La mili en Ifni (en su contexto y sin politizarla)
Colaboraciones - Manuel Jorques Ortiz
Escrito por Manuel Jorques Ortiz   
jueves, 22 de febrero de 2018

Un buen amigo y camarada que hizo el servicio militar obligatorio conmigo en Sidi Ifni, que, aunque alicantino de origen, vive en Barcelona desde hace casi cincuenta años, me envió un recorte del diario La Vanguardia, edición en español del martes 23 de enero pasado, en el que figura un artículo titulado "Ifni, una memoria colonial incomoda"; mi amigo se hallaba indignado por él, a su entender, sesgo político que el columnista (Josep Playá Maset) le daba a un asunto que ambos (y muchos otros amigos) habíamos vivido en primera persona, allá por los lejanos tiempos de 1961 y 1962.

Me extrañó que las personas que daban su más extensa opinión mantuvieran el anonimato (Jorge, de Sant Andreu) y que otros (Andrés Antebi, Pablo González Morandi, Alberto López Bargados y Eloy Martín, que se identifican como el grupo de trabajo de "Barcelona Metrópoli Colonial") fueran los "comisarios" de una exposición de fotografías sobre la mili en Ifni en el Museo de Culturas del Mundo, que dirige un tal Josep Fornés, y que no aparecieran por ninguna parte los dirigentes más relevantes de la Asociación Catalana de Veteranos de Sidi-Ifni, excepto el nombre de su presidente (Miquel Querol), así como que las fotos en cuestión habían sido aportadas por solo veintitrés de los socios de aquella Asociación de los más de quinientos que la formamos.

Desfile en Sidi Ifni (1964)
Desfile en Sidi Ifni (1964)

Todo el artículo posee, a nuestro entender, un enfoque realizado desde el delicado momento político que vive Cataluña desde hace algo más de dos años, que desembocó a que se interviniera su autonomía por la aplicación del artículo 155 de la Constitución española; y decimos esto por el asombro que nos produce la implícita división que se hace entre soldados "españoles" y soldados "catalanes"; a los primero los silencia, como si hubieran estado en Ifni de vacaciones turísticas y de los catalanes dice que sufrieron mucho y los despreciaban (¿por su origen regional, por su lengua, por ser antipáticos o "garrapas"?). También nos ha llamado la atención un párrafo que bajo una fotografía del "arxiu fotografic de Barcelona" afirma categóricamente que había soldados (además de los "sorteados") que hacían allí la mili en concepto de "castigados" (queda en el aire si, eran muchos o pocos y si se refiere exclusivamente a catalanes), aunque los que estuvimos allí (al menos en nuestro reemplazo) durante un año y medio no conocimos a ningún soldado de "quinta" por tal motivo.

El día 12 de febrero leí (en catalán) lo que publicaba el diario Punt Avui y firma María Palau, bajo el título IFNI, HAMBRE, SED y MUERTE, con referencia a la exposición obrante en el Museo de las Culturas del Mundo (Barcelona) y que subtitula como "La exposición del calvario silenciado que vivieron los SOLDADOS CATALANES de quinta en la última guerra de Franco.

En ese artículo pone la autora el énfasis (siempre con un soldado catalán como protagonista) que los oficiales les decían con claridad, a los reclutas que iban a hacer la mili, que sus vidas no valían nada; que la vida de una persona valía menos que una mula: en la guerra de Ifni exactamente cincuenta céntimos de peseta que era lo que costaba enviar un telegrama a los familiares para comunicar escuetamente que había muerto; y que por la muerte de una mula se tenían que dar muchas más explicaciones; que eso lo decía un teniente (no lo identifica con nombre y apellidos, pero simplifica el plural de oficiales a uno solo); que el pobre recluta veía morir cada día, cinco, seis, siete o diez compañeros (¡puñeta, solo a cinco diarios, en año y medio de mili, o sea 547 días fueron 2.737...! Muchos muertos nos parece para un total de 4000 reclutas anuales!); la columnista, en otro párrafo, cifra los muertos en la contienda de 1957-58 en más de mil (sin puntualizar cuál es su fuente), añadiendo que el equipo de "investigadores" (los ya mencionados por su acolito de La Vanguardia, Pablo González, Andrés Antebi, Alberto López y Eloy Martín) pertenecientes al Observatorio de la Vida Cotidiana, entidad que según su página Web dice ser sin ánimo de lucro, aunque oculta quiénes son sus dirigentes, socios, vías de financiación... Tan solo aparece que Andrés Antebi trabaja para ese Observatorio y que sus publicaciones son reivindicativas del anarquismo); por último, dice recoger el inmenso deseo de hablar que tienen los veteranos de Ifni, muchos de ellos octogenarios, que por fin lo han podido hacer mediante la exposición de fotos en el Museo de las Culturas del Mundo.

Si partimos de la premisa de que pese al catalogado como régimen militar el impuesto por Franco tras la guerra civil, las Fuerzas Armadas que guarnecían las posesiones españolas en el África Occidental eran escasas, dotadas de armamento obsoleto, nutridas con reclutas del servicio militar obligatorio a partir de 1956 por la deserción de numerosos indígenas que habían sido la base de aquel Ejército, tienen razón (y siempre lo hemos manifestado) quienes critican las condiciones en que nuestras tropas se encontraban al ser inopinadamente agredidas el 23 de Noviembre de 1957, pero esas condiciones desfavorables y deplorables lo eran para todos los soldados españoles y no solo para los oriundos de Cataluña como los columnistas periodísticos e incluso un documental emitido por la televisión catalana afirman. En ese documental vemos hablando a nuestro buen amigo y compañero Enrique Escribano Bergadá (puede ser consultado pues lo tiene subido a su Web el meritado Observatorio). Como hemos dicho antes, todos dan a entender con mayor o menor claridad los tremendos agravios sufridos por los catalanes; es como si los catalanes hubieran llevado un distintivo regional que los distinguiera (al modo de los judíos durante la dominación nazi identificados con una estrella amarilla) cosa tan incierta como ridícula: Todos éramos españoles; aquel duro y fatigoso servicio militar sirvió para conocernos los jóvenes de todas las regiones de España y fue el motor para el nacimiento de grandes amistades que han perdurado con los años. Como no pretendemos hablar a "humo de pajas", "a tontas y a locas" y "a la buena de Dios", como vulgarmente se dice, voy a continuar estas líneas trayendo a ellas a soldados catalanes que han dejado escritas sus vivencias de la mili en Ifni, bien en libros o en artículos subidos a diversas Web. Y hago hincapié en que esos libros y artículos fueron publicados en plena democracia, con la libertad de expresión no coartada por censura alguna.

Lluis Noguer Pastó

El primero que expresó su opinión (como catalán y en catalán) fue LLUIS NOGUER PASTÓ, en el año 2002 (Solsona Comunicacions, S.L.). Lo tituló "Almogàvers a la força"; nacido en El Vilosell (Lérida) fue sorteado junto con todos los "mozos útiles" nacidos en 1922 y le tocó Tiradores de Ifni, a cuya Unidad se incorporó en marzo de 1943. Aquel fue el primer año en que se destinaron soldados de quinta para aquellos territorios (Ifni, Cabo Juby, Sahara y Guinea), defendidos por tropas indígenas y voluntariado español que en aquellas fechas estaba absorbido por la División Azul en Rusia.

