Mis relaciones con Marruecos: Ifni
Artículos digitales
Escrito por Alejandro J. Domingo Gutiérrez   
sábado, 08 de febrero de 2014

Fuente: Blog del Dr. D. Alejandro José Domingo Gutiérrez

4 de febrero de 2012

Como Teniente Medico en Ifni

Pasaportado para Ifni

Alejandro Jose Domingo GutiérrezEn mi Hoja de Servicios, en la que consta oficialmente todas mis vicisitudes en el Ejército, hay escrita una nota en el año 1959 que textualmente dice "el 10 de Noviembre es pasaportado para Sidi Ifni al objeto de hacer su incorporación al Tabor de Maniobras de este Grupo destacado en dicha plaza al que efectuó su incorporación el día 14 de dicho mes a la cota 25 y quedando prestando los servicios de su especialidad en las distintas posiciones que guarnece dicho Tábor en cuya situación finaliza el año".

En el sobrio estilo castrense no encontramos nada mas en cuanto a mi incorporación a Ifni, ni de los cuatro días que tardé en llegar a mi destino, pero creo que merece la pena extenderme un poco mas en detalles del viaje y de mis estados de animo antes y durante el mismo.

De entrada no me gustaba la idea de volver a las incomodidades de la vida en campaña, y sobre todo por el riesgo que podía existir cuando el destino era en primera linea y frente a un enemigo y aunque la situación parecía en calma por que se había celebrado un acuerdo de alto el fuego entre los contendientes, la verdad es que no se podía confiar mucho en lo acordado por antecedentes anteriores que parecían de fiar y no lo fueron.

Pero por otro lado me apetecía ir por tener una experiencia de lo que significaba ser espectador en primera linea de una guerra, aunque fuera en una situación de enfrentamiento desde trincheras lo cual supone menos riesgo, aunque siempre lo hay pues rodeado todo el día de fusiles y ametralladoras, una bala perdida por azar o un descuido puede acabar con tu vida como venía ocurriendo de vez en cuando en las posiciones avanzadas. Otro motivo que hacía mas agradable mi destino era el sobresueldo que iban a suponer las dietas a cobrar por la estancia en el territorio y que significaba poder mandar mucho mas dinero para mi familia en la península.

Con todo mi equipaje me embarqué en el transbordador "Virgen de África" desde Ceuta a Algeciras y desde allí en autobús hasta a Cádiz donde me esperaba el buque "Plus Ultra" para llevarme a Las Palmas. Mis recuerdos de mi primera travesía naval larga, pues los anteriores eran viajes cortos por las costas gallegas, no fueron muy esperanzadores para el que muchos años después iba a ser el General Director de Sanidad de la Armada. El mareo del primer día de navegacion fue de los que hacen época y solo parecido al que años después tuve en una excursión festiva de la isla de Tabarca a Benidorm.Superado el mareo, los dos días siguientes de travesía fueron tranquilos y dedicados a contemplar el mar y charlar con otros pasajeros , muchos de ellos militares, compañeros de viaje.

África Occidental hasta la independencia de Marruecos en 1956. El territorio de Ifni antes y después de la guerra de 1957-58.
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Accidentado bautismo aéreo

Desembarcados en Las Palmas, en el mismo puerto me esperaba un Jeep militar que me recogió, junto con otros dos militares, para llevarnos al aeródromo de Gando para volar a nuestro destino final. Y digo destino final con humorismo negro pues la verdad es que hubo momentos de ese vuelo en que creí firmemente que este era mi destino final de todo.

Avión militar de transporte Junker (JU-52)El avión que nos esperaba en la pista era un viejo bimotor Junkers, de edad desconocida, de pasajeros y carga, pero que carga frutas, botellas de agua mineral, carne, neveras, prendas de vestir, etc., apenas nos dejaban sitio para sentarnos los tres pasajeros junto a los tripulantes. Abandonamos la pista de despegue con un ruido ensordecedor y ya sobre el mar el ruido fue aminorandose y nuestro miedo fue desapareciendo poco a poco. Pero nuestra tranquilidad disminuyó cuando el copiloto llamò al soldado, que iba como tripulante, para decirle algo, alguna orden que el subordinado rápidamente puso en marcha. Abrió la puerta de salida del Junkers y empezó a tirar al mar parte de la carga, comenzando por las cajas de agua mineral y terminando, no sin mucho esfuerzo y ayudado por el copiloto, con la nevera, todo eso volando y como si no ocurriera nada que no estuviera previsto. El piloto creo que se apiadó de nuestro miedo y nos comunicó por medio del soldado que estuviéramos tranquilos que no pasaba nada, que únicamente se había parado un motor y para llegar bien a nuestro destino sin problemas había que aligerar carga tirando al mar lo menos precioso y pesado. 

Cómo era Sidi Ifni

El aterrizaje fue una muestra mas de la pericia del piloto pues la pista sobre las que se posó el avión era muy corta y se metía practicamente en las casas de la población, necesitándose una maniobra perfecta del piloto para no entrar con el Junker, sin pedir permiso, en el comedor de algún tranquilo habitante mientras comía.

En el aeródromo estaban esperándome el compañero médico al cual venia a sustituir en la asistencia sanitaria al Tabor, y un Jeep para trasladarme a la oficialmente llamada Posición 25 y en el lenguaje civil "Huerta Madame". Desde el avión, y aun con el miedo puesto, ya había visto desde el aire el paisaje que me esperaba y que esta bien reflejado en la foto que están viendo.

Vista aérea de Sidi Ifni.Ifni era una franja costera inicialmente de 1.500 Km cuadrados con 84 Km de costa y 25 Km hacia el interior, pero que después de los sucesos de hacía un par de años se había quedado reducida a no mas de treinta de largo y veinte de ancho, aunque había posiciones españolas, como Buyarifen, que estaban situadas mas alejadas pero rodeadas de territorio marroquí. Las últimas estribaciones meridionales de la cordillera del Anti Atlas se alargan hasta muy cerca del litoral, formando una serie de cadenas paralelas, y en una llanura de apenas tres kilómetros, al borde del Océano, se encuentra la capital Sidi Ifni, en una costa abrupta y rectilínea.

También desde el avión y a medida que nos aproximamos aparecía ante nuestros ojos la capital del territorio. Capital que fue construida en el año 1.934, a raíz del desembarco del Coronel Capaz en el territorio, con arreglo a un plan de urbanización elaborado por ingenieros y arquitectos militares, construyendo unas 600 casas, primero de adobe y argamasa de arena y cal y posteriormente de ladrillo y cemento. Desde el aire también pudimos apreciar que Sidi Ifni se dividía en dos zonas muy delimitadas por un cauce seco de un río, una parte de aspecto colonial y otra típicamente árabe.

Una vez acomodado en el Jeep con mi equipaje, compuesto fundamentalmente por libros y apuntes, los elementos para el aseo personal y el uniforme "bonito", por si había ocasión de ponérselo algún día, ya que habitualmente el que siempre llevábamos era el de campaña, me llevaron hasta la Plaza de España, que era el centro de Sidi Ifni, para comer algo en el Casino Militar que estaba situado en dicha plaza. Plaza de forma elíptica con unos jardines en el centro, con fuente y azulejos de estilo andaluz, flanqueados por los edificios de Pagadurìa Militar, Gobierno General, Iglesia de Santa Cruz y el hotel "La Suerte Loca", nombre curioso para uno de los dos establecimientos hoteleros que existían entonces en Sidi Ifni. El otro hotel era el Belleuve que estaba situado frente al mar en un paseo colgado sobre un acantilado que era conocido como la "barandilla". En mi recorrido hasta la plaza también pude ver un edificio destinado a Correos y otro a cine con el nombre de Avenida.

Preguntè por el puerto y me contaron que como tal no existía, ya que los barcos fondeaban frente a la población y el desembarco de personas y mercancías hasta la costa se hacia en "carabos", una especie de canoas que manejaban habilmente gentes del lugar expertos en el oficio, o bien en vehículos anfibios que llevaban al personal desde el barco fondeado a la costa. Y no recuerdo ya si me dijeron que ya habìa, o estaba en proyecto, la instalación de una plataforma mar adentro y un funicular para facilitar el desembarco, pero si estoy seguro que no funcionaba pues no pude hacer uso del mismo cuando tuve que embarcarme de regreso a la península.

