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Memorias de un policía de Sidi Ifni (I) Imprimir E-Mail
Colaboraciones - Manuel Jorques Ortiz
domingo, 19 de abril de 2009
Josep Carreras, policía de Ifni
Josep Carreras, policía de Ifni.

Hay bastantes soldados de reemplazo que, ya jubilados en sus empleos u oficios civiles, rememoran con nostalgia los tiempos lejanos de su juventud, en aquel olvidado territorio de IFNI, que con mayor o menor fortuna nos dejan testimonio escrito de sus memorias. A continuación nos permitimos incluir un pequeño pasaje de uno de aquellos militares forzosos, concretamente la de un miembro del Grupo de Policía Ifni nº 1, el catalán Josep Carreras, que culminó su mili convertido en instructor de los reclutas que debían suplirles en el momento de ser licenciada su quinta.

CABO INSTRUCTOR EN EL CAMPAMENTO DE RECLUTAS 

Pese a la lentitud del paso del tiempo, el almanaque no se detiene, y en el mes de Febrero de 1.960 los mandos de la Policía empezaron a organizar el campamento para el contingente de reclutas que inexorablemente serían llevados a Ifni pocas fechas después. Se pidieron voluntarios para realizar la faena de instructor, y allí fue, una vez más, el catalán Josep, que tuvo que refrescar lo que a él le habían enseñado (marcar el paso, desfilar, movimiento y manejo de las armas, etc.), en lo que invirtieron los días previos a la llegada de reclutas que, como es natural, fueron recibidos con gran alegría, aunque había que poner cara seria, de pocos amigos, guardar las distancias, imponer disciplina. Era la misma “medicina” que se les había administrado cuando ellos (los veteranos) llegaron el año anterior. 

La plantilla de oficiales y suboficiales era la misma que él sufrió (tenientes Cuevas y Lorite, sargentos Rubio y Blanco, el cabo 1º Rey, etc.), que repitieron sus “papeles”: El sargento Blanco metiéndose con los catalanes, el 1º Rey reiterando sus “putadas”, que tenían que serle reídas. De la enseñanza del armamento volvió a ocuparse el sargento Rubio, con su proverbial vocabulario obsceno. Había que convertir aquel rebaño de patanes en policías que durante más de un año debían asegurar la paz y el orden en la ciudad de Sidi-Ifni. 

El campamento había sido instalado en el mismo lugar del año anterior, la playa, donde se habían levantado las chabolas. La instrucción en orden cerrado, la comida y la teórica se realizaba en la arena, y uno de aquellos días en que el sargento Rubio con su “amena” charla explicaba los secretos del mosquetón Máuser, se presentó por allí el comandante Mena, Jefe del Grupo de Policía, hombre de semblante adusto, tieso y envarado, que imponía pavor a sus inferiores. Se le ocurrió preguntar al recluta que tenía el mosquetón en las manos atendiendo al sargento Rubio, por tal arma y el pobre recluta, tal vez queriéndose marcar un tanto favorable, empezó a recitar su lección: “El mosquetón se compone de cinco partes que son…” Al llegar a la cuarta, no se acordaba, como tampoco de la quinta, quedando cortado. El comandante dijo “bien, bien” después de mirarlo con aquellos ojos tan fríos y se fue. En cuanto salió del campamento fue digno de ver al sargento Rubio, con aquella oronda figura, saltando y gesticulando, dirigiéndose al recluta (“me cago en la leche que mamaste”…) le dijo: “Cuando un oficial te pregunte por las piezas de un arma no digáis nunca la cantidad, pues el oficial no sabe cuántas tiene. Sabe su funcionamiento pero no las piezas, por lo que si dices dos, pues dos, si dices tres, pues tres…” Esa es la sabiduría adquirida por aquel tipo de sargentos, con más de treinta años de “chuscos” a sus espaldas.

También el Campamento es monótono para los monitores (todo lo contrario que para los pobres reclutas), por lo que se tienen que ir buscando alicientes. Uno de los primeros consiste en averiguar si entre los recién llegados hay algún ”paisano”, y encontrar uno de la provincia de Lérida, de la comarca de “La Segarra”, llamado Sedó, es todo un notición. Te permite hablar en tu idioma materno, enterarte de que sus padres tienen una granja de gallinas, crían cerdos, cultivan verduras y cosas así, admiten pasar algunos ratos (pocos) libres. Por cierto que ese chico continuó haciendo en Ifni lo mismo que en su pueblo ya que toda su instrucción para ser un buen policía la cambiaron (o él lo eligió) para dedicarse durante el resto de la mili de la Granja del Gobierno de la provincia. Y nunca más lo vuelves a ver vestido de uniforme. 

