Mi 'mili' en Sidi Ifni |
Colaboraciones - José Morales Lavería | |||||||
Escrito por José Morales Lavería | |||||||
domingo, 30 de julio de 2023 | |||||||
Al terminar la guerra de Sidi Ifni (1957-1958), las tropas españolas de reemplazo del SMO –Servicio Militar Obligatorio– todavía eran enviadas a los territorios africanos de Ifni y Sahara para vigilancia y protección de los territorios españolesAunque la guerra había terminado, las escaramuzas y los disparos furtivos aún formaban parte de la vida cotidiana y las alarmas de un posible ataque mantenían en vigilia toda la noche a los españoles o les levantaban de la cama antes de que les diera tiempo a dormirse. En condiciones bastantes precarias, los soldados españoles resistían la presión a que estaban sometidos diariamente y rechazaban con una valentía y resolución dignas de admiración los esporádicos pero contundentes ataques de los moros.
Situado entre el sur de Marruecos y el norte del Sahara, contrariamente a lo que pudiera creerse, Sidi Ifni no forma parte del desierto sino del anti-Atlas. Es un terreno montañoso y pedregoso con la vegetación propia del monte bajo africano, es decir, rastrojos, cactus y otras plantas de pinchos que favorecían la emboscada a quienes fueran capaces de estar cuerpo a tierra sobre las piedras y los escorpiones negros que cobijaban.
Aunque el territorio español era más extenso, el ataque por sorpresa de las “bandas incontroladas” obligó al repliegue de la guarnición española prácticamente hasta el primer cinturón de montañas que rodeaba el campo de aviación, los cuarteles que lo flanqueaban y el pueblo. Estos primeros ataques eliminaron a las patrullas y pequeños destacamentos españoles diseminados por el territorio y dejó a los moros el control de la red de carreteras –pistas de tierra– que se internaban en el mismo. No obstante, a 16 kilómetros de las líneas españolas, en el corazón del paisaje ya dominado por los moros, quedó aislado el monte más alto del territorio, donde un destacamento español había resistido heroicamente todo el conflicto. Inicialmente suministrado por paracaídas, más tarde quedó enlazado por un convoy fuertemente protegido que se abría paso hasta allí todas las semanas. Este convoy era el que yo protegía con mi escuadra de fusil ametrallador, desde un vehículo, además de la protección que ofrecía la legión apostada a ambos lados de la carretera. Si bien la guerra había terminado a principios de 1960, durante mi reemplazo –1961– el territorio permanecía en situación de “Frente estabilizado” lo cual significaba que cada uno mantenía sus posiciones pero que aquello seguía siendo un frente donde ocasionalmente se intercambiaban disparos. En esa situación, introducir en territorio enemigo un convoy para aprovisionar nuestra posición de Buyarifen era un deporte de riesgo que cualquier día podía terminar en escaramuza o tragedia. Para ello, al amanecer del día señalado, de las líneas españolas salían los zapadores de la Compañía de Ingenieros provistos de detectores de minas y caminaban rastreando la carretera y unos cien metros a cada lado. Inmediatamente la legión iba desplegando posiciones a ambos lados. Morteros, ametralladoras y fusileros iban jalonando cada tramo del camino con la orden de camuflarse y no dejarse ver ni por el convoy. Cualquier legionario que fuera visto quedaba arrestado. Eso decían.