Cuenta Lluis Noguer en su libro que tras el azaroso viaje y desembarco y con tres años de mili por delante, como era joven y "romántico" tomó toda aquella epopeya como una gran aventura de cuyo sueño te despiertan los gritos de algún sargento; tras el p4eriodo de instrucción de recluta y la consiguiente jura de bandera, Noguer pasó a a escribiente de la ayudantía del V Tabor, con el capitán Don Manuel Echenove Goñi.

Tiempo después pasó como agregado y posteriormente fijo de plantilla a la Policía Indígena, con nombramiento oficial que se publicó en el Boletín Oficial, con firma de del gobernador del AOE y del Ministro del Ejército. En la Policía había buena paga, buena alimentación y un trato agradable. Noguer pasó cerca de dos años en "Pagaduría", la oficina financiera del territorio bajo las órdenes del capitán Don –Enrique Abasalo Bereicua, aquel que en su despacho tenía un gran letrero que decía: "UNA MUJER, UNA SOLA MUJER, PERO NUNCA LA MISMA MUJER".

Lluis Noguer Pastó en 2008 (Foto archivo privado de M. Jorques)
Lluis Noguer Pastó en 2008 (Foto archivo privado de M. Jorques)

Todo el relato de Lluis, plasmado en su libro, rezuma nostalgia y buenos recuerdos de los compañeros, mandos y del territorio; recordaba las canciones que cantaban los soldados (las pone en el libro) y en nuestro encuentro personal en Sitges, hace diez años, era capaz de cantarlas con clara voz. Llegado el momento de la licencia, el musulmán ordenanza de la oficina de Pagaduría, le hizo de transporte humano (llevándolo a hombros, como si fuera un torero) para que no se mojara al subir al cárabo que le trasladó al vapor anclado en la rada. Como se ve, fue bien tratado y tuvo buenos destinos durante la mili, pese a "ser catalán".

Josep M. Contijoch Casanovas

El segundo catalán que dejó reflejada su mili en Ifni fue JOSEP M. CONTIJOCH CASANOVAS, de Valls (Tarragona), escrita en castellano, a la que puso por título "SIDI IFNI, Impresiones de un movilizado" (Edinions Cosetàina, 2002). El amigo Contijoch fue uno de los primeros cien reclutas que de forma obligatoria fueron destinados al Grupo de Policía Indígena de Ifni en 1957, para cubrir las numerosas vacantes que en ese Cuerpo profesional habían dejado los nativos desertores, los que habían pedido la baja para irse al Ejército Real Marroquí, recién formado tras la independencia del reino alauita el pasado año 1956 o, simplemente, a aquellos de los que el Mando no confiaba y había desarmado. Le cupo por tanto a Josep María el honor de participar en la guerra, aunque desde un cómodo puesto de oficina en el Grupo de apoyo al Cuartel General y al Estado Mayor. Vamos, que pese a ser catalán de pura cepa no lo enviaron a primera línea a pegar tiros (como a tantos otros soldados de otras regiones) sino que pudo presenciar la contienda con muchos menos que sus compañeros (como por ejemplo el andaluz Antonio Pérez Pérez, que estuvo quince días cercado y combatiendo en el puesto de T'Zelata, o como el navarro Alfonso Alsúa, que tras luchar durante cuatro días fue hecho prisionero en Tabelcut y soportó las mazmorras marroquíes durante año y medio, hasta ser liberado).

Contijoch (de oscuro) con el autor en una reunión campestre de Veteranos celebrada en Lérida en el año 2013 (foto del archivo personal de M. Jorques)
Contijoch (de oscuro) con el autor en una reunión campestre de Veteranos
celebrada en Lérida en el año 2013 (foto del archivo personal de M. Jorques)

Contijoch que se disculpa al principio de sus narraciones por no ser un "escritor profesional", tiene una ágil y amena pluma que hacen que su libro sea leído de un tirón y que sirva de referencia bibliográfica a casi todos los que sobre el tema de Ifni se han escrito posteriormente. En todo su libro surgen las referencias de lo bien que estaba allí (a pesar de la guerra), pudiendo vestir de paisano por estar asimilado al Estado Mayor y que la solidaridad entre todos los soldados era total, sin importar la procedencia geográfica de cada uno. Serían muchas las reseñas que tendríamos que traer aquí para que el lector pudiera asumir con la mayor amplitud lo que venimos diciendo, pero voy a referirme solamente a una de ellas (capítulo titulado "En aquella oficina nadie hablaba castellano"), tal vez porque el personaje del cabo primero Botana ocupaba el puesto que yo desempeñé en 1961-62, la oficina de destino de Contijoch la ocupó después mi gran y querido amigo, el "Cabo Cremades" (Jaime Juan Cremades) y el sargento Fortes (ya sargento 1º) es el mismo que yo tuve:

"Ese día, Botana, el cabo 1º de la vecina oficina de Autos se había metido en el corrillo monologando un tema con voz monótona, grave, cansina, bastante acercada a lo que el respetable celtibero achacamos a su tierra natal, Galicia. Nos contaba sus aventuras con una chica del lugar. Sabiendo que Botana andaba alejado de por esas aficiones, dudábamos que fuesen fidedignas, circunstancia que atrajo al resto de concurrentes que se sumaron con interés a la "verbena" del cabo primero. La cháchara continuaba hasta hacerse monótona por lo que traté de animarla.

– Vaya rollo que nos estás metiendo Botana, ¡si nadie te cree! –Dije sin separar la vista de la revista que estaba leyendo.

Me miró decepcionado. Iba a abrir la boca, pero no le dejé.

– Además, hablando más cansino que las carretas de tu tierra...

Enojado, me soltó:

– Cállate de una vez, catalán de los cojones. Yo a ti no te hablo nunca más nada, ¡recarallo!

Reí por lo bajo y viéndole enojado, seguí pinchándole:

– Habla bien de una puñetera vez, ¡carajo! ¿Qué significa eso de "más nada"? O es "más" o no es "nada" –ahuyenté la vista de él.

– Aclara: o me hablas más o no me dices nunca nada.

A Botana le salían chispas de los ojos...

– Es que los del noroeste tenéis una forma de expresarse que... vaya.

El andaluz, sargento Fortes que andaba al pairo, tal vez sopesando la forma de hablar de los catalanes, por lo del "me" por el "se me", o confundir el verbo "llevar" por el "traer", o quizás por el endémico "mañana pasado", se disparó en el más puro y castizo malagueño:

– Miren "quienes" hablan, los "catalane" "esos" que dicen las cosas al "revé".

Entretanto, el moro (ordenanza de la oficina), al pensar que no sería entendido al hablar el suyo, se quedó callado.

No parece que este catalán, por el mero hecho de serlo y de ejercer como tal "sufriera mucho" y "era despreciado" como señala el columnista de La Vanguardia con respecto a los soldados de tal procedencia regional.

