Un Tirador en la Guerra de Ifni
Colaboraciones - Manuel Jorques Ortiz
domingo, 12 de julio de 2009

Ángel Ruiz García, un héroe anónimo del "Grupo de Tiradores de Ifni nº 1"

Alcaraz (Albacete)
Alcaraz (Albacete)

Alcaraz, pueblo manchego de la provincia de Albacete; sus plazas de la Trinidad y la del Consejo, Tardón o del Reloj, con sus dos bellas torres; la iglesia parroquial de la Santísima Trinidad, monumento gótico del siglo XV; el Santuario de Nuestra Señora la Virgen de Cortes y sus fiestas patronales del 26 de agosto al 8 de septiembre. Alcaraz, solar de españoles ilustres como Martín Alfonso Tovillo, Sebastián Izquierdo, Pedro Collado Peralta, Roberto Molina y tantos otros; lugar en el que fue abatido el último bandolero "romántico", Francisco Ríos González "el Pernales",  vio nacer en el año 1.935, cuando la Guerra Civil española se hallaba en puertas, a ÁNGEL RUIZ GARCÍA, dentro de una familia honrada, trabajadora y humilde, persona que con los años y por los avatares de otra guerra (la última colonial sostenida por España con Marruecos, nuestro enemigo ancestral) se convertiría en un combatiente, en un héroe anónimo, que el gobierno de entonces y los posteriores han tenido postergados sin otorgarles el mínimo reconocimiento a sus acciones bélicas, a los grandes sufrimientos en el inhóspito territorio de Ifni, sin una compensación aunque sea de carácter simbólico, cuando ancianos, jubilados en sus trabajos civiles, vuelven la cabeza con tristeza para recordar aquellos tiempos que los españoles de hoy desconocen, unos hechos de guerra que no aparecen en ningún libro de historia manejado por nuestros escolares.

Encima, durante cincuenta años, han permanecido callados y si en algún momento han pretendido hablar, contar la verdad, aunque escueza a quienes salen malparados, les han pedido silencio. Pero Ángel está decidido a dialogar ampliamente para narrar todo lo que recuerda del periodo de su mili en Ifni, entre los años 1.957 y 1.958, valiéndose de su excelente memoria y de una buena cantidad de folios en los que ha ido recogiendo los recuerdos de aquella campaña que vivió en primera persona, como soldado de tiradores del II Tabor, 8ª compañía de fusiles.

Reclutamiento, traslado y campamento

En el suprimido servicio militar obligatorio, los jóvenes varones de la localidad en la que se hallaban censados en el padrón municipal, entraban en "caja", mediante la relación de todos aquellos que cumplían los 20 años en una anualidad concreta, relación que los Ayuntamientos (negociados de quintas) enviaban a las Cajas de Reclutas, generalmente ubicadas en las capitales de provincia. De esta forma, Ángel, nacido en 1.935, debió figurar en la lista que a primeros del año 1.956 se remitió a la Caja de Reclutas de Albacete, en donde se confeccionaban las famosas "cartillas verdes", figurando todas las circunstancias personales del mozo, su talla, peso, etcétera, y en Enero del año siguiente (en este caso 1.957) se efectuaba el "sorteo de los quintos": se le daba el número 1 al primer nombre que salía, y a continuación se relacionaban y numeraban los demás; a número más bajo destino más lejano. Aquel 1.957 la Caja de Albacete tenía un cupo de 17 jóvenes para Ifni-Sahara y a Ángel le dieron el 18, pero por aquellas cosas de la vida uno de los que tenía que ir a África era hijo del Delegado de Hacienda, debieron hacerse presiones por parte del padre y el enchufe funcionó; el chaval recomendado fue a una unidad de guarnición en Madrid, y nuestro amigo Ángel fue a Tiradores, en donde por cierto, durante el conflicto bélico, pudo ver al paisano que le había "endosado" el puesto, ya que su unidad había sido movilizada y enviada a Ifni.

Callejuela del barrio musulmán de Sidi Ifni en los años 50
Callejuela del barrio musulmán de Sidi Ifni en los 50.

Tras el sorteo le llegaba al recluta una carta en la que se le citaba para un día determinado, para incorporarse al Ejército, y de tal forma, en el mes de Marzo, a los tres muchachos de Alcaraz que se iban a Ifni, los trasladaron del ayuntamiento del pueblo en un camión hasta la capital, Albacete, en donde los metieron, junto con los demás reclutas de la provincia y de otras limítrofes, en un vetusto tren cuya primera parada fue en Alcázar de San Juan, importante nudo ferroviario, en el que pudieron tomar su primera comida caliente y utilizar el plato de aluminio y los cubiertos que se les facilitaron en tal momento (todo oxidado, que dejaron relucientes y bruñidos tras fregarlos con tierra). Y desde allí, Despeñaperros abajo, hasta Cádiz, quedando hospedados en el consabido cuartel de "transeúntes" durante varios días, que se invirtieron en los preceptivos reconocimientos médicos y en merodear por la entonces pequeña y acogedora "tacita de plata". En un barco mercante hasta Fuerteventura y de allí en otro de la marina de guerra a Ifni, con un desembarco bajando por la red tendida en el costado y metiéndose como se podía en aquellas piraguas a remo que los nativos llamaban cárabos. Excelente lección náutica para los manchegos que, en su mayoría, no habían visto el mar en su vida. Y, claro, sin entrenamiento previo. Aquel océano se tiene tragados muchos reclutas del servicio militar obligatorio desde que en 1.943 llegaron los primeros.

La hora del racho: Se comía en el suelo
La hora del racho: se comía en el suelo.

El Grupo de Tiradores tenía el Cuartel principal, situado en un alto promontorio, frente al mar, al que se podía bajar por un camino pedregoso, con aduares y casas de soldados tiradores indígenas en las que vivían con sus familias. Muchos oficiales y suboficiales europeos residían dentro del acuartelamiento en viviendas adecuadas que formaban como un pequeño pueblo. El año anterior (1.956) de los cuatro tabores de que constaba el Grupo, habían sido europeizados tres (II, III y IV), reuniendo a los soldados nativos en el I Tabor (que se denominaba indígena), al que se adscribieron otros musulmanes, no aptos para el servicio, que no habían podido ser licenciados o jubilados. Se les había desarmado y eran dedicados a los servicios que eufemísticamente se denominan "mecánicos" (barrer, fregar, limpiar letrinas...)