La Plaza de España. En la foto la Iglesia (izquierda) y la “Pagaduría” (derecha)Una simple mirada a los que pasaban por la calle me dio idea de la proporción de musulmanes y europeos que formaban la población, ya que la cantidad de los primeros superaban con mucho a los de los últimos y de estos la mayor parte de los que vi eran militares. En algún censo de la población se cuenta en un 16% los habitantes europeos y el resto musulmanes. Los habitantes musulmanes de Ifni, en general, pertenecen a la etnia amazigh (bereber), tribu baamarani y hablan el tachili, y los de la capital viven fundamentalmente de los servicios que prestan a la población européa, desde los que son soldados del Grupo de Tiradores de Ifni hasta los que ofrecen sus mercancías en el zoco.

Desde el Casino Militar me llevaron hasta una casa en el barrio musulmán, que Regulares había alquilado como residencia para sus oficiales y suboficiales que bajaban a Sidi Ifni desde los destacamentos, donde recogimos la correspondencia para los que estaban destinados en las posiciones. Era un barrio típico musulmán que a mi ya no me extraño por mi estancia reciente en el interior de Marruecos.

El porqué estaba yo allí

Pues muy sencillo. Por pertenecer como Teniente Médico al Grupo de Regulares de Ceuta, el cual fue designado para formar un Tabor de Maniobra con objeto de relevar a tropas de regimientos de guarnición en la península que habían sido desplazados a Ifni para reforzar a la fuerza allí existente, con motivo del ataque de los elementos irregulares marroquíes. El Tabor de Maniobra se formó con voluntarios del Grupo que, después de un periodo de instrucción en el CIR de Cerro Muriano en Córdoba, partieron para Ifni desde el puerto de Algeciras, el 9 de Junio de 1959, en el buque "Virgen de África" al mando del Comandante D. Pedro Urreta Aguirre, de gran prestigio en el Grupo por ser poseedor de una Medalla Militar individual, condecoración solo superada en merito por la Laureada de San Fernando. El día 12 de Junio en vehículos anfibios llegaron hasta la costa, desfilando por las calles de Sidi Ifni.

Vista de Sidi Ifni desde el monte Bulalaam.Alojados inicialmente en el Cuartel de Tiradores de Ifni, el día 14 de Junio se les da la primera misión que es ocupar la posición defensiva de "Buyarifen". Esta posición, situada al norte de Ifni, era un punto de observación situado en "tierra de nadie", pero frecuentado por las tropas del Ejército de Liberación marroquí, que obligaba a llevar una escolta de artificieros y detectores de minas para proteger los convoy que llevaban periódicamente los suministros de alimentación a la posición. Situada en lo alto de un monte de 360 m de altitud, Buyarifen era un conjunto de alojamientos semienterrados y casamatas unidas por trincheras, y con tropa en alerta continua para evitar cualquier sorpresa desagradable.

Posteriormente los componentes del Tabor fueron relevando a otras unidades para ocupar y defender distintos elementos de resistencia y entre los que recuerdo están "Ad Latida Usugun" "Cota 236", "Id Nacus", "Cota 200" y "Huerta Madame". Esta última posición fue precisamente mi primer destino en Ifni y al cual me dirigía en un Jeep desde la capital del territorio. 

Lo que vi camino de la 'Huerta Madame'

Desde el Jeep vi una tierra agreste y dura con una vegetación cactiforme compuesta de arganes y tabaibas como se ven en las fotos y sin apenas algun arbol que pudiera dar algo de sombra. Después de recorrer unos tres kilómetros de circular por la llanura comenzamos a ascender por una zona mas escarpada hasta llegar a nuestro destino. El tiempo era frio y el cielo, al principio azul por las corrientes de aire frio de los alisios que alejan las nubes, fue cubriendose de estas a medida que nos alejabamos de la costa y cuando llegábamos a la Huerta las nubes bajas ya ocultaban el sol.

Toda la tierra que se extendía ante mi vista era de secano, sin una corriente fluvial, y solo algún campo cultivado de trigo o cebada nos mostraba la existencia de una agricultura pobre, de mera subsistencia. Vi también algún pozo que permitía alguna zona de regadio en sus inmediaciones, pero este tipo de agricultura estaba claro que no era lo típico de esta región.

A medida que nos adentramos en terreno montañoso empezamos a ver algo de ganadería, como ovejas, cabras y vacas, de las cuales los habitantes de estas tierras obtienen carne, leche, manteca, cueros y lana, para consumo propio o venta en el zoco de Sidi Ifni, y en los margenes de la pista también pude ver algunas gallinas sueltas, que proporcionarían huevos para los pocos musulmanes que divisamos desde nuestro vehículo, huevos que vendían en los zocos a precios muy bajos.

También pude ver algún burro utilizado como animal de carga y transporte, y lo que no me encontrè es con algún camello, que era utilizado en el territorio tanto como medio de transporte humano o material como suministrador de leche, rica en grasas, y carne.

Y este era el paisaje que no me iba a abandonar durante mi estancia en el territorio, cambiando un poco las circunstancias climatológicas según la altura y la situación de las distintas posiciones ocupadas y la estación en la que nos encontrasemos. Siempre recordaré cuando soplaba el "uiming" o siroco que, con sus particulas de arena en suspension y su elevada temperatura, nos impedía cualquier actividad al exterior. Soplaba de tarde en tarde, pero con su llegada toda la vida habitual cambiaba, igual que ocurría cuando aparecía la "echdrat" o plaga de langosta, que con sus miles de insectos volando, llegaba a tapar el sol, que chocaba con tu cuerpo y te impedia caminar al mismo tiempo que arrasaban las cosechas o los cultivos.Son recuerdos que nunca se olvidan aunque pasen los años.

Paisajes semidesérticos de Ifni.Paisajes semidesérticos de Ifni.
Paisajes semidesérticos de Ifni.Paisajes semidesérticos de Ifni.

Cómo era la 'Huerta Madame' y la vida que se hacía en ella

Al salir de una revuelta, la pista se metía entre dos montes, uno más alto y otro más bajo y en la ladera de este último se divisaba una edificación de barro y paja que era el final de nuestro viaje. Al acercarnos más la vimos rodeada de alambradas y guarnecida por puestos de centinela, uno de los cuales nos franqueó la entrada al recinto. La edificación, estilo musulmán, contaba con un patio descubierto al cual se abrían las distintas habitaciones que albergaban los dormitorios de oficiales, suboficiales, tropa, almacén, cocina, servicios, botiquín y comedor, siendo la cubierta del edificio de tierra y paja, como la de todas las construcciones de la zona.

Alli fui recibido por los que iban a ser mis compañeros de posición durante unos cuantos meses, por dos tenientes de Regulares, uno de ellos de apellido Serrano y de mote "el gordo", por el "pater" del Tabor, el teniente capellán Pedro Martinez Madrid , por el sargento Cubo,segoviano como yo, por algun cabo primera y bajo la curiosa mirada de quince o veinte soldados de reemplazo que se repartían las guardias y servicios. Un dormitorio era compartido por los cuatro tenientes,otro por el suboficial y cabos primeros y en los restantes dormían los soldados.

Argán.¿Cómo era nuestra vida en la "Huerta Madame"? Pues muy parecida a como lo era en las demás posiciones ocupadas por las tropas españolas en el territorio y los adjetivos de monótona, aburrida y tediosa reflejan cabalmente la calificación que esa vida merecía. Y si mis lectores quieren formarse personalmente su opinión vamos a ver lo que haciamos cada uno de los integrantes del grupo.

Empezaremos por los soldados que yo creo que eran los que tenian una mision mas clara y trabajo mayor.

Su labor era la de cubrir los cinco o seis puestos de centinela que existían, en turnos de dos horas, y ayudar en las tareas cuartelarias de limpieza, cocina, botiquín, etc. El sargento Cubo tenía la misión de coordinar todas esa labores que realizaban los soldados  excepto las guardias, además de asegurarnos la comida diaria de todos manteniendo a punto despensa y cocina. Los cabos primera eran los encargados de mantener la disciplina y moral de la tropa, cuidando, sobre todo, que los centinelas se mantuvieran despiertos durante las guardias. Pero se me hace mas difícil describir la vida de un oficial en un destacamento de este tipo, pues su misión es tan limitada y reducida que la resumiríamos diciendo que allí están para simplemente estar, por si ocurre algo. En vez de empezar relatando la vida de los oficiales de la ¨Huerta Madame¨, que estaban en esa época allí destinados, desde que se levantan por la mañana. Comenzaré por lo que hacían a partir de las ocho o nueve de la noche en que terminaban la cena, A esa hora se reunía con nosotros el capitán que mandaba una posición cercana y en el dormitorio de oficiales se instalaba el salón de juegos donde el citado capitán, los dos tenientes de Regulares y el ¨páter¨, sentados en el borde de las camas, con una mesita en medio, comenzaban la partida de póker que se prolongaba hasta el amanecer, momento en que el capitán ya podía volver a su posición puesto que por la noche no se podía salir de las posiciones. Mientras el oficial médico que suscribe, a la luz de la lampara de gas que nos alumbraba, estudiaba una de las muchas oposiciones que aprobó en esos años y solo, cuando ya le vencía el sueño, lograba dormir algún rato con la música de fondo de los comentarios de los jugadores. De esa experiencia creo que viene mi aversión hacia los juegos de azar y de mesa y de que desde entonces no haya vuelto a coger una carta para jugarme, a un simple tute o brisca, el cafe o la honrilla.