Dirigiendo a un grupo de reclutas en una marcha
Dirigiendo a un grupo de reclutas en una marcha.
Durante el Campamento los reclutas deben abstenerse de destacar en nada. Tienen que ser del “montón”. Al que no observa esa regla de oro, esa ley no escrita que se iban transmitiendo de generación en generación, le puede pasar como a aquel aspirante a policía que deambulaba por el campamento, tarareando una cancioncilla, en voz lo suficientemente audible para que llegara a los oídos del teniente Cuevas, quien le espetó: ¿Le gusta a usted cantar? y al responderle afirmativamente aquel pipiolo (tal vez pensando en una recompensa) se encontró con el encargo de que a la hora de la comida, en el improvisado comedor del recinto, cuando todos saboreaban el rancho él les tenía que cantar para entretenerlos. El primer día fue de risas, pero cuando el pobre recluta llevaba un par de días igual, sufriendo aquella humillación, se puso a llorar en vez de cantar, y durante el resto de una “trágica semana” en el comedor no se oía ni el zumbido de una mosca (y las había en cantidad), conmovidos por su llanto y, también, al darse todos de bruces con la triste realidad de que no eran nada, que carecían de valor como personas para aquellos mandos.

El conjunto de los instructores, formado por cabos de la anterior quinta, como Josep, también tenían que divertirse, aunque fuera a costa de los pobres reclutas. De esta forma a alguien se le ocurrió un juego consistente en decir una palabra y los novatos tenían que acertar lo que quería decir. El que fallaba era castigado con un servicio de “imaginaria” nocturno. Claro que en cierta ocasión se lanzó como palabra “Cadizqueño” y como nadie atinaba con su significado y no era cosa de arrestar a todo el campamento, se armó tanto revuelo que el vocablo en cuestión llegó hasta los sargentos quienes exigieron que el gracioso que había hecho la pregunta revelara su secreto. Si estaba claro: “Cadizqueño” era una persona de Cádiz pequeña. ¡Suspiro colectivo!.

En la cantina del campamento: Sargentos Rubio, Marrero y Blanco y tres cabos instructores
En la cantina del campamento: Sargentos Rubio, Marrero y Blanco y tres cabos instructores.
De cómo se las gastaba aquel teniente Cuevas (el de las canciones) y cuan injusto era su comportamiento para con aquellos jóvenes llevados a la fuerza a África, para que él pudiera lucir sus estrellas y en el futuro llegar a Coronel, puede valer la siguiente y verídica anécdota: Por la mañana, tras el desayuno, los reclutas debidamente equipados han de formar a la puerta de su chabola. El cabo instructor los inspecciona y cuenta, dando la novedad al sargento encargado de un número determinado de chabolas, y los sargentos dan la novedad al teniente que ese día está al mando del campamento. Pues bien, uno de esos días el cabo instructor se da cuenta de que le falta un recluta, le pasa la incidencia al sargento que efectúa un nuevo recuento, y tras cerciorarse de la falta, va con la “papeleta” al teniente, que acude al lugar del suceso. Y en ese momento el desaparecido recluta, pausadamente, acude a la formación pidiendo disculpas por el retraso debido a que se había entretenido limpiando su plato de aluminio. El oficial no le dice nada al rezagado sino que dirigiéndose al sargento le ordena el arresto del cabo encargado de la chabola, enviándolo a la Compañía de su procedencia, durante una semana. En una lógica reacción el cabo pregunta porque le arrestan y el teniente contesta: En vez de una semana, que sean dos. Claro que lo más irracional acontece cuando el cabo vuelve después de sus dos semanas de arresto, se presenta al teniente que le pregunta si ya ha comprendido el porqué, y al contestar negativamente, tras mirarlo le endosó ¡Otra semana de arresto! Y al finalizarla fue de nuevo preguntado por el teniente, pero esta vez el cabo fue más listo diciendo que sí, con lo que se terminó el incidente, aunque la verdad es que ni él ni nadie del campamento se enteró del motivo del arresto. 