Pius Pujades Lladó

El tercer libro escrito por un catalán (y este en un buen catalán) es el que, bajo el título de "MEMÒRIA D'IFNI", editó CCG Edicions en 2008. Su autor, PIUS PUJADES LLADÓ, nacido en Gerona en 1938, maestro, periodista, fundador de Punt Avui, de cuyo diario fue también director, hizo la mili en el Grupo de Tiradores entre 1960 y 1961, aunque de los diecisiete meses que tenía que haber estado sirviendo, más de la mitad los pasó hospitalizado (por enfermedad) tanto en Sidi Ifni como en Canarias.

Es un bonito libro de memorias, muy bien escrito, redactado a partir de notas esquemáticas que fue tomando durante la mili y que guardó al licenciarse. Ese soporte y la "memoria" que, aunque se diluye con el tiempo, ha procurado no contaminarla con las "cosas" que ha sabido posteriormente, lo convierten en un magnifico testimonio de uno de esos catalanes que ahora, la propaganda política, nos quiere vender que fueron despreciados por su procedencia.

Veamos lo que dice Pujades, un teórico "sufrido y despreciado" soldado catalán, al que voy a traducir bien y fielmente (páginas 26 y 27):

Pius Pujadas (foto colgada en Internet)
Pius Pujadas (foto colgada en Internet)

Al día siguiente de incorporarme me llamaron para pasarme al IV Tabor. Un amable teniente me puso en manos de un sargento, previa explicación de que lo había reclamado el comandante Rico al que me habían recomendado (la familia de su esposa, que era de Gerona). En todo caso, mi plaza en el Tabor del que procedía sería ocupada "por otro catalán", pues ningún comandante permitiría que le quitasen un catalán sin suplirlo por otro... Meses más tarde comprendí aquella exigencia... En Ifni saben, por experiencia, que los soldados catalanes son mucho mejores que los otros... Comprendo que decir esto da un poco de vergüenza. Pero no hago más que repetir lo que me explicaron por boca de oficiales y suboficiales (ninguno de ellos catalanes) ... He de constatar que en los años sesenta en Ifni era un mérito que se reconocía de entrada, a todos los niveles. Nunca oí la palabra "polaco" ningún mando nos recriminó por hablar en catalán entre nosotros. Cuando he oído comentar que la mayoría de los catalanes que hacían la mili eran mal vistos a causa de su origen o su lengua, me ha causado gran sorpresa al contrastarlo con mi experiencia personal... La mayoría de las plazas de escribientes de Tabor o Compañía estaban ocupadas por catalanes.

Ser catalán tenía otras pequeñas ventajas. Cuando pasábamos el mes en el cuartel del Grupo, nos solíamos librar del trabajo de lavarnos la ropa pues de ello se encargaban los musulmanes a los que no era necesario pagarles por anticipado (como a los soldados de otras regiones) pues confiaba en nuestra seriedad... (página 190): Llevaba otra recomendación. Era para el teniente Juan Pérez Ple, de Gerona, cuya madre le escribió... Al conocerme me preguntó si estaba bien allí, y al contestarle que sí se desentendió (de momento) completamente de mí. Tenía mala fama este teniente entre los soldados a los que aplicaba duros castigos físicos... El comandante Rico (ambos se conocían por haber estado destinados juntos en Gerona) le dijo un día: mira que esto no es la Península. Aquí cualquier día puede haber tiros y si sigues así el primero será para ti... (página 208): en la oficina los sargentos eran más normales que durante la instrucción, se empequeñecían. Nos trataban con educación y nos pedían muchas veces ayuda para redactar documentos oficiales e incluso particulares... (página 270): me preguntó el comandante Rico de cómo estaba el Tabor desde que él lo había dejado para pasar a comandante ayudante del Grupo, y al decirle que mi paisano (el teniente Pérez Ple) me hacía ir de cabeza, me respondió: "No hay peor cuña que la de la misma madera" ... (página 293): sí, tenía una pleuresía. Tras el diagnóstico me ingresaron en el Hospital, me quitaron la ropa de militar, pasé por una buena ducha, me dieron un pijama limpio de color blanco y me metieron en una buena cama... Cuatro meses de tratamiento, bien alimentado, bien tratado, sin nada que hacer excepto conversar con otros compañeros enfermos... Cuando ya podía decirse que estaba totalmente curado solicité que me trasladaran al Hospital de Las Palmas de Gran Canarias y el médico, tal vez influido porque el comandante Rico me había visitado en el Hospital, me envió allí y pude estar casi un par de meses fuera de Ifni.

Que los lectores saquen sus conclusiones sobre los verídicos relatos de este catalán (y catalanista) de Gerona y las plañideras historias que ahora nos endosan los "comisarios políticos" de la exposición de fotografías.

A continuación, vamos a traer, sucintamente, los relatos de otros soldados catalanes que hicieron la mili en Ifni, cuyas manifestaciones se encuentran en el libro HISTORIAS SECRETAS DE IFNI (HABLAN LOS SOLDADOS).

Josep Carreras Mor

JOSEP CARRERAS MOR, nacido en Artesa de Lérida en 1937, localidad situada a solo diez kilómetros de la capital, agricultor (payés) de profesión que al cumplir los 14 años había recibido como regalo de su padre una azada para que aprendiera a ganarse la vida, tuvo que incorporarse al servicio militar en marzo de 1959 y el "sorteo" le llevó a Ifni en donde fue a parar al Grupo de Policía, ya europeizado.

Confiesa Josep que tenía una "vena" aventurera y aquella ocasión de salir de su pequeño pueblo e ir tan lejos, ¡a África!, era única en su vida; los familiares y amigos le decían que tal vez fuera peligroso y él respondía ¡Si hay que ir a la guerra, pues iremos a la guerra!

Con esos ánimos iniciales es normal que hicieran un buen Campamento (aunque duro) y que tras la jura de bandera y su destino en la llamada Compañía Local se presentara voluntario para cuantos servicios no ordinarios pedían los oficiales. Así, fue carcelero, intervino en registros de viviendas sospechosas de albergar adeptos al ELM, hizo de "policía secreta" (de paisano) para seguir a legionarios que se sospechaba estaban metidos en una organización que les facilitaba la deserción y huida a Marruecos con el armamento. Cuando se creó un servicio de "policía de tráfico", Carreras fue uno de sus componentes que, tras un pequeño cursillo y un bloc de multas en el bolsillo, se dedicaban a recorrer las escasas calles de la ciudad y comprobar que los exiguos vehículos que por ellas circulaban cumplían las normas reglamentarias. Cuando ya había hecho todo cuanto un policía raso podía hacer, incluida la detención de un moro de unos 60 años que llevaba atada y arrastraba a la fuerza a una niña de unos 12 años que había "comprado" a su padre, y la donación de sangre para un detenido musulmán que intentó suicidarse en los calabozos, entonces acudió a unos cursos de capacitación para el ascenso a cabo 2º, curso que impartía el teniente Moya y que en palabras de Josep le fueron de gran provecho (transcribo): "las clases eran tan claras y amenas que dejó un grato recuerdo en sus alumnos que obtuvieron provechosas enseñanzas para aplicar, no solo en la vida militar sino en el futuro civil que les esperaba después de la licencia. Militares de ese talante –que no abundaban en Ifni precisamente– nunca sabrán el bien que hicieron a aquellos soldados "con pocas letras", pues sus lecciones y consejos les sirvieron para enfocar sus vidas por el camino de un futuro más próspero y tranquilo. Desde aquí les damos las gracias a la vez que no podemos reprimir esta exclamación ¡Ojalá que todos hubieran sido así!

