Sidi Ifni, la huella española
Artículos digitales
Escrito por El Mago - Blog El Mirador de Tánger   
sábado, 22 de marzo de 2008

Fuente: Blog El mirador de Tánger (20minutos.es)

Sidi Ifni podría ser una colección de postales. La postal del anciano Alí sentado al lado del mostrador de madera que cierra un almacén de casi 4 metros de alto, rodeado de estanterías hasta el techo, también de madera, completamente vacías. Sobre el mostrador sólo hay un teléfono antiguo, de esos de disco, negro. ¿Qué hace usted aquí? “Nada, esperando por si alguien viene a llamar...”, explica en español, medio en árabe, sin pestañear ni inmutarse.

Alí y su almacén de coloniales y ultramarinos, en otro tiempo a rebosar de tejidos, podría ser la síntesis de una ciudad que conserva aún huellas españolas por todas partes; en especial, en su arquitectura y sus calles. Calles rectilíneas, de amplio trazado; algunas con aire de boulevard... Y la plaza del mercado con sus portales y puestos de verdura, de carne y pescado, de especias...

Sidi Ifni tenía cuando pasó a Marruecos, en 1969, 15000 españoles; de entonces son estas postales difusas, congeladas en el tiempo. Postales como la del bar del Real Madrid, que Hassan administra en su decadencia con la complicidad de los cuatro parroquianos que beben vino o cerveza con él, mientras contemplan las fotos de Gento y otras estrellas del balompié de la época. Postales como la del rótulo del Twist club, detrás de la cual no será difícil imaginar a aquella juventud españolo bailando los ritmos de los años 60. Y postales con rótulos de calles: Calle Sevilla, Calle del Batallón de Ingenieros de Tetuán, Calle Oviedo, Calle del Suboficial Zabala... Y las hay también de edificios en ruinas que un día fueron nobles, como el de la Capitanía General; aunque otros, como la iglesia, son ahora los Juzgados de la ciudad.

España ocupó Sidi Ifni por primera vez en 1476 para proteger la ruta hacia Canarias; de entonces se guarda aquel nombre de Fuerte de Santa Cruz de la Mar Pequeña. Pero España perdió esta plaza varias veces, aunque la recuperó otras tantas, hasta que, en 1934, los españoles se quedaron.

Hoteles como el Belle Vue, asomado a la playa sobre el acantilado y el de La Suerte Loca, acogen, por menos de 20 euros la noche, a viajeros curiosos, algún hippy despistado y surfistas durante todo el año. Por aquí la gente es amable y sonriente; son muchos los que recuerdan a los españoles, pero muy pocos ya los que hablan alguna palabra de español.

 

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