Desde el improvisado casino los tenientes pasábamos a desayunar y antes, algún día, no todos, nuestro compañero Pedro decía esa misa que suelen oficiar los sacerdotes castrenses en menos de un cuarto de hora. Acabado el desayuno los tenientes volvían al dormitorio a dormir, y yo a pasar el reconocimiento diario que consistía en ver a uno o dos soldados de la posición o alguno más que bajaba del punto de apoyo que estaba situada en lo alto del monte, que pueden ver en la fotografía donde yo poso con el uniforme de Regulares. En esa cota estaba el puesto de mando del tabor con el Comandante Urreta y sus ayudantes Herreros de Tejada, Manso y otros que ya no recuerdo.

A la hora de la comida todos en sus puestos para dar buena cuenta de lo que nos habia preparado Cubo y los soldados cocineros. Un primer plato de cuchara, judías, lentejas o garbanzos, que no se parecían mucho a los que preparaban nuestras madres o abuelas pero que se podía comer. Y de segundo carne que, aunque comestible, tampoco tenía el sabor y textura de los solomillos de Moaña, que yo tomaba durante mi estancia en Galicia, o del rico asado que podía comer en el mesón de mi primo Dionisio Duque en Segovia. Precisamente, y referente a la carne, llegué a Ifni con el miedo que entrara en la alimentación del destacamento la obtenida del camello, que me habían dicho que era fibrosa y dura, pues los animales destinados al sacrificio eran los viejos que ya no servían para otros menesteres. Al mes de llevar comiendo el menú de Cubo comenté, con este, mis miedos anteriores, que se habían disipado al ver que la carne que comíamos era de cordero, ternera o vaca pero no de camello. Mi paisano sargento me miro fijamente, sonrío un poco y me dijo la verdad que yo no había percibido, que casi toda la carne que había comido desde mi llegada era de camello.

Con el uniforme de Regulares. Detrás el punto de apoyo de la posición.Por la tarde, en compañía del páter, daba un paseo por los alrededores de la posición, pero sin alejarnos mucho por medidas de seguridad. A pesar de que se había firmado en Cintra. unos meses antes, un acuerdo de alto el fuego entre los contendientes, la realidad es que estábamos en primera linea defendiendo cada uno sus posiciones y cualquier ruido o maniobra sospechosa que viniera del otro lado daba lugar a disparos de los centinelas que aunque la mayor parte de las veces acababa con la muerte de un burro que había traspasado las alambradas, en otras los que sufrían los efectos del disparo era personas amigas o enemigas.

Mientras tanto, los tenientes se dedicaban a rellenar partes dirigidos al mando en que se comunicaba que no había novedad, que habían pernoctado tantos, siempre los mismos, que se habían efectuados los relevos de los centinelas dentro de la normalidad, como no podia ser menos, y que estaban rebajados de servicio algunos de los que habian pasado por el reconocimiento matutino. Y acabada su misión diaria su dedicación era la de escribir a la familia o charlar entre ellos de cosas de la milicia o personales delante de un vaso no precisamente lleno de agua.

Sin referirme concretamente a mis compañeros de destacamento, pues ya no recuerdo si bebían mucho o poco, si tengo que escribir algo acerca de lo mucho que se bebía en las posiciones o en la capital. Las muchas horas de ocio y de aislamiento se llenaban consumiendo ron, ginebra o whisky y los efectos a corto y largo plazo pude comprobarlos como persona y como médico. Como persona, en la convivencia diaria, pues personas que eran atentas, educadas y hasta agradables, a medida que el alcohol iba entrando en sus cuerpos se volvían agresivas, insoportables, pendencieras y patosas, sufriendo, los que no habiamos bebido, su cambio de conducta. Como médico las consultas por gastritis agudas alcohólicas eran el pan nuestro de cada día, pero, lo que es peor, años después tuve que tratar de úlceras gastricas y cirrosis a muchos de los que conocí durante mi estancia en Ifni o Ceuta, enfermedades crónicas que con frecuencia acababan con su vida a edades tempranas. Yo creo que estas experiencias, obtenidas de mis destinos en destacamentos, cuarteles y residencias africanas, han sido las causantes que sea abstemio de bebidas fuertes y apenas beba alguna cerveza los fines de semana o ninguna si tengo que conducir.

A mi regreso, y antes de cenar, solía charlar con algunos de los soldados de su vida antes de incorporarse al Ejército, de su futuro cuando regresaran a España, y escuchando algunos de los problemas que tenían con sus mandos servía un poco de intermediario, cerca de estos, para tratar de solucionarlos.

De como se deterioró mi convivencia con los compañeros

Poco tiempo después de llegar ya fuí visto como un ser raro entre mis compañeros oficiales. No bebía, no podían contar conmigo para organizar la timba, estaba siempre estudiando, trataba familiarmente a los soldados y era el único oficial del Tabor que no estaba allí voluntario sino forzoso, lo cual unido a mi caracter, mas bien tímido y retraido, hizo que las relaciones con ellos no fueran muy amistosas. Como en el ejército la antiguedad es un grado no habia ocasión en que no argumentasen su caracter de mas antiguo para obtener alguna pequeña prebenda en permisos, servicios, etc., lo cual fue aumentando mi animadversion hacia ellos.

Pasados los años voy comprendiendo que yo tambien tuve la culpa de ese distanciamiento por mi rebeldia, al no querer adaptarme más a la situación en la que nos encontrabamos y no darme cuenta, entonces, que su actitud era un producto de la formación y el ambiente en que habían vivido, muy distintos de lo que habian sido los mios. 

A lo largo de mi vida he conocido muchos profesionales militares de gran valía, cultos, amables, tecnicamente muy buenos, comprensivos, respetuosos con superiores y subordinados, con todos los cuales me he llevado estupendamente, pero de vez en cuando he vuelto a ver algún profesional con las caracteristicas de los que conocí en Ifni, que me ha recordado lo mal que lo pasé allí aguantando sus desprecios, ordenes y borracheras. Siento mucho que la gente tenga la opinión de lo que es el ejèrcito a traves de la conducta de estos militares cuando la realidad es que son pocos, y una especie a extinguir, y en cambio dentro de la institución estén personas que yo he tratado, y considero amigos, como el teniente Jesús Pérez, mi compañero en Ifni, como los hermanos Nieto en Ceuta, como el Capitán Flecha en Ferrol, como el entonces Capitán Carrasco en La Granja, mis muchos compañeros de Sanidad Militar en botiquines, ambulatorios y hospitales y, ya en años posteriores, mi admiración para personalidades como los Tenientes Generales Diez Alegría, Gutierrez Mellado, Veguillas, Quintana Lacaci, Gautier, Félix Sanz, Porgueres, o Coroneles como Sabino Fernandez Campos, Alonso Manglano, por citar solo a algunos de los mas conocidos fuera del ambito militar y que traté personalmente y que son, o fueron, ejemplos de profesionales integros y admirables de gran cultura y espiriru abierto.

Pero volviendo a mi estancia en la Huerta Madame, otro hecho vino a aumentar mi distanciamiento del grupo. Era el 28 de diciembre y recibí una llamada del Puesto de Mando del Tabor con la orden para que me presentase urgentemente en el mismo, pues un soldado había sido herido por un disparo y estaba grave. Dado que era el día de los Santos Inocentes pregunté de si todo eso era cierto y no una inocentada y se me contestó que cumpliera rapidamente la orden. A mi petición de que me mandasen el Jeep, como en otras ocasiones, para subir hasta el Puesto de Mando se me indicó que el vehículo estaba fuera de servicio y tenía que subir por mis propios medios monte arrib, y con rapidez, pues el estado del herido se agravaba por momentos. 