Carreras (con chaqueta) junto al autor del relato, en Lérida, año 2009 (foto del archivo privado de M. Jorques)
Carreras (con chaqueta) junto al autor del relato, en Lérida, año 2009 (foto del archivo privado de M. Jorques)

Carreras ascendió a cabo 2º, lo que le llevó a ser cabo-comisario de guardia que inspeccionaba a las "parejas" que salían de servicio diurno o nocturno, recibía novedades, redactaba partes de incidencias, etc. Y como colofón de tan gratificante mili, en la que jamás se consideró despreciado o con un plus de sufrimiento por ser catalán, hizo de cabo instructor de los reclutas que llegaron al territorio en marzo de 1960; uno de ellos vamos a traerlo a colación seguidamente, por ser también catalán. Y en la mili encontró a quien sería su mejor amigo (amistad que continúa cuando ya tienen más de 81 años): JUAN TARANCÓN BORJA, de Villamalea (Albacete) al que califica como "el amigo del alma". Y la amistad entre ambos la compara con un antiguo versículo sanscrito: "al principio es pequeña, pero en su discurrir se hace fuerte y profunda y una vez ha empezado ya no tiene vuelta atrás, tal como sucede con los ríos y los años" (¡Un payés catalán y un agricultor manchego, los mejores amigos!)

Josep Augué Solé

JOSEP AUGUÉ SOLÉ, barcelonés, mecánico tornero de profesión, nacido en 1938, llegó a Ifni en marzo de 1960 para cumplir con el servicio militar obligatorio. Destinado a la Compañía Mixta de Policía, pasó por el Campamento que por segundo año se llevaba a cabo en unas rudimentarias instalaciones ubicadas sobre la arena de la playa, fuera de la pleamar de las mareas, con jornadas diurnas de sol abrasadoras y noches frías por la humedad.

Augué llevó un pequeño "diario" de su mili (que compartió con nosotros) en el que recoge que durante el Campamento sufrieron todos los reclutas (sin discriminación por su procedencia o lengua) muchas calamidades y se repartieron golpes a "granel" por los instructores (policías veteranos), destacando uno llamado Hidalgo, madrileño, que era boxeador y sabía pegar "científicamente"; a destacar el esquizofrénico cabo 1º Rey, cuyas palizas eran sonadas (un recluta con un tímpano reventado y otro con una costilla rota durante su quinta).

Veamos lo que dice Augué sobre el "trato discriminatorio" que se daba a los catalanes en el Campamento de Reclutas de la Policía, y quien los llevaba a cabo: "Sé que conoces a Josep Carreras y que su historia saldrá en el nuevo libro que pretendes publicar, por lo que he repasado las notas de mi DIARIO y te transcribo lo que subrayé del cabo Carreras: catalán. Estaba en la chabola nº 4. Desde el primer día de mi llegada al campamento no me gustó; nos dijo que no podía tragar a los catalanes (después resultó que él era catalán); pegaba bastante y castigaba; por cualquier tontería te ponía una imaginaria; había ratos en que se le podía tratar; con los reclutas de su chabola se portaba muy bien y por darle permiso a uno de sus reclutas para que no fuese a la gimnasia le arrestaron cuatro días sin salir de la Compañía y pusieron en su lugar al cabo Seral. Carreras es un cabo muy creído y chuleta".

Josep Augué, año 2010, esperando que suene la campana (foto del archivo personal de M. Jorques)
Josep Augué, año 2010, esperando que suene la campana (foto del archivo personal de M. Jorques)

Comenta Augué, en su relato, que el brigada Naveira (que también fue jefe del que esto escribe) lo arrestó durante un mes a no salir del recinto de la Oficina de Autos en todos sus ratos libres; al final del arresto (que no fue por motivos de catalanidad), Naveira (gallego y presunto homosexual) le dijo: He visto que eres un buen chaval y buen trabajador". Resultaba que el capitán que había recomendado a Josep para aquel destino en la Compañía Mixta tenía una cuestión pendiente con el brigada por un tema de la importación de un coche... La verdad es que la venganza contra el capitán la descargo en su persona.

Como puede observarse, el amigo y compañero Josep Augué, pese a ser catalán, jamás fue vejado ni castigado por su condición. El único que le mentó su condición de catalán resultó ser catalán (el cabo instructor Carreras) y el único arresto que sufrió se debió a "miserables" rencillas entre un brigada (suboficial) y un capitán (oficial). En la Compañía Mixta trabajó como mecánico-tornero para el Gobierno de Ifni y en su faceta militar (como policía) fue ascendido a cabo.

Antonio Teruel Vidal

ANTONIO TERUEL VIDAL, de Barcelona, nacido en 1939, llegó a Sidi Ifni el 23 de marzo de 1961 en la primera expedición de reclutas de aquella quinta. De los desembarcados aquel día, unos sesenta fuimos al campamento de reclutas del Grupo de Policía al haber sido destinados a dicho Cuerpo. Aquellos primeros "pipiolos" procedían de Cataluña, Región Valenciana y Murcia, casi exclusivamente. Nos agruparon en las cinco primeras chabolas (que hubimos de montar nosotros, para no dormir a la intemperie, y durante los cuatro meses de Campamento convivimos juntos: primero en la chabola nº 5, cuyo cabo instructor era Manuel Ribas, de Salamanca, y tras un traslado (por motivos ignorados) en la chabola nº 3, cuyo cabo instructor se llamaba Edmundo y era madrileño. Jamás, ni a uno ni otro instructor, ni al sargento que nos tenía bajo su mando (Felipe Blanco), ni al psicópata cabo 1º Rey, que mandaba la siguiente sección en la que se encuadraron los reclutas de la segunda expedición a partir de la chabola nº 6 (madrileños, castellanos y vascos), les oímos jamás discriminarnos por nuestra procedencia ni por hablar catalán, valenciano o vascuence. Es más: los mejores destinos (una vez jurada bandera) fueron mayoritariamente para los catalanes y levantinos, con o sin recomendación, que los jefes de las distintas compañías exigían para reemplazar a los veteranos de idéntica procedencia y tan excelente resultado profesional.

A la Compañía Mixta, convertida poco después en Grupo Mixto fuimos destinados 40 de los reclutas de la Policía, mayoritariamente catalanes, levantinos, gallegos y algún vasco, extremeño, andaluz y madrileño que por sus profesiones u oficios civiles eran convenientes para la buena marcha de la Unidad.