Hablar de aquel Campamento es contar las innumerables fatigas de aquellos jóvenes, la falta de comida sana y abundante, escasez de agua hasta el límite de que solo la había para beber y poco; vestuario exiguo y deficiente, sin posibilidad de lavarlo; las comidas en el suelo, compartiendo plato con otros dos compañeros; moscas en las letrinas a millones, de tal forma que en horas de sol era imposible acercarse a aquella zanja mal oliente, pues "te comían" literalmente. Encima el capitán de su compañía de reclutas, del que no recuerda su nombre, aunque si que tenía cuatro hijas, una de las cuales era novia del teniente Moreno, les increpaba y daba patadas sin ton ni son; los soldados le apodaban "Siroco", pues creían que estaba loco debido a ese viento del desierto. Una vez, hallándose de posición en la cota 220 (ya veteranos), a ese capitán se le escapó el caballo y daba tales gritos y amenazas a los soldados a sus órdenes que tuvieron que salir todo un pelotón corriendo tras el jaco con riesgo para sus vidas ya que rebasaron las propias líneas y llegan por terreno de nadie hasta las marroquíes.

Los dos escudos oficiales de Ifni e imagen de la Virgen del Pilar
Los dos escudos oficiales de Ifni (ciudad y provincia) e imagen de la Virgen del Pilar

Un día, antes de la jura de bandera, la sección de la 8ª compañía, que mandaba el teniente Vadillo, y en la que estaba encuadrado Ángel, nada más tocar diana, fue montada en un camión, en dirección al norte, por aquellas impresionantes montañas, sin caminos, con un traqueteo que destrozaba los riñones. Después de una hora de marcha hicieron bajar a todos los soldados y el oficial los fue desperdigando por aquellos eriales erizados de chumberas y plantas espinosas, a una distancia considerable unos de otros. Conforme pasaban las horas, y el calor africano iba apretando insoportablemente, a la vez que el silencio y el misterio de aquel paraje semidesértico hacían crecer la angustia y el miedo en aquellos jóvenes corazones, su ansiedad y angustia iba aumentando paulatinamente ante la ignorancia de los peligros que les podía acechar. Así estuvieron durante todas las horas de sol, resguardados a duras penas con las chilabas hasta que a la caída de la tarde pudieron divisar una gran polvareda proveniente del camión que venía a recogerles. Parece ser que la misión a realizar (no muy bien explicada) consistía en controlar un terreno desconocido para anotar cualquier movimiento de hombres por aquellas montañas. Y de regreso al campamento, como premio, una incomestible cena y a dormir (si las chinches le dejaban a uno).

 

De cómo se establece una posición en la montaña

Un  pelotón de Tiradores, en una posición de montaña. Ifni, Julio de 1.957
Un pelotón de Tiradores, en una posición de montaña. Ifni, Julio de 1.957.

El día 10 de agosto, los mandos del II Tabor de Tiradores decidieron establecer una "posición de reconocimiento", hacia la zona norte del territorio, para lo que se dispuso que un pelotón de la Sección del teniente Vadillo, 8º compañía, integrada por un sargento, como jefe, dos cabos segundos, ocho soldados europeos de tiradores y otros cinco soldados indígenas, que debían actual como guías, salieran de marcha, lo que llevaron a cabo al amanecer de aquel caluroso día. Como es natural el desplazamiento era a pie, llevando cada europeo la dotación completa de 150 cartuchos para el mosquetón y 8 bombas de mano cada uno (4 PO1 y 4 PO), además de la manta y chilaba individual. Dos mulas en las que cargaron las provisiones para diez días (aceite, agua, alubias, garbanzos, tocino, chorizos y chuscos de pan), añadiendo un fusil ametrallador con la munición reglamentaria.

Tras una marcha de varias horas guiados por los soldados musulmanes llegaron al punto en que según los expertos exploradores era el designado por el mando para montar la posición, el sargento fue distribuyendo al personal según su leal saber y entender con lo que cayó la noche y el silencioso absoluto sobre aquellos desamparados soldados, ignorantes de donde estaban y cuál era su misión. Con la primera luz del día y sin herramientas adecuadas (el machete y poco mas) improvisaron unas rudimentarias trincheras donde guarnecerse y a ir pasando las horas (y los días). La comida que se preparaban no podía ser demasiado variada dadas las provisiones que llevaban, por lo que la olla con el tocino y el chorizo solo cambiaba en cuanto a las legumbres (judías o garbanzos). Como había buen apetito, era el momento de la fajina el más agradable para los europeos, pese a la dureza de los chuscos de pan, aunque no tanto para los moros que les acompañaban que, agotados los higos secos y algún mendrugo de pan, empezaron a dar síntomas de hambre (a exteriorizarla), pese a lo que no podían agregarse al rancho del resto del grupo por sus creencias religiosas (el maldito tocino y los chorizos, derivados del cerdo). Llegaron a un acuerdo tácito, casi por señas: al cuarto día de acampada les ponían en una caldereta ración para los cinco moros y la llevaban detrás de un montículo, en donde ellos engullían la comida prohibida, sin ser vistos, y todos disimulaban los hechos, con lo que nadie podía darse por ofendido.