La vida del recluta es realmente miserable: Mucho trabajo, escasa comida, castigos indiscriminados, falta de afectos, malas palabras, amenazas… Total que el que puede trata de escapar, aunque sea temporalmente de aquel “infierno”, con tan hermosas vistas al océano Atlántico. Entre esos “rácanos” (como los llamaban) hubo uno que destacó sobre todos, de tal forma que su conducta fue puesta en conocimiento del capitán jefe. El chico se apuntaba todos los días para ir a reconocimiento médico en el libro que había en el campamento y así, entre idas y venidas al hospital, se pasaban algunas horas. El libro en cuestión parecía que había sido hecho exclusivamente para él ya que figuraba en todas sus hojas. El capitán debió hablar con el teniente Cuevas (siempre el mismo) que ordenó al sargento le facilitara al enfermo una medicina que estimaba milagrosa. Trabajar con una pala cogiendo arena de la playa (era muy abundante) y en una carretilla transportarla a buena distancia, vaciarla y así hora tras horas, durante algunos días en que le levantaron el arresto y continuó con la instrucción normal, pero no se volvió a apuntar para reconocimiento médico.  

El cabo Carreras tiene que volver a la vida civil
El cabo Carreras tiene que volver a la vida civil
Después de los muchos años transcurridos, cuando cualquiera de los miles de mozos que pasaron por Ifni, deja fluir el curso de sus recuerdos y sentimientos, tan distintos del recluta y el veterano, pero tan unidos unos a los otros, suelen fijarse en aquellas pocas horas de las tardes, en que finalizadas las muchas tareas teóricas y prácticas que se desarrollaban en el campamento, acudían en busca de “paisanos” policías veteranos con su aire de suficiencia, de “estar de vuelta” de todo lo referente a la milicia, con la pretensión, sin duda, de deslumbrar al recién llegado y convertirse en su “padre”, lo que daba lugar a sucesos como el de aquel individuo veterano que hallándose dentro de una chabola hablando con los reclutas de la misma, al entrar el cabo instructor y ponerse todos en pie y posición de firmes, tal como estaba mandado, advirtiéndoles que en media hora iba a pasar revista de petates y limpieza, el veterano (que permanecía sentado) dirigiéndose a los reclutas les dijo que no hicieran el menor caso al “gilipoyas” del cabo, quien no siendo nadie se creía un general dando órdenes. Hubo un intercambio de frases entre ambos con advertencia del cabo de que era su superior y exigiendo que su oponente se pusiera firmes, y al ser contestado con frases obscenas y despectivas, motivó la presencia del sargento, ante el que si se cuadró, recibiendo una descomunal bronca, con acusación de que había incitado a un grupo de soldados en periodo de instrucción a la desobediencia, lo que le podía suponer un “reenganche”. Le ordenó salir del campamento, marcando el paso, prohibiéndole volver por el recinto. Al final no se cursaron partes por escrito y el incidente quedó en nada, aunque todos aprendieron que actitudes que en la vida civil no pasan de una mera anécdota, en la militar le puede a uno causar un perjuicio irreparable. 

Finalizado el Campamento, Josep, como tantos otros soldados de reemplazo volvió a la vida civil, como agricultor, y no puede ocultar la nostalgia de aquellos tiempos, de los servicios y aventuras que vivió y que en otro momento continuará su narración.

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Anónimo   |07-11-2012 22:03:32
HOLA YO ESTUBE EN LA POLICIA EN LOS AÑOS 1963-64 Y DESPUES DEL CAMPAMENTO ME DESTINARON PARA LA GUARDIA DE GOBIERNO MI NOMBRE SE AGAPITO ESPINO CARRETERO ESTUBE DESTINADO EN LA PRIMERA COMPAÑIA PERO ALOS DE LAGUARDIA DEL GOBIERNO NOS MANDARON AUNA POCILGA QUE LES LLAMABAN PUESTO FIJO ESTABAMOS DORMIDO DENOCHE Y LAS CHINCHES NOS PASABAN POR LACARA UN SALUDO PARA ELREMPLAZO DEL AÑO 1963-64 SI ALGUNOS QUE REIS CONTASTAR COMIGOESTE ESTE MITELEFONO 650319243.

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