Antonio Teruel fue destinado a la forja ya que venía de un taller familiar de forja artística de Barcelona; era (y dichosamente podemos decir que todavía es) un gran artista que además de hacer aquellas piezas de hierro que se requerían para los vehículos del gobierno, con vainas de proyectiles de artillería fabricaba lámparas de sobremesa que los jefes se llevaban y le gratificaban; gran dibujante y notable grabador (de su casa le enviaron las herramientas necesarias) se dedicó a grabar iniciales en mecheros y pitilleras (cobrando modestamente) haciéndose "famoso" por sus artes tanto entre los jefes como entre sus compañeros.

Teruel, con el autor y nuestras respectivas esposas en un encuentro celebrado en Sitges (Barcelona) en el año 2008 (Foto archivo personal de M. Jorques).
Teruel, con el autor y nuestras respectivas esposas en un encuentro celebrado
en Sitges (Barcelona) en el año 2008 (Foto archivo personal de M. Jorques).

Su obra maestra como grabador la hizo a petición de un grupo de jefes y oficiales de la guarnición que querían homenajear al coronel Don Mateo Prada Canillas (próximo a ascender a general); este jefe había sido condecorado con la medalla miliar individual durante la Guerra Civil, y deseaban que en la placa de plata que le iban a entregar, además de las palabras dedicatorias se grabara una reproducción de dicha medalla cuyo original le proporcionaron. El trabajo tan extraordinario (los compañeros pudimos verlo) que el coronel Prada quiso conocer al orfebre y allá que se presentó una mañana en nuestro acuartelamiento (¡tres estrellas de ocho puntas, casi ná) y Teruel tuvo que salir de su cubil de la fragua, con su traje de faena (un mono tan sucio que se podía poner de pie, como una armadura medieval), le dio la mano y se la estrechó (pese a tenerla sucia de carbón) y le gratificó espléndidamente... Obviamente, este catalán no sufrió de forma diferente al resto de sus compañeros de mili ni fue despreciado; por el contrario. Fue profusamente apreciado por todos.

Josep Majó

JOSEP MAJÓ, otro barcelonés, este nacido en 1941, amigo de Antonio Teruel (que nos lo presentó en una reunión de veteranos catalanes), quien al saber que estábamos recogiendo vivencias de ex soldados de Ifni nos envió unas cuartillas con las suyas, recogidas en el mencionado libro HISTORIAS SECRETAS DE IFNI, sin cambiarles ni una coma; ni por asomo el compañero Josep hace indicación de un plus de "sufrimiento" sobre el de los demás soldados y mucho menos que fuera "despreciado" por su origen regional.

Seguimos sus folios: "Después de nueve días de viaje desde que salimos de Barcelona, en ferrocarril hasta Algeciras, en barco hasta Las Palmas de Gran Canaria y en avión hasta Sidi Ifni, a donde llegamos el 21 de marzo de 1964... He de destacar la impresión que recibí al ver a los hombres que íbamos a reemplazar que, quemados por el sol y en uniforme militar de trabajo me parecieron encontrarse a una distancia superior al año que nos separaba. Impresión que, en sentido contrario, sentí al año siguiente a la llegada de los reclutas que venían a sustituirnos a nosotros con sus caras blancas y asustadas por lo que debían presumir que se les venía encima... Recibida la instrucción militar en el Campamento de Tiradores, tras la jura de bandera nos desplazamos hasta la Compañía de Transmisiones que sería a partir de entonces nuestra sede residencial hasta la licencia... En el desarrollo del servicio militar hubo momentos de todo tipo, tristes, alegres, de rabia, de impotencia, de resignación, de satisfacción, etc., etc.... Hacia las nueve de la mañana (del día de la Jura) el general ha leído la fórmula del juramento a la que ¡todos! al final hemos gritado: ¡Sí, juramos! Gritándose a continuación los vivas de rigor a España, Franco y el Ejército..."

"... El menú (del día de la Jura) ha sido el siguiente: arroz con pollo, ensaladilla a base de patatas, atún, pimiento, zanahoria, tomate y aceituna, toda ella bien regada de mayonesa, pescado en salsa, salchichas Frankfurt con salsa de tomate y cebolla, y para postres un trozo de brazo de gitano. El vino negro, a discreción, ha regado la comida, cerrando con un café cargado y un puro. Ha habido reenganche de ensaladilla, salchichas, vino y café... Los que hemos sido seleccionados para efectuar el curso para Cabos hemos sido distinguidos esa misma noche para el primer servicio como soldados, consistente en un refuerzo de guardia relevando al cabo de guardia desde las dos a las seis de la madrugada. No he pegado ojo en toda la noche, pero tampoco lo han hecho los compañeros que intentaban dormir en las tiendas de campaña pues los veteranos se han dedicado a derribar los caballetes en los que se sustentan las colchonetas yendo todos al suelo, situación que se ha reiterado varias veces a lo largo de la noche... Las historias de la mili prosiguen en el recuerdo y, en cualquier caso, cabe explicar que en el viaje que hicimos al territorio en el año 2000, seguían en pie los cinco barracones que habían sido nuestra residencia temporal y que ahora estaban ocupadas por numerosas familias que vivían en ellos... A nuestra vuelta en el año 2009 no existía ya ningún rastro de aquellas instalaciones, y en su lugar se alzaban bloques de viviendas, al parecer de protección oficial y que, suponemos, se destinarían en parte a los residentes en los antiguos barracones militares..."

Josep Majó. Lérida año 2009 (archivo personal de M. Jorques)
Josep Majó. Lérida año 2009 (archivo personal de M. Jorques)

El sintetizado relato rezuma optimismo, camaradería, resignación y nostalgia (nunca desprecios ni sufrimientos por el hecho de ser catalán su autor) de aquellos tiempos de mili que hicieron a Josep Majó volver en dos ocasiones al territorio de Ifni.

Enrique Escribano Bergadá

ENRIQUE ESCRIBANO BERGADÁ, barcelonés, ingeniero técnico químico con la carrera terminada cuando en 1966 se incorporó a filas para cumplir el servicio militar obligatorio en el Grupo de Policía de Ifni, cuenta aquella (para otros, odisea) como una época de tranquilidad y fraternidad, no solo entre los compañeros "europeos" sino también con los nativos que habían conservado el uniforme y que en aquel año eran rearmados para ejercer funciones de policía en parejas "mixtas" por los distritos de la ciudad de Sidi-Ifni. Ni el Campamento lo encontró "duro" (tuvo una duración de 40 días) ni el destino en la Compañía Mixta fue excesivamente gravoso, como cabo en la oficina que llevaba (es un decir) el sargento y que mandaba como capitán un gran oficial (Don Emilio Atienza, gran persona, inteligente y trabajador incansable) que le tomó gran afecto a pesar de que le adjetivó como "el cabo manta" (por algo sería), con cuyo alias era conocido en el ámbito de la Policía.

