Recuerdos y vivencias de un Policía de Ifni
Manuel Jorques Ortiz
Escrito por Manuel Jorques Ortiz   
martes, 24 de diciembre de 2013

Introducción

Hace varios años que mantengo una estrecha relación con EDUARDO TAULER RUIZ, un entrañable catalán que después de vivir y trabajar más de media vida en Suiza, ha vuelto a la dulce tierra que le vio nacer, recalando definitivamente en la Costa Brava, en donde ha montado un íntimo restaurante, abierto solo en la temporada de verano, que el pilota desde los fogones mientras que el resto de su familia se encarga de atender a los comensales.

Dice el amigo y compañero Tauler que no es buen escritor (no comparto su opinión) pero de que es un gran conversador, un comunicador nato, puedo dar fe.

Iniciada la fraternal charla, antes de entrar en el tema de la mili en Ifni, me resalta que su "fuerte" es la hostelería a la que se dedica en el pequeño restaurante de temporada donde, además de ejercer de dueño, cocina, hace de marido, padre y abuelo.

Estartit, punto de la Costa Brava en la que tiene su restaurante
Estartit, punto de la Costa Brava en la que tiene su restaurante

Eduardo, que nació en Sant Antoni de Calonge, en el año 1.943, cursó el bachiller elemental y se aplicó en el idioma francés desde los 12 a los 15 años pues su vocación era la de ser un camarero de "alto nivel", para lo que desde que cumplió los 10, en los veranos, hacía sus pinitos como chaval-camarero en el casino-café de su pueblo (por entonces aún no había turismo) con lo que empezó a conocer y tratar al público.

Al cumplir los 15 años ya entró a trabajar en un hotel y con 17 un director de U.B.S. de Lausana le preguntó si le interesaría aprender el oficio en Suiza, y para el país helvético se marchó con un contrato de "stangiere" en el hotel "Lausanne Palace", del que salió (dos años después), con solo 19, como "demi-chef de rang", el más joven que había habido hasta entonces. Estudió alemán e inglés en la escuela Benedictine, mientras que el italiano lo aprendió de los casi 150 italianos que había trabajando en el hotel.

Hotel Au Domino, en Rolle (Suiza)
Hotel Au Domino, en Rolle (Suiza)

En ese hotel, en el que Eduardo era el único español, el hoy rey Juan Carlos I se prometió en la sala Richemond con la princesa Sofía de Grecia, y cada quince días iba la ex reina Victoria Eugenia a la que la nobleza europea (las damas rodilla en tierra y los caballeros con una cortés inclinación de cabeza) le rendían pleitesía. Allí aprendí mucho en las clases que nos daban cada tarde, añade Eduardo, pero con el trabajo solo se sacaba para sus gastos.

Cambió de hotel y va al hotel "Au Domino" en Rolle VD, pequeño establecimiento, tipo castillo, al borde del lago Leman, donde conoce a las celebridades que por allí pasan, obteniendo la firma autógrafa de Edi Fischer, Richard Burton, Liz Taylor, Yul Briner, Sofía Loren, Peter Ustinov, David Niven, James Mason y un largo etcétera, recordando por ser todavía personaje actual, que por allí rondaba la madre de Tita Cervera exhibiendo a la recién miss mundo, como si la llevara de "pastoreo". Bueno, tú ya entiendes lo que quiero decir, añade irónicamente.

Los inviernos iba a Arosa, al hotel "Kulm", en calidad de medio jefe de rango "frac" de rigor, guantes blancos, desfiles de gala cada semana de Ninna Ricci y Cristian Dior, orquesta de profesores "Hazzy Osterwald Sextet", lugar frecuentado por los Von Krupp y muchos millonarios alemanes y en primavera regresaba al "Au Domino" pero ascendido a jefe de rango y reemplazante de maître y, cumplidos los veintiún años (la mayoría de edad entonces), siguió en ese puesto hasta febrero del 1965 en que regresó a España ya que tenía que hacer la "mili".

Destino: Ifni

Desde aquel ambiente de refinamiento y del contacto diario con la nobleza de sangre europea y los archimillonarios, al llegar a su casa le dicen que le ha tocado IFNI (a buscar en un mapa para saber donde para ese sitio) y que se irá en el tercer reemplazo, mientras que a un primo hermano le ha tocado el primer reemplazo y también al Grupo de Policía de Ifni, por lo que volvió a Suiza y durante el verano ejerció por primera vez de director de hotel, cargo que después de la mili lo desempeñó durante diecisiete años más. Es obvio que durante este tiempo aprendió la disciplina hotelera suiza, mucho más fuerte que la militar española, aunque le hiciese llorar.