Así hasta llegar a la posición, cuyo enlace se comunicaba por radio al convoy que esperaba luz verde para iniciar su marcha a toda velocidad. La misión de la escuadra a mi mando era ir los últimos y quedarse ofreciendo protección puntual a cualquier vehículo que pudiera averiarse a mitad de camino, hasta el regreso del convoy, en que sería remolcado. Por el camino, siempre ofrecíamos el mismo repertorio: Cortes de manga e insultos a los moros que desde sus posiciones o desde la azotea de alguna cabila nos observaban. De algunos de ellos se pasaba tan cerca que podías oler el humo de sus porros de “griffa”. Nunca hubo intercambio de disparos durante un convoy, aunque no faltaron malos tragos cuando hubo que atrincherarse con algún vehículo averiado. Esto sucedió dos veces en los diez meses que tuve esa misión. La posición del Pico de Buyarifen permanecía como observatorio avanzado y sus instalaciones subterráneas y organización táctica eran ejemplares y perfectamente adaptadas a la situación de riesgo en que se encontraba. El convoy llevaba provisiones, agua, el correo y cuanto pudiera necesitarse, además de los relevos de la tropa y evacuación de heridos o enfermos. El cura decía misa y vuelta a casa. El repliegue se hacía en vehículos y así hasta la semana que viene. Pero además de este cometido, tuve otros destinos:
Las fotos que acompaño son un recuerdo de aquel período de mi vida y de todos aquellos jóvenes que, como yo, salieron de su casa −muchos por primera vez− para vestir un uniforme que no significaba nada para ellos pero que al poco tiempo llevaban con un orgullo que no eran capaces de disimular. Quizás la mili no hacía hombres, pero a la vuelta no eras el mismo y, salvo excepciones, nadie se quejaba ni lamentaba de haber hecho el servicio militar obligatorio. Hoy, desaparecida la mili, pronto no quedará ni el recuerdo. Tal como sucedió con aquellos que murieron en Sidi Ifni o simplemente hicieron la mili en un territorio que fue regalado más tarde a Marruecos sin que tuviera valor alguno el precio pagado por tantos civiles ejerciendo de soldados que pasaron por allí. Algunos para no volver. Este es mi homenaje. Hubo momentos de auténtico riesgo: imprudencias en los polvorines donde hacía guardias. Bombas de mano sin seguro y muchos otros momentos sin consecuencias pero que reunían todas las condiciones para que hubiera pasado algo. De todo ello no existen fotos y las que conservo son las que envié a casa, es decir, intrascendentes y trasmitiendo normalidad. Algunos pies de fotos son los comentaros originales escritos al dorso en su día. Los malos ratos, callados, pero no olvidados. Fotos
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22/08/2004. ARCHIMENCEY escribió: Ampliando y comentando sobre los puestos españoles en IFNI: En los puestos del interior de Ifni el desenlace del ataque fue variable, los que tenían poca guarnición sucumbieron, casos de Tabelcut, Bifurna, Tamucha y Hameiduch y resistieron enérgicamente hasta su liberación los de Tiugsa, Zoco el Arba de Mesti, Tenin de Amel-lu, Telata y Tiluin, que contaban con contingente para su defensa. (…) Esta es en manera muy resumida la pequeña historia de los puestos de IFNI. Saludos. 24/08/2004. CABO MORALES escribió: Yo estuve en Sidi Ifni haciendo escolta a un convoy semanal que iba a la posición de "Buyarife" –escribo su fonética, ya que no recuerdo muy bien el nombre– y por lo que recuerdo, aquella posición estaba en el pico más alto del territorio y se quedó aislada al replegarse las fronteras a lo que eran las colinas circundantes de la población y campo de aviación. Aquella posición permaneció así hasta la entrega del territorio a Marruecos, pero no veo que se cite en tu relación ni nunca encontré referencia alguna. Allí arriba había una compañía de Tiradores, estaba muy bien fortificada y defendida por morteros y ametralladoras situadas en pozos y pasillos, todo excavado bajo el nivel del terreno, incluso contaba con cantina y otros servicios. Los domingos se abrían las alambradas que permitían adentrarse en territorio abandonado a los marroquíes, quienes circulaban por todas aquellas carreteras de tierra que cruzaban a todas partes. Primero salía una sección de Ingenieros –Zapadores– con detectores de minas, que iban andando hasta la posición de Buyarifen (?), detrás se iba desplegando la Legión, cien metros a izquierda y derecha del camino. Montaban ametralladoras y puestos de tirador. Debían estar camuflados y no debían dejarse ver ni por nosotros. Una vez que los zapadores y la legión enlazaban nuestras líneas con la posición, a unos 20 km de nuestras líneas, en pleno territorio controlado por las “bandas armadas descontroladas”, llamaban por radio y salía el convoy de Intendencia, compuesto por camiones de provisiones, aljibe de agua, algunos vehículos, el correo, el cura, un jeep de escolta para protección puntual de algún vehículo averiado y una grúa escoba. Yo iba en esa escolta móvil. Se decía misa, se hacían relevos, etc. y vuelta. Si a la ida algún vehículo quedaba averiado, el convoy seguía su marcha y nosotros quedábamos junto a él hasta el regreso del convoy, para ser remolcado. Desde el convoy veíamos a los moros en sus posiciones, les dábamos voces y cortes de manga, sin haber cruzado nunca un tiro ya que nos encontrábamos en situación de "frente estabilizado" y los tiros se habían acabado hacia unos meses. Si alguien tiene referencias de esa posición, agradeceré detalles. Otro día contaré como estaba organizada para su defensa. Cabo Morales. 24/08/2004. ARCHIMENCEY escribió: Antes que nada, Buyarifen no era un puesto de policía ni un acuartelamiento de los Tiradores de Ifni en noviembre de 1957, que es cuando se producen los hechos. En el interior de Ifni, que es lo que traté, como medianamente pude, de relatar. Por lo tanto, en noviembre de 1957 esta posición no existía, fue creada el 20 de diciembre de 1957, como explico a continuación. Fue una posición, un saliente, en el dispositivo defensivo de Sidi Ifni, llamada oficialmente “Posición vértice Buyarifen” según la orden de 23 de diciembre de la jefatura de las fuerzas del AOE, LM-1, respetando la instrucción del Estado Mayor General 357-15. Esta orden incluía la ocupación y defensa de 4 centros de resistencia:
