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Después de Ifni - Introducción Imprimir E-Mail
Colaboraciones - Adolfo Cano Ruiz
Escrito por Adolfo Cano Ruiz (RIP)   
martes, 13 de febrero de 2018
Índice del Artículo
Introducción
Prólogo
1. Después de Ifni
2. De vuelta en Valencia
3. Luis
4. Alemania
5. ¡Por fin Paris!

Capítulo 1. Después de Ifni

Mi SMO ‒Servicio Militar Obligatorio‒ lo fue inmerso en una guerra sobrevenida, en Ifni, durante dieciséis meses, en su mayor parte cumpliendo con el absurdo deber de defender, con un fusil Máuser remendado de la Guerra Civil, un territorio que no era ni patria, frente a un enemigo al que debías matar, por sobrevivir. Un SMO en un territorio inhóspito tratado como un perro famélico, luchando contra el moro astuto, donde me dejé parte de mi juventud y la sonrisa. Me casaron con la muerte, me divorciaron en junio de 1958, dejando atrás, en el eco de las vaguadas, los gritos de dolor y muerte, acompañados de explosiones de mortero y el eco del disparo «¡Pa! ¡Cum!», llamados "Pacos", o de los que venían rebotados que sonaban como abejorros haciendo grandes destrozos. Salí de aquel infierno que fue Ifni hacia Las Palmas de Gran Canaria, terminando por mar en Cádiz.

Durante la "mili" en Ifni.
Durante la "mili" en Ifni.

Así empieza una nueva etapa de mi vida, llena de obstáculos que tuve que sortear.

Al llegar desde Cádiz a la estación norte de Valencia, solo estaba para recibirme mi amigo Fernando con su moto. Fernando era ese amigo que siempre está, podría decir que nacimos juntos, pero como es algo que no puede ser, sí que puedo decir que crecimos juntos, que éramos como hermanos y que lloramos juntos en la Guerra Civil. Vagos o fugaces recuerdos, que me trasladan a aquellos años de guerra donde sonaban las sirenas por un ataque de la aviación y nos refugiábamos en la planta baja, donde los padres de Fernando tenían una tapicería. Son esos vagos recuerdos que a los tres años se han adherido al subconsciente y aparecen de forma fugaz, son los restos de momentos dolorosos de un pasado que aparece difuminado. Fernando era de familia pudiente dentro de la escasez del momento, más de una vez me alivió el hambre y compartió sus juguetes, yo no tenía.>

En nuestra misma escalera vivía el Sr. Manolo, que tenía un puesto de jamones en el mercado central, lo curioso es el mal recuerdo de aquellos momentos de hambruna. Tenía unos diez años. Mi padre por ser de izquierdas, aunque trabajaba en la UNL, tenía un puesto de trabajo mal retribuido. Recuerdo un día de Nochebuena, aquella noche en la mesa había unos exquisitos boniatos y medio litro de vino. Mi padre me dijo: "Fito ‒en casa, de Adolfito me quedé en Fito‒ baja y le pides un papel de fumar al Sr. Manolo", claro que no era especialmente a pedir el papel de fumar que el Sr. Manolo me dio por lo que bajé. Salió su mujer y me hizo esperar, al poco sacó envuelto en papel de periódico cortezas de jamón con algo de tocino adherido, aquella noche podríamos decir que cenamos boniatos con jamón... Son vagos recuerdos.

Mi padre, aunque siempre fue de izquierdas, poco a poco llegó a ser jefe de la sección de casco en la UNL, porque era persona intelectualmente preparada, comprendió que había de ser un poco menos de izquierdas para poder subsistir, sobre todo la familia.

A mi llegada me extrañó el no ver a mi madre y a mis hermanos, según me dijo Fernando me esperaban en casa. Lo cierto es que mi amigo, seguramente de buena fe, había organizado una sorpresa que para mí fue desagradable. Montado en su moto con mi maleta de madera, me dejó a la entrada de mi calle para que hiciera el "paseíllo". La calle es larga y estrecha, en los balcones había vecinos curiosos al igual que en los portales, se oía como un murmullo y algún que otro discreto saludo. Me sentí molesto de ser centro de curiosos en aquel paseíllo. Al llegar a mi portal me encontré con mis hermanos y una anciana vestida toda de negro, era mi madre, que con 45 años había adelantado al tiempo y parecía una persona de 80 años.

Hoy puedo decir que la muerte de mi padre, estando su hijo en aquella absurda guerra donde se moría, la hizo somatizar el sufrimiento formando un cáncer de estómago. Murió seis meses después. Es un recuerdo cruel y una demostración de que aquella nefasta guerra tuvo efectos colaterales que nadie menciona, habría que añadir las secuelas que arrastramos. Yo cogí en Ifni una enfermedad por la que paulatinamente fui perdiendo los dientes, por lo que a los 24 años era merecedor de una dentadura postiza. Ifni me robó la sonrisa. También traje de Ifni una úlcera de estómago que se perforó tres años después. Son cosas que no se olvidan...



 
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