Del cuartel dice que era espacioso y cómodos los dormitorios, con un comedor y cocina limpios y ordenados; de la comida se hace cruces de lo buena que era, en la que se incluían corvina, percebes y calamares; como monótono, el postre consistente en naranjas diariamente. Enrique era quien confeccionaba los estadillos para los "menús" en estrecha colaboración con el sargento de cocina que (por elección democrática de los solados) recaía invariablemente en el sargento Berrendo, una buena persona que en ocasiones le invitaba a tomar café a su casa.

Escribano en Elche visitando la exposición de fotografías de AVILE en el año 2010 (foto del archivo particular de M. Jorques)
Escribano en Elche visitando la exposición de fotografías de AVILE en el año 2010 (foto del archivo particular de M. Jorques)

Hace hincapié el amigo Enrique que la Mixta, como todo el Ejército de entonces, era pura y dura rutina. Se hacía hoy lo que se había hecho ayer y en el más remoto pasado. Cierto que cambiaban los nombres de los jefes y sus subalternos –algunos–, pero no las actitudes que se conservaban como la discriminación entre militares profesionales y soldados (de cualquier procedencia). Él, como catalán y persona, dice haber sido siempre bien tratado y muy considerado por su labor.

Eduardo Tauler Ruiz

Hace años que entré en relación con EDUARDO TAULER RUIZ que subsistió hasta su prematuro fallecimiento; nos unió una especial química y el hecho de haber servido ambos en el Grupo de Policía de Ifni, él cuatro años después que yo. Había nacido Eduardo en San Antonio de Calonge (Gerona), lo que hoy llamamos la "Cataluña profunda" que ha dado frutos de la cascara amarga (tipo Puigdemont), aunque la de Tauler era suave, dulce y muy española, identidad que había asumido profundamente durante los muchos años de trabajar por Europa. Su vida "civil" que publicamos hace tiempo en la Web de El Rincón de Sidi Ifni y AVILE, bajo el título de "Recuerdos y vivencias de un policía de Ifni" son un vivo exponente de su superación profesional. Voy a dar unas pocas pinceladas antes de entrar en la mili propiamente dicha: "Eduardo que, como hemos dicho, nació en Sant Antoni de Calonge, en el año 1.943, cursó el bachiller elemental y se aplicó en el idioma francés desde los 12 a los 15 años pues su vocación era la de ser un camarero de "alto nivel", para lo que desde que cumplió los 10, en los veranos, hacía sus pinitos como chaval-camarero en el casino-café de su pueblo (por entonces aún no había turismo) con lo que empezó a conocer y tratar al público.

Tauler, de paisano (archivo personal de M. Jorques)
Tauler, de paisano
(archivo personal de M. Jorques)

Al cumplir los 15 años ya entró a trabajar en un hotel y con 17 un director de U.B.S. de Lausana le preguntó si le interesaría aprender el oficio en Suiza, y para el país helvético se marchó con un contrato de "stangiere" en el hotel Lausanne Palace, del que salió (dos años después), con solo 19, como "demi-chef de rang", el más joven que había habido hasta entonces. Estudió alemán e inglés en la escuela Benedictine, mientras que el italiano lo aprendió de los casi 150 italianos que había trabajado en el hotel.

En ese hotel, en el que Eduardo era el único español, el hoy rey Juan Carlos I se prometió en la sala Richemond con la princesa Sofía de Grecia, y cada quince días iba la ex reina Victoria Eugenia, a la que la nobleza europea (las damas rodilla en tierra y los caballeros con una cortés inclinación de cabeza) le rendían pleitesía. Allí aprendí mucho en las clases que nos daban cada tarde, añade Eduardo, pero con el trabajo solo se sacaba para sus gastos.

Cambió de hotel y va al hotel Au Domino en Rolle VD, pequeño establecimiento, tipo castillo, al borde del lago Leman, donde conoce a las celebridades que por allí pasan, obteniendo la firma autógrafa de Edi Fischer, Richard Burton, Liz Taylor, Yul Briner, Sofía Loren, Peter Ustinov, David Niven, James Mason y un largo etcétera, recordando por ser todavía personaje actual, que por allí rondaba la madre de Tita Cervera exhibiendo a la recién miss mundo, como si la llevara de "pastoreo". Bueno, tú ya entiendes lo que quiero decir, añade irónicamente.

Los inviernos iba a Arosa, al hotel Kulm, en calidad de medio jefe de rango, "frac" de rigor, guantes blancos, desfiles de gala cada semana de Ninna Ricci y Cristian Dior, orquesta de profesores "Hazzy Osterwald Sextet", lugar frecuentado por los Von Krupp y muchos millonarios alemanes y en primavera regresaba al "Au Domino" pero ascendido a jefe de rango y reemplazante de maître y, cumplidos los veintiún años (la mayoría de edad entonces), siguió en ese puesto hasta febrero del 1965 en que regresó a España ya que tenía que hacer la "mili".

Desde aquel ambiente de refinamiento y del contacto diario con la nobleza de sangre europea y los archimillonarios, al llegar a su casa le dicen que le ha tocado IFNI (a buscar en un mapa para saber dónde para ese sitio) y que se irá en el tercer reemplazo, mientras que a un primo hermano le ha tocado el primer reemplazo y también al Grupo de Policía de Ifni, por lo que volvió a Suiza y durante el verano ejerció por primera vez de director de hotel, cargo que después de la mili lo desempeñó durante diecisiete años más. Es obvio que durante este tiempo aprendió la disciplina hotelera suiza, mucho más fuerte que la militar española, aunque le hiciese llorar.

Su primo Jaume, el del primer reemplazo, le escribió contándole que hizo el Campamento de Reclutas con el Sargento Rey y, como que era "fofo", perdió 18 kg durante el periodo de instrucción, teniendo que ser ingresado en el hospital por una hernia, que se le complicó al ser alérgico a los antibióticos... (Como verás, me dice, las noticias no eran para echar cohetes). No obstante, después, como que era profesional carrocero de la EBRO, entró en la compañía "Mixta" de la Policía que mandaba el capitán Atienza Vega, llegando a ser "Policía 1ª y Jefe de Taller". Jaume, que en esos seis meses de "mili" conocía a todos los Jefes y Mandos, fue preparando su llegada ¡mi primo habla idiomas!, ¡mi primo aquí y mi primo allí!, de tal forma que cuando llegó en el mes de octubre se encontró a Grau (Cabo furriel del campamento que después se casaría con la hija del Teniente Coronel Mena) así como a que todos los instructores veteranos (Bazán, Piedra...), eran del reemplazo de su primo Jaume.

