Fuente: El País
La crisis del Rif sitúa a Mohamed VI ante la opción de aumentar la represión o abrir la mano y fortalecer las instituciones
Cada noche, en la ciudad rifeña de Alhucemas
(56.000 habitantes) y en otras poblaciones vecinas, cientos de jóvenes
arriesgan su libertad para manifestarse. Alrededor de 150 compañeros de
protestas se encuentran procesados, muchos de ellos en la cárcel desde
el pasado 28 de mayo. El Estado marroquí ha empleado la mano blanda y la mano dura con el Rif. Y ninguna de las dos ha servido para frenar las protestas.
“Cuando intento explicar por teléfono a mis amigos de Europa las razones
por las que salimos a la calle”, explica uno de los manifestantes, “me
da hasta vergüenza. ¡Son cosas tan básicas…! Pedimos una universidad, un
hospital, pedimos trabajo. Y pedimos la liberación de los detenidos”.
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Un hombre marroquí camina por las calles de
Chefchaouen, al norte de Marruecos, el 21 de junio de 2017.
[EMILY
IRVING-SWIFT (AFP) AFP-Quality]
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Jadiya Ryadi, expresidenta de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos
(AMDH) y miembro del comité consultivo de esta organización, cree que
lo que está ocurriendo en el Rif es el reflejo de la “falta de
credibilidad” que tienen los partidos y los sindicatos frente al pueblo.
“El régimen se ha encargado durante décadas de debilitar a los partidos
y a los intelectuales independientes. Y ahora no hay ningún referente
que pueda servir de interlocutor ante los jóvenes del Rif”, sostiene.
Los jóvenes rifeños comenzaron reclamando justicia por la muerte del vendedor de pescado Mouhcine Fikri,
triturado el 28 de octubre dentro de un camión de basura cuando trataba
de impedir que se confiscara su mercancía ilegal. Coreaban lemas contra
la hogra, la humillación perpetrada por las autoridades contra
los ciudadanos. El entonces ministro del Interior se desplazó al Rif de
inmediato con un mensaje del rey en el que prometía una investigación
exhaustiva sobre la muerte. Al cabo de seis meses, el conductor del
camión de basura y dos empleados del servicio de recogida fueron
condenados a cinco meses de cárcel;
cuatro empleados de la Dirección de Pesca fueron sentenciados a ocho.
Los tres primeros llevan semanas en libertad y los cuatro restantes
estarán en la calle en pocos días.
En las redes sociales afines al Movimiento de protestas se comparan esas
penas con las condenas que cayeron la semana pasada contra 25
manifestantes rifeños: un año y medio de prisión firme para cada uno de
ellos. Los principales líderes se enfrentan a penas mucho más pesadas si
el rey no les concede la gracia.
Mientras tanto, cada tarde la policía y los jóvenes juegan
al gato y el ratón en los barrios de Alhucemas. La policía fue cercando
noche a noche los lugares donde se manifestaban los jóvenes de forma
pacífica, en la mayoría de las ocasiones. Cuando no pueden salir a la
calle, la gente se manifiesta con cacerolas en los balcones y tejados de
las casas. En este escarceo no queda tan claro quién está más atrapado:
si unos jóvenes a menudo sin colegio ni formación ni empleo, como otros
1,7 millones de jóvenes en Marruecos… O bien las fuerzas de seguridad,
como recurso último de un Estado cuyo Gobierno de coalición de seis
partidos no goza de ninguna credibilidad ante los jóvenes.
El temor del Estado es que la mecha se extienda a otras
zonas del país. Por ahora, las protestas en otras ciudades se han
limitado, en la mayor parte de los casos, a solidarizarse con el Rif y a
pedir la libertad de los presos. Aïcha Akalay, directora del semanario TelQuel
escribía una columna el viernes 16 de junio donde aseguraba que
Marruecos no se encuentra ante ninguna revolución. “Los manifestantes no
reclaman un cambio de régimen político ni atacan a las instituciones”.
Pero aclaraba: “Lo que atraviesa Marruecos es una crisis seria y grave
(…) El Gobierno ha insultado a los rifeños [en referencia a un
comunicado donde aseguró que actuaban bajo intereses separatistas], el
aparato de seguridad ha reprimido y la justicia ha tenido hasta ahora la
mano demasiado pesada. Es tiempo de frenar la escalada. (…) Si se
encuentra una solución institucional a esta crisis, Marruecos saldrá
reforzado”.
La activista Jadiya Ryadi cree que el Estado no emprenderá
ninguna reforma si no es con la presencia masiva de la gente en las
calles, como en la primavera de 2011. “Poner en marcha una verdadera
democracia implica enriquecerse menos, robar menos. Y las élites en el
poder no desean eso”, señala. Ryadi, que no pertenece a ninguna
formación religiosa, asume que los únicos que tienen poder en Marruecos
para sacar a las masas a la calle de forma organizada son los islamistas
de Justicia y Espiritualidad (Adl Wal Ihssane), una formación que boicotea las elecciones y que ha obtenido un éxito arrollador en la manifestación de solidaridad con el Rif convocada el 11 de junio en Rabat, con más de 50.000 personas en la capital provenientes de todo el país.
Ryadi considera que hoy en día la “represión” en Marruecos
es peor que la que había antes de 2011. “No obstante”, añade, “el camino
hacia la democratización es irreversible, haga lo que haga el Estado.
En Marruecos hubo en décadas recientes represiones más duras en ciudades
como Sidi Ifni
en 2008. La policía asaltaba las casas para llevarse a la gente
detenida. Pero al cabo de una semana con muchos detenidos, las protestas
terminaban. Nunca se prolongaron siete meses como ahora. Yo creo que en
Marruecos habrá altibajos, puede que durante un tiempo las protestas
disminuyan. Pero el camino es irreversible”.
“No son pobres, pero no tienen horizontes”
FRANCISCO PEREGIL (Rabat)
David Goeury, politólogo francés asociado al centro de análisis
marroquí Tafra, cree que la crisis de Alhucemas obedece a problemas
locales como las que se produjeron en 2008 en la ciudad de Sidi Ifni y
en 2010 en El Aaiún. “Esas crisis encuentran soluciones locales y no
nacionales”.
Goeury señala que en esta crisis se está perdiendo de vista la
responsabilidad de los diputados y alcaldes locales de Alhucemas, una
provincia donde reina el Partido Autenticidad y Modernidad (PAM),
fundado en 2008 por el amigo del rey Fouad el Himma, quien desde 2011
pasaría a ser su consejero y mano derecha. “Las autoridades locales son
las grandes ausentes de este debate, aunque son responsables de la
puesta en marcha y seguimiento de los proyectos. La reivindicación de
colegios y hospitales reflejan la mala gestión de la educación y la
sanidad en la provincia, dos sectores gangrenados por la mala gestión y
la corrupción”.
Goeury indica, además, que las tasas de pobreza de Alhucemas están
entre las más débiles de Marruecos. Y las tasas de paro, de asistencia
médica y atención escolar, están entre la media de Marruecos. Los
jóvenes no se manifiestan porque son pobres, sino porque no tienen
horizontes”.
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