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Homenaje a María Guémez, la española que eligió Ifni Imprimir E-Mail
Colaboraciones - Mohamed Ali Elhairech
Escrito por Mohamed Alí Elhairech   
domingo, 26 de noviembre de 2017

Artículo en árabe: Machahid.info

María Guémez.
María Guémez.

Es la única persona que los españoles se han dignado a dejar en el antiguo enclave español en 1969. En realidad, ella se ha quedado voluntariamente en su segundo país, construido con una arquitectura que le recordó, sin defectos, en los detalles, a su tierra natal, de la que se había ido con los primeros colonos con la intención de no regresar. Un divorcio categórico, ¡veredicto sin apelación!

Se llamaba María Guémez. Antes de venir a Ifni, estaba comprometida con un joven abogado que amaba más que a nadie en el mundo, y que murió en ¡un horrible accidente de tráfico! Católica practicante (lo entendí con el tiempo), tenía en su salón tradicional un crucifijo en una estatua de bronce colocado en el borde de la chimenea, cuyas brasas habían desertado de la casa hacía mucho tiempo.

Locamente enamorada, decidió permanecer fiel a la memoria de su primer hombre, dicho de otro modo, pasar el resto de su vida en el celibato, la castidad; por esto ella se merecía su nombre bíblico: María; por María la Virgen, la inmaculada, no por María Magdalena.

María Guémez.
María Guémez.

Estuvo vestida hasta finales de la década de 1980 a la moda de los años 60, de la misma manera, sin el más mínimo cambio, excepto por los colores. Cuando salía de compras o visitaba a su único amigo marroquí, se ponía una falda, un chaleco de lana con un botón, que llevaba desabrochado, sandalias con un tacón de casi tres centímetros de altura, que mostraban la mayor parte del pie, el talón, el tobillo, los dedos, el meñique con su “juanete” (que parece una característica femenina que aparece simultáneamente e inevitablemente a la edad de los cincuenta)

Siempre vestida de esta manera sin romperse la cabeza, excepto por la elección del color, que siempre deseó unificar excepto la camisa blanca. Por ejemplo, el amarillo para la falda, las sandalias y la bufanda. El pelo gris, también se lo arreglaba siempre de la misma manera, envolviéndolo desde el frente en un rizador de plástico combinado con el color del día, y la diadema en el medio hecha con un pequeño pañuelo fino y doblada hasta el punto de parecerse a un empate o una víbora.

El porche de la Casa de María y María en el salón de su casa.
El porche de la Casa de María y María en el salón de su casa.

María Guémez vivía en una casa pequeña y hermosa en el distrito administrativo, con un jardín en la entrada lleno de buganvillas entre otras plantas, mal cuidadas, lo que las hacía casi salvajes. Nunca abrió las ventanas, porque no le gustaba la luz, no soportaba los rayos del sol por razones de salud. Nadie había ido nunca a su casa, excepto mi familia y yo. Ahora puedo, con mucha seguridad, decir que la gente del barrio tenía miedo, por simple superstición, de acercarse a esta mujer que había estado viviendo sola durante más de dieciséis años, solo contando desde la partida de sus compatriotas en 1969. 

María Guémez murió en 2001 en un hospital en Casablanca. Su casa de Sidi Ifni quedó abandonada y en ruinas, por lo menos la pared exterior en el lado de la puerta trasera, frente a la residencia del coronel, en el jardín en el cual nos reuníamos. Los higos verdes, pero maduros, veteados de amarillo; el arco del porche está en las mismas condiciones en las que estuvo durante su vida, vacío, habitado por los vagabundos de los demonios, pero siempre vinculado de nombre a ella: Casa de María.

¡Que descanse en paz!

 

Foto de María en un recorte de prensa de 1998.

 

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