Fuente: El Semanal Digital
España ha estado presente en África desde antes de terminar la Reconquista. África es parte de su identidad, y siempre que se intenta negar se crea un problema nacional
El coronel Carlos Ruiz Lapresta pertenece a ese grupo, no
mínimo pero nunca predominante, de militares profesionales que además de formar
para su tarea han adquirido una formación académica exterior. Y en su caso fue
como licenciado en Historia. Militar e historiador en uno solo, Ruiz
Lapresta ha trabajado en múltiples asuntos y nos ofrece ahora a través
de EAS la que será sin duda su obra más significativa: un recorrido por la presencia reciente de España y sus Ejércitos
en África.
Desde la Mauritania Tingitana en adelante, la
suerte de las dos orillas del Estrecho ha estado unida; y siempre que España ha
querido ser más que una simple colonia o potencia de cuarta fila, ha intentado
estar presente en África y en sus destinos. Ese hecho se combina en la segunda
mitad del siglo XX con el final, no especialmente deseado, de la colonización
del siglo XIX, y con el cambio mundial de prioridades y fuerzas
geopolíticas.
Carlos Ruiz Lapresta cuenta de un modo
documentado, técnico y a la vez ameno, los distintos avatares de una España que
soñó con volver a ser imperial, que defendió sus intereses coloniales y algunos
más de paso, que luego y sin organización militar abandonó África sin necesidad
más que política, y que conserva presencia en África una presencia no sólo con
partes del territorio nacional sino con misiones exteriores de varios tipos y
con un horizonte de intervención que variará con el paso de la historia pero que
no va a desaparecer.
España es también africana. Lo era al acabar la
Guerra Civil, cuando conservó el pequeño imperio africano formado por los
territorios del Golfo de Guinea, el Sahara Español – Río de Oro, las dos zonas
de protectorado en Marruecos (Norte con capital en Tetuán y Sur en Cabo Juby –
Villa Bens, el territorio de soberanía en ifni y por supuesto las dos ciudades
españolas de Ceuta (1415-1640) y de melilla (1497), con las islas y posesiones
soberanas anejas. Más africano aún que España era su ejército como nos lo
describe Ruiz Lapresta, porque en la primera mitad del siglo la
gran empresa militar había sido el control del Protectorado contra las sucesivas
rebeliones y porque en la Guerra Civil había habido una crucial participación de
los "africanos".
Pero no quedó ahí la cosa. La ocupación temporal de la
Ciudad Internacional de Tánger pudo ser el punto de partida de las Reivindicaciones de España (no lo olvidemos, libro
escrito en 1940 y publicado en 1941 previos recortes, por José M. de
Areilza y Fernando M. Castiella, con significativo
prólogo de Alfonso García Valdecasas) y quedó sólo en fin en a
sí misma. La España que muy a su pesar asumió en 1956 el abandono de la Zona
Norte del Protectorado ante la recuperación de soberanía por el sultán se adaptó
con dificultades a la disolución del ejército allí presente; pero dos años
después defendió inesperadamente y con muy pobres medios –los del Ejército de
entonces- Sifi Ifni y Cabo Juby de los ataques nacionalistas
marroquíes.
En el libro vemos la tentación, similar a la de
Salazar en Portugal, de no seguir el hilo descolonizador de
Francia y Gran Bretaña, impuesto por los intereses de la ONU, y de conservar una
España africana tanto en Guinea como en Ifni y el Sahara. Militarmente se
hicieron grandes cosas con medios insuficientes y el sueño era más que posible.
Si no ha sido real ha sido por política, que no por capacidad de los militares.
Y esa capacidad, ante sucesos menos que esperados, bien se demostró en 2002 en
Perejil.
Finalmente, además del relato de ese recorrido, en el libro
encontramos el trazo paralelo de cómo África ha marcado y marca a los Ejércitos
de España, hasta ahora cuando prácticamente no quedan ya "africanos", ni
siquiera del Sahara, en activo. Se cumplen ahora 40 años del abandono desleal e
innecesario del Sahara, que el entonces Príncipe explicará en esta vida o en
otra. Pero en el conjunto vemos emerger un protagonista, que es el Ejército, con
su temple y su estilo, también con su pobreza. España no puede dejar de ser
África ni si lo quisiese. Y menos aún su ejército, que aquí vemos retratado para
todos los públicos.
Un enemigo legendario de
España en África
Almuzara nos da, al mismo tiempo, la foto de uno
de los hombres que justificó y legitimó la "africanización" de nuestro ejército
o si se quiere forzó a nuestros soldados a empeñarse en el control del duro Rif.
El reparto de África en general y el de Marruecos en particular no fueron
generosos con España; en el Norte de Marruecos nos correspondió lo que nadie más
quiso o más bien lo que todos preferían ver en manos de una potencia no mayor,
como aquella España. Y sin embargo, nuestros soldados vieron en el control
efectivo de aquello una razón de ser y de prestigio.
Catalina
Rodríguez nos da aquí la biografía de uno de nuestros enemigos
legendarios, el noble El Raisuni que no se sometió nunca ni a
la soberanía de Rabat ni a la española, y que quiso conservar su parte de Rif
como sus antepasados la tuvieron. Nos muestra más un guerrero tradicional, de
casta, que un nacionalista moderno, cosa que nunca fue. Le tocó eso sí luchar
con medios modernos y en un contexto moderno, el anterior a Annual. Y en esta
biografía no vemos a alguien que odie a España sino a un señor que no entiende
qué quieren los políticos españoles pero que es perfectamente capaz de
entenderse en lo concreto con políticos y militares españoles.
El
Raisuni fue vencido y su Yebala desapareció, es verdad; peor no es
claro que esa victoria y esa modernización del Norte de Marruecos fuesen
completamente en beneficio de España, que encuentra más dificultades en un
Marruecos ideologizado y modernizado que en el viejo Rif que fue. Y en esa
batalla se ha forjado también, para bien o mal, una parte de nuestra identidad
actual.
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