Tauler, de policía (archivo personal de M. Jorques)
Tauler, de policía
(archivo personal de M. Jorques)

El camino parecía estar allanado y, si tenía suerte (según le dijeron) estaba predestinado a ser el del "Aeropuerto". De momento, el cabo Grau le informó que pasaba a ser "su secretario" para las tareas del campamento en que pudiera ayudarlo, tareas que no supo en que consistían pero que le hizo ir ilusionado hacia el lugar donde estaba el campamento (cerca de la ciudad, al lado del Matadero Municipal, en una planicie sobre el acantilado sobre el océano)

Estando en el campamento recuerda que el día en que se celebró la llegada del nuevo general (Don Marino Trovo Larrasquito), fueron a buscar a todos los que sabían hacer de camareros y se apuntamos tres o cuatro. Les trajeron las chaquetillas para que se las probaran, lavaran y plancharan; eran de tallas normales aunque para la suya fueran pequeñas (sobre todo de mangas) ya que su estatura entonces era 1,96 metros, y (dice entre risas) no se le ocurrió otra cosa que coserse unas mangas postizas confeccionadas con los calzoncillos de reglamento que aún no había estrenado... Confiesa Eduardo que no era un modelo Dior, pero salió del paso, gracias a que por estos mundos había aprendido a coser, lavar, zurcir, almidonar cuellos, pecherines, puños y camisas etc. etc.

Al día siguiente, temprano, se presentaron en el Casino de Oficiales, morenos, con el pelo reglamentario y más "pegaos", como se dice, que nadie. Al primero que se encuentra Eduardo, una vez instalado en su profesión, es a un legionario montando la mesa principal: lo mira y le pregunta, ¿tú eres camarero? ¡Pero no ves lo que estás haciendo! ¡Una, las flores!, quiero que me las pongas formando los colores de la Bandera frente al sitio de honor, y después un clavel rojo, otro amarillo así, estirados decorando la mesa... Y a continuación: ¡dónde vas con estos cubiertos!, ¿Es que no tenéis "blanco de España"? ¡Hay que fregarlos, que están amarillos! El legionario se excusó diciendo que no tenían, a lo que Tauler, ya en plan de "director de hotel" con latiguillo militar le contesta que no le valía la excusa, pues con el barrillo fino de las macetas de flores los podía limpiar y se lo ¡hizo limpiar! mientras él arreglaba la mesa.

En ese menesteroso trajín (Eduardo de jefe y el legionario de "pinche") entró el capitán Cuevas (Don Emilio Cuevas Puente) y le pregunta al legionario: CAPITAN, ¿qué tal te van los ayudantes que te he mandado? En ese momento (amigo Jorques) si me pinchan no me encuentran una gota de sangre; quise fundirme. El legionario no llevaba galones ni plaquetas que lo identificara y lo había confundido con un soldado raso, tratándolo de tú a tú, pero con tono de superioridad. Y cuando el capitán legionario contestó: mira, aquí me tienes; este recluta me tiene arrestado fregando cubiertos. El capitán Cuevas le miró con su típica sonrisa (mitad cachondeo, mitad que te la pego), pero al final del banquete fueron felicitados y este fue su primer contacto con los oficiales y jefes. Por cierto, añade Eduardo, que aquel capitán legionario dejó los cubiertos limpios y brillantes como una patena.

Estando ya instalados en la Compañía Local, recuerda Eduardo, que llevaban los rombos en el uniforme de color azul marino oscuro; decían que era para que todo el mundo supiera que para dar "leña" no se lo pensaban dos veces. Personalmente solo vio una actuación violenta en ocasión de salir de pareja con un gallego veterano, cuando en un local situado frente a la Mezquita había un policía nativo que estaba "trompa" y al llamarle la atención el moro lo agredió cogiéndolo por las trinchas; el compañero, ni corto ni perezoso, sacó su defensa y al primer golpe le cayeron al nativo un par diente o tres y no pasó nada más. Desde luego, reflexiona Eduardo, ese gallego era muy convincente; era el jefe de pareja y tenía que hacerlo pues le habían intentado agredir.

De estos servicios como policía recuerda que una noche en la calle de la Mezquita, al fondo del todo, los bares tenían que cerrar a las 11 de la noche, pero allí había un portal de madera en cuyo interior sabían que era un bar y como ya pasaba de la una de la madrugada su compañero, el gallego, miró por el ojo de la cerradura, desenfundó la pistola y le dijo ¡desenfunda y cúbreme! Montaron las armas y de dos patadas en la puerta (como en las películas) se abrió y dentro estaban los "clientes"... Un teniente de la Legión, un cabo indígena de la Policía, otro policía indígena y el que regentaba el bar que cree era también era otro policía nativo. Todos quedaron sorprendidos y el Teniente que les decía ¡chavales, que os la jugáis! y lo repetía, pero ellos replicaban que a horas prohibidas estaban bebiendo y fumando hierba, así que "el gallego" (¡menudo era!) les dijo: ¡esto se lo cuentan al Oficial de Guardia! Así que cerraron el local y, uno detrás del otro, hasta el Retén de la Local a esperar al Oficial de turno. No sabe cómo acabó, pero no escuchó ningún comentario al respecto en los días siguientes.

Estando cavando para construir una zanja (no lo debía hacer demasiado bien) y comprobar que todos le estaban mirando, se apercibió que allí enfrente estaban el capitán Cuevas, el Sargento 1º y otro sargento. Los miró sorprendido enseñándoles las manos a su requerimiento y el capitán le preguntó que cual era su profesión (con tanta soldadesca era imposible que se acordara del "incidente del Casino de Oficiales), y al contestarle que era director de hotel y que estaba en la compañía esperando el destino del "aeropuerto", inmediatamente les dijo a los sargentos que me relevasen de mis funciones. Como ya verás más adelante –añade– los cinco muchachos del Capitán éramos de Servicios Especiales e intocables, 4 catalanes y un valenciano.

Escarbando en los recuerdos de aquellos tiempos, dice Eduardo que continúa teniendo presente un día en que se hallaba de retén en la compañía y llamaron por teléfono, diciendo que un nativo se estaba ahogando y que había sido presa de las olas en su resaca. Al momento salieron con el jeep el cabo 1ª, el chofer y cuatro números, bajando por "Marina" y al llegar vieron el cuerpo en la playa y la mar embravecida, teniendo que esperar a que la ola se retirase para entrar con el jeep a toda "pastilla", saltando dos de los policías, agarrando el cuerpo y casi tirándolo dentro y subiendo al unísono, sin pensarlo, vio que estaba vivo y sin decir nada ni pensarlo empezó a practicarle la respiración artificial boca a boca y masaje cardíaco hasta que en el jeep llegaron al Hospital; allí mismo lo pusieron sobre el banco de la entrada. El Capitán Médico le dijo que prosiguiera con las maniobras, que lo hacía bien. El joven nativo sacó hasta su primera papilla. Le había salvado la vida. Hoy, añade Eduardo, ¡volvería a hacerlo!

El carnet de identidad de “Servicios Especiales”
El carnet de identidad de “Servicios Especiales”

Ahora solo me falta contarte –añade– el día que el teniente Santamaría – cree que era el yerno del Teniente Coronel Mena– les hizo formar en el patio de la Local para preguntarles por sus respectivas habilidades profesionales, con el fin de repartir destinos: A la voz de ¡electricistas! ¡Yo, yo!, ¡albañiles! ¡Yo, yo! ¡IDIOMAS! (repercutía en el destino al Aeropuerto): un madrileño levantó la mano y Eduardo también. El teniente le pregunto al madrileño cuantos hablaba a lo que le respondió: francés, alemán, inglés, italiano y castellano. Mi teniente, le contesto Eduardo a su pregunta: Yo, inglés, francés, alemán, italiano, castellano y catalán. El teniente Santamaría le dijo que no sería tanto, a lo que Eduardo le contestó (con aquello que ponen las gallinas) ¡cuando quiera, puede usted comprobarlo! Y, ¡se ganó el destino! ¡Servicios especiales!

