunca. Lo que me pasó no me había pasado nunca en la vida. (…)
Al salir, le pedí al policía que me insultaba que me devolviera las
gafas. Me respondió: “Dónde están, hija de puta”, y me empujó
violentamente fuera de comisaría. Una vez fuera, me encontré frente a
una jauría de policías que gritaron a coro: “¡Eh, puta!” “¡Eh, puta!” y
fue entonces cuando uno de ellos me agarró por el hombro y me sacudió
diciéndome: “¿Has visto, pedazo de puta? Lo larga que es la picha del
Majzén ¿eh?”
Notas de las traductoras:
(1) Fuerzas Auxiliares: órgano encargado de hacer cumplir la ley, que tiene ciertas competencias en materia de orden público.
(2) Majzén: Término que se utiliza para referirse a la élite dirigente del país, agrupada alrededor del rey, formada por miembros de su familia y allegados, terratenientes, empresarios, líderes tribales, altos mandos militares y otras personas influyentes que constituyen el poder fáctico.
(3) Baamraní: miembro de una tribu berebere de la región de Sidi Ifni.
(4) Caíd: Especie de juez o gobernador en los territorios del Norte de África. Los caídes contaban con gran respeto entre la población, pues eran los encargados de mantener el orden e impartir justicia.
(5) Zob el makhzen touil y Yedd el makhzen touila (el largo brazo del Majzén) son expresiones que se oyen con frecuencia en Marruecos. Aquí hay un juego de palabras con zob, que procede del árabe زب (zub), y significa “miembro viril” habiendo pasado al argot francés como una de las múltiples denominaciones vulgares del pene.
(6) Mohamed Al Wahdani: Detenido político tras el sábado negro del 7 de junio.
(7) Brahim Barra: Responsable de ATTAC en Sidi Infini, detenido tras el sábado negro.
(8) En una entrevista posterior en Al Yazira, Maryam precisó que finalmente le habían devuelto las gafas.
Fuente: Al Michaal (La Antorcha)
Artículo original publicado en junio de 2008
Sobre el autor
Rocío Anguiano es miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a las traductoras y la fuente.
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