 Paisaje de Ifni años 50
Paisaje de Ifni años 50

Estos cinco soldados musulmanes, íntimamente agradecidos de no mirarse de inanición por falta de alimentos, les propusieron hacer las centinelas nocturnas ya que los europeos durante el día trabajaban en el parapeto y de noche casi no dormían. Eran personas veteranas, procedentes de la Guerra Civil, en los que confiaron plenamente, por lo que en las noches siguientes pudieron dormir a "pierna suelta", en el duro suelo, de cara a las estrellas. Aquella misión desconocida hasta para el mismo sargento que la comandaba, no les dio otro sobresalto que el vuelo rasante de un avión, aparentemente francés, que les pasó varias veces por encima, dándoles un gran susto por el estruendo de sus motores y la ignorancia de si tenían intenciones agresivas. De lo que no había duda es de que su posición había sido detectado por un avión no español por lo que aquella noche nadie durmió temiendo alguna emboscada. Nada pasó por lo que continuaron con sus habichuelas y garbanzos hasta que al décimo día de su salida volvieron al cuartel para asearse un poco, comer rancho y esperar a la próxima misión, que no iba a tardar en producirse.

Joven musulmana
Joven musulmana

El día 24 de agosto, a primera hora de la tarde, el teniente Vadillo llama a Ángel (en su calidad de cabo 2º) y le ordena que con un compañero de su pelotón deben trasladarse a un monte próximo, frontero al Cuartel de Tiradores, en cuya cima existía una cábila para acompañar a un sargento moro, de la compañía del mar, para recoger a dos mujeres, la esposa y la suegra de dicho musulmán. El compañero de pareja al que llamaban  "El Catalán" porque vivía en Barcelona, aunque era oriundo de Murcia, era una "buena pieza", sacada del barrio chino de la Ciudad Condal, que conocía todo tipo de picardías clásicas de las calles de aquel famoso barrio.

Les dotaron de mosquetón, municiones y cuatro bombas de mano PO1, cada uno de ellos y allá se fueron en compañía del sargento moro y al llegar a la cábila se encontraron esperando a las mujeres, y cuando iniciaban al regreso se dieron cuenta que una tela blanca, tirada en el suelo, se hallaba manchada de lo que les pareció sangre, por lo que entraron en sospechas, deshaciéndose cuando el sargento les informó de que aquello era la prueba de la virginidad de su esposa, con la que había contraído matrimonio el día anterior, y que era la confirmación de la validez del matrimonio. Pero el sargento moro que parecía no tener intención de volver a la cábila de la que se llevaba mujer y suegra, inició una serie de maniobras raras mientras las mujeres cargaban un par de borriquillos de ropas y enseres, por lo que lo siguieron al interior de la chabola en la que, con las manos en la masa, lo sorprendieron sacando de un agujero que había excavado en el suelo, una vasija que unió a otra situada en un rincón, y en el interior de las mismas estaba llena de billetes de banco que "El Catalán" identificó como francos franceses (de 10.000 francos cada billete); y a tal individuo, procedente como se ha dicho del hampa barcelonesa, se le iluminaron los ojos de ambición y le pidió al cabo Ruiz la autorización necesaria para darle un culatazo (¿matarlo?) y robarle el dinero.

No poco esfuerzo le costó al pobre Ruiz hacer desistir a su compañero, a quien ni la posibilidad de que le pudieran fusilar por tal acción asustaba, ya que no tenía familia alguna ni otro ambiente que el de la delincuencia. Finalmente, debido tal vez al poco de disciplina que había asimilado desde su llegada al ejército, obedeció a su cabo y continuaron con la protección de los tres moros y su borrico, hasta que llegaron al Cuartel de la Marina y ellos pudieron regresar al de Tiradores y dar el "sin novedad" al teniente, callando por prudencia las aviesas intenciones de "El Catalán" en las que, por cierto, se mantuvo durante toda la mili por aquello de que "la cabra tira al monte", y a quien Ruiz tuvo que soportar (y frenar) ya que estaba a sus órdenes directas, como cabo de pelotón que era.

Bautismo de fuego del II Tabor

 Foto oficial de un combatiente en Ifni. La realidad era diferente.
Foto oficial de un combatiente en Ifni. La realidad era diferente.

Poco antes de estallar la guerra, puede decirse que el II Tabor recibió su "bautismo de fuego", estableciéndose la fecha de lo que puede adjetivarse como una pequeña batalla, en oposición a las descubiertas o escaramuzas vividas hasta el momento, y se sitúa en el día de San Francisco (4 de Octubre), fecha señalada entonces ya que se celebraba el santo del Caudillo (ignoramos si la acción era un "regalo" desde la distancia). Los historiadores militares (D. Francisco Bataller Alventosa, por ejemplo), la definen como la "activación" del puesto fronterizo de Tamucha, montaña en cuya cima existía una fortaleza en ruinas, de origen portugués, al objeto de un mejor control de los límites fronterizos con el recientemente independizado Marruecos, que fuera más segura y eficaz que el anterior puesto de Id Aixa, menos "convincente" para el Mando. Con ese escueto par de líneas el historiador despacha lo ocurrido el 4 de Octubre de 1.957, pero para uno de sus protagonistas (Ángel), que como es lógico no puede dominar el conjunto de la operación, su visión (reducida, si se quiere) sobre el terreno nos la ha narrado con estas sencillas pero emotivas palabras:

El día uno de octubre se movilizó al completo el II Tabor al que pertenecía mi 8ª compañía; en total cinco compañías: tres de fusiles, una de ametralladoras y otra de artillería, con los mulos y acemileros correspondientes. Se nos repartió comida para cuatro días y una cantimplora con agua a cada soldado, así como todo el equipaje de campaña (mosquetón, bayoneta, cartucheras, munición y manta) encima del cuerpo, andando, con dirección al este del territorio, región de Tagragra. Cuatro interminables días andando por aquellas montañas, arriba y abajo (ya se sabe que entre Sidi Ifni y Tamucha existen dos cordilleras paralelas de montañas, algunas de considerable altura), durmiendo al raso y comiendo aquellas raciones de subsistencia (latas de sardinas en aceite, carne enlatada de Mérida, 2 onzas de chocolate, pan, y poca cosa más) que daban una sed terribles.

Al llegar al objetivo (una montaña altísima llena de chumberas, cactus y arganes), enfilarmos una vaguada y los mandos nos ordenaron subir a la cima, donde se encontraba la fortaleza; el cansancio y lo abrupto del terreno (y la nula formación como montañeros-alpinistas) convertían cada metro de subida en un suplicio, resbalando y cayendo al suelo a cada paso. Podía observar a todo el Tabor desplegado en la operación, cuando se inició un tiroteo que partía de aquella fortaleza en ruinas ocupada, sin duda, por los moros, quienes gritaban y lanzaban unos insultos que causaban pavor.

