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Miércoles, día 9
En la ciudad contacté con un nativo (me pidió que no mencionara su nombre) que nació cuando el territorio era provincia española. Era un crío, pero conoce todas las posiciones españolas del perímetro defensivo. Aquella mañana le pedí que me llevara al Gurram, uno de los lugares descritos en mi novela.
Se me puso la piel de gallina cuando vi los restos de trincheras y nidos de ametralladoras. Me imaginé a los soldados allí apostados durante las primeras semanas de la guerra, esperando a los rebeldes, pasando frío, calor, hambre, sed. Llenos de mugre y rodeados de chinches, pulgas y ratas. Si yo sentí escalofríos, me imagino lo que debe sentir un veterano al visitar el lugar.
El Cine Avenida.
Permitidme que os hable un poco de mi guía: Como ya os he dicho, nació cuando Ifni era la provincia nº 51 de España. Tenía su partida de nacimiento y toda su documentación española. Se consideraba un español más. Me contó emocionado que aún recuerda a sus amigos de la infancia, españoles todos, y que aún hoy, al salir a la calle, "a veces espera encontrarse con ellos". También me emocionó a mí. Recordaba ver películas de estreno en el cine Avenida. Me enseñó el Twist y el café Madrid. Me indicó lo que había sido el cuartel de la "Mixta" y de la Policía Local, las casas de los oficiales y suboficiales, los edificios emblemáticos de aquella época. Cuando recorríamos las posiciones españolas no dejaba de repetir: "Pobres soldados, pobres soldados". Jamás podrá perdonarles a las autoridades que "los españoles se fueran y los entregasen a Marruecos". Se siente abandonado a su suerte. Eso es algo que España, por desgracia, siempre ha hecho muy bien: dejar a los suyos en la estacada.
La esquina del Twist Club.
Por la tarde estuvimos paseando tranquilamente por la ciudad, saboreándola. Entramos en una tienda de saharauis que nos ofrecieron té y les compramos algunos recuerdos y regalos para amigos y familia. Evidentemente, con el consiguiente regateo, todo un arte. Era un placer ver a Hala, nuestra amiga marroquí, "discutir" con los saharauis, con mucha educación y respeto, pero manteniéndose firme. Luego seguimos con el paseo y les enseñé y expliqué cosas a mis hijas y a Hala, que desconocían la historia de Ifni y lo que allí ocurrió. Como ya he dicho, nunca he estado allí, ni viví la época española, pero me resultaba todo muy familiar.
El pasado español de Ifni se respira por todos lados. Incluso, al oírnos hablar en castellano, se nos acercó un hombre mayor hablándonos en un español perfecto. Iba escuchando un transistor donde cantaba Ana Belén. Se le notaba que le hacía ilusión hablar con nosotros, hasta quería invitarnos a ir a su casa a enseñarme fotos. Por desgracia, tuve que rechazar el ofrecimiento.
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