Compañía Mixta de la Policía de Ifni donde estaba el primo Jaume
Compañía Mixta de la Policía de Ifni donde estaba el primo Jaume

Su primo Jaume, el del primer reemplazo, le escribió contándole que hizo el Campamento de Reclutas con el Sargento Rey y, como que era "fofo", perdió 18 kg durante el periodo de instrucción, teniendo que ser ingresado en el hospital por una hernia, que se le complicó al ser alérgico a los antibióticos... (Como verás ‒me dice‒ las noticias no eran para echar cohetes). No obstante, después, como era profesional carrocero de la EBRO, entró en la "Compañía Mixta" de la Policía que mandaba el capitán Atienza Vega, llegando a ser "Policía 1ª y Jefe de Taller". Jaume, que en esos seis meses de "mili" conocía a todos los Jefes y Mandos, fue preparando su llegada ¡mi primo habla idiomas!, ¡mi primo aquí y mi primo allí!, de tal forma que cuando llegó en el mes de octubre se encontró a Grau (Cabo furriel del campamento, que después se casaría con la hija del Teniente Coronel Mena), así como a que todos los instructores veteranos (Bazán, Piedra...), eran del reemplazo de su primo Jaume.

El camino parecía estar allanado y, si tenía suerte (según le dijeron), estaba predestinado a ser el del "Aeropuerto". De momento, el cabo Grau le informó que pasaba a ser "su secretario" para las tareas del campamento en que pudiera ayudarlo, tareas que no supo en qué consistían pero que le hizo ir ilusionado hacia el lugar donde estaba el campamento (cerca de la ciudad, al lado del Matadero Municipal, en una planicie sobre el acantilado sobre el océano).

En el campamento de reclutas 

Al llegar a aquel paraje pudo comprobar que las chabolas estaban por articular y en vez de hacerlas montar, los dos cabos Primero, Galván y Mejías, les dieron la bienvenida mandándolos bajar por el camino de cabras del acantilado, haciéndoles subir unas piedras de unos 12 o 15 kg cada una, pero ¡a paso ligero, coño! les iban gritando y cuando llegaban arriba, al borde del precipicio, les atizaban con el cinto... La indignación por aquel trato vejatorio e injusto hizo que Eduardo soltara la piedra que llevaba, al tiempo que agarrando el cinto y tirando de él fuertemente consiguió que el cabo 1º perdiera el equilibro y cayera al lado del precipicio suspendido del cinto que seguía aguantando... Entonces (añade Eduardo) lo miró a los ojos y el cabo 1º miró los suyos como preguntándole ¿y ahora, qué? Sencillamente, lo subió hasta dejar al cabo 1º a salvo de caer, recogió la piedra y la puso en el mismo montón que los demás.

Sobre este acantilado se hallaba el Campamento de Reclutas
Sobre este acantilado se hallaba el Campamento de Reclutas

Tras el incidente de "bienvenida" pasaron a montar las tiendas, repartieron a los reclutas en las diversas chabolas que por amaño del furriel, o porque debía ser así, de los quince de la suya 14 eran catalanes y valencianos: el 15 apellidado Correa, canario y muy buena persona lo tomaron como "protegido" de ellos. Por la noche entro el cabo 1º Galván (el del cinto) en la chabola de Eduardo y lo primero que dijo, paseando la mirada alrededor como los toreros: ¡busco a alguien con mala leche! y encarándose con el narrador (sin duda recordando el incidente del acantilado), le espetó ¡TÚ! Tú vas a ser desde ahora mi secretario. Y en "secretario" se convirtió llevando una libreta registro de todos los reclutas que se equivocaban en teórica, a cambio (al parecer) de no preguntarle nada a él, aunque un día que le preguntó y no supo la respuesta: ¡Quince vueltas al campamento con la novia y los brazos en alto! A la vuelta once y media cayó extenuado y es la vez (confiesa) en que lloró de impotencia, de rabia viril, porque su cuerpo no tenia mas fuerzas. Pero como que se lo había ganado, estima que estuvo bien castigado.

Estando en el campamento recuerda que el día en que se celebró la llegada del nuevo general (Don Marino Trovo Larrasquito), fueron a buscar a todos los que sabían hacer de camareros y se apuntaron tres o cuatro. Les trajeron las chaquetillas para que se las probaran, lavaran y plancharan; eran de tallas normales aunque para la suya fueran pequeñas (sobre todo de mangas) ya que su estatura entonces era 1,96 metros, y (dice entre risas) no se le ocurrió otra cosa que coserse unas mangas postizas confeccionadas con los calzoncillos de reglamento que aun no había estrenado... Confiesa Eduardo que no era un modelo Dior, pero salió del paso, gracias a que por estos mundos había aprendido a coser, lavar, zurcir, almidonar cuellos, pecherines, puños, camisas, etc. etc.

Al día siguiente, temprano, se presentaron en el Casino de Oficiales, morenos, con el pelo reglamentario y más "pegaos", como se dice, que nadie. Al primero que se encuentra Eduardo, una vez instalado en su profesión, es a un legionario montando la mesa principal: lo mira y le pregunta, ¿tú eres camarero? ¡Pero no ves lo que estás haciendo! ¡Una, las flores!, quiero que me las pongas formando los colores de la Bandera frente al sitio de honor, y después un clavel rojo, otro amarillo así, estirados decorando la mesa... Y a continuación: ¡dónde vas con estos cubiertos!, ¿Es que no tenéis "blanco de España"? ¡Hay que fregarlos, que están amarillos! El legionario se excusó diciendo que no tenían, a lo que Tauler, ya en plan de "director de hotel" con latiguillo militar le contesta que no le valía la excusa, pues con el barrillo fino de las macetas de flores los podía limpiar y se lo ¡hizo limpiar! mientras él arreglaba la mesa.