Hubo mucho desconcierto y cada uno se escondía donde podía de los disparos, sin que se pudiera responder al fuego ya que no se veía nada; eran sobre las seis de la tarde cuando se oyó el cornetín de ordenes tocando retirada, y es de ver como corría el Tabor al completo cuesta abajo, sin mirar los muchos obstáculos existentes, huyendo de las balas que continuaban silbando, produciéndose varios heridos, derivados principalmente por las caídas y no por los disparos. Al hacerse de noche, que en aquellos parajes la oscuridad cae de golpe, y no saber dónde estaban ni tener contacto con los mandos, me junté con otros dos compañeros, al amparo de una gran piedra, y allí, callados y sin pegar ojo pasamos toda la noche ¡qué largas son esas horas!. Bien avanzada la mañana oímos nuevamente el cornetín de órdenes del Tábor y pudimos agruparnos con el resto de los compañeros en la Plana Mayor. En aquella precipitada huida nocturna, los mulos cargados de munición y sus acemileros fueron los que más sufrieron, ya que a las bestias se les soltaba la carga y les trababan las patas, dando grandes coces, y sus conductores estaban desolados por la que les iba a caer (castigo) si perdían la mula o la carga o ambas cosas. El II Tabor regresó al cuartel "con el rabo entre las piernas".

Como es sabido, posteriormente Tamucha fue ocupada por el III Tabor, una vez que los moros huyeron repasando la frontera, del que la 11ª compañía (recientemente trasladada desde el Sahara) fue destinada a Tiugsá como refuerzo de la zona, y una de sus secciones destacada como guarnición a aquella fortaleza en ruinas, que como es bien sabido, entre los días 24 y 25 de noviembre fue tomada por los rebeldes, causando muertos, heridos y prisioneros.

 

El II Tabor de Tiradores entra en combate

Al fondo el "morabito" y el cementerio musulmán.
Al fondo el "morabito" y el cementerio musulmán.

Puede parecer imposible que entrada la mitad del siglo XX, tras un protectorado de Francia y España, con el consiguiente acceso a universidades y foros culturales del más elevado nivel, pudieran existir en el recientemente independizado Reino de Marruecos, mentes salvajes y asesinas que dispusieran fríamente el aniquilamiento físico de los españoles residentes en Ifni. Pero una mente siniestra, el futuro Hassan II planeó con sus más aviesos colaboradores (en eso están de acuerdo actualmente casi todos los historiadores), para usurpar los territorios africanos bajo soberanía española, un plan mezquino y cobarde, para pasar a cuchillo a militares y civiles, que no tuvo éxito debido a una confidencia el día antes del señalado para la masacre. Se había dispuesto que al amanecer del día 23 de noviembre de 1.957, unos doscientos elementos del llamado Ejército de Liberación Marroquí se infiltraran sigilosamente en la ciudad de Sidi Ifni, y conocedores de los domicilios personales de los oficiales del ejército que no pernoctaban en los cuarteles, se les asignó a cada uno el asesinato del militar que se les fijó previamente, tras lo que los soldados, sin mandos, quedarían prácticamente inutilizados y podrían comenzar la orgía de sangre planeada. ¡Otro Annual, en el que fueron pasados a cuchillo unos diez mil españoles en el año 1.921! Especular a estas alturas si con aquella masacre Marruecos, a la vez que engullía el África Occidental Española, podía haber tambaleado o derribado el régimen militar del General Franco, no sirve de nada.

La confidencia (o traición, según se mire) de un soldado indígena al capitán Rosaleny el día 22, hizo que el Gobernador General, el laureado Gómez-Zamalloa, tomara las medidas necesarias, que abortaron la sorpresa, y pudieron ser rechazados los asesinos dentro de la misma ciudad. Entre las medidas adoptadas vamos a ocuparnos de aquellas en las que Ángel Ruiz se vio envuelto y de las que fue humilde pero auténtico y heroico protagonista.

Fusil ametrallador en un subelemento de resistencia.
Fusil ametrallador en un subelemento de resistencia.

Sobre las diez de la noche dos compañías de fusiles del II Tabor (una de ellas la 8ª) fueron desplegadas por la zona de Arna u Alí y monte Curran, ocupando ambas posiciones que cerraban el camino de acceso a Sidi Ifni desde Tabelcut (nuestra frontera con Marruecos), así como el Gomio del campo de aviación y monte Bu Laalam y laderas de la parte noroeste, con lo que se cerraba el acceso norte a la ciudad.

En el acuartelamiento se había decretado una generala "silenciosa" (nada de toques de corneta), pero los soldados intuían que aquella no iba a ser una marcha mas de entrenamiento. Había mucha seriedad, caras largas y un trato más humano y cordial por parte de los oficiales. Armados y amunicionados, tras levantarse muchos de la cama en la que podían haber continuado porque un alto porcentaje se hallaba rebajado de servicio por enfermedad (existía una fuerte epidemia de gripe), iban a entrar en combate de forma oficial, en la última guerra colonial de España. Se podía decir que casi todos estaban "bautizados por el fuego enemigo" en escaramuzas anteriores y la pequeña batalla por la fracasada toma de Tamucha, pero ahora se iniciaba una guerra de verdad, un conflicto bélico con el que se tropezarían de bruces al llegar a la cota 220 y al Gurran. Fuertes combates con muertos, heridos y siete prisioneros enemigos (entre ellos dos mujeres), en el primer combate, y las primeras bajas propias. Nuestro amigo Ángel nunca ha podido desprender de su retina la imagen del primer caído, a su lado,  un compañero catalán, alto y fuerte como una torre, al que una bala le atravesó el pecho cayendo fulminado como si de un saco de patatas se tratara. Solo unos segundos antes era un joven animoso y charlatán, sin miedo alguno, pese a la situación por la que atravesaban.

