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Listado del 'Personal de Tropa que participó en la Guerra de IFNI-SAHARA'

“Lo nuestro”, eso de haber estado defendiendo a “La Patria”, luchando y muriendo en una absurda guerra sobrevenida en un territorio que lejos estaba de ser patria, una guerra que el régimen franquista trató y consiguió ocultar. Sin dudarlo puedo decir que, en esa carrera de ocultismos, el testigo franquista de la Guerra de Ifni-Sahara fue recogido por el postfranquismo, esa seudodemocracia instaurada con fines de renovación, pero que desgraciadamente nació contaminada después del vergonzoso abandono del Sahara, en el secretísimo Tratado de Madrid firmado por Arias Navarro con el presunto (no consta en ningún BOE) “visto bueno”, poco después en 1975, de Juan Carlos I. Comienza a andar la “democracia”, en la que, en el carro del que tira Adolfo Suárez, se han subido todos los trileros que siempre esperan el momento oportuno. Y así hasta nuestros días. Poco tardó Adolfo Suárez en abandonar, “asqueado” por las luchas internas de poder.

Fuente: El Universal (México)

Cinco maravillas naturales, más allá de Marrakech, con tonalidades vibrantes

Los trotamundos quedan hipnotizados con este pedacito de África. (Foto: iStock Photo )

1. DUNAS ERG CHEBBI

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En Erfoud, a 500 kilómetros de Marruecos. Este mar de arena dorada alcanza alturas de hasta 160 metros. Tiene la particularidad de cambiar de color conforme el sol desciende, del dorado al púrpura. Se hacen paseos en camello, caminatas y convivencias con nómadas árabes y dormir dentro de una jaima, una tienda de campaña hecha de cuero. Cerca de la frontera con Argelia.

Fuente: Crónica nº 316 (suplemento de El Mundo, 4/11/2001)

Alberto Vázquez Figueroa llegó al Sáhara en 1950, siendo un niño. Allí conoció a Manuel Rodríguez, que fundó El Aaiún con 100 duros. El escritor recuerda a Mohamed VI que «quien no paga una deuda a un hombre del desierto se arriesga a que el desierto se la cobre»

Alberto Vázquez Figueroa con su tía Fanny en las proximidades del Cabo Juby, en 1950.

La policía marroquí obligó esta semana al corresponsal de EL MUNDO a abandonar El Aaiún. Probablemente esa policía ha olvidado, o simplemente ignora, que la más hermosa ciudad del Sáhara fue fundada por un humilde gallego, Manuel Rodríguez Paseiro, que desembarcó como soldado de reemplazo al fuerte militar de Cabo Juby hace ahora unos 70 años, pero que llegó a amar tan profundamente el desierto y a sus gentes, que se quedó allí para siempre, aprendió sus dialectos y acabó por convertirse en el mítico Caíd Manolo, el hombre más querido por las tribus nómadas incluidos los irreductibles tuareg a las que consiguió pacificar sin más ayuda que su profundo amor y comprensión.