Eduardo y el “gastador” legionario
Eduardo y el “gastador” legionario

En ese menesteroso trajín (Eduardo de jefe y el legionario de "pinche") entró el capitán Cuevas (Don Emilio Cuevas Puente) y le pregunta al legionario: CAPITAN, ¿qué tal te van los ayudantes que te he mandado? En ese momento (amigo Jorques) si me pinchan no me encuentran una gota de sangre; quise fundirme. El legionario no llevaba galones ni plaquetas que lo identificara y lo había confundido con un soldado raso, tratándolo de tu a tu, pero con tono de superioridad. Y cuando el capitán legionario contesto: mira, aquí me tienes; este recluta me tiene arrestado fregando cubiertos. El capitán Cuevas le miró con su típica sonrisa mitad cachondeo mitad que te la pego, pero al final del banquete fueron felicitados y este fue su primer contacto con los oficiales y jefes. Por cierto, añade Eduardo, que aquel capitán legionario dejó los cubiertos limpios y brillantes como una patena.

Los reclutas de la Policía iban todos los domingos desde el campamento, a oír misa al acuartelamiento de la Legión, había una especie de prurito para pegar la palmada más fuerte que los legionarios (¡Ay si salía floja!). Ade¬más, continua Eduardo, al ser el más alto tenía la responsabilidad de llevar la formación, pero (reconoce) que le gustaba. Y aunque miraba atentamente nunca más coincidió con el capitán de la Legión al que durante una hora tuvo a sus "ordenes", pero sí que trabó relación con un gastador, músico de profesión, paisano suyo (de Ullastret, un pueblo entre La Bisbal d´Empordá y Torroella de Montgrí), que se llamaba Jordí Bofill que, curiosamente, tras licenciarse se hizo fraile; en Sidi Ifni puso en escena el Pesebre Vivent d´Ullastret. Se hicieron buenos amigos e incluso fue a saludar a sus padres en Ullastret.

En la Compañía Local de la Policía

Tras la Jura de Bandera en el Cuartel de Tiradores y destino de los reclutas a las diversas compañías de la Policía, a Eduardo lo destinaron a la Compañía Local en espera que el que ocupaba el destino del "aeropuerto" fuese licenciado (faltaba un mes y medio). Este era de Pineda de Mar y es el que está a la derecha suya en la foto del bar. Se llamaba Deglascá; también, en esa foto está Adrià Gual, el barman, y el de uniforme, el cabo 1º de la Policía Fermi Borras, con el cual –dice– continúa estando en contacto. Por cierto, añade, Adrià Gual, era nieto del escritor de teatro del mismo nombre cuya compañía dirigía Ricard Salvat, mientras estaban en el Campamento; fue la compañía que estrenó por primera vez teatro en catalán en Madrid, en el teatro María Guerrero. A él le supo mal no poder estar allí, ya que también era actor de la compañía; más tarde, ya en el Romea de Barcelona, le presentó a Ricard Salvat y en el café del Teatro, en las Ramblas, a María Aurelia Capmany, que desde luego era todo un carácter. Falleció a los cinco años de haber terminado la mili.

De “cliente” en un bar del pueblo
De “cliente” en un bar del pueblo

Estando ya instalados en la Compañía Local, recuerda Eduardo, que llevaban los rombos en el uniforme de color azul marino oscuro; decían que era para que todo el mundo supiera que para dar "leña" no se lo pensaban dos veces. Personalmente solo vio una actuación violenta en ocasión de salir de pareja con un gallego veterano, cuando en un local situado frente a la Mezquita había un policía nativo que estaba "trompa" y al llamarle la atención el moro lo agredió cogiéndolo por las trinchas; el compañero, ni corto ni perezoso, sacó su defensa y al primer golpe se le cayeron al nativo un par de dientes y no pasó nada más. Desde luego, reflexiona Eduardo, ese gallego era muy convincente; era el jefe de pareja y tenía que hacerlo pues le habían intentado agredir.

De estos servicios como policía recuerda que una noche en la calle de la Mezquita, al fondo del todo, los bares tenían que cerrar a las 11 de la noche, pero allí había un portal de madera en cuyo interior sabían que era un bar y como ya pasaba de la una de la madrugada su compañero, el gallego, miró por el ojo de la cerradura, desenfundó la pistola y le dijo ¡desenfunda y cúbreme! Montaron las armas y de dos patada en la puerta (como en las películas) se abrió y dentro estaban los "clientes"... Un teniente de la Legión, un cabo indígena de la Policía, otro policía indígena y el que regentaba el bar, que cree era también era otro policía nativo. Todos quedaron sorprendidos y el Teniente que les decía ¡chavales, que os la jugáis! y lo repetía, pero ellos replicaban que a horas prohibidas estaban bebiendo y fumando hierba, así que "el gallego" (¡menudo era!) les dijo: ¡eso se lo cuentan al Oficial de Guardia! Así que cerraron el local y, uno detrás del otro, hasta el Retén de la Local a esperar al Oficial de turno. No sabe como acabó, pero no escuchó ningún comentario al respecto en los días siguientes.

