Convendría negociar sobre Ceuta y Melilla con Marruecos
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Escrito por Javier Durán   
domingo, 15 de agosto de 2010

Fuente: La Provincia.es (Dominical)

El historiador y profesor emérito de la UNED es el creador de las investigaciones 'magrebológicas', la mejor llave para interpretar el rompecabezas del Magreb.

Víctor Morales Lezcano.
Víctor Morales Lezcano. (Foto: Luis del Rosario)

Su 'Historia de Marruecos' (La Esfera de los Libros, 2006) hace de Víctor Morales Lezcano (Las Palmas de G. C.) un referente en el estudio del país alauita. El profesor emérito de la UNED es coautor de 'Historia del Sudán Occidental' (Fundación Sur 2010) y de 'Voces del presente: Minorías culturales y religiosas en España: hindúes en Canarias' (Cuadernos UNED 2009), fue miembro del Comité Averroes para el Entendimiento de España con Marruecos (1995-2003/2004-2010) y dirige ahora el Archivo de la Palabra de la UNED. Interpretar el rompecabezas del agitado Magreb pasa por sus investigaciones 'magrebológicas'.

- ¿Hay una ignorancia histórica con el Magreb?

- Yo diría que eso ha ocurrido, y lo digo por que hoy, después de 30 años de publicaciones e investigaciones, el Magreb, sobre todo Túnez, Argelia y Marruecos, es mucho menos desconocido que ayer en términos históricos y por la situación real de sus países. Hoy, afortunadamente, ha cambiado la bibliografía. Sin embargo, lo que no se trabaja bien o no acaba de arrancar en España es el asunto relacionado con el Sahara Occidental, con una falta de bibliografía poderosa, aunque no desentendimiento, de lo que se llama el Sudán, al Sur del Sahara. O sea, el Sahel... Ahí hay menos conocimiento. 

- Unos trabajos que podríamos enmarcar en la preocupación por el terrorismo yihadista. ¿'Historia del Sudán occidental' es un libro que se encuentra en este contexto?

- Los coautores hemos hecho este libro por una oportunidad que se nos brindó hace un año y medio para hacer un texto de síntesis, de no más de doscientas y pico páginas, donde aparecieran territorios que fueron colonias, sobre todo francesas, como Níger Malí, Mauritania, Senegal, y ya con más plenitud, hacia el África de color...

- Es un libro que recibe financiación del Ministerio de Defensa ¿Hay un impulso oficial a estas investigaciones?

- Quien se pone en contacto con nosotros es la Fundación Sur, que reside en Madrid y que depende de lo que fue el antiguo Servicio de Documentación Africanista, que se remonta a la época de Franco y que luego se ha transformando bajo diferentes nombres. Ellos me dicen que tienen una subvención para hacer un libro de divulgación centrado en el Sudán Occidental, es decir, desde el Chad hasta Mauritania y Senegal. Yo hablo con Ignacio Castien, antropólogo de la Complutense, y con mi amigo Rafael Valencia, arabista de Sevilla, y decidimos aceptar el desafío. Pero quiero decir que el Ministerio de Defensa sólo estuvo en retaguardia como financiador de un pequeño proyecto, pero para nada intervino en el enfoque del texto.

- ¿Cómo centraría usted la preocupación española y de otros estados por esta área del mundo?

- Bueno, se ha pensado que los estados débiles que se fundan en ese África occidental y ecuatorial pueden ser hoy un terreno propicio para que unos cuantos bandidos, es decir, el banditismo del desierto, a sueldo o no de Al Qaeda, cobren de los rescatadores para disponer de un caudal con el que comprar armas y hacer un tipo de tráfico de opiáceos o no. En cualquier caso, la cuestión no está tan clara y transparente. Ahora bien, lo que nosotros hemos pretendido como probos profesores con tendencia a investigar y divulgar es ver en qué situación social y tribual se encontraba esa tierra de nadie hacia 1850. Y quiero decir, y así aparece en el libro, que la incursión en esa zona, hoy Sahel, se inicia a través de Senegal desde puerto de Saint Louis, la isla de Gorea, y naturalmente Dakar. Desde ahí los franceses van buscando la conexión con el retropaís sudanés. Pero nosotros también ponemos de relieve en el libro no sólo la penetración contemporánea, del colonialismo, sino también la antigua, sobre todo la de los musulmanes del sur profundo de Argelia y naturalmente la de las provincias saharianas de Marruecos de toda la vida, antes de que apareciese la aspiración española por controlar el retropaís de Canarias en el continente, o llamado Sahara occidental.

- ¿Podemos decir que España está ahora al mismo nivel que Francia en cuanto a conocimiento del Magreb?

- No podemos competir... La realidad revela que hay potencias europeas venidas a menos, como casi todas las que tuvieron imperios coloniales, dígase Gran Bretaña, Holanda, Francia, Italia y España en menor medida, que se han cuidado más de seguir conservando unos vínculos con las élites tribuales o no. Y Francia, a pesar de haber venido a menos, mantiene un voluntarismo que le honra en el terreno del comercio, de la cooperación y de los estudios africanos, y dentro de ellos, uno en el que son excelente, el magrebológico.

- ¿Y no le resulta paradójico este vacío si se tiene en cuenta el pasado y el presente español en la zona?

