Marruecos: un país vecino
Artículos digitales
Escrito por Juan Rodríguez Betancor   
lunes, 01 de febrero de 2010
Fuente: TeldeActualidad.com 

 La lenta decadencia de la España Imperial, de la que se decía nunca se ponía el Sol, culmina entre los siglos XIX y XX con su drama de descolonización, que ha tenido distintas repercusiones en el pensamiento colectivo de los españoles, según las pérdidas fueran posesiones como Filipinas, Guam, Cuba y otras, o más tarde, las del Norte de África.

En el primer caso, la pérdida produjo la construcción de un pensamiento pesimista que afectó singularmente a los escritores de la Generación del 98, arrastrando a muchos de ellos a la añoranza melancólica de la vieja España Imperial. En el segundo caso, afectó más a las capas populares que experimentaron el sacrificio de morir por una cordillera –la del Rif- que a simple vista, nada tenía que ofrecer a una tropa formada por campesinos y obreros desempleados de los entornos industriales de Cataluña y el País Vasco. Sin embargo, las posesiones de África apenas tuvieron incidencias entre la inteligencia española, salvo en geógrafos y naturalistas. Mientras en otro campo, el tema del Magreb quedó circunscrito a muy pocos escritores, prácticamente los que se vieron atrapados en el conflicto cuando cumplían con el servicio militar en Marruecos.

Situándolas en el tiempo, la descolonización de las últimas posesiones españolas en Asia y América, se precipitaron todas juntas antes que finalizara el siglo XIX; en cuanto a las de África el proceso fue todo lo contrario. Con la toma de Tetuán (1859-1860) se emprende un tanteo militar ante las posibilidades de sustituir las colonias perdidas en Continentes lejanos, por otras tierras más cercanas. Las condiciones en el Norte de África y en el hinterland de Canarias eran óptimas, pues nunca cesaron de producirse escaramuzas entre moros y soldados que protegían los presidios españoles existentes en la costa mediterránea de Marruecos; y en el Atlántico, los pescadores canarios frecuentaban tanto las aguas saharauis que llegaron a considerarlas como suyas. Durante esos años se fueron creando las condiciones para las grandes confrontaciones armadas que tuvieron lugar en la década de los años veinte del siglo pasado. Periodo enmarcado con la derrota española de Annual (1921) y la rendición de Abd el-Krim con el consiguiente sometimiento del Rif (1926-27). Aunque entre la primera y la segunda confrontación hubo conflictos armados menores, en especial en torno al enclave de Melilla.

Del periodo de la guerra civil española, conviene reconocer la habilidad de los militares sublevados, que convencieron a las tribus rifeñas, a los bereberes del enclave de Ifni, y hasta a los nómadas del desierto, de que los trágicos incidentes y guerras abiertas que enfrentaban a España con el Magreb se debía a la inquina que tenía contra los creyentes el Gobierno republicano de Madrid. Como para confirmar esa estrategia, el único bombardeo que la aviación republicana realizó sobre la población civil, se hizo en los primeros días de la guerra, ocasionando centenares de víctimas civiles entre la población marroquí.

Acabada la guerra española los conflictos en el Magreb no cesan ni con la independencia de Marruecos; sólo que se trasladan más al Sur: (1958-1959) Ifni, Tarfaya, Edchera, y Cabo Bojador, entre otras localidades del desierto. Así hasta llegar a 1975 en que se cierra en falso la última retrocesión que España le correspondía hacer a Marruecos.

Sucintamente, este sería el relato de los dos procesos de descolonización en los que España ha estado implicada. Los datos diferenciales han sido, que en Cuba o Puerto Rico, muchos soldados y emigrantes de origen español no defendieron a España sino que atraídos por unas tierras fértiles se sumaron a las organizaciones independentistas. En Marruecos, este fenómeno no se produjo.

Otro dato, es que la pérdida del Imperio español se da con la emancipación de las colonias americanas, produciendo en la metrópoli esa melancólica nostalgia por el pasado imperial (antesala del fascismo patrio). Mientras las calamidades de las guerras africanas coincidieron con los conflictos sociales que implicaron a los trabajadores industriales de España. Con lo cual aquellas tropas de campesinos y obreros desempleados de Cataluña y País Vasco fueron los que transmitieron a sus conciudadanos la visión dramática de un conflicto que mezclaron con las primeras versiones de la lucha de clases, en las que encajaron como pudieron muchas leyendas que no eran más que prejuicios raciales.

Esos prejuicios hacia lo marroquí, por fortuna, no enraizaron entre la inteligencia española, la cual está aportando en estos tiempos una gloriosa lista de arabistas como nunca ha existido en España. Pero una cosa es lo que representa la aportación de estos intelectuales, y otra el enquistamiento entre las capas populares de los prejuicios de aquel conflicto que hace un siglo enfrentaron a los españoles con los marroquíes: Nuestros vecinos.

Juan Rodríguez Betancor es presidente de la Federación de Empresarios de Telde (Fetel)

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