El policía Eduardo Tauler en el cuartel de la Local El policía Eduardo Tauler en el cuartel de la Local
El policía Eduardo Tauler en el cuartel de la Local

Comentarios no los oyeron, pero en los día sucesivos media compañía, que no estaba de servicio, fueron llamados para hacer una zanja en la calle a pico y pala, justo entre la compañía y las oficinas de enfrente. Aquello para Eduardo (el pico y la pala) eran armas nuevas, y a las dos horas tenía las manos con llagas reventadas, por lo qué empezó a coger el pico con parsimonia, levantándolo y dejándolo caer por su peso ¡qué alivio! Fantástico sí eso hubiera podido seguir a tal ritmo toda la jornada, pero al rato vio, desde el interior de la zanja, agachado, unas botas, otras botas, unos zapatos negros y brillantes y escuchó una voz que decía; ¡A este gracioso lo tenéis a pico y pala una semana! De momento no pensó que fuera para él y compadeció al pobre que le había caído el arresto, pero al levantar la cabeza y comprobar que todos le estaban mirando, se apercibió que allí enfrente estaban el capitán Cuevas, el Sargento 1º y otro Sargento. Los miró sorprendido enseñándoles las manos y el capitán le preguntó que cual era su profesión (con tanta soldadesca era imposible que se acordara del "incidente" del Casino de Oficiales) y al contestarle que era director de hotel y que estaba en la compañía esperando el destino del "aeropuerto", inmediatamente les dijo a los sargentos que me relevasen de mis funciones. Como ya verás más adelante –añade– los cinco muchachos del Capitán éramos de Servicios Especiales e intocables, 4 catalanes y un valenciano.

El cuartel “Local” de la Policía de Ifni
El cuartel “Local” de la Policía de Ifni

Ahora –me dice– le viene a la memoria que el bar que sale en la foto (Los Piratas) lo decoraron ellos, haciendo "Collage", con los catalanes de moda, Adrià, Matéu, Deglascá, Fermí y él, y que el propietario del bar quedó tan contento que muchas veces les invitaba, ya que estaba cerca de la compañía y le hacían "ambiente"; en el "collage" habían periódicos, platos y pedales de bicicleta, todo pegado con yeso y con las manos; o sea una obra maestra.

Escarbando en los recuerdos de aquellos tiempos dice Eduardo que continúa teniendo presente un día en que se hallaba de retén en la compañía y llamaron por teléfono diciendo que un nativo se estaba ahogando y que había sido presa de las olas en su resaca. Al momento salieron con el jeep el cabo 1ª, el chofer y cuatro números, bajando por "Marina" y al llegar vieron el cuerpo en la playa y la mar embravecida, teniendo que esperar a que la ola se retirase para entrar con el jeep a toda "pastilla", saltando dos de los policías, agarrando el cuerpo y casi tirándolo dentro y subiendo al unísono, sin pensarlo, vio que estaba vivo y sin decir nada ni pensarlo empezó a practicarle la respiración artificial boca a boca y masaje cardíaco hasta que en el jeep llegaron al Hospital; allí mismo lo pusieron sobre el banco de la entrada. El Capitán Médico le dijo que prosiguiera con las maniobras, que lo hacía bien. El joven nativo sacó hasta su primera papilla. Le había salvado la vida. Hoy, añade Eduardo, ¡volvería a hacerlo!

¡Servicios especiales! ¡Al aeropuerto!

Conforme vamos avanzando en esta charla-entrevista, a Eduardo le van saliendo los recuerdos, sus vivencias, como salen las cerezas de un cesto, engarzados uno con otros, sin un orden cronológico riguroso. En este momento trae a colación a un teniente (no recuerda el nombre) alto, delgado y con gafas, que buscaba un chofer para el Land Rover (blanco y rojo); había probado a unos cuantos y por lo visto no le convencieron. Le llamó preguntándole si quería probar, asintiendo. Comprobó enseguida que el vehículo estaba bastante "cascado", pero como que se había sacado el carnet de 1ª y tenía el 2ª suizo, le dio unas cuantas vueltas haciendo ochos derrapando, con dobles embragues incluidos. La exhibición parece que le gustó pues le ofreció la plaza, pero tuvo que continuar buscando al decirle que estaba destinado al aeropuerto.

Ahora solo me falta contarte –añade– el día que el teniente Santamaría (cree que era el yerno del Teniente Coronel Mena) les hizo formar en el patio de la Local para preguntarles por sus respectivas habilidades profesionales, con el fin de repartir destinos: A la voz de ¡electricistas! ¡Yo, yo!, ¡albañiles! ¡Yo, yo! ¡IDIOMAS! (repercutía en el destino al Aeropuerto): un madrileño levantó la mano y Eduardo también. El teniente le pregunto al madrileño cuantos hablaba a lo que él le respondió: francés, alemán, inglés, italiano y castellano. Mi teniente, le contestó a su pregunta: inglés, francés, alemán, italiano, castellano y catalán. El teniente Santamaría le dijo que no sería tanto, a lo que Eduardo le contestó (con aquello que ponen las gallinas) ¡cuando quiera, puede usted comprobarlo! Y, ¡se ganó el destino! ¡Servicios especiales!

