Un banquero en el Batallón de las Gabardinas
Artículos digitales
Escrito por Antonio Herrero Andreu   
jueves, 02 de agosto de 2018

Fuente: El Faro de Ceuta

La Guerra de Ifni-Sáhara 1957/58. Fue un batallón “real y muy efectivo, partió de la idea de mi buen amigo Francisco Mena Díaz, en aquellas fechas comandante-jefe del Grupo de Policía”

Al lector quizás le suene algo extraño el título del presente artículo de Batallón de las Gabardinas, pero fue real y muy efectivo. Ello partió de la idea de mi buen amigo (q. e. p. d.) Francisco Mena Díaz, en aquellas fechas comandante-jefe del Grupo de Policía y delegado gubernativo de Ifni.

En sus memorias él narra que ante la incapacidad de mantener el orden y la seguridad en la ciudad de Ifni, le sugirió al entonces general-gobernador Mariano Gómez-Zamalloa crear con personal civil asesorado por oficiales del Grupo de Policía de Ifni, al igual que el somatén, realizar lo mismo donde podían verse, a jueces, banqueros, empleados, maestros, albañiles y hasta el propio delegado de Iberia.

 Francisco Mena Díaz, comandante del Grupo de Policía de Ifni.
Francisco Mena Díaz, comandante del Grupo de Policía de Ifni.

Desde el anochecer hasta el amanecer

Mi buen amigo Francisco Javier López Fernández en 1957 era funcionario del Banco Exterior de España y el mismo recuerda que al llegar destinado a Sidi Ifni, nada más bajar del avión fue acompañado al despacho del jefe del Grupo de Policía de Ifni y allí mismo le fue entregado un fusil “Mauser” 7.92, cartucheras y 150 cartuchos.

Sidi Ifni se había convertido en 1957 en una ciudad militarizada. En el acuartelamiento del Grupo de Policía se reunieron alrededor de 400 hombres de las más variadas profesiones. Hombres, todos civiles, donde se les daban las instrucciones y con las misiones a desarrollar. A partir de las 10 de la noche y a cargo de un teniente del Grupo de Policía de Ifni salían grupos de este personal civil patrullando por las calles y tambien estacionándose en azoteas para mantener el orden público, sin faltar en los macutos el termo de café y la botella de coñac para mitigar el frío sahariano.

El nombre del Batallón de las Gabardinas procedía que para abrigarse del frío y la humedad, al ser civiles no tenían prendas (capote), por lo que la prenda de abrigo era la “gabardina” y algunos una chilaba, aunque no era recomendable esta última prenda para que no se confundieran con los moros. Para distinguirlos, en uno de los brazos portaban un brazalete con la bandera de España. Lo mismo en una patrulla había un fiscal o un albañil, así como abogados, funcionarios de banco, médicos, maestros u otros de las más variadas profesiones.

Las instrucciones que se les impartían eran claras. Al no haber luz en las calles, si observaban algún bulto había que pedir el “¡santo y seña!”. Si no respondían, había que dar el “¡alto!”. Estas medidas venían de las fechas anteriores al verano de 1957, el que hubo varios atentados que costaron algunos muertos.

Se opine lo que se quiera, la realidad es que aquellos abnegados ciudadanos civiles del Batallón de las Gabardinas realizaron una más que muy meritoria labor, la cual el propio general-gobernador reconoció entregándoles a cada uno de ellos el certificado y medalla de la Campaña de Ifni.

Francisco Javier López Fernández, funcionario del Banco Exterior de España y miembro del somatén en Ifni.
Francisco Javier López Fernández, funcionario del Banco Exterior de España y miembro del somatén en Ifni.

El enemigo era un burro

Francisco Javier López Fernández, funcionario del Banco Exterior de España en Sidi Ifni y componente del Batallón de las Gabardinas, presume de su amor a las Fuerzas Armadas y su entusiasta labor en Ifni donde promovió el deporte siendo nombrado Delegado de Deportes en Ifni, impulsando diversas competiciones deportivas incluso una vuelta ciclista.

El gran mérito de aquellos somatenes era que a partir de las 10 de la noche realizaban sus rondas de servicio, la cual finalizaba a las 7 de la mañana, donde cada uno de ellos se incorporaba a su puesto de trabajo. A la gran mayoría no le hizo falta instrucción en el manejo de las armas porque casi todos ellos habían hecho el servicio militar y alguno había sido oficial de complemento en la Milicia Universitaria.

Un periodista así narraba una noche con el Batallón de las Gabardinas: “El teniente de policía Silviano es de Garachico (Tenerife). Nos lleva al retén, donde se les reúne a los somatenes y salimos de servicio. Como hace frío, algunos se tapan la cabeza con la capucha. El Teniente Silviano les advierte llevar la cabeza descubierta porque el peligro es que te confundan con un moro y los soldados no se andan con chiquitas”. (Heraldo de Aragón, 10 de enero de 1958, Rufo Gamazo Rico).

Una de las noches que Francisco Javier López Fernández prestaba su servicio con el Batallón de las Gabardinas, en horas de la madrugada observó desde una azotea, lugar donde estaba apostado, un bulto. Como quiera que le dio el “¡alto!”, y tampoco respondió al “¡santo y seña!”, apuntó el “Mauser” y disparó a dicho bulto, comprobando por la mañana que el enemigo que no contestaba no era otra cosa que un burro, con la certera puntería que el burro quedó tieso. Al día siguiente el propio general-gobernador felicitó a este somatenista.

De la brillante actuación del Batallón de las Gabardinas, destacó unas estrofas de la letra de Felipe Briones: “defendamos con ilusión/el serrucho y el cepillo/fragua y el martillo/para cumplir una misión. Una misión es tu deber/un deber que es el honor/un honor que como español/todos sabemos tener”.

El anterior periodista en una de sus crónicas así relataba lo que él vivió: “en mi memoria Ángel Palve maestro nacional y antiguo alférez provisional, que fue guía en las columnas que rompieron el cerco de los puestos del interior, Gregorio Pozo que después sería alcalde de El Aaiún, que habiendo sido destinado a Madrid se quedó en Ifni formando parte del somaten, a Vinue, delegado de Iberia en Sidi Ifni, un hombre valiente que quitó la bandera marroquí que había sido colocada en lo alto de una torre”. (Arriba, 9 de enero de 1958, Rufo Gamazo Rico).

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