Ángel, de uniforme.
Ángel, de uniforme.

El amanecer del 23 de noviembre de 1.957 dio paso a un largo día pleno de acontecimientos: un grupo de rebeldes que huía del fuego que se les hacía desde un punto situado entre la carretera de Tabelcut y el cementerio, enfiló la cota 220 en donde la sección de la 8ª Compañía de Tiradores dio buena cuenta de ellos causándoles cinco muertos y once prisioneros, a la vez que les intervinieron subfusiles, fusiles, munición y material diverso. Los días siguientes el II Tabor se dedicó a la ingrata tarea de cavar trincheras y formalizar unos centros de resistencia dotados de alambre de espino y campos minados, para sellar el acceso norte y noreste con dirección a Sidi Ifni, en cuyo trabajo diurno, tiroteos y escaramuzas, vigilancia nocturna (¡aquellos pozos de tirador, más allá de la alambrada!), pasaron unos diez largos días, comiendo y durmiendo sobre el terreno, sin relevos, casi si agua y con aquel armamento tan antiguo en comparación con parte del intervenido al enemigo, de procedencia americana.

Cabe indicar que la fortificación frontal de un semicírculo rodeando a la ciudad de Sidi Ifni (por detrás, oeste el océano) protegía la zona vital: Aeródromo, población con una parte de habitantes leal y otra dudosa (los indígenas), en donde se enclavados los depósitos de intendencia y servicios básicos, y la playa, vía a través de la que se iba a intentar la llegada de refuerzos y materiales (cuando la mar lo permitiera). Si los atacantes (gente manejada por Marruecos) sobrepasaban nuestra débil línea "maginot", improvisada  a toda prisa, pese a haber desbaratado el primer intento al ser descubierto a tiempo, podía desencadenar la tragedia latente ya que se ignoraba que iba a pasar con los musulmanes residentes en el pueblo.

Para los no avezados a la terminología castrense queremos apuntar que un Centro de Resistencia, era una organización defensiva ocupada y defendida por un batallón de infantería (el Tabor africano era su equivalente), organizado de forma que pudieran protegerse del enemigo en todas las direcciones, para lo que se dividía en una serie de organizaciones defensivas de rango inferior, todas ellas aisladas entre sí y defendibles en todas las direcciones. Se podría definirlo como un "erizo" compuesto por una serie de "erizos" en su interior. El elemento básico humano era el pelotón (unos 15 hombres al mando de un sargento o cabo 1º) que guarnecía cada uno de los diversos "erizos" llamados subelementos de resistencia. Como es lógico ocupaban una serie de alturas y observatorios pertinentes. Era una segunda línea que debía ser infranqueable para el enemigo (detrás estaba la ciudad indefensa) por lo que se dispuso de una primera línea o defensa exterior, de parecidas características, pero preparada en caso de ser rebasada para la retirada a la zona de defensa interior cuya defensa debía ser a "vida o muerte". En esas estuvo el II Tabor durante unos diez días, como hemos dicho, y consiguieron repeler a los rebeldes tantas veces como intentaron el ataque. No hace falta repetir que de comer poco, beber lo imprescindible para no morir de sed, y dormir tan escasa y malamente que los Tiradores, con humor y patriotismo, lo expresaban en una ranchera (música de "tengo penas en el alma") en la que decían: "De noche a los puestos, de día al trabajo, y por novia tengo, a mi fiel mosquetón, con mis noventa cartuchos y cuatro granadas, que es el reglamento, del buen tirador".


El Tabor es integrado en la columna de liberación de los puestos cercados en la región de Tiugsa

Tal como ha quedado expuesto, el II Tabor de Tiradores de Ifni, desde la madrugada del día 23 de noviembre no había dejado de combatir en el sector noreste del Territorio, impidiendo la invasión de la población de Sidi Ifni, a costa de un generoso tributo de su  sangre. Pero, aquellos mozos, con una escuálida instrucción militar, desconocedores del terreno que pisaban, armados con obsoletos fusiles máuser, nada sigilosos sino mas bien ruidosos a la fuerza, por la impedimenta que llevaban encima (plato de aluminio, cantimplora, machete, manta terciada, bolsa de costado con bombas de mano...), dotados de locomoción hipo móvil (mulos con más mili que Cascorro), dieron lo mejor de si mismos, lo mejor del pueblo español, y no solo se sobrepusieron a las fatigas sino que consiguieron vencer a un enemigo astuto y cruel.

Asnos y musulmanes. Escena típica de Ifni.
Asnos y musulmanes. Escena típica de Ifni.

La "Operación Gento" (no hubo, ni mucho menos, la velocidad que tenía aquél mítico extremo izquierda del Real Madrid), se halla contada minuciosamente por diversos historiadores. Respecto de la Agrupación Crespo, constituida por el II Tabor (al mando del comandante Chica Bernal, en cuya 8ª compañía iba Ángel), la II Bandera Paracaidista, una compañía de fusiles y una sección de morteros del Batallón Expedicionario del Regimiento de Infantería Soria nº 9 (que tantos muertos dejaría en Ifni), sabemos que partiendo a las seis de la madrugada del día 5 de diciembre de 1.957, desde la fuente de Las Palmeras (a las afueras de Sidi Ifni), debían seguir por Alat Ida Sagun, para tomar las cotas 646 y 405, que dominaban los llanos de Tagragra, formando un "pasillo" entre aquellos montes, para  liberar y evacuar seguidamente a los cercados puestos de Tiugsá y T'Zenin, regresando a la capital. Todo muy de pizarra por el Estado Mayor del AOE (por cierto que fue de  un capitán de E. M., buen jugador de fútbol y mejor aficionado, a quien se le ocurrió ponerle el ostentoso nombre de "Gento"). En esos planes y planos había una menuda, minúscula letra, si se quiere, que es el relato de los simples soldados rasos, cargados de bártulos, armas y municiones, que abandonando las trincheras en las que habían estado metidos, relevados por el Batallón Expedicionario del Regimiento Pavía 19, se convirtieron en fuerza de choque, como si de profesionales se tratara. Una vez más vamos a dejar que sea el propio Ángel Ruiz el que nos cuente lo que les acaeció (su 8ª compañía) en aquellos días 6, 7, 8, 9, 10 y 11 de diciembre, que se le grabaron en su mente y de los que tomó nota escrita minuciosa:

