Pueblos que saben honrar a sus héroes
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Escrito por Antonio Herrero Andreu   
jueves, 18 de julio de 2019

Fuente: El Faro de Ceuta

Un hijo de esta ciudad, Enrique Torres Rivero, soldado de Tiradores de Ifni, fue el primer herido en acción de guerra que perdió sus dos ojos y, hoy en día, es un auténtico desconocido

Resulta triste y hasta vergonzoso que haya pueblos que olviden a sus hijos héroes, los cuáles un día, sirviendo a la Patria, dejaron con su ejemplar comportamiento, no solo sangre, sudor y lágrimas, sino algo más como entregar sus vidas, y que en su recuerdo no tengan ni una calle o ni tan siquiera un pequeño monolito que perpetué su recuerdo. Sin ir más lejos La Laguna, sin embargo, tiene una calle a un tal Olof Palme, cuyo mérito fue el recaudar fondos con una hucha en su país para los terroristas. Por el contrario, un hijo de esta ciudad, Enrique Torres Rivero, soldado de Tiradores de Ifni, fue el primer herido en acción de guerra que perdió sus dos ojos y, hoy en día, es un auténtico desconocido.

Pueblos que saben honrar a sus héroes.
Pueblos que saben honrar a sus héroes.

Más allá del heroísmo

El 8 de diciembre de 1957, dentro de la campaña de Ifni-Sáhara, en la denominada Operación ‘Gento’, se llevó a cabo la retirada, tras su liberación, del Puesto de T’Zenin, cuya peor parte se la llevó la 8ª Compañía de la II Bandera Paracaidista, y cuyo capitán jefe, Alejandro Román Páez -un gran soldado-, tuvo que tragarse muchas lágrimas y retorcerse su corazón de dolor al ver caer a muchos de sus hombres.

El citado día, sobre las 10:30 horas, se iniciaba la retirada del T’Zenin, siendo el encargado y responsable de cubrir el repliegue de la columna el mencionado capitán y sus paracaidistas. El peor problema que aquel puñado de valientes hombres de esta 8ª Compañía se iban a encontrar fue que en el pensamiento de su capitán estaba presente que en caso de que las bandas rebeldes atacasen, la única ayuda que podían recibir era la de ellos mismos.

Ramón Vilariño García.
Ramón Vilariño García.

Ramón Vilariño García, caballero legionario paracaidista de la II Sección de la II Bandera Paracaidista del Ejército de Tierra, había nacido en la bella ciudad gaditana de La Línea de la Concepción y, se puede afirmar que hizo realidad lo que escribió un celebre poeta italiano: “una muerte ejemplar honra toda una vida” (Petrarca).

Cuando se inicia el repliegue de la columna del T’Zenin, la II Sección de esta II Bandera Paracaidista cierra la retaguardia y, aunque desasistida de fuego de apoyo, lo conducen con serenidad y firmeza, iniciando la marcha hacia el collado formado por la Cota 306.

En pocos instantes, la presión de las bandas rebeldes sobre esta II Sección se hace insostenible, hasta que reciben el apoyo de la 1ª Compañía y las armas de apoyo de la 5ª Compañía. Así, cuando se realiza de nuevo el repliegue, ya se ha pagado un precio muy caro. Las bajas son cinco heridos, cuatro muertos y seis desaparecidos.

Y aquí, en este combate, fue donde el caballero legionario paracaidista Ramón Vilariño García dio una lección de las más altas virtudes militares. En el fragor del combate recibe una ráfaga en el estómago y se retuerce de dolor. Al darse cuenta de que su situación no tiene remedio, cuando los compañeros van a evacuarlo, afirma que él ya está listo y no quiere que por su culpa haya más bajas. Al insistir sus compañeros para evacuarlo, coge una granada entre su manos y amenaza con lanzarla. De esta forma, herido de muerte, se lanza contra el enemigo haciendo fuego con su subfusil y arrojando granadas de mano sobre ellos. Y allí encontró gloriosa muerte, para proteger y salvar a sus compañeros, pero de él jamás se supo nada más.

El compañerismo militar y reconocimiento al que destaca

Compañerismo, según el Diccionario de la lengua española, significa armonía y buena correspondencia entre compañeros pero, en la vida militar, brilla quizás con más fuerza porque nacen unos sentimientos que les hermana, formando una gran familia, en la que cada uno de sus miembros considera un deber prestar la ayuda material como norma al resto de sus compañeros. Y también consiste en socorrer al camarada que precise ayuda en todo aquello que sea honroso y legal, así como compartir penalidades y sacrificios, correr riesgos durante la guerra por ayudar al compañero en peligro y, finalmente, compartir con él el pan y el agua.

Mi gran amigo y compañero Antonio Santana Santiago, antiguo cabo del Batallón Expedicionario ‘Pavia 19’ de San Roque en tierras de Ifni, es el presidente de la Asociación de Excombatientes de Ifni del Campo de Gibraltar, y este excepcional soldado y los componentes de dicha asociación, en un gesto que les honra, insistieron al Ayuntamiento de La Línea de la Concepción, ciudad que vio nacer al caballero legionario paracaidista Ramón Vilariño García, que se honrase y recordase con algún monolito para perpetuar su memoria.

Inauguración de la placa dedicada a Ramón Vilariño García en su ciudad natal.
Inauguración de la placa dedicada a Ramón Vilariño García en su ciudad natal.

Así, a través de una intensa tarea, estos compañeros de la citada asociación vieron reconocido el fruto de su loable trabajo en honrar a este hijo héroe de La Línea de la Concepción, cuyo ayuntamiento llevó a la práctica este merecido reconocimiento.

La nota oficial de este ayuntamiento, emitida por su gabinete de prensa, dice así: “en homenaje póstumo al caballero legionario paracaidista Ramón Vilariño García, el 8 de diciembre de 2007, un monolito permanecerá en uno de los pasajes en recuerdo de este hijo de la ciudad en tanto sean construidas las viviendas de la promotora auspiciada por Emuvil”.

Ramón Vilariño García era caballero legionario paracaidista y falleció el 8 de diciembre de 1957, y la documentación de la época refleja que su muerte se produjo en un acto heroico por su parte. La noticia de su muerte hace ahora más de 50 años, dada por el capitán jefe de su 8ª Compañía, dice así: “las últimas noticias recibidas el 8 de diciembre acusan que el caballero legionario paracaidista Ramón Vilariño García quedó en campo enemigo con diversas heridas de arma de fuego, en pierna izquierda con probable fractura de fémur, herida en el estómago y en el cuello. Se negó a ser evacuado, amenazando a los compañeros que lo intentaban con lanzarles una granada do mano que esgrimía en su mano, gritando que él ya estaba herido y sin remedio, y no quería que por su culpa hubiera otras bajas. Y constantemente gritaba ‘¡viva España’. Si cuando llegó el enemigo estaba con vida, es de suponer que se defendió heroicamente”. Alejandro Román Páez, capitán jefe de la 8ª Compañía de la II Bandera Paracaidista. Yo puedo afirmar que su cuerpo no apareció nunca, pero: “su recuerdo vivirá siempre entre nosotros”.

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