Subí lo mas rápido que pude la larga cuesta hasta la cima y cuand, casi exhausto, llegué al botiquín que allí existía, no encontré a nadie. Rápidamente acudí al despacho del Comandante Jefe del Tabor y allí me recibió el Teniente Ayudante Federico Herreros de Tejada, y alguno otro mas, que entre carcajadas me dijeron lo de "Inocente, Inocente", tantas veces oido en bromas de no tan mal gusto como esta.

El alto concepto que personalmente tenía, y tengo, de lo que es ejercer con responsabilidad mi profesión, salvando todos los obstaculos por grandes que sean, unido al sentir general de que con la salud de la gente no se juega, para mi aquello no era una inocentada sino una canallada en toda regla y que hizo perder la confianza en toda la gente que intervino en el triste hecho para mi y alegre para ellos.

La rabia e indignación por lo sucedido me hizo denunciar lo sucedido al Comandante Urreta, que quitó importancia al asunto y me pidio que olvidase lo sucedido puesto que no era nada mas que una broma entre compañeros. Pero ello no me calmó sino que solicité una entrevista con el Jefe del Sector en el que estaba encuadrado el Tabor, que era el Coronel Enriquez, y una vez obtenida esta le expuse lo ocurrido deseando que hubiera alguna amonestación por la "inocentada" para que no se repitiese el hecho. El coronel escuchó mi petición y sin mas pasó a referirme con todo detalle las "novatadas" que le hacían, o el hacía, a los nuevos compañeros en la Academia, rememorando sus años mozos y sintiendo que ahora la gente se iba volviendo mas seria y se olvidaba de las costumbres y tradiciones, entre las que al parecer estaban bromas como la que a mi me hicieron. Cuando se acordó que yo estaba alli para algo me aconsejó que olvidase el asunto, que me volviera al destacamento y disfrutase de la juventud que solo se tiene una vez en la vida. No hace falta añadir nada a lo anterior para asegurar que mis relaciones con mis iguales y el mando en vez de mejorar iban empeorando.

De como pude morir o quedar malherido

Mi vida en la Huerta Madame pudo tener su momento dramático del cual me salvó el aviso de un enemigo. Explico esta aparente contradicción con el relato de lo que sucedió aquella tarde en la que daba el acostumbrado paseo con el páter.

En la guerra de posiciones, o de trincheras, las dos partes enfrentadas ocupan sus posiciones durante mucho tiempo y desde sus puntos de vigilancia u observación, con ayuda de sus prismáticos, tratan de enterarse de todos los movimientos del enemigo. Y así ocurría en Ifni, aunque se hubiera firmado el alto el fuego, pues las partes enfrentadas estábamos frente a frente, a lo largo de una linea, separados por una tierra de nadie, donde los contendientes habían sembrado minas para evitar infiltraciones.

Los centinelas marroquíes ya debían conocer que el médico y el páter de los españoles salían, después de comer, a pasear por los alrededores del destacamento, pues podían ver con los prismáticos nuestros distintivos que nos diferenciaba de los demás tenientes.

Esa tarde el paseo debió alargarse, y por alguna zona no habitual, y enfrascados en la conversación tardamos en oír unas voces, dirigidas a nosotros, desde las posiciones enemigas en que parecían querer decirnos algo. No estábamos muy lejos del que nos llamaba y por los movimientos que hacía con el pie y con las manos, unidos a un sonido que parecía la explosión de algo del suelo, rápidamente nos dimos cuenta que nos avisaban que estabamos entrando en un campo de minas y que podiamos volar al cielo sin necesidad de subir a un avion. La presencia de campos minados era frecuente en la "tierra de nadie" para evitar infiltraciones del enemigo y desgraciadamente fue causa de alguna muerte o de graves heridas cuando accidentalmente los integrantes de alguno de los contendientes pisaba una. Con el miedo en el cuerpo volvimos a la Huerta, dando las gracias a nuestro anónimo enemigo que nos había librado de una desgracia segura.

Mis diversiones en Sidi Ifni

Los ratos que me dejaba libre mi labor como médico, que eran muchos, y la preparación de oposiciones, que eran pocos, los dedicaba a mantener correspondencia con mis amistades femeninas. Ahora que tenemos a nuestra disposición internet, chats, smarts y móviles no podemos comprender que en aquel entonces las cuartillas, la pluma, el sobre y el sello eran las únicas herramientas que podíamos utilizar para comunicarnos con la gente y evitar el aburrimiento. Primero empecé escribiendo cartas casi semanales dirigidas a una jovencita de Ceuta que me gustaba mucho, pero como la distancia es el olvido y ella tenía muchos pretendientes alrededor, en la ciudad norteafricana, dejó de contestarme y las cartas tuvieron otra destinataria. Esta vez fue una prima de D. Pedro, el "páter" del Tabor, una murciana muy simpática y agradable, correspondencia que no llegó a mas, aunque en muchos casos estas llamadas "madrinas de guerra" acababan en novias o esposas al regresar a casa.

La monotonía de los días de la Huerta Madame se rompía cada dos semanas en que podía disfrutar de un permiso de fin de semana en la capital. Me alojaba en una casa del barrio musulmán, que Regulares tenía alquilada para que pudiéramos dormir allí cuando bajábamos de los destacamentos, y aunque fuera por unas horas, me liberaba de las "timbas" en el dormitorio común de la Huerta. 

Los lugares de diversión en Sidi Ifni no eran muchos en esa época. Paseos por la "barandilla" con vistas al mar, aperitivo en "La Suerte Loca" y sobre todo las tardes en el Casino Militar con charlas primero y luego baile con las jovencitas casaderas de la capital. La verdad es que no había muchas, casi todas hijas de militares y funcionarios civiles destinados en el territorio que se habían desplazado a Ifni con toda la familia. Sin poder cursar estudios universitarios, ni poder ocuparse en trabajos no permitidos entonces a las mujeres, su única salida era el matrimonio con alguno de los muchos oficiales que pasaban por el territorio y el único sitio para los encuentros era el Casino Militar.

De todas ellas la que más me gustaba, y con la que intenté ligar, fue con una de las hijas del Comandante Mena, destinado, creo recordar, en la Policía Indígena, pero la competencia en este terreno era grande y no pude conseguir nada. Yo, bajito y poco agraciado no podía competir con aquellos tenientes de Regulares y la Legión altos, fuertes, musculados, que eran preferidos por las muchachas, aunque las madres hubieran preferido que sus hijas se casaran con el joven oficial médico que con el apuesto teniente por cuestiones económicas y de prestigio social.

El problema de la mujer joven en Ifni era el mismo de la mayor parte de las hijas de los militares y, en general, de la mujer española. El tanto por ciento de las que cursaban estudios universitarios era muy bajo y tampoco era muy elevado las que trabajaban fuera de casa y por eso su única salida era realizar un buen matrimonio. Este problema que se planteaba hace cincuenta años, y que debía haber sido resuelto completamente con los avances sociales sobre la igualdad genérica que se han ido logrando, sigue, sin embargo, sin resolverse en muchos segmentos de la población española acentuados en estos momentos de crisis y de paro.

A pesar de la competencia, y la desproporción entre la demanda y la oferta a la hora de entablar relaciones con una joven, la verdad que lo pasaba muy bien cada vez que bajaba a la capital y aun conservo un grato recuerdo de aquellas fiestas del Casino que solían terminar cogiendo el micrófono y cantando en solitario, o en grupo, con más voluntad que arte, las canciones de moda en esa época que eran las triunfadoras en el Festival de Benidorm como "El Telegrama" u otras por el estilo. Todo bajo la atenta mirada de los padres que no permitían el más ligero desliz de sus hijas para no manchar su reputación con vistas al casorio. 

Otra de las diversiones, en las que nunca participé, eran las partidas de póker en las que se jugaban grandes cantidades entre los que participaban en ellas. Radio Macuto, como así se llama en el argot militar a los rumores que se difunden rápidamente sin precisar la fuente, revelaba al día siguiente las cantidades que habían ganado, o perdido, personajes conocidos, como el Coronel Enríquez o el Comandante Urreta en alguna de las partidas. Aun recuerdo la anécdota sucedida con el Teniente R. que dos noches antes de embarcarse para la península, para casarse, se jugó todos los ahorros que tenía para sufragar los gastos de volver, ceremonia y viaje de bodas, los perdió. La solidaridad que existía, como gran virtud, entre la oficialidad del territorio organizó rápidamente una cuestación para ayudar al Teniente y todos contribuimos con algo para que regresara a cumplir sus compromisos. 