"Salimos del acuartelamiento al amanecer del día 5 de Diciembre en dirección a Tiugsá para ocupar la base de partida de la operación (se llamaba Musacna). Íbamos en el primer escalón la 6ª y la 8ª compañía, al norte y sur, respectivamente. La 7ª no avanzó (quedó atrás, de reserva), mientras que las ametralladores y morteros, así como el puesto de mando del Tabor quedaban también atrás; las órdenes eran de avanzar rápida y silenciosamente (algo difícil ya parecían cacharrerías andantes). La marcha se inició por la fuente de Las Palmeras, Ait ida Sagun y después en dirección a las cotas 646 y 405, que dominaban los llanos de Tagragra, hasta alcanzar, liberar y evacuar sucesivamente Tiugsá y T'Zenin, para regresar luego rápidamente sobre Sidi Ifni. Lógicamente tal progresión era a campo traviesa, sobre una zona de montaña media, muy apta para la emboscada en la que tan hábiles son los moros. Calculo que la tropa desplegada cubría un frente de cuatro kilómetros y tardamos cuatro días, con sus noches, para llegar al primero de los objetivos, siendo hostilizados en todo momento por los rebeldes que, bien parapetados, nos disparaban a placer; se tenía que ir agachados, en todo momento, pues en cuanto levantabas la cabeza eras tiro fijo, lo que nos causó muchas bajas; una de las noches la pasé con muchos de mis compañeros, en una especie de refugio para ganado, tan estrecho, que no podíamos ni estirar las piernas para descansar algunas horas, tal era el amontonamiento de hombres y materia amontonado en aquella guarida".

Los musulmanes, guerrilleros o fuerzas de Mohamed V, les tendieron trampas mortales: aquella marcha de varios días de duración por terrenos relativamente llanos, aunque flanqueados de altas montañas, les forzaba a entrar en cábilas de nativos. En una de ellas, bastante grande, a la puerta tenía un voluminoso estercolero junto al que pasaron, y nada más rebasarlo asomaron unos moros que estaban escondidos debajo de la basura y les fusilaron por la espalda, causándoles bajas hasta que pudieron eliminarlos; y es que debajo de la basura pudieron comprobar que existía una gran cueva, llena de grano, y constituía un escondite idóneo para acecharles a traición, proceder derivado de su conocida y alevosa cobardía.

Entre vaguadas, pequeños oasis y chumberas, la progresión era lenta y costosa en bajas, ya que los moros permanecían ocultos y a cubierto del fuego que la tropa española les hacía, incluso al bombardearlos con los morteros Ventura de 50 mm que portaba la tropa española, pues a su eficaz camuflaje se unía el poco daño que los morteros les producían, ya que comprobaron que muchos de los proyectiles lanzados no explotaban, lo que resultaba altamente desmoralizador.

Si el armamento fallaba, las previsiones para dar de beber y alimentar a todo el Tabor no fueron demasiado acertadas, ya que solo dos días después de salir de la base de partida ya se les habían agotado la comida y el agua, pudiendo comprobar que sin embargo, a las tropas profesionales con las que compartían la operación (paracaidistas y legionarios) eran aprovisionados por aire, y solo las migajas que les sobraron a ellos fueron a parar a manos de los Tiradores.

Antes de llegar a Tiugsá y después del grave percance sufrido por la II Bandera Paracaidista, en el que tuvieron muertos y heridos (entre los fallecidos el teniente Polanco), la 8ª compañía de Tiradores tuvo que ocupar un monte situado cerca del poblado de Id Buisdh, tras un fuerte combate con las tropas enemigas. Ese punto fue la base de partida desde donde la Bandera partió rápidamente a liberar y rescatar la guarnición de Tiugsá, siendo relevada la compañía por secciones de la 6ª y pasando ellos a defender el collado de Bigarden, punto de reunión de la columna del destacamento de T'Zenin. En concreto, el II Tabor fue haciendo una especie de calle por cuyo centro libre de enemigos circulaba la 10ª compañía (ametralladoras), mientras que por los flancos, combatiendo a tiro limpio, los Tiradores y Paracaidistas progresaban hasta rebasar las alturas que dominaban el puesto cercado que debían liberar. Al mediodía pudo penetrar en el recinto, con la natural alegría de los sitiados, la 7ª compañía de Tiradores (teniente Maldonado) y una de Paracaidistas, y acto seguido el jefe de toda la columna (coronel Crespo) y el comandante del Tabor D. Juan Chica Bernal.

Parte superior del banderín del II Tabor de Tiradores de Ifni.
Parte superior del banderín del II Tabor de Tiradores de Ifni.

Claro que antes de las buenas noticias las hubo malas. Cuando subía el Tabor el collado de Bigarden, una compañía de Paracaidistas iba en vanguardia y al coronar el alto de la cima, aviones propios, entrando por la parte derecha de la montaña, empezaron a bombardear el lugar, dando una pasada que fue completada por otro avión que penetró desde la izquierda; unas treinta bombas cayeron, no sobre los moros (que habían huido) sino encima de los paracaidistas, cuyos cuerpos podían verse saltar por los aires revueltos con trozos de chumberas; ellos (los Tiradores) no podían hacer otra cosa que mirar e insultar a los pilotos que también eran víctimas de la falta de medios de comunicación con las tropas terrestres (¡miserable Ejército!). Aquella noche fue muy triste, ya que la pasaron  junto a los compañeros muertos y heridos por lo que hoy, en argot militar, se llama "fuego amigo".