- Si aceptamos aquello de Américo Castro de que somos un pueblo más de acción y vividura que de intelecto, no porque seamos tontos ni necios... Si aceptamos eso aplicado a la relación del mundo hispano con África, es cierto que tenemos un déficit de conocimiento. Hemos preferido hacer acción militar y civil en toda esta zona del noroeste de África, faltándonos en cambio ese prurito que consiste en pensar que si queremos controlarlos, granjearnos su favor por lo que sea, lo mejor es estudiarlos, y eso hay que hacerlo con seriedad para darlo a conocer al gran público. Pues bien, esta concatenación de causa, efecto y finalidad que podría generar el conocimiento aplicado a una zona fronteriza de Península, Estrecho de Gibraltar y Canarias no se ha producido en España...

Tenemos que aceptar la situación de desventaja con respecto a Francia, y la única salida es que universidades como la de La Laguna y la ULPGC cuiden el estudio sociológico, mercantil e historiográfico sobre el noroeste de África. Cuando se transfirió un territorio como el del Sahara occidental a Mauritania y a Marruecos, como ocurrió entre 1975 y 1976, se provocó un efecto shock para el Archipiélago, que entonces se entera de la latitud en la que está. Ni tampoco se tendría que generar curiosidad o interés cognoscitivo porque llegan unos cuantos africanos de color a la playa de Maspalomas. Por lo tanto, éste es el segundo efecto shock de origen africano que se produce en nuestra sociedad... No, más allá de eso, con distancia y con apoyos de la autonomía, de nuestro Estado y de la eurozona, se debe potenciar el conocimiento de toda suerte de estudios africanos desde una región como Canarias. No tendríamos necesidad de fenómenos de shock africanos si los isleños fuésemos conscientes de que tenemos una latitud maravillosa, pero que nos ha tocado como vecino un continente conflictivo, un pariente pobre de las relaciones internacionales...

- En el caso concreto de Marruecos, ¿por qué la izquierda española carece de un discurso? Parece que siempre se antepone la visión de "es una monarquía autocrática", y como consecuencia de ello no nos interesa.

- Evoca una cuestión que tiene mucho trasfondo... En los años sesenta y tantos un tal Miguel Martín, seudónimo de un periodista que luego sería de ABC en su etapa de ácrata en París, y Juan Goytisolo, también residente en aquella época en la capital francesa, fueron los primeros en apuntar a este fenómeno que usted señala. Hicieron unas aportaciones muy criticas al comportamiento de la izquierda española de la Segunda República con respecto al Protectorado en Marruecos Norte y en las zonas de Ifni, Sequia- Al Hamra y Río de Oro. Sus aportaciones fueron muy críticas porque pusieron de relieve que, en efecto, no sólo era que la derecha o los militares hubieran aprovechado el trasfondo africano para la Guerra Civil, sino la incomprensión, salvo contados casos, como el de Manuel Azaña, hacia el hecho de que España no podía alejarse de aquellos territorios porque tenía un compromiso internacional. Inconsecuentemente, no se podía ir a la Sociedad de Naciones, en Ginebra, y decir: 'no, nosotros nos marchamos de estos territorios con los que nos comprometimos entre 1900 (mediante la negociación que hizo León y Castillo) y 1912, fecha de la firma de Protectorado Hispano-Francés en Marruecos'. No, ningún estado puede hacer eso, desentenderse de los compromisos contraídos en la esfera internacional.

- ¿El 'salto' de Franco con sus tropas marroquíes a la Península tras el Golpe de Estado elevaría aún más el tono de la incomprensión?

- Tanto Miguel Martín como Goytisolo citan en sus libros de Ruedo Ibérico el mal paso de Dolores Ibárruri, cuando hizo su famosa denuncia de Franco, del paso de las tropas africanas del Estrecho, y del asalto de los insurrectos contra el Gobierno legal. La Pasionaria hace un discurso, y en uno de sus pasajes, viene a decir 'no pasarán, porque encima, el faccioso viene con las hordas africanas'. Bien, es un discurso de emergencia, y por tanto no resta estatura a la inmensa figura histórica de Pasionaria.

- ¿Hay un sustrato de rechazo y de rencor hacia lo moro?

- Bueno, ese sustrato lo tiene la izquierda, y quizás lo comparta yo. ¿Y no sé si lo sufre usted? Incluso lo comparten algunos liberales, por no hablar de los conservadores de tomo y lomo.

- Usted defiende la necesidad de un revisionismo del contencioso fronterizo con Marruecos, un asunto de nuevo de actualidad por la situación de Melilla. ¿Se puede desprender una nación de su afán territorial, de su imperialismo?

- Que todos hemos sido imperialistas lo ha demostrado bastante la izquierda europea de Francia, porque incluso el joven Mitterrand fue del criterio de mantener Argelia como un departamento francés. Me parece un ejemplo antológico. Sólo nos encontramos con una excepción: la única izquierda que cumplió con su anticolonialismo fue el Partido Laborista de Gran Bretaña, cuando en dura competencia con los conservadores, que seguía liderando un tal Churchill, ganaron las elecciones de 1945. Uno de los principios con el que construyen entonces su programa de gobierno es 'vámonos de la India'. Fue muy duro no sólo para los conservadores, sino también para la sociedad británica del momento.

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