El carnet de identidad de “Servicios Especiales”
El carnet de identidad de “Servicios Especiales”

Dice que se había olvidado contarme que al segundo día de Campamento conocieron al teniente Tejedor, que le dijo que tenía que darle clases de francés, que empezarían un día de estos; nunca empezaron, pero un día cuando ya ocupaba su destino, por la frontera, nadie sabe cómo, entró un Volkswagen escarabajo con 4 alemanes y un jamón serrano... (sí, decían que la carretera de Marruecos-Agadir estaba minada), la cuestión es que al día siguiente el teniente Tejedor como oficial de semana, el chofer y Eduardo como intérprete fueron a devolver a los alemanes a la frontera, YYYYYYY.... pasaron la 1ª línea, la 2ª línea, hasta llegar a la tercera, donde se encontraron con un soldado marroquí que se afeitaba en un montículo, con el espejo clavado en un palo. El teniente Tejedor, en un francés más que correcto, les dijo que allí se los dejaba. Me parece, dice Eduardo, que lo único que dijo fue "Salahm-Alaikum". ¡Vivir para aprender!

Su compañero Deglascá, le puso al corriente de lo que tenía que hacer. En la oficina del capitán Cuevas estaba también la oficina para los tres Guardias Civiles que había en Sidi Ifni cuyo trabajo compartían; por la mañana a las 9 salía de la compañía, cruzaba por el ZOCO nuevo, se tomaba un café con leche y churros y se reunía en la oficina de Iberia con el Sr. Marrero, Guardia Civil con el cual compartían el trabajo de anotar todos los pasajeros, sin excepción, que salieren de Sidi Ifni y si tenían algún problema, el delegado de Iberia Sr. Vinué lo solucionaba. Por cierto, añade, que años después se lo encontró por las Ramblas de Barcelona. Después, a las doce, a comer a la compañía y solucionar alguna cosa, por la tarde, a las dos, los pasaba a recoger el Land Rover y los llevaba al Aeropuerto a esperar el avión de Iberia DC10 que venía, uno de Sevilla y el otro, un día de Villa Cisneros-Aaiún y otro día de Las Palmas. Todos los pasajeros que se quedasen en Sidi Ifni, fuese quien fuese, le tenía que enseñar el DNI para anotarlo, como entrado en el territorio.

Aeropuerto de Sidi-Ifni
Aeropuerto de Sidi-Ifni

Esto sí –rememora– todos los oficiales, mandos, civiles, etc. le pedían que les tradujese el librito de instrucciones del Mercedes o Ford Taurus que se habían comprado; hay que pensar que a la mayoría, sobre todo a las chicas, les encantaba ver llegar a los aviones, mientras, "sus clientes" le invitaban a un whisky en el bar del aeropuerto (nunca cobró nada por una traducción, pero en la mayoría de sitios se encontraba con que el gasto que había hecho ya estaba pagado).

El trabajo era rutinario, pero cuando terminaba en el aeropuerto se iba, después de dar la novedad en el Retén, al cine y, cada dos o tres días, iba el chofer del Land Rover y empezaba a buscarle entre el público: ¡Aeropuerto, aeropuerto!; se levantaba de la butaca y le preguntaba que había pasado: por ejemplo, una avioneta francesa o belga que venían o iban al Senegal o a Costa del Marfil y hacía escala por la tarde-noche.

Los tenía que atender, sobre la ropa de paisano que vestía llevaba un escudo de Iberia para disimular y como empleado se hacía pasar; les arreglaba los papeles para evitarles molestias, datos de la avioneta, pasaportes etc., después le preguntaban por un hotel, llamaba un taxi y los hacía llevar, Eduardo de escolta, siempre con ellos, al hotel España hablando siempre cordialmente con los momentáneos turistas. Una vez allí, lo más normal era que le invitasen a cenar con ellos cosa que él aceptaba al momento. En caso de que no le invitaran, llamaba a sus compañeros de la oficina y les montaba un servicio de vigilancia variable según las circunstancias. Si cenaba con ellos, en la oficina abría una ficha con la matricula de la avioneta y su documentación, con un pequeño resumen sobre lo que se había hablado y cuáles eran sus intenciones (en caso de accidente podría haber sido de gran utilidad). Si no cenaba con ellos, al día siguiente se reunían con los compañeros de la vigilancia y juntos hacían el raport. Un día, recuerda Eduardo, un profesor belga de la universidad de Louvin, le invitó para dar una vuelta hasta las Palmas ¡cualquiera le decía que estaba haciendo la mili! Lo de las avionetas era muy frecuente, por lo que Eduardo estaba de servicio permanente, aunque estuviese disfrutando de una película en el cine Avenida.