Cuando la 8ª compañía de Tiradores se hallaba protegiendo la retirada de la evacuación del puesto de T'Zenin, la gente que lo abandonaba, que iba destrozada de tantos días de mal comer, casi sin agua, y en peligro constante de morir a manos de sus feroces enemigos (era un cortejo casi fúnebre), un cabo 2º  salió  al sendero, desde el lugar donde se hallaban todos escondidos, y dirigiéndose a aquellos desdichados les dijo, en plan de consuelo: "No tengáis miedos, somos de la 8ª compañía", a lo que un teniente, llamado Moreno, preguntó en la oscuridad quien había sido el que había pronunciado tal frase, afirmando que sus hombres eran los más valientes del ejército español, y al identificarse el cabo, lo puso firmes delante de toda la tropa, en plena montaña, y le pego una sonora "hostia" (¡buena dosis de moral militar para los soldados de Tiradores en campaña desde hacía tantos días!).

Tras la apresurada retirada los expertos colocaron cargas explosivas en los puestos de T'Zenin y Tiugsá-Tagragra, y cuando salvados y salvadores se hallaban a prudencial distancia, los volaron. Estaba claro que España no iba a volver nunca más allí. Lástima del fuerte de Tagragra, de bonita fachada, con importantes almacenes y un pozo-manantial de abundante y fresca agua. La explosión prendió en los depósitos de gasolina, y una negra humareda quedó a retaguardia como testimonio de la inútil resistencia de aquellos españoles que tan solo había servido para salvar sus vidas (que no era poco).

El regreso a Sidi Ifni, con aquella columna doliente, con los pies hinchados y ensangrentados, siempre acosados por los moros, andando por trochas y veredas intransitables para los vehículos (la verdad es que tampoco se disponía de ellos), se hacía interminable. Encima, debían efectuar guerrillas y descubiertas para dejar expedito el camino, limpio de enemigos, penetrando en los míseros poblados; al llegar a una de esas desperdigadas cábilas la escuadra a cuyo mando iba Ángel Ruiz, tras rodearla tomando toda serie de precauciones, del interior de una de aquellas casuchas salió un moro con los brazos en alto profiriendo el clásico "gualo, gualo". Tras registrarle y no encontrarle arma alguna, lo tomaron prisionero, llevándolo delante de ellos unos cinco metros, iba apretando el paso, por lo que comprobaron cómo se iba distanciando casi cien metros, y su compañero, el avieso "Catalán", que como se sabe era del barrio chino de Barcelona, y no paraba de intentar fechorías, le dice: "Ruiz: ¿Le pego un tiro al moro?" Quería matarlo y después decir que había pretendido huir. El rastreo de las cábilas, que encontraban durante la retirada, en su mayoría deshabitadas, porque sus moradores se habían pasado al bando enemigo, les dio la ocasión de encontrar enseres y utensilios que los indígenas habían abandonado en su huida (algunas gallinas también cayeron en las "redadas"), apoderándose Ángel de un espejo de pequeñas dimensiones, con el que se afeitó el resto de la mili y que conserva en su casa, cincuenta años después, como un pequeño recuerdo o "botín" de guerra.

 

La toma del monte Buyarifen y el cañoneo del crucero Canarias

No hay descanso para el II tabor, ya que tras el regreso de las columnas de socorro y rescate de los puestos cercados, concluido el 9 de diciembre, Sidi Ifni (la capital) se hallaba todavía a tiro de cañón del enemigo, por lo que era necesario ensanchar su perímetro defensivo, de tal forma que, por lo menos, no estuvieran tomadas por el enemigo las alturas desde las que tenían vistas directas sobre la ciudad, el aeródromo y la playa, por lo que el Mando acuerda y manda la ocupación (y su posterior defensa) del monte Buyarifen, operación francamente arriesgada por su alejamiento, pero imprescindible para establecer un Punto de Apoyo.

El Crucero Canarias.
El Crucero Canarias.

Esta montaña, de 360 metros de altitud, era una auténtica fortaleza y el punto clave para cerrar la carretera que desde el norte, Mirlef y Tabelcut, accedía a la capital del Territorio y, una vez más, la misión fue encomendada al II Tabor de Tiradores, cuyos soldados que no habían parado de combatir y  cavar trincheras desde el 23 de noviembre, se habían convertido  en veterana fuerza de choque (a la fuerza). Con el refuerzo de una compañía expedicionaria del Batallón Fuerteventura, una sección de cañones sin retroceso y un pelotón de ametralladoras del Batallón Expedicionario del Regimiento Pavía nº 19, todos bajo el mando del comandante D. Juan Chica Bernal, se pusieron en marcha a la una y media de la madrugada del día 20 de diciembre de 1.957.

La operación tácticamente era sencilla: el Tabor debía avanzar desde el borde norte del Centro de Resistencia "A", hasta alcanzar la carretera a Tagragra, y siguiendo la línea Sidi Ali el Hach-Buyarifen ocupar el vértice y ponerlo en condiciones de defensa. Iban a contar con apoyo aéreo y naval, así como fuego de artillería terrestre. La 6ª y 7ª compañías formaron el primer escalón de ataque, mientras que la 8ª (la de Ángel) y la compañía expedicionaria constituyeron la reserva, y desde ese punto pudieron observar que el "cacareado" apoyo de la artillería naval, proporcionada por el crucero Canarias, fue un desastre, ya que la mayor parte de sus proyectiles (gracias a dar porque muchos no explotaron) fueron a caer dentro de las líneas de avance propios, el barco resultó seriamente dañado por las vibraciones de los cañonazos (era una reliquia del pasado y tuvo que ser llevado a Las Palmas para reparación). Ningún historiador se ajusta a la verdad de unos hechos, vergonzosos, de los que todavía existen testigos vivos. En cuanto a la "aviación", dos reumáticos Heinkel, de dos motores, dieron alguna pasada de ametrallamiento, tan ineficaz como el bombardeo naval. El vértice Buyarifen fue tomado como en los viejos tiempos, por las compañías de infantería, subiendo la escarpada montaña, bajo el fuego del enemigo que no había sido diezmado por el "apoyo", enemigo que en todo momento opuso tenaz resistencia hasta que a las dos de la tarde la 6ª y 7ª compañía cubrieron los objetivos previstos y la 8ª pudo establecer su franqueo fijo. Hubo muertos y heridos, sangre de soldados españoles, entregados a una España (sus gobiernos) que no les ha reconocido ni agradecido.