Este punto F o “Vértice Buyarifen”, era considerada la posición más expuesta y por donde con más probabilidad podía avanzar el enemigo. Fue ocupada la cota en una operación el 20 de diciembre al mando del comandante Chica Bernal y con las siguientes fuerzas:
En la operación de toma de la posición hubo que lamentar 2 muertos,1 desaparecido y 2 heridos, todos de Tiradores. La situación de aislamiento de la posición de Buyarifen constituyó a partir de entonces una preocupación para el mando, teniendo que abastecerse con convoyes con protección casi de un batallón, alternándose en dicho cometido la Legión, los Paracaidistas y los Tiradores. En una de estas misiones fue herido el entonces teniente Meléndez Jimeno, uno de los oficiales del ejército, hoy coronel en la reserva, que más sabe del territorio y de la historia de los Tiradores. En febrero del 58 la guarnición de Buyarifen estaba compuesta por una cia. de Tiradores, una sección de ametralladoras y una de morteros del 81 del II Tabor de Tiradores. Era una de las 4 posiciones principales de la línea de defensa y en esta posición se hallaba el mando del sector F, del que dependían 2 cias. de infantería en otras 2 posiciones y, algo más retrasadas, 2 baterías de artillería con piezas de 105/11. En marzo de ese año un Heinkel-111 se estrelló en las inmediaciones de la posición. 24/08/2004. CABO MORALES escribió: Desconocía el dato de que la posición de Buyarifen había sido creada para la defensa del territorio que permanecía en nuestro poder. Los que llegamos después de los acontecimientos de noviembre del 57, creíamos que era un reducto que se había quedado en el territorio que pasó a manos del enemigo cuando nuestras líneas se replegaron hacia la costa. Efectivamente, allí había morteros tan altos como nosotros en unos pozos cubiertos por redes de camuflaje que se destapaban tirando de una cuerda, como si fuera un toldo. Esos pozos se comunicaban con la red general de trincheras que en forma radial conformaban la posición. A un lado el dormitorio de los servidores de la pieza, excavado bajo tierra. Dentro, literas y las típicas maletas de madera junto con los demás enseres personales. Al otro lado del pozo, la munición en otra cueva excavada. Frente al mortero, en la pared, un gráfico enmarcado con su cristal y su marco, donde figuraba una vista del territorio circundante perfectamente dibujado en tres dimensiones, donde estaban señalados los objetivos a batir. Junto al gráfico, una tabla con las coordenadas de los sucesivos disparos a realizar, de forma que empezaban por el primero y seguían la lista, volviendo a empezar la secuencia y machacando una y otra vez los mismos objetivos. Así cada una de las piezas, que tenían asignados distintos puntos a batir. Las ametralladoras se encontraban en una cueva que asomaba a la pendiente de la ladera por una ventana rectangular, por donde asomaba el arma dominando un sector. A un lado la munición y al otro, junto a la máquina, las literas. Así todo alrededor de la posición y cada uno tenía su zona de disparo. A nivel del suelo no se veía nada. Todo bajo tierra y cuando se circulaba de un lado a otro se hacía bajo el nivel del suelo. En esas “calles”, un escalón de tierra a un lado y otro, de forma que al subir a ellos quedabas asomando al terreno en condiciones de disparar. Tanto para fuera como para dentro. El resto de los servicios estaba igualmente bajo el nivel del suelo, unos a cielo abierto y otros bastantes profundos. Había tres observadores permanentes observando el territorio enemigo desde distintos puntos. Estos se turnaban creo que cada media hora y su misión era anotar los movimientos del enemigo, posicionado en los alrededores. Para ello y dado que algunas caras terminaban por hacérseles conocidas, los citaban por sus motes. Había un mando marroquí conocido por “el negro” cuyas andanzas, junto con las de otros, incluidos los animales, estaban debidamente anotadas. Parece que ellos cambiaban o movían sus piezas de sitio periódicamente y cuando uno de nuestros observadores descubría algo nuevo o cambios en la rutina, tenía un permiso de unos días en el acuartelamiento. A partir de su información se actualizaban los objetivos de los morteros, etc. Ir a aquella posición era toda una experiencia que despertaba nuestra admiración por quienes se quedaban allí aislados viendo como el enemigo pululaba a su alrededor. Y hasta aquí mis recuerdos-batallitas. (Fin de la charla) |
Para evitar las dificultades del suministro marítimo y movimiento de personal a través de la playa, con los problemas, riesgos y demoras debidas a los malos tiempos y carencia de medios que obligaban a los barcos a permanecer fondeados en aguas profundas mientras se procedía a la carga y descarga de toda clase de mercancías, se construyó un puerto que consistía en un gigantesco bloque de hormigón en medio del mar como punto de atraque, que albergaba una central eléctrica e incorporaba grúas y comunicado con tierra por un teleférico de 1.400 m de longitud.