Extraña epidemia de fimosis en el destacamento 

El termino médico de fimosis es bastante conocido y consiste en una anomalía del pene en que existe una estrechez del anillo prepucial que impide que este se retraiga y deje al descubierto el glande. Esta anomalía puede provocar dificultades para tener relaciones sexuales placenteras e, incluso, facilitar infecciones locales cuando no existe mucha higiene. Y aquí hablo de epidemia, en sentido no estricto, como la presentación de muchos casos de determinada enfermedad en poco tiempo. Y esto es lo que ocurrió en el destacamento.

Los casos se iban sucediendo cada vez más. Soldado que se apunta a reconocimiento alegando que creé tener fimosis, y quiere que se la operen, puede ser un caso corriente dentro de la enfermería de un destacamento, pero no lo es tanto si los casos se repiten y cada día se apuntan dos o tres con la misma finalidad. De todo los casos de presunta fimosis solo pude ratificar la sospecha en un par de ellos y en todos los demás no observé anomalía que justificara la intervención.

¿Cuál era la causa de este interés en saber si tenían fimosis y necesitaban operación? Pronto me enteré del factor causal de la epidemia. El agente causal era el Capitán H, Médico del Grupo de Tiradores de Ifni, antiguo especialista en el Hospital Gómez Ulla de Madrid, que fue trasladado forzoso a Ifni, según los rumores que se extendieron, por un incidente que tuvo en un bar frecuentado por homosexuales. El citado capitán tuvo la idea de realizar una encuesta epidemiológica entre los soldados del Grupo de Tiradores para ver cuantos sufrían de fimosis y cuantos tenían que operarse. Operación que se comprometía a que fuera realizada en el Hospital Cívico Militar de Ifni, actuando él como ayudante en la misma. El compromiso se extendía a la promesa de un mes de convalecencia en la península para los operados. 

Ante la posibilidad de un permiso que les permitiera salir de Ifni, aunque fuera por pocos días, y les librara de guardias, malas comidas, alojamiento incomodo, etc., animó a muchos a prestarse a la exploración de su pene, y que le operaran si fuera preciso, con tal de poder ver de nuevo a la familia, a la novia, comer los ricos platos que prepara su madre y dormir en un buen colchón. 

Las noticias de la oferta, y el premio, pronto se extendieron entre los soldados del territorio y al Tabor llegaron, como a las demás unidades, con el resultado reflejado en el Libro de Reconocimientos diarios. En el caso de nuestra unidad la epidemia duró poco, pues la advertencia avisando de que considerando la fimosis como una enfermedad no aguda, sino crónica, la operación podía retrasarse a su vuelta a casa ya licenciados, desanimó a los que pretendían librarse mes y pico de milicia. No estoy muy seguro, pero creo que, más por otras cosas que por esto, el Capitán H fue expulsado del Ejercito poco tiempo después.

De cómo por unas horas me convierto en el Jefe del Tabor 

El asalto a las posiciones defensivas de Ifni, que llevaron a cabo los 2000 integrantes del Ejército de Liberación Nacional marroquí en Octubre de 1957, determinó que el dominio español sobre el territorio se limitara a una franja estrecha de costa alrededor de la capital de apenas 27 Km de longitud y unos 12 o 14 Km de profundidad. Para defender esta capital se estableció una línea defensiva con una serie de posiciones avanzadas que con sus posibilidades de fuegos cruzados impidieran la infiltración del enemigo y su objetivo de conquistar lo que restaba del territorio. Esta zona principal defensiva, con un borde anterior y otro posterior, se dividía en cuatro sectores, defendida cada una por un batallón, con otro de reserva en la capital, y que se distribuían en torno a Buyarifen, El Gurram, Alat Ida Según y Laura Quebira. A nuestra llegada, y después del acuerdo de alto el fuego de Cintra, la situación y estrategia defensiva apenas había variado y las labores de relevo, suministros y mejora de las instalaciones eran las que realizaban las unidades allí destinadas solo alteradas por algún "paqueo" ocasional que daba lugar a la situación de alerta en la zona. La sospecha del centinela de guardia de alguna infiltración enemiga, en la sombra o en el bulto que divisaba desde su puesto, se saldaba, casi siempre, con algún disparo en la noche, seguido de una descarga sucesiva del resto de centinelas que creían ver ya al marroquí invadiendo la posición. A la mañana siguiente se podía comprobar los motivos de la sospecha, y los efectos de los disparos, en el cadáver de un pobre burro que no entendía ni de guerras, ni de fronteras entre los contendientes.

El batallón o Tabor de Regulares, en el que me encontraba, tenía como misión ocupar un sector de esa línea defensiva situándose en una serie de posiciones que tenían como centro la cota en la que se encontraba el Puesto de Mando con el Comandante Urreta y a la que se accedía desde la Huerta Madame, mi residencia, por una pista, que daba una vuelta serpenteando para llegar a la cima, o más directamente, monte arriba, en subida fatigosa, como pude comprobar el día de los Inocentes.

Era un día de fiesta militar, tal vez, pues no lo recuerdo bien, la Inmaculada Concepción patrona de Infantería y de la mayoría de las unidades destacadas en la zona, cuando ocurrieron los hechos y durante una situación de alerta que pudiera haber sido una más, de las muchas que hubo por aquellas fechas, y que no lo fue por darse en un día tan señalado. Situaciones de alerta dictadas por el mando cada vez que el servicio de información militar encontraba datos que hacían temer una rotura del alto el fuego existente.

Con motivo de la fiesta las posiciones se habían quedado en cuadro, con casi todos los oficiales y la mitad de la tropa en la capital celebrando la festividad de la patrona, celebraciones que comenzando con misas y desfiles matutinos acababan en comidas y bebidas, sobre todo en este último apartado, en que las celebraciones no terminaban con el día sino que se extendían a toda la noche y madrugada en el baile del Casino o en cualquier otro sitio, incluso en las propias posiciones donde los que quedaban de guarnición también querían disfrutar de la fiesta. 

Y eso estaba ocurriendo cuando a las tres de la mañana me llamó un suboficial desde el Puesto de Mando del Tabor a Huerta Madame comunicándome que por radio se ha recibido una aviso de Alerta Máxima y orden de poner en marcha todas las medidas programadas para hacer frente a la situación. El problema estaba en que era casi imposible establecer la comunicación por teléfono con la capital, donde estaba el Comandante Urreta que podía dar las órdenes, y que el único oficial que se había quedado en el Puesto estaba tan borracho que no podía tomar decisión alguna, decisión que esperaban las otras posiciones dependientes del mando del Tabor. 

Como único oficial sobrio existente, ante la imposibilidad de contactar con el mando en Sidi Ifni, y con la ayuda del suboficial que tenía acceso a los planes previstos en esta eventualidad, tuve que dar la orden para reforzar la vigilancia en todas las posiciones, suministrar más balas para cargar los "mosquetones" y todas las demás medidas que estaban escritas. Para hacer mas fácil el cumplimiento de lo ordenado no me quedó más remedio que desplazarme a esas horas monte arriba, hasta la cima, en compañía de algunos soldados para seguir el curso de los acontecimientos, comunicándome a través de la radio, con los oficiales que quedaban en las otras posiciones por si se producía alguna novedad. 

Afortunadamente no sucedió nada y nunca un amanecer me pareció tan bonito como aquel día. A primeras horas de la mañana regresaron al Puesto los de la fiesta y como es preceptivo en el Ejército tuve que redactar un extenso parte con todas las incidencias ocurridas, las decisiones adoptadas, sin omitir el dato del estado en que se encontraba el oficial de servicio y que le impidieron realizar su cometido. Ante casos como este, en el medio militar se suele abrir un expediente informativo, se buscan responsabilidades, se toman medidas disciplinarias y siempre se encuentra un culpable, a veces el que menos culpa tiene de esto. Todo ello escribiendo hojas y hojas sobre declaraciones de testigos, artículos de las ordenanzas, informes del mando, etc., etc.

Pues en este caso nada de nada. Ni expediente, ni mención alguna al hecho por parte del Comandante del Tabor, pues todo había ocurrido el día de la Patrona y no íbamos a estropear una celebración como esta por el pequeño exceso en la bebida de un pobre oficial que tuvo que pasar en solitario fiesta tan sonada. Aunque nadie me felicitó por mi actuación, menos mal que no me expedientaron por asumir una jefatura que por mi grado militar no me correspondía. Cosa que si me sucedió años mas tarde en Nicaragua como en su momento relataré. 