Siguiendo con su narración rememora el día en que se le presentó en la barra de recepción un teniente del Estado Mayor, que le traía el DNI del General; estaba Eduardo escribiendo y el teniente, muy serio, le preguntó. ¿oye, chaval, no sabes que cuando hablas con un superior tienes que cuadrarte?, su respuesta fue: tengo ordenes de mi Capitán de que cuando estoy de servicio de paisano no me cuadre ante nadie, de todas formas ya le diré al Capitán Cuevas lo de su patinazo, además, como policía, estoy las 24 horas de servicio. Cuando se lo dijo al capitán Cuevas no le invitó a whisky (se ríe), pero dijo que había obrado correctamente y se puso a reír abiertamente.

¡Hola Aeropuerto, buenas noches!

Al aeropuerto fue un día un jefe de cabila que Eduardo ya tenía visto. Destacaba con su chilaba de seda de color azul y su impoluto turbante blanco, invitándole a una boda a celebrar en una dirección que le dio. Otro día, la invitación fue para un "bautizo" y así varias veces. Eduardo, dice, que no se perdió ninguna de las celebraciones que tenían lugar en casas particulares en las que al entrar, a la derecha detrás de unas cortinas, estaban las mujeres, a él le hacían sentar en un cojín (puf), le lavaban la cabeza con perfume, le traían una vasija de cerámica con tapadera elevada, jabón y le echaban agua cuya ¿limpieza? no se veía por quedar debajo de la tapadera, comían con los dedos, pollo, cus-cus y manjares que ya no recuerda o no distingue en la lejanía del tiempo pasado. Después entendió que aquella gente, aquellos bereberes cuyo nombre de tribu tampoco recuerda, eran gente agradecida, por haberle hecho la respiración artificial a uno de ellos y siempre le demostraron sus simpatías. A veces, de noche, salía Eduardo solo con la chilaba azul oscuro, la pipa y un par de cargadores que nunca tuvo que usar, y se paseaba por el barrio moro, se sentaba en una piedra, con la chilaba que le tapaba y si pasaba algún nativo delante de él le decía ¡Hola Aeropuerto, buenas noches!

La famosa trapecista “Pinito del Oro”
La famosa trapecista “Pinito del Oro”
El Hotel España, en la plaza del mismo nombre
El Hotel España, en la plaza del mismo nombre

De este servicio militar tan atípico que el director de hotel suizo estaba realizando, le viene a la memoria las fiestas de la Virgen del Pino de aquel año, para cuando regocijo de todos acudió la trapecista canaria "Pinito de Oro". El teniente Armendia le pidió a Eduardo que fuese el encargado-relaciones públicas de la caseta de la Policía. Sus compañeros hicieron de barmans. Tenía todas las mesas reservadas, por si las moscas: una para el Gobernador Militar, don Marino, y otras para diferentes compromisos, cuando llegó un señor con su familia y se sentó en una de las mejores mesas. Eduardo, ni corto ni perezoso, fue hacia él y le dijo que aquella mesa estaba reservada, a lo que con tono de guasa le espetó "Chaval aquí no hay ningún cartel que ponga reservado" (Eduardo sabía que aquel señor de paisano era el comandante Cesar, el terror de los soldados de Tiradores) y no obstante le contestó que cuando llegase el General para ocupar aquella mesa que se lo dijese a él, eso de que no estaba reservada. Se levantó y le pidió donde sentarse, le dio otra mesa y en paz. En esa mesa hizo sentar a un cabo 1º de la Legión con su familia; el General tenía otra mesa reservada y el teniente Armendia recibía la felicitación del comandante Cesar por haber puesto a un chaval con carácter, ¡sí señor!, y a Eduardo también le felicitaron.

Reflexiona Eduardo sobre algunos comentarios que ha leído, referentes al Teniente Coronel Mena, que a él, personalmente, le han parecido injustos. Le parece ser muy pequeño para juzgarle, pero lo que si puede decir es que era una persona muy MILITAR, en mayúsculas, y muy disciplinada. Si cuando iba por la calle se lo encontraba (Eduardo vestía de paisano) le hacia un pequeño gesto con los brazos y le devolvía siempre el saludo.

Los buenos servicios siempre se premian

En el campamento le habían sacado una verruga de la cabeza un teniente Médico (catalán); le puso primero un hilo de seda para secarla, después como que le saltaba el hilo se la cortó a tijerazo limpio, le puso una gasa y un esparadrapo por lo que estuvo unos días sin cortarme el pelo, cosa que en una de las revisiones que hizo al campamento se lo comentó al teniente Tejedor. Más tarde en una de las misiones que me encomendó el teniente San José, una vez resuelta, el teniente Coronel Mena le hizo formar con uniforme en el patio de la Local con toda la compañía, le hizo dar un paso al frente, le felicitó, le dio quinientas pesetas de las de entonces y le dijo lo siguiente: "EL POLICIA SIEMPRE ESTA DE SERVICIO, PERO LOS BUENOS SERVICIOS SIEMPRE SE PREMIAN". Reconoce haberse sentido satisfecho y orgulloso.