El puerto pasó a manos de Marruecos al entregarse el territorio, pero al cabo de los años construyeron un puerto pesquero en la costa, exactamente donde se preveía un viejo proyecto español que se descartó, como apoyo a la flota pesquera propiedad del rey Mohamed VI y de los barcos pesqueros propiedad de sus generales. Este es el motivo de la expulsión de los barcos españoles de aquellos caladeros. No había pesca para todos. El puerto-isla español fue desmantelado y dejó de prestar servicio.
El teleférico en 1974.
El puerto-isla.
Torre intermedia del teleférico y el nuevo puerto marroquí.
El puerto antiguo y el nuevo.
La terminal en tierra, abandonada.
Vista general.
Sello conmemorativo de la inauguración del puerto.
El aeródromo civil-militar.
El faro.
La playa.
Vista parcial.
Plaza de España y al fondo el barrio musulmán.
Plano de situación de algunos cuarteles.
Mi zona de prácticas…
Antes decía que quizás la mili no hacía hombres, aunque a la vuelta no eras el mismo. Efectivamente, mi regreso a casa una vez licenciado es una muestra de ello. Sin 18 meses de mili en las espaldas nunca me hubiera atrevido a una aventura como la que cuento seguidamente.
Por circunstancias que no vienen al caso, fui nombrado por un Consejo de Guerra como cabo de la escolta de dos condenados a cumplir penas en la prisión militar de Las Palmas. Ello significaba que antes de licenciarme debía custodiarlos hasta su entrega en la prisión y si no tomaba el último barco de licenciados habría de esperar un mes más a un mercante de suministros.
Mi quinta se licenció y fueron saliendo para la península distintas expediciones en sucesivos barcos que venían a recogernos. Ya sólo quedaba un barco para recoger el resto y yo todavía no había quedado relevado de tal custodia. Afortunadamente, cuando el último barco estaba ya embarcando al personal, nos avisaron para que al día siguiente estuviéramos prisioneros y escoltas en el aeropuerto para tomar un avión estafeta que iba a Las Palmas. Cuál no sería nuestro disgusto cuando no pudimos embarcar por falta de sitio. Aquél fue el peor día de mi vida y ya me veía como el abuelo de todos, olvidado y sólo.
Las desgracias no terminaron aquí. Aquel avión se estrelló cuando aterrizaba en Las Palmas y hubo muertos y heridos. No era nuestra hora, pero con aquel motivo vino un segundo avión especial y allí pudimos ir a Las Palmas cuando todavía el último barco seguía embarcando gente. Fui y volví a tiempo en otro avión, así que con mi licencia en el bolsillo y de paisano me presenté en la playa al oficial de playa dispuesto a embarcar.
Cuando aquel me rechazó y me dijo que al no figurar en las listas de embarque no podía embarcar, hice uso de lo que había aprendido en la mili: A buscarme la vida para salir adelante.
Las distintas unidades formaban en la playa y se iban separando en grupos de 12 para subir a los camiones anfibios que los llevarían hasta el barco. En uno de aquellos grupos iban 13.