De la guerra de Gila a la diarrea del enemigo 

A medida que el alto el fuego se prolongaba la situación bélica se iba pareciendo cada día más a las guerras que relataba Gila. La proximidad entre las posiciones de uno y otro bando, la relajación que se iba apoderando en las conductas de los combatientes, se iba pareciendo a lo que nos contaba en aquellos años el humorista español, que por cierto estuvo en Ifni, con Carmen Sevilla, como se ve en las fotos, para animar a la tropa en unas Navidades. Cuando escuchábamos aquello de "... ¿es ahí el enemigo... que se ponga... que digo que si podéis dejar de disparar de cinco a siete... que tenemos que oír la retrasmisión del partido por radio y no podemos ocuparnos de tonterías... que no lo toméis a mal... que no es desprecio... pero que lo importante es lo importante..." nos parecía que nos acercábamos a la misma situación que él relataba.

Las conversaciones entre los integrantes de uno y otro ejército empezaron a producirse y como muestra de ello es la anécdota que paso a relatar. Uno de los centinelas me avisó que un oficial marroquí quería hablar con el médico del Tabor y que si podía acercarme a la diviEste relevo de las tropas irregulares marroquíes del Ejército de Liberación, organizadas por el partido nacionalista Istiqlal, por componentes regulares del Ejercito Real dio lugar a situaciones pintorescas. Un buen día nuestros centinelas dan la voz de alarma pues al amanecer ven, con sorpresa, que no había nadie en los puestos de observación y vigilancia marroquíes. La situación de alarma general se decreta en toda la zona, ante la desaparición del enemigo, y la conducta a seguir ante la nueva situación es motivo de consulta de las autoridades militares del territorio a los ministerios del Ejercito y de este al de Asuntos Exteriores. Dos días de incertidumbre, y sin saber qué hacer ante esa incidencia tan inesperada, hasta que apareció de nuevo el enemigo tranquilizándonos a todos con su presencia.soria para conversar mejor sin tener que gritar. Ya estando más próximos me contó que él era uno de los cadetes que estuvo en la misma Compañía que los "aspirinos" en la Academia de Infantería de Toledo y que por eso quería saludarme al llegar a Ifni como oficial del Ejercito Real Marroquí, que esos días había relevado en la defensa de las posiciones a las tropas irregulares del llamado Ejercito de Liberación. Y después del saludo hubo consulta médica pues me preguntó si podía tomar sin temor unos comprimidos antidiarreicos que le habían dado un par de años antes en la Academia, para la descomposición que ahora volvía a tener. Como en el poblado del Biutz de nuevo me tocaba atender al enemigo en sus flaquezas, esta vez intestinales.  

La convivencia pacífica entre los dos bandos también se hacía patente en el consenso sobre la utilización de un pozo. En Ifni el problema del agua era importante pues los escasos ríos o arroyos existentes en el territorio estaban secos durante casi todo el año y no aportaban el caudal suficiente para el consumo de la población. El agua de las botellas de Firgas, procedente de Las Palmas, era la utilizada para beber, y a veces hasta para lavarse, y por eso no es extraño que la existencia de un manantial en Ifni, en el que siempre hubiera agua, fuera además de raro un bien muy apreciado por todos. Y ese manantial y pozo existía cerca de la Huerta Madame, nombre adoptado en razón de la existencia de una zona de cultivo de regadíos y caserío antes de la guerra en esa zona. Pero el pozo había quedado en tierra de nadie y expuesto a los tiros cruzados entre ambos contendientes por lo cual su utilización en los primeros meses de la guerra fue imposible. Pero vino el alto el fuego y con él llegó el aprovechamiento del pozo. El acuerdo, cumplido fielmente desde entonces era sencillo, los españoles cogían agua del pozo desde el amanecer a mediodía y los marroquís desde ese momento hasta el anochecer. Ejemplo de convivencia entre enemigos por una necesidad común, la falta de agua.

 Gila durante sus actuaciones en Sidi Ifni.Carmen Sevilla durante sus actuaciones en Sidi Ifni.

29 de Febrero. Agadir ¿Pesadilla o Realidad?  

La Naturaleza, y no solo el hombre, se encargó también de proporcionarme nuevas experiencias durante mi estancia en el territorio.

No se me olvida la fecha del 29 de Febrero de aquel año 1960.. Aquella noche no hubo partida de cartas, pues dos de los jugadores estaban de permiso en la capital, y pude acostarme y dormir pronto. En medio del sueño sentí como si se moviera la habitación y yo con ella, mientras notaba en la cara la sensación de que caía sobre ella algo de tierra y paja, materiales de los que estaba fabricado el techo de la vivienda. Pasado el momento, y el pequeño susto de lo que creí fuera una pesadilla, seguí durmiendo y cuando me desperté a la mañana siguiente aun recordaba las sensaciones extrañas de aquel raro sueño.

Al poner la radio de transistores nos extrañó que, en vez de la habitual música de las emisoras marroquís que podíamos sintonizar, todo era hablar y hablar con una excitación como si les ocurriera algo. Y tanto que les ocurría pues pronto nos llegó la noticia a través de la radio militar que, justo a la hora de lo que yo creía que era un mal sueño, se había producido un terremoto de 8.9 grados en la escala de Ritcher con su epicentro en Agadir, apenas unos cuarenta kilómetros de donde nosotros nos encontrábamos y la sacudida también la habíamos sentido, aunque con menos magnitud, nosotros. Terremoto seguido por una gigantesca ola que penetró 300 metros en la ciudad, retrocediendo y regresando las aguas del mar hasta tres veces en quince minutos.

El terremoto, y el maremoto siguiente, asoló la ciudad y las cifras de muertos que se dieron entonces fue la de 12.00, de los cuales 300 eran españoles. Al conocer la noticia ya todos en la Huerta confesamos lo que habíamos sentido aquella noche, y la tierra en el suelo, y la techumbre hundida de un cobertizo que existía en el patio, nos confirmó que el terremoto también nos había afectado aunque menos al estar más lejos del epicentro y del mar. 

Avanzada la mañana recibí una orden del mando para que preparara un botiquín de campaña por si tuviera que salir hacia Agadir para prestar ayuda, orden que se fue retrasando mientras solicitaban la autorización del mando militar marroquí de la zona para cruzar la línea. Los que sí acudieron más rápidamente fueron las guarniciones y servicios sanitarios del sur de Marruecos y un avión con material y personal del Ejercito español que instaló un Puesto Quirúrgico Avanzado en la ciudad destruida, mientras yo esperaba la orden con el botiquín instalado en un Jeep. Cuando la orden llegó, ya era tarde y apenas pudimos entrar unos kilómetros en el territorio marroquí pues la única pista que podíamos utilizar estaba cortada y tuvimos que regresar a nuestra base no sin dejar de ver por el camino algunas casas derruidas, aunque no sabíamos si era por el efecto de la guerra anterior o del terremoto pues nos estábamos acercando al epicentro del mismo. En Nicaragua volví a sentir algún temblor, de los frecuentes en esa zona de Centroamérica, pero nunca fue la sensación igual, ni parecida a la de Ifni aquella madrugada del uno de marzo. 

De como pudimos volvernos locos 

El clima en Ifni es de tipo semidesértico, pero existe una gran diferencia entre el interior y el litoral. En este último, aunque la sequedad es alta, son frecuentes las nieblas y nubes bajas que condensan humedad por las corrientes que llegan de Canarias. En el interior, predomina un clima más continental, con pocas lluvias debido a la presencia de alisios que provocan corrientes de aire frío en invierno y caliente en verano que alejan las nubes e impiden las lluvias. Pero de tarde en tarde aparece una corriente de aire muy caliente, el uiming, irifi o siroco, que procedente del Sahara, arrastra grandes cúmulos de arena roja en suspensión, que te azota el rostro, penetra en los edificios y te impide hacer la vida normal por la elevada temperatura que produce a su paso.

En el mes de Marzo, y durante cuatro días, tuve que soportar la presencia de ese viento seco y cálido que alcanzaba velocidades de casi 100 por hora. Cuatro días de casi paralización de la vida en la Huerta pues incluso abrasaba los instrumentos metálicos, como los fusiles de los centinelas. Metido en la casa pensaba lo que debía ser esto cuando te encuentras en pleno desierto sin tener donde meterte. Para volverse loco.

