La boda musulmana
Colaboraciones - Manuel Jorques Ortiz
Escrito por Manuel Jorques Ortiz   
sábado, 14 de julio de 2018

Fuente: 24 Kilates

En mi atípica mili en Ifni en la que alterné las funciones de policía (patrullas nocturnas, guardias diurnas, alguna detención, etc.) con un destino casi civil (la Oficina de Autos en la Compañía Mixta, donde estaba ubicada la Jefatura Provincial de Tráfico), tuve la ocasión (tal vez me ayudaron mis estudios universitarios) de conocer de cerca a varios personales como el Juez Territorial Don Luis Felipe González Cerezal, en cuyo domicilio comí en varias ocasiones (en una de ellas, a la hora del café, se presentó el coronel Pirada Canillas y no veáis el salto que di al ver aquellas tres estrellas de ocho puntas)

Mustapha Faradi es el de raza negra. Sus amigos eran jóvenes musulmanes, muy bailarines, por cierto, Ricardo está sirviendo el té y yo soy el pipiolo sentado a su lado. Ambos de uniforme, como era preceptivo. No me lo quité en casi año y medio.
Mustapha Faradi es el de raza negra. Sus amigos eran jóvenes musulmanes, muy bailarines, por cierto, Ricardo está sirviendo el té
y yo soy el pipiolo sentado a su lado. Ambos de uniforme, como era preceptivo. No me lo quité en casi año y medio.

A través de mi amigo Ricardo Sacristán, que estaba a punto de terminar la carrera de Ingeniero Industrial y tenía destino (también casi civil) en la Jefatura de Obras Públicas de la provincia (donde se llevaba el proyecto de construcción del ingenioso "puerto"), conocí a Mustapha Faradi, empleado en dicha Jefatura (además era el "lector" de los consumos de los contadores de electricidad instalados en las viviendas), con el que mantuvimos muchas y variadas conversaciones (era un mundo desconocido, el musulmán, y lo teníamos a nuestro alcance). Hoy Mustapha es menos conocido que su famoso hijo pintor, formado en Granada.

Bueno, lo que quería decir, y casi se me va el santo al cielo, es que Faradi nos invitó a la boda de un íntimo amigo suyo (se celebraban en la vivienda de ese amigo, por la noche), y previo permiso que nos dio el ya comandante Castilla (la compañía había pasado a ser "Grupo" para que pudiera continuar mandándola), el 12 de enero de 1962 nos trasladamos en aquel desvencijado taxi, que no tenía ni cristales en las ventanillas y cuyo suelo estaba más agujereado que un queso gruyere, al barrio musulmán... Otro día os cuento lo bien que nos trataron, las horas que pasamos allí, el estupor del teniente Lorite, que con la patrulla nocturna acudió para ver como "iba" el ágape desposorio, al vernos allí... Ahora, como tuve la precaución de llevarme una cámara con flas os pongo un par de fotografías. Bueno, solo he podido poner una. Ya buscaré las otras que tengo archivadas.
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