La travesía hasta Cádiz –3 días– también requirió de las mismas habilidades. El trasbordador "Victoria" era el barco y disponía de un amplio garaje de proa a popa donde formaban las unidades para las comidas. En cada comida había un sargento que se equivocaba al contarlos para dar la novedad. Por ejemplo, yo formaba al final de Sanidad, junto al grupo de Ingenieros y cuando el sargento de turno volvía a contar porque no le salían las cuentas, yo daba un paso a la izquierda y me incorporaba a los ingenieros, que todavía no estaban contados o ya lo habían hecho y así, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda me pasé los tres días para desayunar, comer y cenar.
El transbordador “Victoria”.
La llegada a Cádiz también tuvo su miga. La banda de música tocaba marchas de bienvenida y la gente hacía pasillo para que pasáramos camino del cuartel de transeúntes donde pernoctaríamos para desde allí seguir cada uno a su destino. Comprenderéis que era obligado bajar del barco en fila para formar en el muelle rodeados de gente, así que en cuanto las formaciones se pusieron en marcha un rezagado se fundió con la multitud y hasta hoy.
Ya digo, la mili seguramente no hacía hombres, pero en algo habíamos cambiado.
Otro de los episodios dignos de contarse, aunque a estas alturas suenen a batallitas del abuelo, es el de las bombas de mano.
Pues resulta, queridos niños, que yo todas las noches entraba de refuerzo –con otros soldados del nuevo reemplazo que iba a sustituirnos, para que se fueran haciendo con la copla– en la guardia del depósito de combustibles. Como era cabo podía echarme a dormir y sólo me despertaban si había alguna novedad y para el relevo de los centinelas, ya no recuerdo si era cada dos o cuatro horas.
Los centinelas llevaban, además de su armamento reglamentario, una bolsa de costado de tamaño mediano –tipo zurrón– con 12 bombas de mano, que se iban pasando de uno a otro en los cambios de guardia. Aunque lo reglamentario era revisar el armamento y munición a cada uno antes de entrar de centinela, la realidad es que no se hacía más que de vez en cuando porque resultaba una rutina muy repetitiva.
La noche que me dio por hacerlo pudo ser la última:
– Fulano, saca las bombas y ponlas encima de la mesa que vamos a contarlas…
El tal fulano metió la mano en la bolsa y las fue sacando. Una... dos... tres... y así hasta que saco la mano con una cinta en lugar de una bomba.
Las granadas eran del tipo PO-1 y consistían en un bote con un tapón roscado. El mecanismo –seguro de almacenaje y transporte– consistía en un pasador que impedía actuar al percutor y a su vez el pasador estaba aprisionado por una cinta enrollada dando vueltas por encima. En un extremo de la cinta el pasador y en el otro un contrapeso de plomo. Todo ello protegido por el tapón roscado.
Bomba de mano PO-1.
Para disparar la bomba se quitaba el tapón y se lanzaba girando sobre sí misma de modo que el contrapeso hacía que la cinta se desenrollara y tirase del pasador. Cuando la bomba llegaba al suelo el percutor ya estaba libre para funcionar al primer golpe contra el suelo. También lo hacía sobre el agua.
Así que sacar una cinta del zurrón no significaba otra cosa que todo aquello estaba a punto de caramelo esperando un movimiento brusco o que el fulano se la quitara sin demasiados miramientos.
Como lo mejor del caso era que yo era el cabo responsable de la guardia –en mi Unidad los cabos hacían de sargentos–, me tocaba resolverlo, así que nos fuimos a la pista del campo de aviación, que lindaba con nosotros, y allí se despojó de la bolsa con mi ayuda y me quedé más solo que la una con el regalo. La suerte, todo hay que decirlo, es que yo durante el día era instructor en el campamento de los reclutas y entre otras cosas daba clases de teórica a mi grupo, lo cual incluía el despiece y manejo de tales bombas.
Pues dicho y hecho. Había una bomba con la cinta medio desenrollada y otra sin tapón. Hay quien dice que los calzoncillos tenían ese color porque el agua de lavar era color barro, pero yo tengo otras razones para asegurar que no era por eso.
El pasador impedía que el percutor picara el fulminante, empujado por la bola de plomo. El explosivo estaba en el cuerpo de la bomba, con un agujero central a todo lo largo donde entraba el multiplicador, cuya misión era que la deflagración llegase a todo el explosivo y no se limitase a un punto.