Y como médico tengo que referirme aquí a responder a lo que se dice de los efectos sobre la salud que produce el paso de este viento. Ya en el Siglo VI a.c. Hipócrates decía "el viento austro entorpece los oídos, oscurece la vista, carga la cabeza y deja el cuerpo lánguido y perezoso" y hoy día la Biometereología estudia mas científicamente la influencia de las variaciones meteorológicas sobre el ser humano basándose en las variaciones de la carga iónica de la atmosfera al paso de las grandes corrientes de aire. Y se está estudiando como la variación del tiempo atmosférico influye sobre la actividad de los neurotransmisores, que como sabemos son los emisarios que portan las ordenes para el correcto funcionamiento de todo el organismo. Sobre todo es a nivel cerebral donde esta influencia es mas manifiesta y puede dar lugar a cuadros psicopatológicos. 

Pero antes de que estos estudios demostrasen esa influencia ya la opinión popular se refería a los efectos sobre la mente de este viento seco y cálido cuando decía que a fulanito "le entró el siroco" para expresar que se había vuelto loco. Los entendidos dicen que la alteración de los campos electromagnéticos, con el desequilibrio entre iones positivos y negativos, es el responsable de sus efectos sobre el organismo, desequilibrio que como es lógico no pude comprobar, pero si observar el mal humor que teníamos todo dentro de nuestras chabolas y la alegría cuando el viento se marchó. 

¿Es la langosta un manjar delicioso? 

Me van a permitir mis potenciales lectores que comience este capítulo con un relato del Antiguo Testamento que tal vez piensen, con razón, que nada tiene que ver con mi estancia en Ifni, pero si continúan con la lectura y no se aburren verán que sí que lo tiene.

"Entonces Moisés y Aarón fueron al faraón y le dijeron, Jehovah, el dios de los hebreos, ha dicho así: '¿Hasta cuándo rehusaras humillarte ante mi? Deja ir a mi pueblo para que sirva. 

Si rehúsas dejarlo ir, he aquí mañana yo traeré la langosta a tu territorio y cubrirá la superficie de la tierra, de modo que esta no pueda verse. Devorará el resto de lo que no ha escapado, lo que ha quedado después del granizo. 

Devorará también todos los arboles que crecen en el campo y llenará tus casas, las casas de los servidores y las casas de todos los egipcios como nunca vieron tus padres, ni tus abuelos, desde que existieron sobre la tierra'. 

Pero el faraón incrédulo con la amenaza no hizo caso a la misma y miren lo que pasó: 

El viento del Oriente trajo la langosta. Esta subió sobre toda la tierra de Egipto y se posó muy densamente en todos los rincones del país. Cubrieron la superficie de toda la tierra de modo que la tierra se oscureció. Devoraron toda la hierba de la tierra y todo el fruto de los arboles. En toda la tierra de Egipto no quedó nada verde, ni en los arboles, ni en la hierba del campo". 

Un ejemplar de Langosta.Muy bonito e instructivo pero ¿qué tiene esto que ver con mi estancia en la Huerta Madame? Pues muy sencillo .Durante mi estancia en la Huerta sufrimos una plaga de langosta y el relato bíblico me ahorra decir lo que ocurrió durante la misma y con un lenguaje menos culto.

Un zumbido, como de un avión que volase a baja altura, nos despertó aquella mañana y al asomarnos a la puerta de la habitación creímos ver visiones .Una nube grisácea cubría el cielo y el suelo del patio estaba lleno de saltamontes hasta cubrirlo por completo. Al intentar salir al exterior aquella plaga de insectos nos golpeaba en la cara y cuerpo, dificultando nuestra marcha y obligándonos a volver a entrar en la casa.

Estábamos, y sin previo aviso, ante el paso de una plaga de langosta, de la cual solo conocíamos algún detalle por los libros. Sabíamos por ellos que las nubes estaban compuestas por miles de insectos ortópteros, saltamontes o langostas. Insectos dotados de largas patas para saltar, alas para volar y un poderoso aparato bucal para masticar y comer vegetales. La existencia de de unas exohormonas, las feromonas, les permite agruparse y coordinarse para emprender migraciones a muchos cientos de kilómetros del punto de partida, generalmente en el Sahara. Su velocidad de progresión depende de la velocidad del viento, pero puede llegar a 3,7 Km/h y gracias a ello pueden recorrer hasta cien kilómetros por día. 

Durante unas cuantas horas, no recuerdos cuantas pero nos parecieron eternas, no cesaron de pasar las nubes de insectos oscureciendo el cielo como si estuviéramos inmersos en una niebla grisácea y ruidosa. Y, como en el relato bíblico, a su paso lo arrasaron todo aunque los daños fueron menos llamativos pues no había nada sembrado pero se comieron lo poco verde que se encontraron en sus saltos y sus vuelos. 

No quiero pecar de irreverente buscando paralelismos pero igual que los judíos querían salir de Egipto, y el faraón no se lo permitía, a mi me hubiera gustado marcharme ya de Ifni pero alguien no lo autorizaba, y por eso Jehova, Dios o Alá mandaban la plaga. Era una interpretación en clave de humor para un asunto muy serio en algunos países antes y ahora. 

Las plagas de langosta es un verdadero problema para una serie de naciones africanas, asiáticas y americanas, ya que destruyendo sus cosechas debilitan aun mas sus economías ya de por sí muy pobres y todos los gobiernos en la actualidad tratan de prevenir su aparición con fuertes campañas de lucha contra el insecto. Precisamente, hace pocos años, las autoridades marroquís avisaban que nubes de langosta estaban atravesando la zona de Tarudant e Ifni, que a su paso dejaban millones de huevos para que nacieran nuevos ejemplares y que amenazaban las cosechas de la región de Agadir y de otras zonas del Sur de Marruecos con el gran descalabro económico que ello iba a suponer. 

Un enjambre de Langostas.Pero, curiosamente, no todo iba a ser malo al paso de la langosta pues a alguien le venía muy bien la plaga. Y era a los habitantes de la zona a los cuales los saltamontes, o langostas, les servían como alimento. Yo no lo entendía muy bien pero la realidad es que existía, y existe, mucha gente que les gusta este plato y no puedo dejar de copiar aquí una receta de como cocinarlo que recojo de una obra de Ramonet.

"Se cogen langostas grandes, de las que se dan algunos años y se cuecen al fuego con agua, en dos hervores. Después se les quita las alas y las patas y se fríen en una sartén hasta que se les seca la humedad. Se les pone almorí, canela y pimienta y se consumen". 

Si se animan a seguir la receta que les aproveche, pero yo prefiero la otra langosta, la del Cantábrico que esa sí que es deliciosa. En un viaje por Méjico, muchos años después, pude ver en Oaxaca como en una plaza un vendedor ambulante vendía para ser comido un cucurucho lleno de algo que me recordó a las langostas que vi en Ifni y efectivamente lo eran. Según los vendedores era un manjar delicioso pero, que quieren que les diga, repito que prefiero la otra langosta, esa tan buena que se come en toda España y que viene de la mar y no saltando y volando, aunque no puedo asegurar que si estuviera hambriento, en medio del desierto y sin nada que comer, tal vez encontrase el gusto bueno al saltamontes.

Cirujano a la fuerza 

Después de unos meses en Huerta Madame hubo relevo en las posiciones y el Tabor bajó hasta Id Nacus para descansar. Este campamento estaba ya más cerca de la capital y la vida en él era ya más soportable, aunque seguían las guardias, y la instrucción de la tropa aumen¬taba para mantener la actividad . Para mí fue un buen cambio, pues dejé de compartir habitación con los jugadores y me busqué una chabola en la periferia del campamento donde podía estar yo solo.

La chabola, de paredes de tierra y paja y cubierta de cañizo, era parecida a la que vemos en los suburbios de las grandes ciudades, habitadas por inmigrantes sin techo o mendigos, pues constaba de una sola habitación, sin huecos al exterior, excepto la de entrada y como puerta tenía una lona vieja. El mobiliario consistía únicamente en un camastro donde dormir, unos cajones de madera apilados para poner mis pertenencias y una silla y mesa plegable, de tijera, donde poder tranquilamente estudiar, pero para mí era como vivir en el Palace después de lo pasado en el alojamiento compartido de la Huerta. Este sentimiento de felicidad al estar solo refleje tal vez mi forma de ser de preferir la soledad muchas veces a convivencias que no me aportan nada positivo. 

