Fuente: La Rioja.com
El autor, ganador del Premio Logroño de Novela en el 2010, asegura que a Marruecos llegaron militares mal equipados
David Torres se inspira en la contienda del Ifni para escribir una novela con Miguel Gila como personaje
Soldados españoles vigilan los movimientos del Ejército de Liberación Marroquí en Sidi Ifni. :: R.C.
Fue la última guerra colonial en la que combatieron españoles en defensa de la metrópoli, pero de ella apenas hay rastro en la memoria colectiva. Sin embargo, la guerra del Ifni fue más que una refriega. Allí, en el secarral marroquí, muchos soldados quedaron abandonados a su suerte. Muertos de sed y hambre, armados a veces con mosquetones de la Guerra Civil, cruzaban las brasas del desierto calzados con alpargatas. Pese el pasado africanista de Franco, la contienda del Ifni no fue un asunto de portada en los periódicos de finales de los años cincuenta. La propaganda de la dictadura quería mantener la ilusión de que España, a diferencia de Francia, mantenía la paz en sus colonias. De este conflicto trata 'Todos los buenos soldados' (Planeta), una novela en la que David Torres urde una historia en las que concurren varios asesinatos, contrabando de kif y corrupción en el estamento militar. «Franco dejó a los soldados vendidos probablemente porque la realidad, una vez más, no coincidió con su fantasía paternalista de que a sus moros les encantaba estar bajo la mano protectora del Gobierno español», dice el autor.
El escritor David Torres denuncia el olvido en que ha caído
un episodio de la historia española. La de Ifni, como casi todas las
guerras, fue cruel, sangrienta y trufada de episodios grotescos que
parecen extraídos de las historias que Gila contaba al enemigo al otro
lado del hilo telefónico. Y el cómico viene aquí a cuento porque es un
personaje relevante de la novela. Él, Carmen Sevilla y otros artistas
volaron la Nochevieja de 1957 a Sidi Ifni para entretener a las tropas
españolas sitiadas en la ciudad. «La guerra de Ifni parece calcada de su
famoso monólogo bélico, aunque él ya lo tenía bastante perfilado desde
mucho tiempo atrás, ya que Gila combatió en la Guerra Civil e incluso
sobrevivió a un fusilamiento. Sólo que él lo contaba con ese humor negro
suyo inimitable: 'Me fusilaron mal'».
El novelista creía al principio que el resultado de su
empeño iba a ser una novela de humor, pero le ha salido un relato
macabro y brutal, igual que los soliloquios de Gila. La atmósfera
opresiva de la disciplina militar, el ruido del mar y el color de
desierto son los pespuntes de esta historia sórdida.
Marruecos siempre fue un campo de entrenamiento para los
militares españoles. Las masacres perpetradas contra la población civil
en la guerra del Rif se repitieron luego en la contienda del 36. Lo
tiene claro David Torres, para quien las palabras 'guerra' y 'honor'
jamás deberían ir juntas. En 'Todos los buenos soldados' se pone de
manifiesto el divorcio entre españoles y marroquíes, un desencuentro que
se explica por la retahíla de invasiones, violaciones y asaltos
recíprocos.
En la novela cobra un especial importancia un personaje
femenino. Adela, la hija del comandante Ochoa, desempeña el papel de
víctima propiciatoria y exponente de todas las «mujeres maltratadas y
violadas que tenían que sufrir en silencio su destino». «Gila lo contaba
muy bien con su famoso monólogo de la solterona. ¿Qué podía hacer una
mujer soltera en España? Nada, sin la ayuda de un padre, o la sombra de
un marido o un hermano, una mujer no pintaba nada. No podía dirigir un
negocio ni abrir una cuenta corriente. '¿Ha sido niño o niña, doctor?,
decía Gila. 'Ni niño ni niña: ha tenido usted una solterona'».
La inclusión de Miguel Gila como personaje de la novela fue
un desafío alentado por Fernando Marías. En el libro ronda el
fusilamiento que sufrió el humorista en 1938 en el Viso de los Pedroches
y del que salió vivo. «Sufrió cárcel varios años, estuvo en tres
prisiones diferentes y tuvo que cumplir varios años de servicio militar.
Luego ascendió peldaño a peldaño, gracias a su talento único, y llegó a
actuar en El Pardo. Por lo visto, al Caudillo su humor no le hacía
ninguna gracia (tampoco se sabe que a Franco le hiciera mucha gracia
algo) pero a doña Carmen sí y eso le valió una medalla y algún embolado
como el del viajecito a Ifni».
Torres, que ha conocido a muchos 'novios de la muerte',
militares de una pieza, aunque también tipos cerriles y pendencieros
-como los que aparecen en la novela- cree que la Legión es el refugio
ideal para quienes pretenden borrar su pasado y sus culpas. «La historia
del legionario que pegó fuego a un burdel con las putas y los clientes
dentro es verídica».
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