En fin, hubo otras diversas historietas que poder contar, entre ellas la de mi compañero panadero que se cortó un dedo –entero– y se le cayó dentro de uno de los 15.000 chuscos de pan que hacíamos todas las noches mientras éramos reclutas. Me figuro la cara de quien se encontró semejante relleno de bocadillo.
Y, por cierto, hablando de pan, vinieron unos cientos de sacos de harina manchados de aceite a causa de unos bidones que se habían derramado en el barco y yo no sé qué clase de aceite era aquel, pero le daba un gustito a pan con mantequilla a los panecillos que la gente seguía preguntando por aquel pan después de haberse comido unas cuantas toneladas. Muchos creyeron que era una cortesía y atención del mando y algunos decían que nos mimaban. Dios protege a los inocentes.
Traicionando a la razón, el derecho y la legalidad, a la voluntad de Franco y del pueblo del Ifni y Sahara y aprovechando que Franco agonizaba y estaba y ajeno a las maniobras de sus ministros, que se afanan en asegurarse el futuro, se entregaron ambos territorios a Marruecos en un humillante acto, fruto de un humillante pacto que escondía intereses personales con los marroquíes. José Solís Ruiz, Secretario General del Movimiento negociaba a espaldas de Franco. Solís, como representante que era de los intereses económicos del rey Hassan en España, fue uno de los principales defensores de las tesis marroquíes sobre el Sáhara; el monarca lo recompensó por ello con un palacete en Marruecos donde pasaba sus vacaciones de verano.
Inclinación de cabeza de nuestro general ante el marroquí.
El 14 de noviembre de 1975, Marruecos, Mauritania y España firmaban los acuerdos de Madrid, por los que el Gobierno español, sin tener en cuenta para nada las resoluciones de las Naciones Unidas sobre descolonización ni las promesas de autodeterminación que había realizado ante los organismos de Naciones Unidas, traspasaba a Marruecos y Mauritania las responsabilidades y poderes que tenía sobre los territorios de Ifni y Sahara.
Orden General de abandono de Ifni del 30 de junio de 1969.
Los militares, desde la cúpula −con algunas deshonrosas excepciones− hasta el último de los soldados, en general no comprendían ni aceptaban la claudicación y fue gracias a ellos que la dignidad de nuestro ejército se mantuvo a salvo. Por ejemplo, en el Aaiún y en otros acuartelamientos, la Legión, tras arriar las banderas, cortaron el palo y se lo llevaron para evitar que Marruecos pusiese su bandera donde estuvo la nuestra.
Mientras, los marroquíes −no los nativos− aplauden...
…y la caballería del moro vigila.
La Legión cumple órdenes y se mantiene firmes mientras se consuma la fechoría.
Se arría la bandera española…
… y se iza la marroquí.
En resumen.
Muchos muertos costaron la defensa de aquellos territorios españoles. Entre otras gestas, el 13 de enero de 1958 casi una compañía completa de la Legión cayó muerta en Edchera, defendiendo su posición contra lo que llamaban “Bandas Incontroladas” de indígenas, pero que no eran otra cosa que las Reales Fuerzas Armadas de Hassan II, siguiendo el plan diseñado por el reyezuelo moro para recuperar lo que decía era parte de su reino.
Plan que culminó en 1975 con la Marcha Verde −350.000 civiles, ancianos, mujeres y niños desplazados para invadir el territorio sin que pudieran ser atacados militarmente− y finalmente con la entrega del Sahara Español, cuya ilegalidad todavía se mantiene sin resolver gracias a los intereses franceses, americanos y marroquíes en la zona.
Lucharon cuerpo a cuerpo con la bayoneta.
La Marcha Verde.
La Plaza de España (hoy de Hasan II) descuidada, su fuente, sus jardines y sus árboles. La estatua del Coronel Capaz la han decapitado y el resto del monolito sigue en pie cumpliendo su función. La lápida con la lista de soldados españoles que allí murieron fue sustituida por el listado de nativos. La Iglesia, eliminada la Cruz, es hoy un edificio administrativo descuidado. El edificio de Pagaduría –Servicios Financieros– cerrado y abandonado, con las ventanas tapiadas, queda, eso sí, en su frente el Escudo de España. El aeropuerto abandonado. El antiguo zoco destartalado es hoy un mercado en el que venden los pescados que acaban de traer de la mar, nada comparable con el abigarrado comercio que allí había y en donde todos comprábamos recuerdos para traer el día que nos licenciaran.
El edificio de Pagaduría, abandonado...