Pero no pasaron muchos días sin que el Comandante Urreta me llamase para comunicarme que bajara a Sidi Ifni pues de la oficina de mando de la zona me tenían que informar de algo. La información consistía en que el cirujano del hospital cívico militar de la capital se había ido de permiso un mes a la Península y se había quedado como único cirujano, el que tenía como ayudante, que era un soldado veterano que en la vida civil ya había intervenido en operaciones quirúrgicas pero siempre de ayudante en las importantes. A este soldado yo le había conocido en una visita que realicé al hospital para ver a algún soldado del Tabor hospitalizado, y comentamos mi estancia como interno en la Clínica Quirúrgica de la Facultad de San Carlos, y que estaba en esos días preparando un programa para presentarme a unas oposiciones para traumatólogo de la Seguridad Social. El había tomado nota de la conversación y cuando vio que se quedaba solo, de único cirujano del territorio, pidió al mando que me mandasen a mí al hospital para actuar de ayudante en las intervenciones que tuviese que realizar de urgencia, ya que las ordinarias las dejaban aplazadas hasta la vuelta del cirujano titular.

Con la distancia de muchos años hoy podemos afirmar que la situación sanitaria en el territorio de Ifni no podía ser más dramática y peligrosa para aquel paciente civil o militar que precisase de una intervención quirúrgica de urgencia. Una población de miles de personas, sometidas al riesgo de una situación conflictiva, con grandes dificultades para la evacuación de pacientes a hospitales de referencia, si necesitaba una operación urgente estaba en manos de un joven cirujano no muy experto y con un ayudante, el que esto escribe, con poca experiencia en pisar quirófanos. 

Menos mal que la suerte estaba de nuestra parte, y Dios protege la inocencia, pues en aquel mes solo tuvimos que operar un par de apendicitis aguda, abrir un abdomen para resolver un vólvulo que no precisaba de mucha técnica, evacuar algunos abscesos superficiales e inmovilizar alguna fractura, esperando que el cirujano titular lo resolviese mejor a su vuelta. Se imaginan si esta situación hubiera ocurrido ahora. Cartas al periódico y al Defensor del Pueblo, preguntas en el Parlamento de la oposición, demandas en el juzgado y petición de dimisión de los responsables de la desasistencia, serian solo algunas de las respuestas a lo que ocurrió, y lo que es peor, pudo ocurrir en Ifni.

¡¡Esto se acaba, ya no hay quien lo pare!! 

Esta exclamación, este grito, empezó a extenderse por el Tabor pues Radio Macuto empezó a propalar que el relevo estaba cerca y pronto volvíamos a Ceuta. Y las noticias se fueron confirmando oficialmente y comenzó la recogida de material y enseres. Los más optimistas creían ver ya por el horizonte el buque "Virgen de África" que venía a recogernos y los pesimistas, que siempre los hay, pensaban que el traslado podía no ser para Ceuta sino para el Sahara con el objetivo de relevar a alguna de las guarniciones allí destinadas. Entre rumores y desmentidos, esperanzas y desesperanzas fueron pasando los días hasta que por fin las noticias ciertas llegaron confirmando que el "Ciudad de Levante" y no el "Virgen de África" estaba fondeado frente a Sidi Ifni y la marcha era inminente.

Una posición de Tiradores de Ifni durante la guerra.Pero no tan inminente pues al buque había que llegar en vehículos anfibios y estos no podían operar cuando la mar estaba mala, condición que se daba cuando había más de siete olas lo cual dificultaba la maniobra. Y precisamente la mar se empeñó en que nuestra estancia en Ifni se prolongase y durante casi una semana estuvimos contando las olas para ver cuando podíamos embarcar, espera que como comprenderán se hizo eterna para todos. Por fin la mar se calmó y pudimos felizmente embarcar todo el contingente con el material correspondiente y lo que es más triste con los cadáveres de dos integrantes del Tabor, que fallecieron durante nuestra estancia en el territorio por heridas por arma de fuego, un cabo primero y un soldado. 

La muerte del cabo primero, por un disparo fortuito con el arma reglamentaria, fue para mí el momento más triste y desagradable de toda mi estancia en el territorio, ya que fui de los primeros que acudió a socorrerle y a pesar de todos mis esfuerzos murió casi en el acto. La realización de la autopsia, en la que tuve que participar con otro compañero médico, la llegada de los familiares del difunto, el entierro, la exhumación de la fosa del cementerio para su traslado, el reconocimiento de los restos, son vivencias muy difíciles de olvidar entre otras cosas por ser la primera vez que me encontraba con este cuadro tan dramático. La muerte del soldado, también por arma de fuego, ocurrió antes de llegar yo, y no lo sufrí tanto por esta razón, pero aun no dejo de indignarme como desde la península se silenció entonces todo lo que pasó en Ifni, como si allí no hubiera ocurrido una guerra con muchos muertos y heridos, con muchas familias destrozadas, con muchos sufrimientos y calamidades de los que allí pasaron para defender lo que se nos decía que era una provincia española, según los decretos oficiales. Defensa inútil, cuando ya se pensaba en entregar el territorio como moneda de cambio cuando llegase la ocasión, pero defensa digna de admiración y elogio para los que allí estuvieron, por su sentido del honor y disciplina, luchando por algo que quizá ellos no comprendían y en el resto de España no se valoraba por desconocerlo. 

ABCEs triste que el pueblo español empezara a enterarse de que algo pasaba realmente en Ifni cuando por los medios de comunicación se difundía la importante noticia que Carmen Sevilla, Gila y el locutor Adolfo Fernández se habían trasladado a este territorio para alegrar las navidades del personal allí destinado. Alegres fotos de Carmen bailando con los soldados, de Gila micrófono en mano haciendo reír al auditorio y referencias gráficas a los aguinaldos que mandaban desde España, trataban de desdramatizar lo que allí estaba ocurriendo, y para describir la realidad a los periódicos de la época solo les autorizaban a publicar una simple nota en que se decía algo parecido:  

"Incidentes en Ifni. Tropas irregulares marroquíes han atacado posiciones españolas en este territorio pero el ejército español ha respondido rápidamente restableciendo la calma. Durante el ataque hay que lamentar algunas bajas entre nuestras tropas".

Y lo que no se dijo fue que hubo 200 muertos en las tropas españolas, 128 heridos de gravedad y 108 desaparecidos, que dejaron graves secuelas físicas y psicológicas en muchas personas y familias.

De las posibles, y creemos merecidas, felicitaciones que pudiéramos haber recibido durante nuestra estancia allí, recojo la única referente a mi actuación en Ifni y que se recoge en mí Hoja de Servicios, en el que se copia un escrito dirigido al Comandante Jefe del Tabor de Maniobras de Regulares 3, en el que se dice: 

"En virtud de escrito nº 1073 de fecha 5 de Enero del Excmo. Sr. Gobernador General de la provincia de Sidi Ifni es felicitada su Unidad por su excelente comportamiento". 

El 19 de Junio de 1960 desembarcamos en Ceuta y con el regreso termina un periodo de mis relaciones con Marruecos con motivo de mi estancia en Ifni. En el muelle del puerto ceutí nos esperaban las dos caras de la moneda. La alegría de unos familiares que celebraban que los suyos volvieran sanos y salvos y el contraste de la tristeza y el llanto de otros, que venían a recoger los restos de los que fueron con vida y volvieron muertos.

Con el tiempo, los circuitos neuronales se deterioran, muchos recuerdos dejan de serlo y aparecen lagunas que solo referencias escritas ayudan a llenar. Se olvidan nombres y apellidos, se pueden haberse tergiversado algunas fechas o lugares, pero siempre queda lo que nos impactó mas y es lo que yo he querido reflejar en este capítulo. En las memorias publicadas de grandes personajes se suele a veces mezclar lo real y lo inventado para que la narración quede más amena, divertida o literaria, personalmente he querido huir de esto y solo he contado lo que de verdad me pasó o sentí, sin recoger ni escribir de nada de aquello que no tuviera seguridad de como, donde y cuando ocurrió. 


Alejandro José Domingo Gutíérrez

Alejandro José Domingo Gutiérrez
Especialista en Medicina Interna, Endocrinología y Nutrición en el Hospital Quirón San Camilo.

Doctor en Medicina. Universidad complutense de Madrid.
Licenciado en Medicina y Cirugía, Farmacia, Derecho, Ciencias Políticas y Administración y Sociología.

Trayectoria profesional:
Jefe del departamento de Medicina en el Hospital Militar Central de la Defensa.
Jefe de la sección de Medicina Interna de la Residencia Sanitaria de la Seguridad Social.
Director Gral. del Hospital Militar de Zaragoza y del Hospital Militar Generalísimo Franco de Madrid.

Blog personal

http://alejandrodomingoblogspotcom.blogspot.com.es

Nota del Administrador: Este artículo está extraído de la interesante autobiografía que D. Alejandro tiene publicada en su blog personal, en la que narra diferentes momentos de su vida como médico miltar y civil.

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