Dice que se había olvidado contarme que al segundo día de Campamento conocieron al Tte. Tejedor, que le dijo que tenía que darle clases de francés, que empezarían un día de estos; nunca empezaron, pero un día cuando ya ocupaba su destino, por la frontera, nadie sabe cómo, entró un Volkswagen escarabajo con 4 alemanes y un jamón serrano... (Sí, decían que la carretera de Marruecos-Agadir estaba minada), la cuestión es que al día siguiente el Tte. Tejedor como oficial de semana, el chofer y Eduardo como intérprete fueron a devolver a los alemanes a la frontera, YYYYYYY.... pasaron la 1ª línea, la 2ª línea, hasta llegar a la tercera, donde se encontraron con un soldado marroquí que se afeitaba en un montículo, con el espejo clavado en un palo. El Tte. Tejedor, en un francés más que correcto, les dijo que allí se los dejaba. Me parece, dice Eduardo, que lo único que dijo fue "Salahm-Alaikum". ¡Vivir para aprender!

De este servicio militar tan atípico que el director de hotel suizo estaba realizando, le viene a la memoria las fiestas de la Virgen del Pino de aquel año, para cuando regocijo de todos acudió la trapecista canaria "Pinito de Oro". El teniente Armendia le pidió a Eduardo que fuese el encargado-relaciones públicas de la caseta de la Policía. Sus compañeros hicieron de barman. Tenía todas las mesas reservadas, por si las moscas: una para el Gobernador Militar, don Marino, y otras para diferentes compromisos, cuando llegó un señor con su familia y se sentó en una de las mejores mesas. Eduardo, ni corto ni perezoso, fue hacia él y le dijo que aquella mesa estaba reservada, a lo que con tono de guasa le espetó "Chaval aquí no hay ningún cartel que ponga reservado" (Eduardo sabía que aquel señor de paisano era el comandante Cesar, el terror de los soldados de Tiradores) y no obstante le contestó que cuando llegase el General para ocupar aquella mesa que se lo dijese a él eso de que no estaba reservada. Se levantó le pidió donde sentarme, le dio otra mesa y en paz. En esa mesa hizo sentar a un cabo 1º de la Legión con su familia; el General tenía otra mesa reservada y el teniente Armendia recibía la felicitación del comandante Cesar por haber puesto a un chaval con carácter, ¡sí señor!, y a Eduardo también le felicitaron.

En el campamento le habían sacado una verruga de la cabeza un teniente Médico (catalán); le puso primero un hilo de seda para secarla, después como que le saltaba el hilo se la cortó a tijerazo limpio, le puso una gasa y un esparadrapo por lo que estuvo unos días sin cortarme el pelo, cosa que en una de las revisiones que hizo al campamento se lo comentó al teniente Tejedor. Más tarde en una de las misiones que me encomendó el teniente San José, una vez resuelta, el Teniente Coronel Mena le hizo formar con uniforme en el patio de la Local con toda la compañía, le hizo dar un paso al frente, le felicitó, le dio quinientas pesetas de las de entonces y le dijo lo siguiente: "EL POLICIA SIEMPRE ESTA DE SERVICIO, PERO LOS BUENOS SERVICIOS SIEMPRE SE PREMIAN". Reconoce haberse sentido satisfecho y orgulloso.

Un día pasó un mal trago con un encarguito que le dieron sus superiores. Fue algo especial, tan especial que, a pesar de los años transcurridos, no puede contar. La cuestión es que durante el "trabajito" tenía Eduardo que tratar al General Marino Trovo y al Capitán Rascón y a los demás personajes invitados, de forma informal, de Tú, como si hubieran "comido fideos" juntos toda la vida; así lo hizo, pero siempre dentro de una discreta distancia.

Como se había incorporado a su destino el día cinco de noviembre de 1965, el día 6 de noviembre de 1966 (un año y un día, como dirían los Juristas) el General Militar don Marino Trovo Larrasquito le citó en Palacio a las 10 de la mañana por mediación de su Capitán Jefe del Grupo, Don Luis García Rascón, (E.P.D.) y le comunicó don Marino, que había llegado a sus oídos que le haría ilusión marcharse con permiso indefinido, le preguntó que cuando, y la respuesta fue contundente ¡HOY! Hombre Eduardo, dijo el General, hoy, hoy, y jugándose el físico le replicó: si S.E. no logra que me marche hoy, no lo logra nadie. Don Marino sin titubear: Vete a ver al Secretario General y que te dé el permiso ¡ah! gracias por todo y buen viaje.

Cuando Eduardo se lo dijo al Secretario General no se lo creía, por lo que telefoneó al General, y acto seguido, de golpe, se puso firmes, diciendo ¡si mi General! ¡A sus órdenes mi General! Acto seguido le dijo, toma chaval toma, aquí tienes este permiso y perdona.

Nos parece que no necesitamos extendernos más para que quede claro el grado de integración y reconocimiento de los mandos superiores a Eduardo Tauler y los demás catalanes que servían en la Policía; y la discreción que mantuvo con nosotros durante las largas charlas en las que no nos contó diversos secretos de los "servicios especiales" en los que anduvo metido.

El extensísimo relato fue iniciado en Estartit (pueblo de la provincia de Gerona de unos 3.000 habitantes) el 9 de febrero de 2.012 y concluido cuando estaba finalizado 2.013. Eduardo no lo pudo leer para "pulirlo", ampliarlo y complementarlo con los recuerdos de su primo Jaume (el de la Mixta) en la reunión-comida que habíamos programado para la primavera de 2014, en el restaurante familiar que había montado en ese turístico pueblo de la Costa Brava, cuando se retiró como director de hotel en Suiza, donde tantos años pasó. Un tumor cerebral se interpuso en su camino y en pocas semanas se "nos fue" para siempre. La última vez que me llamó por teléfono fue para decirme que se iba al hospital; que no se encontraba muy bien; qué ya me llamaría otro día... No volvió a salir.

Comentarios
Buscar
¡Sólo los usuarios registrados pueden escribir comentarios!
Temporalmente se han desactivado los comentarios anónimos por estar sufriendo un ataque de SPAM masivo (mensajes plublicitarios no deseados). En cuanto sea posible se activará esta función nuevamente.
No obstante, si desea dejar un comentario sin estar registrado, por favor, use el formulario de contacto disponible, indique el artículo al que desea hacer el comentario, el nombre o apodo que desea usar y el texto del mismo.
Nosotros nos encargaremos de publicarlo por usted.
Disculpen las molestias

3.26 Copyright (C) 2008 Compojoom.com / Copyright (C) 2007 Alain Georgette / Copyright (C) 2006 Frantisek Hliva. All rights reserved."