Pero el escudo permanece…
En Sidi Ifni no había riqueza alguna, pero el gobierno español asfaltó calles, levantó y pintó casas, construyó un extraño e ingenioso puerto a golpe de millones (puerto que los marroquíes abandonarían enseguida). Sidi Ifni floreció como nunca: los militares todavía salían a caballo a cazar gacelas, cobraban su salario hasta multiplicado por tres, paseaban con uniformes blancos, se casaban con gran boato, multiplicaban las fiestas, las partidas de póquer... Y los pocos civiles que completaban la población española vivían como en una película. Mientras, seguía siendo muy dura la vida en la península.
El escudo y el cuartel de La Legión.
El escudo hoy.
A su lado, unos 8.000 baamaranis (los nativos del territorio de Ifni, que conforman la confederación de siete tribus llamada Ait Baamaran), más otra gente de Marruecos, tenían hospital, escuelas, beneficios de todo tipo. También muchos de ellos lloraron, especialmente los áscaris, los antiguos soldados de nuestro ejército, cuando España se retiró y entregó el territorio a Marruecos. En realidad, se sabe que unos 8.000 chavales de esas ásperas montañas habían sido reclutados para luchar en la guerra civil. Licenciados, seguían cobrando sus pensiones. Todavía ahora muchas familias –cada vez menos– viven del dinero que un militar les lleva desde Las Palmas cada dos meses.
La Comandancia de Marina.
La Comandancia de Marina actualmente.
La que fue hermosa ciudad colonial conserva todavía muchos recuerdos de la presencia española y no han sido eliminados aún todos los rótulos de calles y negocios. Mucha gente siente nostalgia de aquella riqueza y mantiene con cierto entusiasmo el idioma que aprendieron. Claro: el Hotel España ahora se llama Belle Vue, el Cine Avenida está cerrado, en la fachada del Ayuntamiento se lee Hôtel de Ville (Ayuntamiento en francés), la Iglesia de Santa Cruz, descabalgadas las campanas y tapiada la gran cruz, es sede de los juzgados; el Palacio del Gobernador sigue siéndolo, pero del Sultán (que nunca ha querido ir a ocuparlo); el aeródromo al que volaba Iberia es un campo de matorral para cabras... El primer hotelito de la ciudad de Sidi Ifni sigue llamándose Suerte Loca y por allí merodean alemanes de chamarra de cuero que fuman kif o turistas de paso asombrados por la mera existencia de una ciudad tan extraña en aquella esquina del mundo. Su antigua belleza se va marchitando día y a día, y hace unos años se sacó a subasta el fastuoso edificio de la Pagaduría, también llamado Consulado. Continúa en su fachada el escudo del águila con su yugo y sus flechas... Los baamaranis de a pie –el barbero, el carpintero, los empleados del ayuntamiento– se lamentan de que España haya olvidado la ciudad que levantó, la cultura que sembró, los recuerdos que dejó.
La lápida con los nombres de los caídos nativos situada en la Plaza de Hassan II.
En Sidi Ifni no había riqueza alguna, pero el gobierno español asfaltó calles, levantó y pintó casas, construyó un extraño e ingenioso puerto a golpe de millones (puerto que los marroquíes abandonarían enseguida). Sidi Ifni floreció como nunca: los militares todavía salían a caballo a cazar gacelas, cobraban su salario hasta multiplicado por tres, paseaban con uniformes blancos, se casaban con gran boato, multiplicaban las fiestas, las partidas de póquer... Y los pocos civiles que completaban la población española vivían como en una película. Mientras, seguía siendo muy dura la vida en la península.
El hospital.
A su lado, unos 8.000 baamaranis (los nativos del territorio de Ifni, que conforman la confederación de siete tribus llamada Ait Baamaran), más otra gente de Marruecos, tenían hospital, escuelas, beneficios de todo tipo. También muchos de ellos lloraron, especialmente los áscaris, los antiguos soldados de nuestro ejército, cuando España se retiró y entregó el territorio a Marruecos. En realidad, se sabe que unos 8.000 chavales de esas ásperas montañas habían sido reclutados para luchar en la guerra civil. Licenciados, seguían cobrando sus pensiones. Todavía ahora muchas familias –cada vez menos– viven del dinero que un militar les lleva desde Las Palmas cada dos meses.
Edificio del Gobierno General de la Provincia de Ifni.
El Ayuntamiento hoy sigue siéndolo.
Ayuntamiento y el Palacio del Gobierno a su derecha.