En Sidi Ifni, como bien sabes, todo era rutina, pero a veces se rompía, como aquel día, durante las Fiestas de la ciudad, un avión de Iberia procedente de El Aaiún tuvo una avería e hizo escala técnica en nuestro aeropuerto, y los de servicios especiales tuvieron que hacer lo posible para poner a todos los pasajeros en los pocos hoteles de la ciudad. El Delegado del gobierno, con el que Eduardo mantenía buena relación, le mando invitar a los pasajeros que quisieran participar de los festejos, a las casetas y allí organizaron un poco de baile. Todo iba de cine hasta que un sargento de la Legión que ya se había tomado unas copas de más, empezó a importunar, por cuyo motivo el Sr, Delegado le dijo textualmente "chaval, hazlo como quieras, o te llevas a este tío o se te va a caer el pelo" (como si él tuviera la culpa) ¡Manos a la obra! Oye Sargento "lejía", vente conmigo que te voy a enseñar la ciudad; lo metió en un bar, le hizo beber más y lo llevó al hotel "grogui" total, acompañándolo a la habitación donde se quedo dormido como un tronco –ya no salió–.

Durante ese proceso para terminar de emborracharlo, el sargento le informó de que en El Aaiún había ocurrido revueltas y disparos, información que pasó al Sr. Delegado. Al día siguiente llegó la pieza del avión y los viajeros siguieron su ruta, aunque antes estuvo hablando un rato con un soldado de Tropas Nómadas de El Aaiún, al que un par de años más tarde, cuando Eduardo iba por la carretera, cerca de Girona, en su Seiscientos Abarth, luces de larga distancia, niebla, ensanchadores de eje trasero, culata rebajada y dos salidas de escape, mira por el retrovisor y ve que a un motorista de la Guardia Civil (el antiguo soldado de Nómadas) quien, adelantándolo le hizo detener el coche, aparcó la moto. Eduardo le pregunta si puede parar el motor y si puede bajar del coche, a lo que le respondió afirmativamente. Le miró fijamente y le pregunto si era "el del aeropuerto de Ifni" ¡Si hombre, sí! Le dijo que el jefe de pareja lo había mandado a por él porque no llevaba las luces a una distancia reglamentaria (20 centímetros una de la otra). Mira, le dijo"como que tengo que obedecer solo te pondré 500 pesetas de multa. ¡Y a callar!

Una tarde-noche les informaron que la cañería del agua que suministraba la ciudad desde los depósitos, había sido rota, por lo visto fue algún pastor, la cuestión es que se desplazó con otros dos compañeros de los servicios especiales, siempre de paisano, allí se les hizo de noche y con la linterna sobre el suelo continuaron la vigilancia hasta que los relevaran a las diez de la noche; mientras jugaban a los "chinos" para matar el tiempo (deporte muy español) sobre las 21:30 horas vieron una luz que se acerca por lo alto... No hay que olvidar, dice Eduardo, que Sidi Ifni no era Gerona ni ningún otro lugar de España, por lo que tomaron precauciones, separándose y camuflándose entre las tabaibas con la "pipa" (pistola del nueve largo) a punto, y a esperar, hasta comprobar que era una patrulla de soldados, pero no podían decir nada ni hacer nada ya que no sabían el Santo y Seña del día, iban de paisano y armados, por lo que esperaron a que pasaran a unos veinte metros de donde ellos estaban y al cabo de un rato, sigilosamente, bajaron al pueblo donde lo primero que hicieron fue tomarse un buen "cubata"; luego, en la compañía, escribieron el parte y a dormir. ¡Servicio cumplido!

El cabo 1ª de la Policía del puerto (el recientemente inaugurado transbordador) era su buen amigo Fermí, con el que cuando bajaba la marea colocaban entre roca y roca una red y cuando volvía a bajar estaba llena de pulpos como el puño, quisquilla y alguna que otra cosa, que con la bolsa llena de lechugas, cebollas y tomates comprados en el Zoco preparábamos una ensalada y en una lata de "Esso Oil" abierta, mal salteaban los pulpos y lo pescado... Puedes creerme, dice Eduardo, que no he comido rancho de pescado tan bueno como aquellos. ¡No todo eran malos ratos!, añade, como el que me pasa a relatar.

Algún mal trago

Un día pasó un mal trago con un encarguito que le dieron sus superiores. Fue algo especial, tan especial que, a pesar de los años transcurridos, no puede contar. La cuestión es que durante el "trabajito" tenía Eduardo que tratar al General Marino Trovo y al Capitán Rascón y a los demás personajes invitados, de forma informal, de tú, como si hubieran "comido fideos" juntos toda la vida; así lo hizo, pero siempre dentro de una discreta distancia.