Tras finalizar la ocupación del Buyarifen, se inició su fortificación y el abastecimiento a la guarnición (una compañía reforzada) que debía mantener la posición. Los mulos cargados de víveres, municiones y máquinas de la 10ª compañía, con apoyo de la 9ª, fueron ascendiendo trabajosamente por la escarpada ladera, carente de caminos, y gracias a un enérgico e inteligente teniente (Alonso Olea) se pudo reducir la confusión reinante ya que los moros no dejaban de hostigar con sus disparos.

La posición del Buyarifen se mantuvo (hasta 1.969), convertida en un aguijón metido en el territorio que ocupaba ilegalmente Marruecos (aunque oficialmente era de España), y se la dotó de casamatas unidas por trincheras, nidos de ametralladoras y pozos de mortero, que defendieron siempre los Tiradores. Una compañía entera componía la guarnición, que era relevada por otra mensualmente, y así iban rotando los cinco Tabores del Grupo 1, y finalmente por los del Grupo 2 (hacia 1.967). El abastecimiento y el relevo de tropas tuvieron fases muy duras y otras apacibles, aunque nunca se pudo levantar "el pie del acelerador". Siempre hubo intranquilidad.

Epílogo

Ángel Ruiz y su diploma de combatiente.
Ángel Ruiz y su diploma de combatiente.

Y de esta forma, nuestro amigo Ángel Ruiz, de posición en posición, en las diferentes cotas que componían el erizo defensivo de Sidi Ifni, metido en las trincheras y pozos de tirador, con pocas ocasiones de descanso en el Cuartel y casi nulas visitas a la ciudad, vio como iban pasando los días hasta la llegada de la licencia en el mes de junio de 1.958, y pudo regresar a su natal Alcaraz, claro que por poco tiempo, ya que para encontrar un mejor porvenir que el ofrecido por la tierra de su pueblo, tuvo que emigrar a Valencia, en donde reside actualmente, ya jubilado de la EMT. Pero esa es una historia distinta aunque muy semejante a la de tantos españoles que levantaron la Nación con su trabajo (y pluriempleo) en los años de 1.950, 1.960 y 1.970, cuyos frutos todavía estamos disfrutando (¿por mucho tiempo?).

Ángel con su esposa Tomasa y  su paisano Don José Bono (presidente de las Cortes), verano de 2.008.
Ángel con su esposa Tomasa y su paisano Don José Bono (presidente de las Cortes), verano de 2.008.
Mi esposa, la de Ángel y él (Año 2008).
Mi esposa, la de Ángel y él (Año 2008).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NOTA: Las fotografías que se han insertado pertenecen al archivo privado del autor; otras han sido obtenidas de recortes de prensa y otro grupo a través de Internet, página de "Amigos de Ifni".

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jose luis   |15-07-2012 21:19:21
enhorabuena manuel por el articulo. yo soy de Alcaraz y soy militar, estaria muy interesado en ponerme en contacto con angel . pues estoy recabando info. de la guerra de ifni, y quien mejor que un paisano. gracias
MANUEL  - re: Saludo   |23-02-2011 09:36:22
Rosa Huertas escribió:
Estimado Manuel:
Leo con interés estas páginas reveladoras que has escrito. Mi padre, el teniente de Infantería Antonio Huertas García, también estuvo allí. Nos habló muy poco de esta guerra pero lleva unos meses bastante enfermo, con dos operaciones y una larg estancia en la UCI, y desde entonces no deja de hablarme de Ifni. La verdad es que me está interesando mucho el asunto, también porque él está bastante desanimado y hablar de Ifni parece que le resucita. Le voy a contar lo que escribes aquí y ya te contaré su reacción. Me gustaría contactar y que me contestases por email. Tu versión coincide con algunas cosas que me ha contado él.
Gracias por escribir esto.
Un cordial saludo:
ROSA HUERTAS
Rosa Huertas  - Saludo   |09-10-2010 11:38:27
Estimado Manuel:
Leo con interés estas páginas reveladoras que has escrito. Mi padre, el teniente de Infantería Antonio Huertas García, también estuvo allí. Nos habló muy poco de esta guerra pero lleva unos meses bastante enfermo, con dos operaciones y una larg estancia en la UCI, y desde entonces no deja de hablarme de Ifni. La verdad es que me está interesando mucho el asunto, también porque él está bastante desanimado y hablar de Ifni parece que le resucita. Le voy a contar lo que escribes aquí y ya te contaré su reacción. Me gustaría contactar y que me contestases por email. Tu versión coincide con algunas cosas que me ha contado él.
Gracias por escribir esto.
Un cordial saludo:
ROSA HUERTAS
Antonio   |15-07-2009 18:03:21
Estimado Manuel, muchas gracias por este relato. Realmente impresionante lo que se relata del "fuego amigo" y la actuación del crucero "Canarias".

Del fuego amigo y sus bajas sólo había oído hablar muy tangencialmente, con sutilezas y mas bien con ocultamiento. Como bien dices, no había enlaces tierra-aire. Se podría ampliar y decir que en realidad los tres ejércitos iban por libre y a veces con enfrentamientos internos. O sea, descoordinados. Con toda la lógica del momento, pues no había ningún reglamento de enlace tierra-aire, no había doctrina de operaciones combinadas, no había tampoco ninguna doctrina de lucha en el desierto (e Yfni casi lo es) y para acabar de fastidiarla, pese a que la palabra guerrilla se usa en todo el mundo y es española, no había doctrina ni reglamentos ni entranamiento en lucha antiguerrillera.

Si a lo anterior sumamos un material miserable y anticuado, tenemos lo que hubo.

En fin, gracias de nuevo por rescatar esa voz olvidada y nunca considerada oficialmente de los "soldaditos" de a pié. Un olvido lamentable y que dice mucho de la consideración que se les tenía por entonces a los soldados de reemplazo.

Saludos cordiales

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