La que fue hermosa ciudad colonial conserva todavía muchos recuerdos de la presencia española y no han sido eliminados aún todos los rótulos de calles y negocios. Mucha gente siente nostalgia de aquella riqueza y mantiene con cierto entusiasmo el idioma que aprendieron. Claro: el Hotel España ahora se llama Belle Vue, el Cine Avenida está cerrado, en la fachada del Ayuntamiento se lee Hôtel de Ville (Ayuntamiento en francés), la Iglesia de Santa Cruz, descabalgadas las campanas y tapiada la gran cruz, es sede de los juzgados; el Palacio del Gobernador sigue siéndolo, pero del Sultán (que nunca ha querido ir a ocuparlo); el aeródromo al que volaba Iberia es un campo de matorral para cabras... El primer hotelito de la ciudad de Sidi Ifni sigue llamándose Suerte Loca y por allí merodean alemanes de chamarra de cuero que fuman kif o turistas de paso asombrados por la mera existencia de una ciudad tan extraña en aquella esquina del mundo. Su antigua belleza se va marchitando día y a día, y hace unos años se sacó a subasta el fastuoso edificio de la Pagaduría, también llamado Consulado. Continúa en su fachada el escudo del águila con su yugo y sus flechas... Los baamaranis de a pie –el barbero, el carpintero, los empleados del ayuntamiento– se lamentan de que España haya olvidado la ciudad que levantó, la cultura que sembró, los recuerdos que dejó.
El hotel "Suerte Loca" sigue abierto y no ha cambiado.
La iglesia antes…
La Iglesia ahora, sin cruces ni campanas.
Los habitantes de la ex-colonia de Sidi Ifni ondean la bandera española
Artículo de Minuto Digital. (04/09/2007)
Publicado en la sección Actualidad
Después de que España entregase Sidi Ifni a Hasán II en 1969, sus habitantes han llegado a la conclusión de que siendo españoles vivían mejor. En una protesta contra las elecciones fraudulentas del viernes próximo, varios grupos han arriado banderas marroquíes y ondeado otras españolas.
Hay catalanes, vascos, gallegos, navarros, canarios, andaluces y hasta aragoneses y asturianos que no quieren ser españoles. Sin embargo, hay marroquíes y saharauis que prefieren ser españoles antes que súbditos del sultán Mohamed VI.
Hace unos días, grupos de habitantes de Sid Ifni (en torno a 20.000 vecinos) protestaron contra la organización de las próximas elecciones parlamentarias marroquíes, que serán el viernes 7 y que, como es tradición en el reino, serán fraudulentas. Los manifestantes pidieron la abstención a los votantes y Rabat mandó militares y policías para reprimirles. Pero los revoltosos arriaron y derribaron varias banderas marroquíes y, en su lugar, ondearon enseñas nacionales. Estos sucesos han sido confirmados a círculos saharauis por varios testigos.
En 1476 el territorio de Ifni fue ocupado por una expedición castellana, que estableció un fuerte y una pesquería. Al conjunto se llamó Santa María de la Mar Pequeña. En 1524 la reconquistaron los marroquíes y en su poder permaneció hasta que, por el Tratado de Tánger, de 1860, se devolvió a España. El 6 de abril de 1934, durante el Gobierno republicano de centro-derecha, un destacamento militar ocupó el territorio, de unos 2.000 kilómetros de extensión. En 1957, meses después de la independencia marroquí, unas bandas de guerrilleros, armados por Rabat, atacó la colonia española. En la guerra, mantenida secreta por el franquismo, murieron en torno a 30 militares españoles* las fuerzas militares se retiraron a la capital, Sidi Ifni. En 1966, comenzaron las negociaciones entre España y Marruecos para la cesión del territorio y su población. El régimen franquista entregó Ifni, sin mediar consulta popular, al monarca Hasán II en 1969. Los habitantes de la región se quejan que desde entonces escasearon las inversiones del Estado, al igual que pasó en gran parte de la zona del antiguo protectorado español del norte de Marruecos.
Después de 40 años de independencia, de autodeterminación y de soberanía marroquí, parece que en Sidi Ifni añoran a España... ¿Sería capaz Rodríguez Zapatero, partidario del plan marroquí de autonomía para el Sáhara Occidental, de enviar legionarios, paracaidistas y guardias civiles para mantener unido el reino de uno los participantes en la Alianza de Civilizaciones?
* Nota del autor: otras fuentes hablan de 200 a 300 muertos.
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