Es una pena, se lamenta Eduardo, no haber llevado un diario en el que anotar por lo menos fechas, por lo que solo puede decir que un día llegaron al Aeropuerto unos comerciantes del Puerto de la Cruz que querían ejercer venta ambulante de cortes de tejidos por la ciudad y que se marcharían al día siguiente. Ellos, para poder cobrarles los impuestos que gravaban la actividad les contaron los cortes textiles que llevaban y quedaron que a la salida de Sidi-Ifni se contarían los que quedaban y según los que hubieran vendido harían el cálculo. Hasta ese momento todo bien, pero resulta que al regresar del servicio en el Aeropuerto, estaba dando una vuelta por la zona de la Mezquita y se encontró con un corro de gente y en el centro los vendedores pregonando su mercancía: ¡dos cortes de traje barato, baratooo! y ¡encima os pongo este reloj de caballero! ¿Quién se lo queda? ¡Venga, venga también este reloj de señora! ¡Venga, para usted! ¡Tenga, como siga así me arruino! Los estuvo observando un rato, llamó a la pareja de vigilancia en el distrito y se los llevaron detenidos al Reten, poniéndolo en conocimiento de Capitán Cuevas quien le dijo que bien hecho y, aquella noche, los vendedores ambulantes durmieron en el calabozo. Le supo muy mal, a Eduardo, que después de la confianza que les habían dado él y el Sr. Marrero (el Guardia Civil) no les declarasen la cantidad de relojes que llevaban para mercadear con los nativos. Cuando salieron de Ifni, antes de subir al avión, le dijeron: ¡ya vendrás por el Puerto de la Cruz, ya! ¡te regalaremos un "corte"! (supone que se referían a un corte de navaja). Añade Eduardo que ha estado tres veces en Puerto de la Cruz, una en Las Palmas, otra en Fuerteventura y dos en Lanzarote y la Graciosa, sin haberse tropezado, afortunadamente, con los charlatanes aquellos.

El trabajo bien hecho

Los archivos de la Policía estaban, cuando llegaron a sus destinos, tras el Campamento, desperdigados y muy poco ordenados. El Capitán Cuevas prometió pagarles una merienda si lo arreglaban y cual no fue su sorpresa cuando llegó por la mañana del día siguiente, todo estaba "perfectamente ordenado": habían trabajado toda la noche. A las seis de la tarde, les dio 500 pesetas (100 para cada uno del Grupo de Servicios Especiales) con las que se fueron a merendar al Bar Twist, ¡a reventar!

Todos los oficiales del cuerpo de Policía disponían de un alfiler de corbata con el escudo de nuestro Grupo. Cuando el Capitán Rascón asumió el Mando del Grupo de Policía se personó en la oficina y le hizo entrega a Eduardo de un alfiler junto con la carta siguiente:

Carta de felicitación del capitán Rascón

A la derecha, el capitán Rascón, en el Casino de Oficiales
A la derecha, el capitán Rascón, en el Casino de Oficiales

¡Fue una gran satisfacción! Como se había incorporado a su destino el día cinco de Noviembre de 1965, el día 6 de Noviembre de 1966 (un año y un día, como dirían los Juristas) el General Militar don Marino Trovo Larrasquito le citó en Palacio a las 10 de la mañana por mediación de su Capitán Jefe del Grupo, Don Luis García Rascón, (E.P.D.) y le comunicó don Marino que había llegado a su oídos que le haría ilusión marcharse con permiso indefinido, le pregunto que cuando, y la respuesta fue contundente ¡HOY!... Hombre Eduardo, dijo el General, hoy, hoy, y jugándose el físico le replicó: si S.E. no lo logra que me marche hoy, no lo logra nadie. Don Marino de titubeo: Vete a ver al Secretario General y que te dé el permiso ¡ah! gracias por todo y buen viaje.

¡ADIOS SIDI IFNI! ¡Inch Alah!

Cuando Eduardo se lo dijo al Secretario General no se lo creía, por lo que telefoneó al General, y acto seguido, de golpe, se puso firmes, diciendo ¡si mi General! ¡A sus ordenes mi General! Acto seguido le dijo, toma chaval toma, aquí tienes este permiso y perdona.

La 'Moreneta' de Montserrat
La 'Moreneta' de Montserrat

A paso ligero llegó Eduardo a la oficina de Iberia, diciéndole al Sr. Vinué que quería un billete para Sevilla-Madrid-Barcelona, se despidió de todos sus conocidos, recomendó al cabo 1º Fermí Borras para ocupar su puesto y ¡ADIOS SIDI IFNI! ¡Inch Alah!

El viaje, parada en Sevilla tres horas con dos soldados más, descubrimiento de una Venta a las afueras del aeropuerto (más barato): 3 chatos de vino amontillado con tapita 3 pesetas, se tomaron unas cuantas rondas. En Ifni valía 6 pesetas (Vinué era el importador) en cambio una ración de percebes fresquísimos en Ifni valía 5 Ptas., en la Península 100 pesetas. Llegó a Madrid, de allí con el puente aéreo a Barcelona, las 2 de la mañana, allí le esperaban sus padres con su primo, el ex policía. Al día siguiente a las 9 de la mañana, con la Lambreta de su primo se hace llevar a Montserrat, se pararon en "ELS BRUCS" a beber vino de los porrones que había en los bares de la carretera para los transportistas, ¡riquísimo! Fue a besar a la Virgen y darle las gracias y así termina este relato iniciado en Estartit el 9 de Febrero de 2012 y concluido cuando está finalizando el presente 2013.

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