Fuente: Guerras Posmodernas (19/8/2015)
Hace poco me encontré con un libro sobre la muchas veces llamada “guerra olvidada”. Breve Historia de la Guerra de Ifni-Sáhara 1957, la última guerra española
de Carlos Canales y Miguel del Rey ocupa un vacío bibliográfico, como
atestigua que tuviera una segunda edición, sobre un tema que ha sido
tratado principalmente a través de obras que recogen testimonios
personales, memorias y estudios del papel de unidades militares
concretas.
El libro, publicado por Nowtilus a través de su colección Breve Historia,
tiene las pegas típicas de los libros españoles de historia militar con
carácter divulgativo, que dan una impresión de edición algo descuidada.
Hablamos, por ejemplo, de las erratas. Desde “algibe” por “aljibe” a ese misterioso avión MD-115 que busqué y busqué hasta caer en la cuenta que se refería al MD-315.
Dicho lo cual, podemos decir que estamos ante un libro exhaustivo
dentro de lo “breve” y bastante ameno. Además, los autores se detienen a
comentar las perspectivas opuestas sobre algunos hechos que ofrecen
algunos autores, lo cual enriquece el relato.
Mapa del Magreb en 1958.
Los autores nos ofrecen la historia de la colonización de la África Occidental Española
(el enclave de Sidi Ifni, la franja de Tarfaya y el Sáhara Occidental) y
el contexto del conflicto. Ya a esas alturas empieza el lector tener la
impresión que la guerra de Ifni fue uno de esos casos en los que la
política exterior española “brilló” como acostumbra. Cuentan los autores
que ante los vientos nacionalistas que barrieron el Magreb, la postura
española fue mirar para otro lado porque afectaba negativamente a los
intereses franceses. Es decir, se actuó bajo el principio “todo lo que sea malo para Francia, es bueno”. Recuerdo que algo parecido se hizo con la OAS,
lo que llevó a Francia, según algunos, a pagar con la misma moneda con
ETA. Pero esa es otra historia. La cuestión es que para el caso del
incipiente nacionalismo marroquí fue un error, porque una vez Marruecos
alcanzó la independencia en 1956 las miras del rey Mohammed V se
pusieron en el enclave de Sidi Ifni.
Si España era entonces un país pobre, el
recién independizado Marruecos era un país paupérrimo. Así que Mohammed V
rehuyó una confrontación directa. Usó lo que hoy llamaríamos un
“proxy”, en este caso una fuerza insurgente. La guerra comenzó el 23 de
noviembre de 1957 con ataques a los numerosos puestos que guardaban la
frontera con Marruecos. Y aquí entra en juego la “memoria histórica” de
los militares españoles y el recuerdo de la Guerra del Rif, en la que
puestos aislados fueron cayendo una tras otro hasta terminar en el Desastre de Annual.
Así que la orden fue evacuar las pequeñas guarniciones para
atrincherarse en Sidi Ifni, dejando el interior del territorio en manos
de los insurgentes marroquíes mientras se producían deserciones de los
miembros nativos de la policía.
A pesar de que se habla de la “Guerra de
Ifni”, el conflicto tuvo un segundo escenario: el Sáhara Occidental,
donde se repitieron los acontecimientos de abandono de guarniciones y
deserciones. Las fuerzas armadas españoles se vieron incapaces de
recuperar el territorio perdido ahora en manos de los insurgentes, así
que hubo de negociarse la colaboración francesa. La derrota de las
fuerzas insurgentes marroquíes vino en una campaña franco-española en el
territorio del Sáhara mediante el empleo de aviación y fuerzas
mecanizadas en febrero de 1958, la conocida como Operación
“Teide”/”Écouvillon”. Simultáneamente fuerzas llegadas de la Península y
Canarias limpiaron de insurgentes el enclave de Sidi Ifni. El avance de
columnas móviles precedidas por el lanzamiento de paracaidistas me
recordó a la “Maniobra Aeroterrestre en Profundidad” aplicada por los
franceses durante la Operación “Serval” en Mali.
Ifni en 1957 - 1958.
A pesar de la derrota de los insurgentes
marroquíes, al término del conflicto se entregó a Marruecos la franja de
Tarfaya. El enclave de Sidi Ifni se entregó en 1969 bajo el eufemismo
de “retrocesión”. En la práctica España sólo volvió a controlar poco más
que un perímetro alrededor de la ciudad.
El interés de Francia en ayudar a España
no queda muy claro en el libro, pero es de suponer que tuvo que ver con
que Marruecos incitó a la rebelión contra España una serie de tribus que
se extienden desde Mauritania al sur de Marruecos, lo que podría
afectar a los territorios en manos francesas (véase el primer mapa). El
asunto tribal recorre todo el libro y deja en el final del relato de los
acontecimientos la puerta abierta al conflicto del Sáhara. La cuestión
es que en 1957 no existía el nacionalismo saharaui y los habitantes del
Sáhara Occidental mataron y murieron para unirse a Marruecos. La
absoluta contingencia de la causa saharaui y su irrupción de última hora
ya la explicó José María Lizundia en El Sáhara como metarrelato.
Uno de los asuntos que llama la atención
todo el tiempo y en el que insisten los autores del libro es la enorme
precariedad de medios de las fuerzas españolas. En 1953 se habían
firmado los acuerdos con Estados Unidos, que permitieron la llegada de
material de guerra moderno al país. Pero Washington se reservó derecho a
veto sobre su uso y la Guerra de Ifni era vista como una guerra
colonial. El Ejército del Aire español, que contaba ya entonces con
reactores F-86 y T-33, se vio obligado a emplear los desfasados Casa
2111 e Hispano Aviación HA-1112, versiones españolas de los Heinkel He-111 y Messerschmitt Bf-109
respectivamente. Se contó con el apoyo de fuego de buques
supervivientes de la Guerra Civil. Hay en el libro varios ejemplos de
ataques aéreos y navales que no dieron “ni a tres montados en un burro”.
Un CASA 2111 “Pedro” tras un aterrizaje forzoso en Sidi Ifni. (Foto: Ejército del Aire).
Si los medios aéreos parecían sacados de
los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, el aspecto de las
fuerzas terrestres no era mejor, con soldados en alpargatas y fusil
Máuser. Escaseaban los vehículos todetereno y camiones. Las radios
fallaban o no tenían alcance. Por no hablar, de la logística, con
problemas para entregar agua y comida variada a la tropa que vivía en
condiciones de vida miserable. El estado de las fuerzas armadas no sólo
era un reflejo de la situación de España en la posguerra, sino el
producto de la desidia del régimen.
Ante el panorama relatado, la
intervención francesa fue decisiva. Además, Francia fue el origen de
materiales estadounidenses ya de tercera mano, como los blindados M-8
Greyhound y los aviones T-6 Texan, que se pudieron usar sin
restricciones. Los autores plantean que hubiera sido de aquellos
territorios de no haber intervenido Francia. Un idea que también planteó
José María Lizundia en su libro. Pudo haber sucedido que el Sáhara
Occidental hubiera sido absorbido por Marruecos entonces y nunca hubiera
nacido el Frente Polisario.
El libro relata unos hechos de armas
olvidados y que las operaciones en lugares como Afganistán o Mali ponen
de nuevo de actualidad. Me pareció interesante conocer el contexto
completo de los hechos que convirtieron en héores a nombres como el
teniente Ortiz de Zártate (que da nombre a la III Bandera Paracadista) o
Maderal Oleaga (que da nombre al XIX Grupo de Opeaciones Especiales). Y
tal como los autores dicen, son unos acontecimientos necesarios de
conocer para entender las relaciones con Marruecos.
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